Is 7, 1-9
El marco contextual es la guerra siro-efraimita, años 735-734
a.C. reinaba en Siria, Rasin, y Pekaj en Israel -aquí llamado Efraín-, y en
Judá el gobernante era Ajaz. Siria e Israel trataron de convencer a Ajaz, del
reino del sur, de que se les uniera en una alianza militar contra Siria, pero, Israel
temía que, Ajaz se fuera con Siria, contra ellos, cosa que -por lo demás- no
era nada descabellada.
Cuando Ajaz se enteró que Siria y su aliada, Israel, estaban
al umbral de su territorio, tembló como “los árboles tiemblan bajo el influjo
del viento". El miedo no monta en burro, Ajaz ya había sido derrotado por la
alianza Siro-Efraimita.
Bajo este marco contextual viene la intervención del profeta Isaías.
Le biblia nos nombre dos hijos de Isaías: Shear Yashub, “un resto volverá”
y Majer-Shalal-Jash-Baz, “Pronto-botín, pronto-pillaje”.
Dios manda al profeta a hacerse el encontradizo -con Ajaz- en
una alberca, donde la gente iba a lavar su ropa, le dice que lo intercepte y
lleve consigo a su hijo Shear Yeashub, (ya hemos hablado de la palabra hebrea [shub],
que nos remite al regreso físico y, a la vez, a la conversión moral). La
palabra “resto”, “residuo”, “los sobrevivientes” se relaciona con una
experiencia muy directa para el profeta y el pasado de los Israelitas: de una
guerra o una calamidad, la mayor parte de las veces, sólo quedaban “unos
cuantos”, pero esos pocos, eran el “tocón” del árbol, que nuevamente se elevaba
y restablecía el “linaje”, volviendo a ser un árbol frondoso. Los adversarios
la alianza Siro efraimita son ya -nada más- que carbones apagados que botan su
último humillo.
La profecía le anuncia a Ajaz, lo que habían planeado los Siro-efraimitas,
reemplazarlos con un arameo, el “hijo de Tabeel”. Y le dice que sí confía en el
Señor y es fiel a Él, nada les saldrá bien a sus enemigos y todo eso caerá
desinflado. Le augura que Efraín será destruido y borrado. Que ellos eran el
pueblo elegido, estaba fuera de discusión. Pero todo dependía de la sinceridad
de la fe.
Pero, todo dependía de que “creyera”. Aquí, en la profecía,
la fe está nombrada como “conocimiento”, y, efectivamente, es una forma de
conocimiento que exige la entrega absoluta. Algo que se sabe, pero está mediado
por la confianza. ¡Qué duro en una cultura cimentada sobre la desconfianza! Y
sabemos que no creyó.
En vez de creer, se alió con Tiglat Pileser, asumió su culto
y lo impuso en Jerusalén. Además, ofreció en holocausto a su propio hijo, lo
que significaba que él mismo iba contra el linaje davídico. Su descreimiento es
su defección. Esa traición lo arrastrará a sucumbir. Para él llamar a Yahwé, “Dios
con nosotros” no significaba nada. Nada “conocía” él del Immanu-Él. Lo
des-conoció completamente.
Sal 48(47), 2-3a. 3b-4. 5-6. 7-8
Es un salmo de Sion. El salmo parecería estar contando todo
lo contrario de lo que pasó con la Ciudad Santa. Podríamos decir que es una
anti-profecía. El salmo canta lo que hubiera ocurrido su Ajaz hubiera confiado.
Claro que canta hechos si acaecidos, victorias primeras que
gozó Jerusalén y que la llevaron a sus momentos de esplendor. Pero, relacionado
hoy con Ajaz, muestra la antítesis: el triste producto de la falta de fe.
Y también canta, algo que aún no vemos, pero que el alma debe
ser capaz de entrever, de auscultar: el esjatón, pero que Jerusalén llegará a
ser la Nueva Jerusalén, la Ciudad futura, donde Jesucristo será el centro de
Todo y donde lo veremos Reinar Glorioso.
Recordemos viva e intensamente que en la nueva Jerusalén se cumple: «Esta es
la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán
su pueblo y él Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus
ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el
mundo viejo ha pasado.» Entonces dijo el que está sentado en el trono: «Mira
que hago un mundo nuevo.»
Este
salmo no tiene que ser proclamado con ceguera de la Gran Promesa Mesiánica de
su Regreso. Ha de entonarse con la Luz de Jesús en los ojos del corazón y en
clave de Fe-Esperanza y Amor. Sobre estos valores ha fundado Dios su Ciudad
Santa.
Mt 11, 20-24
Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm tres ciudades que Jesús había
frecuentado reciben la recriminación por parte del Señor, ellas habían sido
enriquecidas no solamente con su Presencia sino favorecidas con sus prodigios.
Les pone una marca de comparación: Si Él hubiera cumplido en
Tiro y Sidón lo que hozo en aquellas tres ciudades, aun cuando tenían gran fama
de incrédulas, se habrían convertido hace rato. Por eso cuando suenen para
ellas las trompetas del Juicio Final, será con Tiro y Sidón más compasivo que
con esos lugares y esos corazones que con los que han contado con su testimonio
personal.
Cafarnaúm, por su parte se siente ya, de antemano, dueña y
reina del cielo. Jesús las desengaña, mostrándoles que les falta “mucho pelo
para moña”. En vez de ir hacia “arriba” su pasaje las conducirá al abismo,
porque vieron directamente tantos y tales milagros que hasta los sodomitas
habrían practicado el arrepentimiento y puesto en práctica la conversión si sus
ojos también hubieran gozado de las obras de Jesús. El Juicio final será más
llevadero para Sodoma que para Cafarnaúm.
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