Am
9, 11-15
Amós ha hecho arder su
pasión por la justicia y su condenación de una sociedad injusta… Pero la última
palabra no es la maldición: el volumen de este profeta se cierra con un cuadro
luminoso, obra quizá de un redactor final del libro.
Gianfranco Ravasi
Este
es el capítulo final del Libro del Profeta Amós. Se trata de otra visión, la
quinta que tiene este profeta, sin embargo, ya no pertenece al conjunto de las
visiones de la tercera parte, sino que este capítulo conforma la cuarta parte
del texto. Esto es así, porque no se va a referir a profecías a corto o a
mediano plazo, sino que tiene una proyección y un tinte apocalíptico, en el sentido
de anunciarnos acerca de la meta final del proceso del pueblo elegido. Con esta
lección, llegaremos al final de nuestro estudio sobre este Libro.
Los
versos 1-10 enfocan la visión no sobre hechos ni sobre simbolismos, sino que ve
al Señor que está junto al Altar y le habla. Se previene a los que piensan que
están a salvo, simple y sencillamente porque Dios los había elegido, pero no
toman en cuenta que han vivido rechazando su Amistad. El Señor les dice que
para Él no hay diferencia entre ellos y los etíopes (cusitas), los filisteos y
los arameos. La sentencia contra ellos es que todos los pecadores -aun los que
pertenezcan al pueblo escogido- morirán a filo de espada.
Mientras
que los versos 11-15, que forman la perícopa de hoy, se han entendido como una
suerte de “epílogo” que apunta hacia la restauración futura de Israel, llamado
aquí, la סֻכַּ֥ת [sukka] “choza” de David. Esta promesa mira hacia la
restauración de la dinastía davídica, que volverá a ser plantada en la tierra fértil
(la Tierra de Promisión), rescatados del exilio.
En
la columna vertebral de este Libro hay un concepto que debe mantenerse claro en
la consciencia del fiel, se trata de שְׁאֵרִית [she-airith] “resto”, “residuo”,
“reliquia”, “sobras”, (de la comida). Quiere decir que la reconstrucción se
dará partiendo de unos cuantos pobres, representantes del pueblo elegido,
mirados y queridos por Dios, preservados y rescatados de las garras y las fauces
del león, tal como un pastor se las gana cuando está a punto de devorarla y rescata
tan solo las patas, o la punta de la oreja (Cfr. Am 3, 12)
El profetismo posterior se encargará de
configurar con mayor precisión este concepto y alcanzarle carta de identidad
dentro del contexto teológico.
Otro punto que Amós deja muy claro a lo largo
de su Libro es, cómo se trenza una amistad con Dios, y revela que no se llega a
ella por la visita de los Santuarios (Betel, Guilgal, Beer-shéva), sino por el
proceso interior del “fiel”, que gana consciencia de su membrecía en el “pueblo
de Dios”. Ya aquí está presente la pauta -por ahora sólo bocetada pero que cada
vez será más clara- de la fraternidad emanada de la relación con YHWH, que mira
a los otros también como miembros de la misma parentela.
Sal
85(84), 9. 11-12. 13-14
Este
salmo es un oráculo. sí en la Primera Lectura nos encontramos una “profecía del
destierro”, el Salmo nos entrega un anuncio del “retorno”. Todo ensamblado
sobre el gran eje del destino final para el pueblo elegido. No se trata de
episodios sueltos, todo responde a una estructura con su propia teleología, el
esjatón del Reino. Pero lo hermoso es cómo se le da unidad al Amor y la Verdad.
La
verdad no es un enunciado, ni un conjunto de los mismos formando un sistema: la
verdad es una manera de discurrir del tiempo que mantiene siempre la tónica de
la bondad, de la caridad, de la solidaridad conformando un tipo muy especial de
sinodalidad que permite construir una koinonía fraterna: la mejor imagen para
entender este tipo tan armónico de sinodalidad responde a la imagen del dialogo
y la concordia. ¡A esto nos remite esta perícopa del Salmo!
Miremos
la secuencia de sus componentes:
a) La paz para los
amigos de Dios.
b) Un romance que
desemboca en boda.
a. Caminan hacia el
Altar la Misericordia y la Fidelidad
b. Pronuncian sus
votos ente el “testigo”: Ya son marido y mujer, es decir, Justicia y Paz son
los recién casados. Los de la tierra, que son la “Novia” aportan la Fidelidad.
Y el Dios del Cielo, El Novio, traen su alianza de Justicia.
c. ¿Qué vendrá después
de tan anhelada Boda? El señor pondrá la lluvia para fertilizar el suelo. La
Tierra, fructificará. La Justicia desbrozará el camino ira por delante,
abriéndoles paso.
Nada
de esto desmiente el paso inicial. El paso inicial define la melodía de fondo
que permanece enmarcando la totalidad de la sinfonía: Es el clima de Serena Paz
que Dios pone como ambiente global de toda la economía salvífica.
Mt
9,14-17
¿Aceptamos que Él
contradiga nuestros puntos de vista y no esté de acuerdo con nosotros? ¿Estamos
dispuestos a escucharlo? ¿Estamos dispuestos a construir con Él el mundo de
paz-amor-verdad-justicia… que nos “pide” hacer?
Noël Quesson
No
se vayan a imaginar que la construcción del Reino consiste en coger un manto
viejo y tachonarlo de remiendos para decir que es una moda nueva de vestir. Tampoco
se trata de re-encauchar los odres viejos, con la ilusión (más bien, con el
engaño) de que toda ira bien y que no hay que preocuparse por nada. ¿Por qué no
se podía continuar con el judaísmo, tal cual y venir a poner en cuestionamiento
cosas tan bien fundamentadas como la circuncisión, la pureza ritual y el ayuno?
(Muchos -aun hoy- piensan que Jesús había debido dejar las momias quietas y no
molestarlas, porque no hay nada peor que un faraón enojado porque le fastidian
su sarcófago).
Si
pintamos una pared de rojo y luego, muy sutilmente empezamos a desvanecer la
rojez y pasamos paulatinamente a un rosado cada vez más suave, podrá darse el
paso a la pintura blanca sin que nadie advierta que en realidad se dio un
rotundo cambio de color. ¡No nos engañemos, hubo un cambio y el ayuno que hoy
practicamos los cristianos tiene otro enfoque!
¿En
qué estriba el cambio? En que el ayuno hablaba de muerte, en cambio la comida
habla de la vida. No en vano reconocemos que el eje cultual de nuestra fe es la
invitación a un Banquete: El Banquete de Bodas del Cordero.
Nosotros
celebramos un Banquete porque celebramos que el Señor está siempre con
nosotros, el Emmanuel, y que su Presencia Triunfal, siempre nos asiste. Sería
ilógico que viviéramos vestidos de luto, sabiendo -como sabemos- que el Señor
ha Resucitado. La muerte no pudo retenerlo en la tumba, y ahora todos avanzamos
hacia la Galilea, donde el Señor nos está aguardando (Cfr. Mt 28, 8-15).
No
vayamos a salir con el cuentico que es la “primera noticia”. Con siglos de
antelación el Señor nos había solicitado este cambio de “odres”: “Compartir el
pan con el hambriento, acoger en nuestra casa al destechado, vestir al desnudo,
romper las cadenas y quebrantar todo yugo, y no evadir al necesitado. (Is 58, 6-7)
Para que se cumpla que la Justicia nos abra paso y la Gloria de Dios camine
resguardando nuestra espalda.
Para
acceder a la Cena de Bodas del Cordero requerimos vestirnos con traje de Bodas
y abandonar nuestros harapos viejos; de otra manera seremos arrojados a las tinieblas
exteriores (Cfr. Mt 22, 8-14).
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