Am 2, 6-10.
13-16
Ahora
vamos a dar una excursión de 5 lecciones -toda le semana, excepto el miércoles,
cuando celebraremos la memoria de Santo Tomás Apóstol, que tiene sus Lecturas
propias- en torno al profeta עָמוֹס (
[ʿĀmōs] “Amos”,
“el que lleva una carga”, “que lleva”.
Quizá fue el primero de los profetas escritores. Se calcula que vivió en
el siglo VIII a.C. trata de la justicia y la opresión que sufría el pueblo
pobre y la avaricia y la corrupción de los más favorecidos. Con toda razón a
Amós se le ha puesto el mote de “el profeta adalid de la justicia social”. Las
clases dominantes ven un rápido crecimiento de sus riquezas, simétricamente
acompañadas por el paulatino empobrecimiento del campesinado víctima de
usureros y acaparadores. Todo esto va acompañado de una ironía social, al lado
del culto esplendido estaba un espíritu religioso decadente, y, en cambio a la
gente le resultaban muy atractivos los rituales y supercherías de las
religiones cananeas que cohabitaban bien con su condición menesterosa y su
desconocimiento de YHWH.
Amos
habría nacido en Tecoa, a unos 20 kilómetros al sur de Jerusalén, 9 kilómetros
al sur- este de Betlehem. Pese a ser un profeta originario del Sur, ejerció su
profetismo en el norte, en Samaria. El marco cronológico para Amos es el reinado
de Jeroboam II, quien llegó a ser rey en Samaria en el 785 a. C. y reinó por 41
años. Siguió el ejemplo de Jeroboam I al conservar la adoración idólatra de los
becerros de oro (Amós 2:1-3). Adelantó campañas exitosas, continuando las guerras
que su padre había iniciado en contra de Siria con el fin de restaurar
territorio que pertenecía a Israel (2 Reyes 14:25) Todas estas guerras exitosas
significaron sustanciosos tributos para Jeroboam y sus nobles. El profeta
condena el esplendor del culto en medio de tanta injusticia e inmoralidad.
En
el núcleo de la perícopa de hoy encontramos una imagen muy diciente y preclara
“por un par de sandalias”, seguramente unas sandalias no eran tan costosas, y
sin embargo, la imagen del pobre ha estado largamente asociada con la de aquel
que va descalzo, especialmente porque caminar careciendo de calzado no permite
llegar muy lejos, y cada paso cuesta el doble, y más. La carencia de protección
para los pies es sinónima de inmovilidad, de freno, de bloqueo, de truco para impedir
que se camine, que se avance, que se sobresalga. ¡Son los históricos mecanismos del
sometimiento!
Citemos
otros que nos señala la perícopa:
Vender al justo por
dinero
Pisotear la cabeza
de los pobres clavándola en el polvo
Torcer los procesos
en contra de los débiles y en favor de los adinerados)
Corrupción moral de
hombres que comparten la misma mujer con sus hijos.
Tomaban la ropa en
“fianza por una deuda” y mientras la tenían en su poder la usaban para echarse
durante sus bebetas en los altares idolátricos.
Llegaban al colmo
de irse a embriagar al Templo y profanarlo con sus borracheras, costeadas con
las “multas” que imponían a diestra y siniestra.
Todo
esto lo reprocha YHWH, por boca de su profeta. Es interesante la fórmula que
pone Dios en labios del profeta para hacernos saber que el profeta no habla de
los suyo, sino que presta sus labios a la Voz del Señor: “Por tres crímenes de
Israel y por el cuarto, no revocaré mi sentencia”.
Dios
les reclama porque había obrado con Altísima generosidad en favor de su pueblo
y su pueblo se mostró una ralea desagradecida. Mientras Dios los había sacado y
protegido en el éxodo, y los había fortalecido para adueñarse de las tierras de
los amorreos: ellos -en cambio- habían correspondido con ingratitud haciéndose acreedores
a que la tierra se los tragara, no pudiendo escapar de esta trampa ni los más
veloces, ni los más fuertes. No escaparían ni los guerreros, ni los arqueros,
ni los veloces atletas, ni los de caballería, ni los de infantería. Quizás sólo
algún guerrero lograría escapar en paños menores.
Sal
50(49), 16bc-17. 18-19. 20-21. 22-23
Lo
que plantea la Primera Lectura es el tema de la Alianza, de la Fidelidad para
con la Alianza que Dios en su Generosidad nos ha ofrecido. Él nos da la Lealtad
de su Entrega, de su Protección, de todo su Auxilio. ¿De qué manera le pagamos?
¿Cómo le correspondemos?
Para
evaluar esta situación viene bien un salmo de la Alianza.
Hay
dos ejes preventivos en este salmo:
a) Creer que el
sacrificio es la “vía maestra”, que todo lo repara.
b) Concentrarse en el
“rito”, en su aspecto formal, y descuidar que la esencia de la fe es la
autenticidad y la sinceridad, valga decir, la profunda resonancia interna de la
ritualidad. Sin esa repercusión de corazón, no hay nada, el rito es hipocresía
pura.
Sobre
el punto a) hay algo que observar de mucho peso: El sacrificio de por sí es
pobre, no alcanza a cubrir la damnificación causada a Dios. Pero cuando el
“sacrificio”, la Víctima Propiciatoria es Jesucristo, cuando el Cordero
ofrendado es el Propio Hijo, la Sanación es Total. Lo que no excluye la
necesidad de autenticidad y sinceridad. Nunca, óigase bien, ¡nunca! podrán
echarse “sus enseñanzas a la espalda”, por el contrario, esas Enseñanzas han de
estar siempre presentes ante los ojos de nuestro corazón.
El
salmo nos previene contra cuatro riesgos mortales:
1) Hacerse cofrade de
los ladrones
2) Aunarse con los
adúlteros, seguir sus huellas.
3) Hacer la propia
lengua cómplice de la maldad.
4) La boca se vuelva
fábrica de engaños.
No
podemos esperar que Dios ablande su “sentencia”, que no es “condena” sino “faro
guía para el buen camino”. Así que no
esperemos de Él que cohoneste con nuestro ataque al prójimo, ni con el mal que
nos causamos a nosotros mismos.
¿Qué
espera, entonces Dios de nosotros? Muy sencillo y concluyente, el salmo en la
perícopa de hoy lo enuncia en la cuarta estrofa (vv. 22-23): El que le ofrece
acción de Gracias, es quien Lo honra. El que camina por el Buen Camino, será
quien vea la Salvación de Dios.
Este
salmo, como se nos presenta hoy, es una voz de alerta para los que descuidan la
Alianza y se olvidan de Dios. A los ingratos, el salmo les vaticina perdición.
No como amenaza, si como advertencia de Aquel que quiere rescatarnos a toda
costa.
Mt
8, 18-22
Jesús
va en nuestra búsqueda, pero no se trata de un “acoso”. El transita frente a
nuestra vida, pero no para forzarnos. Cualquier violencia que nos hiciera, así
fuera con la intensión más benévola, sería flagrancia contra nuestra
“libertad”. Así que no esperemos que Él nos atosigue, que nos lleve de una oreja,
que nos mande un equipo de guardianes que nos constriñan a abandonar nuestra
ruta. Para Él somos supremamente valiosos, pero nuestra valía depende de que
aceptemos la opción.
Hay,
además, quienes lo seguimos por “falsas razones” , tal vez esperando “cofres
con tesoros”, o “cargos con muy especial relieve”; quizás hay quienes lo sigan
esperando “títulos de abolengo”, figuración en las "tablas de aristócratas”,
ingreso en las listas de “los más pudientes del planeta”. Y Jesús nos desinfla,
para que no corramos en pos suya por las razones que no son: “Las zorras tienen
madrigueras y los pájaros nidos, pero Jesús no tiene ni una cama ni una
almohada garantizadas…” Ahora que sabes esto con todas las letras, ¿aún quieres
seguirlo?
Hay
otros, que reclaman un “break”, quieren irse a probar “mundo”, y sólo después,
quizás ya muy tarde, en el ocaso de la vida, venir a ofrecerle dos guiñapos
residuales… Se trata de los que quieren quedarse manipulando una heredad de
putrefacción, son los embalsamadores de momias, los que no quieren tener nada
que ver con la vida, sino construir una realidad amortajada. Para esos tampoco
está pensado el Reino.
Para
estos y los otros, el Señor cruzará a la otra orilla y cuando caigamos en la
cuenta, será ya inalcanzable.
Que
no vayamos a hacer una lectura desproporcionada de estos textos: ciertamente no
significan que debamos descuajarnos de nuestros afectos legítimos, por nuestra
familia y toda nuestra parentela; de lo que se trata es de evitar la línea de
los “pretextos” con el sólo interés egoísta de quedarnos en la rutina y no
desarraigarnos, no desacomodarnos de nada, seguir ahí, “por donde va Vicente,
va toda la gente”. No seguir sólo los caminos trasegados. Responder al llamado
también es -ciertamente- saber jugar el cero contra el Infinito. No lo
olvidemos: ¡allí donde está tu tesoro, esta también tu corazón”.
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