miércoles, 10 de julio de 2024

Miércoles de la Décimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario


 

Os 10, 1-3. 7-8. 12

El pecado tiene un brillo, es el brillo del engaño, uno se acerca y cuando se ha aproximado lo suficiente, entonces, descubre que es demasiado tarde para retroceder y cae en la cuenta que es un brillo autodestructivo, que se lo traga a uno, que lo engulle hasta conducirlo al foco de la perdición.

 

Nos damos de boca con una de las imágenes más tradicionales para simbolizar a Israel, la de la Viña: Con vides bien cargadas de las mejores uvas. Pero este exceso, esta abundancia de frutos, son frutos de perdición porque con la abundancia, lo que hacen, es construir altares paganos y sembrar el territorio de estelas. Las estelas eran monumentos monolíticos, más altos que anchos; es famosa la estela que se encontró en Ras Shamra, que representa a Ba´al como un novillo, con figura humana, pero con cuernos, este megalito simboliza la potencia sexual y habla de fertilidad. Estas estelas son nombradas en esta perícopa como “piedras sagradas” y el Señor sentencia que las demolerá, que hará crecer sobre esos monumentos -se cumplirá que ellos han sembrado la maldad y cosecharan- los frutos de la injusticia, por haber comido los resultados de la mentira.

 

Dios permitirá que los pueblos se coliguen contra ellos. El Señor ha puesto una yunta en el hermoso cuello de su pueblo para que halen del arado y tengan que sufrir el contrapeso del rastrillo.

 

La tarea que el Señor les había dado era la de sembrar justicia para que cosecharan frutos de amor. Así irán padeciendo por su desamor. Hasta que se cumpla el tiempo de su sanción. Sobre sus altares paganos han crecido cardos y espinos.

 

La cosecha es el fruto lógico de su idolatría. Han coronado la fidelidad con la espinosa corona del adulterio. Tal vez la famosa alusión a la deslealtad con la fórmula de “ponerle los cuernos”, se remonte a la imagen cornuda de Ba´al esculpida en las estelas.

 

Sal 105(104), 2-3. 4-5. 6-7

… lo que protege al pueblo de Israel no son murallas ni cercas de piedras, sino la fidelidad del Señor. Sin esa lealtad valdrán muy poco las murallas. Brechas contra esa fidelidad son la idolatría, la injusticia, la explotación…

Luis Alonso Schökel / Guillermo Gutiérrez

 

Este salmo es un salmo de la alianza. Como Él es nuestro Aliado, nos pide que nos apoyemos en Él, invita a que nos guarezcamos en Él, que busquemos refugio como si Él fuera una fortaleza amurallada, donde encontramos amparo de nuestros enemigos.

 

No es una moda, no es algo pasajero, no se trata de encomendarnos en sus Manos en cierto momento; se trata de buscar siempre, ininterrumpidamente dirigir nuestros ojos y mantenerlos fijos en Él, confiando todo el tiempo, toda la vida, en Él.

 

La Primera estrofa nos llama a cantarle acompañando nuestra voz con el sonido de los instrumentos, de tal manera que nuestro canto evoque su Maravilla, que sintamos de manera patente que Él nuestro Alcázar es Su Nombre, y que, con nuestro canto, se alegran todas las gentes que lo buscan, que reconozcan que van en la buena dirección porque nuestro cantar lo manifiesta.

 

En la segunda estrofa se nos dice que podemos recurrir al Poder del Señor dirigiendo nuestra mirada a su Rostro; y al mirarlo, veamos en sus facciones claramente sus maravillas, sus prodigios, la sabiduría de toda Palabra que mane de su Boca.

 

La tercera estrofa nos vincula a la estirpe de Abraham y nos recuerda que su Gobierno cobija a los de toda la tierra, y no se limita a alguna etnia: Él es Dios de Toda la Tierra.

 

Mt 10, 1-7



Tengamos siempre en mente cómo estructuró San Mateo su Evangelio: así como Moisés es recordado por sus cinco discursos, así el Evangelista también asigna a Jesús cinco discursos: hoy damos inicio al Segundo Discurso de Jesús según el Evangelio mateano. En este Segundo Discurso -así como el Primer Discurso, el Sermón del Monte, mostraba que el Reino de Dios tiene unas constituciones “Las Bienaventuranzas”, que sostienen y fundamentan toda su Justicia- ahora, vemos cómo se nos participa el Reino, recibiendo una vocación para co-laborar en la edificación de ese Reino. Podríamos entender que Jesús, arquitecto y Piedra Angular, nos hace entrega del Plan General, la economía salvífica- para que nosotros, los obreros, nos hagamos cargo de poner todas las piedras en su respectivo lugar.

 

Estamos comparando la edificación del Reino con una obra de mampostería, pero pasando a nuestro rol de “discípulos-misioneros”, nos remangamos y preguntamos: ¿qué hay que hacer? Para entenderlo tenemos que adentrarnos en esta función de “maestros de obra”, de “albañiles”.

 

Para acometer la misión el Señor nos hizo entrega de autoridad para,

a)    Expulsar espíritus inmundos

b)    Curar toda enfermedad y dolencia

 

En la primera fase, mientras se edifica el Primer piso no había que ocuparse de los paganos, era la fase eminentemente judía, no siquiera estaba destinada a los samaritanos. Sólo habíamos de dirigirnos a las “ovejas descarriadas” de Israel.

 

En ese momento, ¿cuál era el kerygma? ¡La llegada del Reino de Dios! Esa es la médula del Anuncio. Observemos que el verbo lo hemos puesto en presente, lo que quiere decir que se mantiene, el tema del Reino está en el corazón del Anuncio, y ese anuncio se cimienta en unos “Pilares”

a)    El Hijo de Dios se Encarnó

b)    El Hijo vivió, predicó, obro milagros

c)    El Hijo de Dios fue perseguido y llevado a la muerte, y una muerte de cruz

d)    Pero la muerte que era una terrible injusticia cometida con Dios, no lo venció: El Hijo de Dios Resucitó

e)    Ascendió a los Cielos, desde donde continua “cuidándonos”

f)     Para guiar ese Cuidado, le dio Alama a la Iglesia, la Tercera Persona de la Divinidad, que vino en la Cincuentena Pascual, que en griego se llama “Pentecostés”.

No “envía a κηρύσσετε [keryssete] “proclamar”, “asumir el rol de heraldos”; viene del verbo κηρύσσω [kerysso] que significa “predicar”, pero con fervor, con convicción, no es ahí un anuncio por cumplir, es ponerle todo el “cacumen”, “con alma vida y sombrero”. Del sustantivo κήρυɣμα [kerygma] “proclamación”, en la proclamación no cabe la tibieza, está repleta de parresia, que es franqueza y valentía. 

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