Is
2. 1-5
El
Adviento tiene 21 días y en ellos vamos a tener 14 lecciones de Isaías, como
tema de la Primera Lectura, así que será un interesante cursillo Isaíano.
Se
refiere a un foco teopolítico de convergencia, hacia el que todos se
encaminarán, porque todos, a cuál más, anhelan ir a beber allí, de aquellas
Fuentes. Este saber es un saber visionario que tiene el profeta, él lo sabe
porque se le ha manifestado en forma de una visión. Se afianza en la firmeza de
un Monte, el más elevado entre todas las colinas. Todos los que hacia allí van,
no se guardan el secreto, conforme avanzan, convidan a los que encuentran a su
paso. Y, revelan que no se trata de cualquier dios, sino que es el Dios de Jacob,
sobre la garantía de su identidad todos lo aceptan y lo reconocen como principio
de Autoridad, porque de Jerusalén brota la Justicia, todos lo aceptan, lo
acatan, saben que sus senderos los llevan a juzgar y proceder confiados en su
Ley.
Por
fin hay una Autoridad confiable e imparcial que todos aceptan reconocer y
acatar. Y se dejan instruir en su Enseñanzas, como un niño deja que su padre le
lleva la mano para trazar su primera escritura.
Lo
dejan trasformar sus fábricas bélicas, en industrias pacifistas que atiendan a
las necesidades reales de gentes que están dispuestas a convivir en la
fraternidad, no quieren aprovecharse de nadie, quieren que florezca la armonía
y que los armonice la Ley de la sinodalidad. Podemos vivir juntos, trabajar juntos,
construir juntos, no tenemos por qué encontrar pretextos destructivos para demolernos
unos a otros, perfectamente todos nuestros recursos pueden destinarse a
hacernos grata la existencia; eliminaremos de nuestro vocabulario las ideas de
devastación y asesinato, y, en cambio, descubriremos la infinita rentabilidad
que conlleva la defensa de la vida. Sólo se requerirá un cambio de enfoque, una
modificación en la manera de pensar tan tradicional, una metanoia: No habrá que
“matar” a quien piense diferente, no habrá que uniformar las inteligencias,
reconoceremos que en la diversidad de las ideas duerme el Águila de nuestra
mutua comprensión.
Sal
122(121), 1bc-2. 3-4b. 4d-5. 6-7. 8-9
La
importancia de Jerusalén queda acotada en la Primera Lectura de hoy, como foco
teopolítico de la Justicia y la Paz para todos.
Este
de hoy es un salmo gradual, o, tal vez, ya de peregrinación, porque parece que
su implicación es la de los peregrinos que ya pisan los umbrales de la
Ciudad-santa y se hallan a las Puertas -en las murallas exteriores del Templo:
¡Que alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Tal vez hoy en día, cuando el respeto a la
autoridad se ve tan resquebrajado, nos cueste trabajo entender que al visitar
la “casa ajena” -aun cuando también en la propia, y quizás con mayor razón- y
entrar bajo su techo, nos ponemos bajo la autoridad del Paterfamilias.
Esa autoridad en el Templo es la de YHWH, no la de algún fundamentalista).
En
la Primera Lectura nos referíamos a Jerusalén como la Fuente de la Justicia. En
el Salmo se le aúna a Jerusalén el segundo significado que se le da en la
Primera Lectura: Ciudad de la Paz. “Desead la Paz a Jerusalén”, “haya Paz
dentro de tus muros”.
Vale
la pena hacer consciencia de ¿a qué vamos a Jerusalén? Felizmente, el salmo nos
lo explicita: “A celebrar el Nombre del Señor”.
En
las dos últimas estrofas del salmo, la Paz se vuelve el polo magnético de Jerusalén.
Pero, estemos atentos, no es una paz egoísta, de aquella de “¡Coma yo y como mi
macho, y que se reviente el muchacho!”, no es una oración de “personas”, es una
oración comunitaria. ¡No! es una Paz para sus hermanos y a la vez, para sus
compañeros. El salmo tiene una clara consciencia de Comunidad, todas sus
resonancias son sinodales: No dice “que alegría cuando me di cuenta que me
encamino a la casa del Señor”, sino que dice ¡Que alegría cuando me dijeron: לִ֑י בֵּ֖ית יְהוָ֣ה נֵלֵֽךְ [li
bet Yahwe nelek] “Vamos a la Casa del Señor”! Con sentido evidentemente
comunitario.
Mt
8, 5-11
¿Qué
tenemos en esta perícopa mateana? Una parábola, contada por un centurión: Toma
como imagen del poder que tiene Jesús para sanar y defender la vida, la que él
tiene sobre sus soldados; parte de una figura que es un mecanismo de muerte, -el
ejército romano, la maquinaria bélica- y ve las enfermedades y dolencias como soldados
que tienen que obedecerle. Si el centurión da una orden, la obediencia no se
deja esperar. Si Jesús pronuncia una palabra para contener y expulsar la
enfermedad, con mayor prontitud es obedecida porque su Poder es mayor y su
autoridad dimana de instancias más altas. El cosmos entero le obedece.
¿De
dónde sale la autoridad del centurión? Se la ha concedido, el emperador o algún
militar de mayor rango en las huestes romanas. ¿Y la de Jesús, de dónde sale?
Proviene de la Instancia Suprema, le viene del Padre. ¡Es una Autoridad confiable
e imparcial que todos quieren reconocer y acatar!
La
“inteligencia” del centurión admira a Jesús porque este tiene la agudeza para
entender que hay autoridad, y que el punto es -precisamente- el de la
autoridad. La inteligencia para entender las cosas de Dios no se aprende en “doctas
aulas”, Jesús, el que viene (ille qui venit), nos la dona. El centurión lo entiende
tan bien, que no pide con la prepotencia del “invasor” que puede exigir y hasta
obligar con la fuerza de las armas, sino como se pide una obra de caridad, con
sencillez, con ruego, como suplicando, poniendo como argumento del ruego, lo
mucho que padece su criado víctima de δεινῶς βασανιζόμενος [deinos basanizomenos] “dolor terrible” y de parálisis que
lo incapacita.
Pero
la comprensión del centurión no se queda allí, él comprende que hay autoridades
humanas, y autoridades Divinas. Y discierne entre ellas.
Parece
que, tras su discurso parabólico, hay un fluir de significado que subyace: “La
autoridad del emperador, está muy por debajo de la autoridad que viene de YHWH.
En tanto que centurión, él puede ordenar a “soldados”, pero en tanto que la
autoridad Divina proviene del Señor, Jesús el Kyrios, puede ordenarles a las enfermedades,
al viento, al mar, y hasta a la misma muerte.
La
perícopa concluye mostrando la universalidad del Banquete Escatológico, dice
que muchos de los sentados al Banquete vendrán tanto de oriente como de
occidente y están allí sentados en la Mesa donde se congregan Abrahán, Isaac y
Jacob.
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