Is
35, 1-10
En
la Primera Semana de Adviento, los días miércoles y jueves, tuvimos la
oportunidad de dar un vistazo somero al Apocalipsis Mayor de Isaías (cc. 24-27);
hoy, nos acercamos a la segunda parte del Apocalipsis menor -es un oráculo
contra los Edomitas- lo que quiere decir que el capítulo 34 -de este pequeño
apocalipsis- tiene la visión de los desastres que afligen a esos impíos,
mientras que en el capítulo 35 nos hallamos ante la visión consoladora del promisorio
goce que se dará el “justo”. Esta manera de enfocar la realidad escatológica,
nos habla de la “Justicia Divina”: el justo heredará el goce del bien sembrado,
el malvado recogerá la cosecha del mal de su plantío. Todo lo que fue causa de
sufrimiento se revertirá para alcanzar salud, bonanza, en suma, un escenario
paradisiaco, será el rescate de la beatitud perdida por la “Caída”.
La
pena y la aflicción se alejarán, mientras que la cabeza estará llena de gozo y
alegría. La ceguera, la sordera, la parálisis serán exiliadas de esta realidad.
La enfermedad es causada por el pecado de atropello, de una vida de opresión,
de látigo, de garrote, de trabajos forzados. Cuando el hombre deje de ser
mermado por el maltrato, entonces su salud florecerá.
Debemos
decir -y dejar sentado- que se trata de otra inserción en el cuerpo del
proto-Isaías, que -por otra parte- debemos señalar tiene los tintes
consoladores del deutero-Isaías.
Sal
85(84), 9abc y 10. 11-12. 13-14
Salmo
Oracular. Corresponde a la época post-exilica. Alude a la gestión liberadora de
Ciro. Muchas veces nos imaginamos románticamente que, al volver del exilio, lo
único que debían trabajar era la reconstrucción del Templo. Pero ¡antes de
levantar un Templo hay que re-moralizarse, levantar la cabeza, reconocer la
Fuerza Poderosa que actuó y sigue actuando para -superando la esclavitud y el
destierro- comprender nuestra dignidad de hijos de Dios.
Este
salmo contiene un profundo sentido de adviento, clama al Señor para que vuelva.
En el verso #3 encontramos la palabra שׁוּב [shub]
"volver", en el salmo el señor regresa de su ira, deja todo su
disgusto atrás, lo sepulta bajo una ola de “Perdón”, trae la Paz, expresión de
su Presencia, -y claramente lo dice el Salmo-, no construye su reino de Perdón
y de Paz entre nubes lejanísimas: sino que viene a habitar en nuestra tierra
(v. 9) el Trae la Jerusalén Celestial -como donación- para los que han luchado
denodadamente por mantener su fidelidad a la Alianza.
Por
otra parte, ensayemos a descubrir qué fue primero: ¿la Justicia o la paz? El
amor no aparece por arte de magia, el amor es un encuentro: el beso se da por
el encuentro de las bocas, ninguna boca -en sentido estricto- da origen otra
boca; ellas coexisten en la distancia, el milagro maravilloso es ese punto en
la recta de la historia en que las bocas se encuentran y construyen un beso.
Así,
el mismo tanto con la Misericordia y la Fidelidad: Sólo quien es fiel, puede
ser un constructor de Misericordia; sólo cuando las dos se encuentran se
empieza a formar una Nueva realidad.
Ellos
quieren retornar a Jerusalén porque creen que su Amor habita allí -todavía creen
que a Dios se le puede “encerrar”- pero lo llaman y claman por su venida. (Quizás
como los que se ponen una cita a medio camino, para que el Encuentro sea más
pronto.
Lc
5, 17-26
Jesús
lo que trae es el buen trato, un trato amoroso, tierno, sin rechazos ni exclusiones.
Jesús lo que hace es mostrarnos cómo ha de ser el respeto y el cuidado de la
persona. No solo de nuestros hermanos en la fe, sino también para los que ven
con una óptica totalmente diversa. Parecería que la violencia acerca los
resultados más pronto y con mayor eficiencia. Es pura fantasía. La violencia no construye, Jesús nos enseña que el Camino -porque él es el Camino- es el de la Ternura.
En
la perícopa podemos detectar una oposición radical entre justo/impíos,
Jesús/fariseos y maestros de la ley. No hay fuerza, no hay coacción, lo que hay
es Poder. ¡Verdadero Poder!
Dios
entregó a su Hijo el Poder Sanador y brinda la oportunidad para que podamos ver
ese Poder en acción. Una vez más aprendemos a superar las impotencias, las
imposibilidades: lo que estos hombres -los amigos del paralitico hacen- y estos
sí que eran amigos de verdad, porque querían darle al paralítico el mayor bien
imaginable- es materializar, concretizar la fe: ¡Observemos! Hacer la fe activa
no requiere acciones imposibles, actos sobrehumanos; lo que se necesitó fue
creatividad, para izar al enfermo hasta aquel nivel, quitar unas tejas, lo que
no era un invento de alta tecnología, sino un gesto prosaico, pero muy práctico.
¿Estaba
Jesús desorientado cuando lo sana del pecado, cuando a todas luces, lo urgente
era quitarle la cadena de la parálisis? Nos parece, por el contrario, que Jesús
si entendía la verdadera jerarquía de las necesidades: De nada le habría valido
ser sanado de la parálisis si primero no le quitaba la cadena que lo ataba el
sentido de pecaminosidad, que tanto los fariseos, como los doctores de la Ley
le habían inculcado como origen de su invalidez e indefensión.
Hay
bloqueos mentales que son más incapacitantes que las llamadas enfermedades.
Quizás haya afectaciones mayormente fisiológicas, pero -las más de las veces-
son las ataduras psicológicas las que nos mantiene en la postración.
Muy
claramente, lo que ha hecho Jesús es -para que pudiéramos visualizar su poder- obrar son su autoridad sobre la “invalides corporal” -lo visible-, para que se pudieran
dar cuenta de lo que es invisible, la borradura de las atrofias mentales y
psicológicas.
Tomar
la camilla donde había estado tendido es una parte magnifica que debió grabarle
en la mente el convencimiento de que la curación había sido total: ¿Cómo
sabemos eso? porque mientras iba cargando su “antigua limitación” iba -a la
vez- dando Gloria a Dios. Y que la sanación había tenido el poder
evangelizador-y-revelador que Jesús quiso dar, se revela en que también los
circunstantes llenaban sus labios de Glorificación, dando testimonio de las
maravillas contempladas.
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