1Jn
1,5 -2,2
“…la lucha contra el
pecado puede ser conducida sólo dentro de una real comunidad de hermanos y
hermanas que se descubren solidarios en el pecado, y lo que los une es la
certeza de la remisión de los pecados a través de la sangre del Hijo derramada
por todos”.
Enzo Bianchi
Muchas
veces, hasta el reflector más potente deja áreas de penumbra y áreas de
oscuridad. La luminosidad de Jesús no es así, en Él no hay el más mínimo asomo
de oscuridad, todo en Él es Esplendor. En un mundo de mezclas, de
adulteraciones, de misturas, nos cuesta captar y reconocer que algo sea neto.
Él es diáfano. La diafanidad significa “revelación”, retirar cualquier
penumbra, suprimir hasta el más leve residuo de tiniebla.
Inmediatamente
nos vemos llevados a una introspección: ¿estamos siguiéndolo? o ¿tenemos
noticia de Él y sin embargo vivimos al revés? Mejor dicho, ¿qué clase de
cristianos somos?
Viene
un elemento definitivo sobre el “conocimiento” de Jesús. El conocimiento
connota e implica entrar y permanecer en comunión con los hermanos en la fe. La
comunión es un profundo cariño, un amor ágape, que no tiene ninguna “tiniebla”
de rechazo por las diferencias, que reconoce plenamente al otro como “hermano”,
sin exigirle “uniformidad”. La comunión se da en la procura de tener los mismos
sentimientos de “Jesucristo”, pero eso no es algo que se logra de golpe y
porrazo. La comunión se da precisamente en el acompañamiento reciproco y en el
apoyo mutuo para avanzar en ese propósito.
Lo
que se plantea es la cuestión de la unidad entre “teoría” y “práctica”. Ayer
veíamos esa especie de esquizofrenia, de la herejía cerintiana, lo que contaba
era la teoría, y la práctica moral, nada tenía que ver, se difuminaba la
ortopraxis para resumirlo todo en una ortodoxia. ¿En qué consiste la
orto-práctica? en saber que solos no podemos, pero que, abandonados en sus
Manos, pronto vemos que para Dios no hay imposibles.
Hay
que resaltar que no se trata de una Luz que tengo, la meto en una cajita y a
esta cajita en la caja fuerte y ¡ya! De lo que se trata es, de una constante de
vida, de un estilo de vivir crísticamente, de un esfuerzo perseverante y de una
perseverancia de toda la vida. No de todo el bien que hago, sino del testimonio
que compartimos haciéndonos comunidad, trabajando sin desfallecer en la
sinodalidad. ¡Respetando las cada-unadas! Vivir en la Luz es construir unidad.
Sin
embargo, cualquiera que haya intentado practicar la sinodalidad, en el más
breve plazo se habrá dado de narices con las aristas y sinuosidades que
conlleva la fraternidad. Fraternidad dice del trato entre hermanos, y si uno lo
piensa descubre que entre hermanos es donde -muchas veces- se dan las
divergencias más contradictorias. ¿Esas discordancias, esas contraposiciones
hacen que mi hermano deje de serlo? ¡No!
Los
parientes tienen que saber sobreponerse a los reveces y desacuerdos que se
presenten y sacar adelante la fraternidad por encima de los filos y los picos,
de los bordes afilados y las puntas cortantes e hirientes. Y eso incluye
admitir que nosotros mismos también somos irritantes, urticantes.
La
terapia sacramental contra nuestras facetas que producen urticaria e impiden
que armonicemos es el sacramento de la Conversión. Este sacramento es el que
nos ayuda a ir limando nuestras propias asperezas, ir atacando nuestro carácter
de “piedra de tropiezo”, porque nosotros somos muchas veces los que aportamos
la piedra de escándalo, en el proceso de hacernos comunidad.
Παράκλητον ἔχομεν πρὸς τὸν Πατέρα Ἰησοῦν Χριστὸν δίκαιον·
Ante
el Padre tenemos una “víctima de propiciación”: Jesucristo es el δίκαιον [dikaion]
esto es, “el Justo”, “el Aprobado por el Padre”, “El Justo a los ojos de Dios”
Él es el Παράκλητον [Parakletón] “el que aboga”. “El defensor”.
Sal
124(123), 2-3. 4-5. 7b-8
Este
poema está constituido por tres imágenes
a) La bestia salvaje
b) Las aguas torrentosas
c) Una trampa puesta
por un cazador
Son
tres amenazas, a cuál más peligrosa, para la presunta víctima -en este caso es
el salmista. ¿Quién es el Protector? El salmo lo dice: “Nuestro Auxilio es el
Nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
Cada
estrofa se ocupa de una de las amenazas. Es maravillosa la claridad de
consciencia que tiene el Salmista para comprender que ante las acechanzas del
peligro si Dios no hubiera estado ahí, siempre Cuidador, Protector, Proveedor, Redentor listo a pagar la “fianza”. Nos habríamos estrellado contra el suelo
como un pajarillo sin alas o, al que le han cortado las plumitas.
Es
un salmo gradual, el orante ha salvado la vida cuando ya estaba entre las
fauces de la fiera, ha sido un verdadero Milagro, y sube el Templo a dar
gracias. La alabanza que trae entre los labios es de reconocimiento. Si el
Señor no hubiera actuado con su Poderoso Brazo, no habríamos sobrevivido para
contarlo.
¡Es
más, quizás si nos mataron, pero Dios-Omnipotente nos resucitó! ¡Como el
enfermo desahuciado, pero cuando la medicina había agotado todos los recursos,
el mal se esfumó! Ya habíamos puesto las paticas en la trampa, cuando vino
nuestro Redentor y trabó el mecanismo. Nos salvamos por la Intervención Divina
Mt
2, 13-18
Herodes
se pone en la tradición del Faraón que mandó matar a los hijos de Israel cuando
le pareció que el crecimiento demográfico de los Israelitas en Egipto amenazaba
su cultura y su sociedad (Cfr. Ex 1, 15-20). Ante la amenaza de Herodes el
Grande, a la “Sagrada Familia” les queda el único recurso de la huida, y,
acatando al Ángel emprenden la expatriación hacia Egipto. Puede sonar muy
maniqueo, y hasta pueril, pero lo que vemos ahora es un retrato que condensa la
historia del pueblo elegido. El malo persigue a los buenos. El malo ve como se amenaza a los buenos. El malo siempre sabe aun cuando lo niegue, que la
Victoria -al final del día-será para los buenos, así que, aunque solo sea por
alargar el partido otros cinco minutos- opta por la más desgraciada
alternativa.
Con
mucha frecuencia pensamos en los rigores de nacer en el pesebre de Belén y con
bastante frecuencia observamos la sanguinaria crueldad de la crucifixión; en
cambio, poco reflexionamos en el desplazamiento.
Dios
le ha pedido a su pueblo que sea misericordioso con los forasteros, es muy
interesante la legislación que les dio el Señor pidiéndoles que “Cuando un
extranjero resida contigo en tu tierra, no lo molestarás. Él será para ustedes
como uno de sus compatriotas y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron
extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor, su Dios. (Lv 19, 33-34). Como se ve, esta Ley va contra
la xenofobia.
Los
“Reyes Magos” eran extranjeros que vinieron a Adorar el que será el Salvador,
y, sin mediar ningún episodio, acto seguido, el Ángel del Señor se aparece -en
sueños- a José y le ordena huir, porque la hoz de Herodes si cierne sobre su
vida: era un asunto de Vida o Muerte: El Salvador, recién nacido, tiene
urgente necesidad de que su padre-adoptivo lo ponga a salvo en el destierro.
Jesús
de raza judía- tiene para su generación la profecía de una catástrofe que los
diezmará: la Shoah. Sólo quien haya probado el triste sabor de la expatriación
entiende qué significa abandonarlo todo y emprender la huida a tierra foránea,
donde se pierde a los parientes, los amigos, las propiedades -así sean ellas
muy reducidas, el terruño, los alimentos y verse abocados a “mendigar”. El
pueblo judío, desde siempre castigado con el signo de la “persecución”,
desarrolló el esquema de enseñar a sus hijos un oficio, con el que pudieran
ganarse la vida allí donde llegaran.
Raquel (verdadera esposa de Jacob, aquella que él desea y ama más, y la madre de José y Benjamín) sufre y se revuelca en su tumba, al ver esta nueva deportación que repite la que testimonió -cuando fueron llevados a Babilonia, el llanto de Raquel se oyó en Ramá -cuando Israel fue destruida por los babilonios, los cautivos fueron reunidos en Ramá antes de llevarlos a Babilonia. (Cfr. Jeremías 40,1).
Ναζωραῖος [nadzoraios]
“Nazareno”, según San Mateo
los profetas habían declarado previamente que así sería llamado. Isaías nos entregó
la asonancia que le es propia: vástago, renuevo, retoño, preservador del peligro.
Una
hermenéutica sólida y equilibrada evitará a toda costa la ambigüedad de creerse
Luz, somos más bien como la luna, no somos la Luz, pero la Bondad de Dios puede
aprovechar nuestra existencia para reflejarse en nosotros y darnos la oportunidad
de ser su testimonio. Allí donde lleguemos, en tierra propia o extraña, se verá
que Él está con nosotros porque es Dios-Fiel, el Emmanuel.
Nazaret
como gentilicio significa persona discreta, de bajo perfil, pero de bondad
desmedida, llena de compasión. Ajena a cualquier ostentación.
Los
múltiples Herodes que registra la historia no se conmueven lo más mínimo ante
la muerte de las muchedumbres, a muchos de ellos les parece un simple cortar por lo
sano de la excesiva fertilidad de los pueblos: “Herodes se enfureció terriblemente
y mando matar a todos los niños de Belén y de todo su territorio, de dos años
para abajo …” (Cfr. Mt 2, 16bcde)
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