Is
11, 1-10
EL ÁRBOL DE JESÉ
Esta
perícopa es el pivote mesiánico en Isaías. Todos los reyes de Judá tenían un
antepasado común, que era Jesé. Podemos entender esta perícopa como la
articulación de dos aspectos que están directamente conectados con la cuestión
del Mesías proveniente del linaje davídico: a) La descendencia de David y b) el
proceso de recuperación de la perdida felicidad paradisiaca.
En
el año 716 a.C. se va a entronizar a Ezequías, hijo de Acaz, el anuncio
prospectivo de lo que se esperaría de él es lo que se espera del que va a ser
coronado como concreción de las promesas mesiánicas; no se trata de la simple
coronación de un sucesor, sino de la esperanza de que diera paso el
cumplimiento de la promesa paradisiaca que acarreaba el Anunciado-Prometido, el
cumplimiento de un Ungido que traería consigo la Paz Universal. Comprendiendo esto,
el cristianismo primitivo, vio en Jesús, al descendiente de David lo que les
ayudo a reconocerlo Mesías.
Jesé
es el גֶּ֫זַע [geh'zah] “tocón”, “muñón de tronco”, “lo que queda del tronco cuando
se asierra el árbol”; de él brota un חֹ֖טֶר [joter]
“vástago; una “ramita”, un “despunte”, una “yema”, un נֵ֫צֶר [netser] “renuevo”. Como si del árbol talado, de pronto
saliera una plántula, y los ojos avizores del profeta, distinguieran en él, una
nueva generación, el anuncio de un árbol por fin sólido, estable, erguido y
fornido. Lo que tímidamente se asoma es, apenas, un almacigo donde la mirada
futurista del vate reconoce ya el gobernante que establecerá la Justicia.
El Espíritu del Señor se posará sobre ese “vástago” y lo coronará
con una diadema de 6 “potencias”: 2 + 2 + 2.
a)
Prudencia y sabiduría
b)
Consejo y valentía
c)
Conocimiento y temor (respeto) de Dios
El
trabajo sobre la versión griega y la latinización que le aplicó San Jerónimo,
se permitió añadir la “piedad”; para tener así el elenco de los 7 Dones del
Espíritu Santo.
Pasemos
a la parte b) el Paraíso por fin restablecido; ya el “pez grande” no devora el
“chico”. Los versos 6-9, nos detallan les relaciones escatológicas que nos
traerá la Nueva Jerusalén: En el elenco de los “peces grandes” están el lobo,
la pantera, el oso, el león, el áspid, los que tradicionalmente se engullen a
las víctimas. Por otra parte, están los “pequeños”, que siempre han sido
condenados a desangrarse en el Altar: el cordero, el cabrito, la vaca, el buey;
(no necesariamente pequeños, pero victimizados por su mansedumbre).
¿Quién
podrá compatibilizar estos antagonismos tan rotundos y consuetudinarios? ¡El
ser humano! ¡Un hijo de hombre! ¡Pero no lo logrará, a menos que se le
inculquen estos valores desde la más tierna infancia! En las primeras etapas de
su vida: cuando sea un “muchacho”, cuando sea aun “chico”, cuando apenas se le
destete.
Si
se espera a momentos más tardíos, crecerá torcido y ya no habrá “tu tía” que lo
enderece. ¿Que habrá de enseñársele para que ambiente bien en su corazón el
pacifismo? La sabiduría del Señor, su aceptación, su acatamiento, el sincero
“temor de Dios”, huelga decirse que temor no debe identificarse con ninguna
clase de “miedo”; porque lo que Él acepta es el respeto, ningún miedo le
complace, menos el que está pintoreteado de piedad y devoción.
¿Cómo
identificaremos que se ha llegado a ese punto? Cuando el Templo atraiga la
atención de todas las naciones, creyentes o no; y se le preste atención porque
se lo reconocerá como Tribunal Imparcial. Los dones del Espíritu Santo actuando
en nosotros nos retrotraen a volver a habitar el Paraíso. Son la “llave de
ingreso” a la Sede Mesiánica.
Sal
72(71), 1-2. 7-8. 12-13. 17
Que Él defienda a los humildes del
pueblo
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Sal 72(71), 4
Este
Salmo es una elaboración post-exilica: Se aprovecha de todo un estilo “cortesano”
y “apoteósico” para explicar lo trascendente. Es un lenguaje “aristócrata” para
significar el reinado Celestial con elementos “terrenales”, lo que se llama un “revestimiento”.
Nos habla con figuras conocidas de lo que es incognoscible, desde nuestra
dimensión. Es pues un salmo Real, habla del reinado escatológico, que será
perpetuo y cósmico, por los siglos de los siglos.
No
vayamos a pensar que la visión escatológica pretende pintar -por adelantado- y
darnos a conocer lo que Dios mismo declaró estar oculto hasta que llegue la
fecha. Dios ha querido anticiparnos unos rasgos para que vayamos trabajando en
ellos, en aceptarlos desde ya, para anticipar nuestras prácticas bajo esas
circunstancias. Identifiquemos algunos, que nos entrega el salmo (la perícopa
de hoy):
a) Justicia,
b) Defensa de los vulnerables,
de los “pequeños”
c) Sacar la cara por
los pobres
d) Reinado universal
e) Defensor de los
humildes
f) Aniquilador de toda
forma de explotación.
Tratemos
de entender los que -con tanta urgencia- Dios nos pide que nos entrenemos
1) La Justicia se
entregará al que se ha hecho “hombre” y como hombre sabe qué es ser frágil.
2) Su Justicia
atravesará toda la tierra de parte a parte, de lado a lado, como la saeta atraviesa
la manzana.
3) Los pobres, los
afligidos, los desprotegidos, los indigentes, los que tenían la vida pendiente
de un hilo, conocerán un mundo que para ellos era sólo un sueño ideal. ¡Una fantasía!
4) Su Nombre Mesiánico
reverberará por toda la Eternidad. Más duradero que el sol. Su bendición
llenará todos los caminos e irá sembrando la dicha más intensa por todas las dimensiones
de la tierra.
El
responsorio nos indica que todo eso sólo llegará cuando llegue la fecha
demarcada. Entonces, por fin, florecerá
la Justicia, y la Paz abundará sin agotarse jamás.
Cuando
los impíos y su relea oyen este anuncio, los atacan los estertores y -como algo
inconsciente, automático- llevan sus manos ágiles a las cananas. No faltan
entre ellos los que han hecho grabar en sus cartucheras las imágenes de los
Santos.
Lc
10, 21-24
Uno
puede quedarse absolutamente absorto contemplando un globo que asciende a
alturas estratosféricas, y quedarse ahí, porque realmente es placentero mirarlo
y verlo cómo sube… simple y llanamente. ¡No hay ninguna otra responsabilidad!
No
obstante, en la lectura de un texto (perdonen la iteración, texto remite a “tejido”),
es definitivo que demos un marco co-textual. Si sólo miramos el “retazo”
siempre quedará faltando algo, cierta información que nos dé lo necesario para
lograr una mayor y mejor comprensión.
Muchas
personas cogen un texto y con un exprimidor quieren hacerlo decir, lo que les
interesa, y para eso, nada mejor que arrancar la cita de su tejido co-textual. Aquí
-e la perícopa de hoy- tenemos un buen ejemplo, dice que Jesús se llenó de alegría
en el Espíritu Santo. Pero, ¿Qué fue lo que detonó esa alegría?
Está
perícopa viene después de “el envío de los setenta y dos”. Cuando ellos vuelven,
reportan sus logros. Vamos a enumerar los dos aspectos:
i.
Los “enviados” regresaron muy alegres, porque hasta los demonios
se les sometían en Su Nombre. Jesús recoge este apunte y reconoce que Él se
daba cuenta que el aparato de “escandalo” con el que trabaja Satanás, se
desmoronaba y venía a pique.
ii.
Jesús ha realizado una “transferencia de autoridad”, les ha
confiado y compartido su poder. Los ha dotado para pisar escorpiones y
serpientes, para “aniquilar” toda fuerza satánica, y ¡nada podrá dañarlos”. Pero
Jesús les dice que no es de eso de lo que deben alegrarse:
iii.
Deben alegrarse de que sus nombres estén escritos en los Cielos.
Y,
ahí está el punto: Volvemos a la pregunta: ¿De qué se alegra Jesús? De que el
nombre de los “Apóstoles” esté escrito en los Cielos. Pero hay un aspecto
adicional de esta alegría: Son muchos los que no se dan cuenta de la verdadera
consecuencia del esfuerzo de los Apóstoles. Hay muchos que lo interpretan como
un logro personal, montan su negocio de espectacularidad, y recaban pingües
ganancias; otros -muy afligidos- se preocupan del leve crecimiento numérico, y
su tristeza llega al límite, cuando se tiene que hablar de retroceso y
disminución. Pero, ¡no es esto lo
trascendental! El gran esfuerzo y la inversión de vida en favor de la causa del
Evangelio, jamás será ignorado por el Señor, verdaderamente todos sus mártires resplandecen
en los Libros Divinos del Juicio.
Hay
puntos que no se pueden negociar y que no debemos desconocer:
a) Los nombres se
escriben en el mismo orden en que cumplen la Divina Voluntad.
b) El perdón es una de
las plataformas que con mayor resonancia nos acercan a gozar de nuestros
nombres en las Páginas Celestiales.
c) Saberse abandonar
en las Manos de Dios es expresión de sincera fidelidad y acogida de su Divina
Voluntad.
Hay
quienes se afanan por ver a Dios y su Justicia. Y, otros se deshacen en
la nostalgia de no poderlo oír. Tenemos que trabajar en la cultura de la mirada
y la cultura de la escucha. No dejar que Jesús pase por nuestras vidas y no nos
demos cuenta. Que nuestra vida espiritual no sea un exceso de rezos que nos
incapaciten para darnos cuenta de los Milagros y las Preferencias que el Padre
va sembrando, nos va mostrando y nos vive diciendo: Que Él no siembra solo
semillas.
Él,
mostrándoseles, se les revela: los declara “Bienaventurados”, porque en aquel
preciso momento, lo están viendo y oyendo. Las tres condiciones estipuladas
pueden ser cumplidas hoy día, cuando las aceptemos y nos acojamos a ellas, lo
estaremos viendo y oyendo. ¡La Bienaventuranza sigue vigente!
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