Am 6, 7-13; Sal 85(84)
9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13
El ministerio apostólico aparece como una
fusión de la misión sacerdotal y la misión profética.
André Feuillet
En
los evangelios de estos Domingos del ciclo B, al reanudar después de la Pascua,
vamos recorriendo un interesantísimo periplo. San Marcos nos mostró primero a
Jesús que llamaba, inclusive nos dio una primerísima instrucción sobre el
desprecio, el rechazo y la persecución que, no sólo Él sufriría, sino de las
que también sus apóstoles serían víctimas. Nos mostró que, aquellos de los que
menos podríamos esperar rechazo, desconfianza y vilipendio como son nuestros
paisanos, nuestros vecinos y nuestros propios parientes, serían de los primeros
en la fila de nuestros agresores y detractores.
Ahora –llegado al XV Domingo ordinario de este ciclo B- estamos en la
zona del Evangelio -según San Marcos- donde Jesús envía e instruye para ese
envío.
¿Qué
es lo que andamos buscando? Que Dios manifieste su Gloria y resplandezca. Nos
acercamos al Altar con una doble petición: Que Dios nos conceda rechazar todo
lo que no corresponda al ser de cristianos y –en cambio- poder cumplir con todo
lo que significa ese título. Nos ha llamado para seguirlo, nuestra vocación de
cristianos nos lleva a querer cumplir esto que –sin la Gracia- no podríamos
lograr. Por eso nuestra respuesta al llamado nos lleva a formular estas
peticiones: algo así como pedirle al Patrón que nos proporcione la
dotación indispensable.
El
Señor llama, y no llama a personas especialísimas; Él llama al comerciante, al
profesionista, al agente de policía, a la niña y al niño, al joven y a la joven
estudiantes, llama al adulto tanto como al adulto mayor, llama a los sanos y a
los enfermos, llama a los ocupados y a los vacantes, llama a los desempleados y
a los ocupadísimos, ¿a quién no llama el Señor? Llama a los virtuosos y a los
pecadores, a los que creen con devoción y llama a los que no creen y a los que
han abandonado o están a punto de abandonar su fe. Llama a los ganaderos, a los
que cuidan ovejas, a los agricultores y a los recolectores de higos, llamó a
Amós como llama a cualquiera de nosotros (Cfr. Am 7, 14b). Llama a los que
están dispuestos a aceptar el llamado y a los que se niegan y rehúsan el envío:
Nos envías…
a los edificios bien protegidos
y a los tugurios más miserables,
a los hospitales y a los colegios,
a los talleres y a los paraderos de buses.[1]
En
la Segunda Lectura, entramos hoy en la Carta a los Efesios que se ocupa y tiene
por leitmotiv -desde una perspectiva cristológica- a la Iglesia: Recordemos que
el tema de esta Carta eminentemente Cristológica, es la Iglesia,
particularmente, la Iglesia entendida como Cuerpo de Cristo: «No anda
equivocado quien ve en la Carta a los efesios una “mística de la Iglesia”»[2]: «…la razón de ser; la
primera y esencial vocación de la Iglesia es la de evangelizar. Es decir,
hablar de Dios con las palabras y el ejemplo que nos ha dejado Jesucristo, gran
profeta en obras y en palabras. La Iglesia existe para evangelizar, para ser
profeta, para anunciar la buena noticia, para predicar el evangelio… La
verdadera y autentica profecía no es otra que la palabra de Dios que el mismo
Cristo ha confiado guardar y predicar a la Iglesia.»[3] Así, el profeta tiene una doble
finalidad, no solamente en positivo, anunciar el Reino de Dios y promoverlo;
también en negativo, una misión destructora: denunciar, desenmascarar la
injusticia, como anti-reino. También, en ambos sentidos, el apóstol comparte la
misión profética.
a)
Cristo es la cabeza de todas las cosas, y todas ellas se orientan hacia Él, son
parte de Él, que es la cabeza de un Único Cuerpo. Este tema será desarrollado
ampliamente a lo largo de la carta, apareciendo en cada momento. Podemos
afirmar que es el eje o motor de toda la carta a los Efesios…
b)
…el himno pretende decir que el primer proyecto de Dios Padre fue el ser
humano. La creación es consecuencia de la elección, y no viceversa. Este himno
es una enciclopedia para el Apóstol. Es el mensaje resumido, es el contenido
del Anuncio, la Buena Noticia. Contesta a la pregunta ¿Cuál es el mensaje del
cual es portador el discípulo “enviado”?.
Miremos
ahora la Primera Lectura, tomada del profeta Amos: «Frente a lo que podríamos
llamar una visión “turística”, él ofrece la visión “profética”. Unos
espectadores invitados a visitar Samaria habrían escrito algo muy distinto. Se
sentirían admirados por el lujo, sus esplendidos palacios construidos con
piedras sillares. Amós no descubre una ciudad prospera y en paz, sino sumida en
el terror. El turista admiraría el lujo de las grandes familias, su habilidad
financiera, su sabiduría humana, sus espléndidos edificios repletos de objetos
caros y lujosos. Amós
desvela el trasfondo de mentira, de violencia criminal que los rodea. No son
dignos de admiración sino de desprecio y de castigo»[4] Y es que el profeta sabe
ir más allá de la apariencia y sabe leer los signos que Dios inscribe en la
historia, porque es Dios mismo quien lo enseña a “mirar”.
¿Qué
hace allí Amós, en el mismísimo nido de los sacerdotes, en el núcleo del
avispero, enfrentado con el sacerdote y con el rey? Todo se comprende al leer
el verso 15: ויקחני יהוה מאחרי הצאן ויאמר אלי יהוה לך הנבא אל־עמי
ישראל׃ “pero YHWH me
sustrajo de andar cuidando ovejas y YHWH me dijo: ‘Ve y habla en mi Nombre
(profetiza) a mi pueblo Israel’”. Schökel y Gutiérrez señalan que aquí se
plantea un problema de competencias. El poder político estatal -en ese momento
histórico fusionado con el poder clerical religioso- en abierto contubernio
contra el profeta. Sólo que el profeta en este caso representa la «…instancia
suprema, que está por encima de todo: el profeta, porque es la palabra de Dios,
que no puede estar subordinada a nadie y tiene que ser libre e independiente…
El profeta de Dios no se sirve de la palabra, sino que se hace servidor de ella:
ni dispone de Dios a su antojo, sino que se deja manejar de Él… Esta es la
función del carisma profético: desenmascarar, desengañar, iluminar la verdad.» [5] Si Amós no estuviera
representando la instancia suprema, no se podría justificar su acción contra la
teocracia Israelita, pero YHWH está por encima, y eso es lo que pone a Amós en
la cima de las competencias.
«Expulsar
demonios…es desalienar a las personas, es decir, librarlas de todas las
ataduras que las hacen esclavas y objeto de explotación. En otras palabras,
todo lo que impide a las personas ser libres, y no las deja pensar, sentir,
andar, hablar, oír, actuar por sí mismas.»[6] Vemos aquí, de manera
palpable el significado liberador de la Iglesia, de todos sus bautizados,
porque todos ellos son “Sacerdotes-Profetas-y-Reyes”, o sea que estas
competencias –permítannos cometer una redundancia por demás cacofónica- nos
“competen” a todos nosotros los que nos confesamos cristianos. «Porque el
Evangelio hace que salte por los aires el egoísmo. Si uno, con la gracia del
Señor, se decide a vivir el evangelio –es decir, el anti-egoísmo-, forzosamente
encontrará dificultades. Dificultades consigo mismo y con los demás, y no sólo
por parte de los gobiernos y de los poderosos, sino también por parte de los
eclesiásticos. Y ni siquiera únicamente por parte de los hombres, sino también
por parte de las estructuras…»[7]
Los
envía dotados de un sentido de desprendimiento, con una mentalidad austera que
los hace independientes de comodidades y lujos, adversarios de la mentalidad
consumista, “ligeros de equipaje”, con
la felicidad y la paz espiritual que les permitirá gozar con las pobrezas de
quienes los reciban con amable cordialidad y les brinden hospedaje y acogida.
Ni ropas ni calzados especiales, «Hasta el vestir debe ser simple… pues ropas
diferentes generalmente indican “status” social más que disponibilidad.»[8] μὴ ἐνδύσασθαι δύο
χιτῶνας Dice que “no se
pongan doble túnica” «El no ponerse dos túnicas significa no aparecer como los
ricos que solían ponérselas»[9]
Permanecer
en una casa es que esa “casa” que los acogió, se habría de convertir en un
centro de “operaciones”, un “hogar” que congregaría a la comunidad naciente «un
lugar, donde a su partida, la comunidad pueda seguir reuniéndose y proseguir la
realización de la Buena Nueva del Reino»[10]
Desconfiamos
–y con mucha razón- de todos aquellos que depositan toda su seguridad en los
medios y los recursos humanos. Enriquecerá nuestro enfoque del tipo de Iglesia
que necesitamos construir leer la siguiente anécdota que debemos al Padre ¿?
Lorenzo Milani:
«Pasó por aquí un fraile limosnero, con
una motocicleta. Hasta ahora iba en bicicleta. “No hay que extrañarse –dice el
frailecito dinámico- también San Francisco, si viviera hoy, viajaría así”
No es verdad.
San Francisco, si viviera en otro siglo
haría lo que hizo en su siglo, es decir, habría determinado el nivel de
“comodidad franciscana” al estudiar cuales son las mayores posibilidades de la
renuncia del hombre de un siglo determinado (…)
(Por consiguiente) un San Francisco
párroco no habría considerado “necesario” un objeto que el 89% de sus frailes
no posee y del cual sus predecesores han prescindió durante siglos sin un daño
excesivo.
Si responde que un motor puede llegar
antes y a un mayor número de sitios; luego con un motor se hace mayor bien.
Esta es una herejía. Ninguno puede dar
más de lo que tiene. Si es un tonto, el motor hará llegar antes y a muchos
lugares un tonto; y si tiene poca gracia, el motor multiplicará un sacerdote
con poca gracia. Si, en cambio, es un sacerdote santo, no tendrá la soberbia de
creer que la propia multiplicación pueda ser útil al reino de Dios. Por
consiguiente, buscará más bien reducirse.»[11]
Trascribo,
ahora, las recomendaciones que un director espiritual daba a una religiosa,
porque nos orientaran para reconocer nuestro norte y, además, identificar
nuestros propios ritmos nuestra propia premura, para regular nuestro afán y
medir nuestros descansos, ‘para saber cuándo pararnos y cuándo levantarnos:
«todos los días… le (diremos) a Cristo… “Oh Cristo, mi Maestro, hablad y estoy
pronta… lo que Vos queráis, cuando queráis, de la manera que queráis, donde
queráis, hasta que queráis…” Eso es todo… Lo importante es estar allí donde
Dios nos quiere…Que podamos decir “sí” a nuestro Cristo… sabe que Cristo no
está en una ocupación más que en otra que no está en la oración más que en la
acción. Está allí donde nos ha colocado su divina voluntad: allí lo encontramos
y allí se da a nosotros. Y no se da siempre en lo que nos agrada, ni siempre en
lo que nos parece más grande.»[12]
[1]
Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II-CICLO B. Ed.
Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 67
[2] Fabris,
Rinaldo. PARA LEER A SAN PABLO. Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2000 p. 150
[3]
Amigó Vallejo, Carlos. CIEN PREGUNTAS PARA TENER FE. Ed. Planeta
.Barcelona-España 2003. pp. 30-31
[4] Sicre,
José L. LOS PROFETAS DE ISRAEL 2da PARTE “PARA ARRANCAR Y ARRASAR” LA DENUNCIA
Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito – Ecuador 2000 p.25
[5] Schökel,
Luis Alonso y Gutiérrez, Guillermo. MENSAJES DE PROFETAS. MEDITACIONES BÍBLICAS
Ed. Sal Terrae Santander
España. 1991pp. 148, 151
[6]
Balancin, Euclides M. Op. Cit. p. 89
[7]
Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1985. pp. 90-91
[8] Ibíd.
p. 88
[9] Mateos,
Juan. sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS Ed. Centro Bíblico “Verbo
Divino” 5a ed. Quito-Ecuador 2000 p.
91
[10] Balancin, Euclides M. Loc. Cit.
[11] Beck, T. Benedetti, U. Brambillesca, G.
Clerici. Fausti. S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 1ª re-imp.
2009 p. 201
[12] Peyriguè, Albert. DEJAD QUE CRISTO
OS CONDUZCA. Ed. Nova Terra Barcelona- España 1965 pp.34-38
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