Is 38, 1-6. 21-22. 7-8
Hoy llegamos a la lección final sobre el proto-Isaías y la
perícopa que nos ocupa es la penúltima de este profeta, viene al capítulo
39,-que es el último- y después, vendrá el capítulo 40 que es el primer
capítulo del Deutero-Isaías.
Por otra parte, la estructura de este capítulo es
interesante, e importante de entenderla para poderla leer con buen sentido.
- Los
versos 9-20 son una adición post-exilica, o sea que puede atribuirse a algún profeta
de la escuela isaiana del Trito-Isaías, pero inserta aquí.
- Además,
como se puede notar, después del verso 6, se han insertado los versos que
ocupan el lugar de los versos 21-22; son los versos que se relacionan con el
emplasto curativo que se la aplicó -en la zona afectada- a Ezequías para que se
curara.
- Después
de la señal dada a Ezequías para pudiera estar seguro de ir al templo, que
tiene que ver con algún tipo de reloj de sol donde la hora se medía dependiendo
de en que escalón iba la sombra. Y la hora solar, retrocedió diez gradas.
Entonces, Ezequías compuso un salmo de acción de gracias que está formado por
los versos 10-20. Precisamente los que hemos señalado como inserción de un
editor post-exilico.
La perícopa estudiada hoy, parece que se remite a sucesos
ocurridos antes del 701 a.C. El pasaje es un paralelo con 2 R 8, 9-10 donde
Elías predice la muerte de בן הדד [Ben Hadad] rey de
Siria, (Aram-Damasco) entre 885 y 865 a. C. contemporáneo de los reyes Basá de
Israel, Ajab (o Acab, que es otra trasliteración) de Israel, y Asa de Judá; y dónde
las cosas suceden con la misma progresión del episodio de hoy.
Es, como mínimo curiosa la manera de orar que usan estos
desahuciados, se colocan cara a la pared y luego le dicen a Dios las diversas
maneras como han pretendido mantenerse fieles y tener derecho a pedir una
prolongación de su vida; que, en el episodio de hoy, será de quince años.
Sal
Is 38, 10. 11. 12Abcd. 16bc
¡Qué casualidad! El salmo es la perícopa injerta del
poste-exilio, al que nos hemos referido en el examen de la primera lectura.
¿Con qué nos encontramos?
Una persona medianamente joven que se encuentra abocado a la muerte.
Siente que le han secuestrado la opción de continuar en vida.
Se da cuenta que no volverá a enfrentarse a Dios estando
vivo; tampoco podrá -como vivo- relacionarse con sus semejantes. No va a
continuar formando parte de la sociedad de los vivos.
Compara su vida con una carpa que va a ser recogida. Y,
liego, ve la existencia como el hilo en manos del hilandero, cuando ve las
tijeras -amenazantes – que se abalanzan con la intensión de cortar el “hilo de
la vida”.
Y luego, con sorpresa, descubre a Dios que -Milagroso- se
presenta para preservarlo y defenderlo. Lo ha curado, la guillotina de la
enfermedad ya no pende enseñando los filos de las cuchillas. De las manos de
Dios ha brotado el ánimo de su corazón. El miedo mortal se ha suspendido. Dice
la antífona: cuando el alma estaba a punto de despeñarse, el Señor vino y la
contuvo.
¡Una vez más, el Señor es un Rocío-Brillante Vital que
revive, que resucita!
Mt 12, 1-2
La
Biblia no es un código de normas cultuales o morales. Es el relato de la “pasión
loca” de Dios por el hombre.
Cabasilas
Cuando el Señor deja caer su Rocío-Brillante-Vital, se
presentan los adoradores de los ídolos de muerte. Vienen, muy enojados- a
reclamarle a Dios por qué contraviene el “orden natural”, saludan con pitos y
cornetas a la muerte, piden que le abran paso y sacan a relucir toda una
andanada de argumentos (39 obras prohibidas en sábado): dejen que la muerte
haga de las suyas, ¿acaso, no han visto las películas más exitosas en las
taquillas, donde la muerte danza a sus anchas? ¿es que no han valorado la
amplia difusión de su acción letal en el mundo, viéndola actuar en los noticiarios
y en todos los informativos?
Vieron a los discípulos del Señor, comiendo un sábado,
espigas que desgranaban frotándolas entre sus manos. ¿Pero, que es esto? ¡cómo
se les ocurre priorizar la defensa de la vida, saciando el hambre, cuando lo
mandado es “guardar el sábado”? ¡Son gentes que no respetan las “sagradas leyes
de Dios”, que descansó el sábado!
Está muy claro que ha sido inútil toda la enseñanza enviada
por medio de los profetas. Les ha repetido hasta el cansancio que a Él no le
interesa la ritualidad vestida con disfraces de “sacrificio”; que es importante
saber priorizar la defensa de la vida, y que el tema del “descanso sabatino” no
puede entenderse como “condena a muerte”. ¡Nadie tiene que pasar hambre con el
pretexto de cierto rito, que se convierte en absurdo, si obvia la alimentación
de los que pasan hambre!
Repetimos sin pensar los “sacrificios”, y, le ponemos al
corazón un blindaje de espeso acero, para no ser misericordiosos.
Invitamos a seguir el ejemplo de Jesús, pero pasamos desentendidos
por el lado del “casi muerto” que está a la vera del camino y que sólo fue
socorrido por un samaritano. ¡Nada aprendimos del samaritano, más allá de
llamarlo “bueno”! Jesús se escandaliza: “¿Por qué me llaman bueno?” Ninguno hay
bueno sino sólo Dios.
Pero a continuación, nos obcecamos en llamarlo “bueno”, pero
pasamos también de largo frente a su Bondad que es la médula de su Enseñanza.
Él que siempre sabía compadecerse.
La Enseñanza va, todavía, más allá. Les recuerda que David y
sus acompañantes entraron en el Templo para comer los panes de la Proposición:
entendamos lo que quiere decir, que hubieran comido los panes destinados a
Dios, o sea que alcanzaron la naturaleza de Dios, pues comieron de su Exclusiva-Comida.
Reflexionemos: ¿qué pasa con nosotros que no comemos el Pan
destinado a Dios, sino que nos comemos a Dios en el que fue “pan” pero se
transubstanció? ¿No quedamos elevados por encima de las supuestas “licitudes”? La ley no puede ser la norma de la vida; la
vida tiene que tomarse como la norma de la Ley. Un mundo desalmado que está patas
arriba, tiene que enderezarse y volver a estar con los pies en la tierra y la
cabeza para arriba: «Yo les daré otro corazón y pondré dentro de ellos un Espíritu
nuevo: arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de
carne, a fin de que sigan mis preceptos y observen mis leyes, poniéndolas en
práctica. Así ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez 11, 19-20).
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