1Jn
2, 12-17
El que quiere ser amigo
del mundo se hace enemigo de Dios
St 4, 4
En
esta perícopa nos encontramos con una disyuntiva absoluta: “Nadie puede servir
a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a
uno y despreciará al otro” (Mt 6, 24). Pero, hay que hacer una correcta
exegesis de este enunciado. Con altísima frecuencia, nuestra lógica funciona
con una inercia pendular, si no es esto, entonces vámonos al lado totalmente
opuesto. Si no podemos amar al mundo, entonces, lógico, odiémoslo.
Con
sólo detenernos un instante, vemos que esta lógica es completamente ilógica: Dios
habría creado una realidad inútil, y engañosa, y a nosotros, su muy amado
pueblo, nos habría puesto allí a “perder el tiempo”. En frecuentes
oportunidades insistimos en nuestra metáfora de “los campos de entrenamiento”,
y comparamos nuestra estancia en la tierra, como una bendecida oportunidad de
entrenarnos en la fe. Ese entrenamiento no es una praxis egocéntrica que sólo
atiende a la propia salvación. Es -por el contrario- un campo de entrenamiento
donde practicamos apoyando a los demás, auxiliándonos unos a otros, trabajando
en comunión por la salvación de todos; ahí, introducimos un ejemplo límite,
nuestra oración por los difuntos, acción que no se realiza por el bien personal
del orante, sino por el bien de “otro”. Nuestra fe y nuestro trabajo en los
campos de entrenamiento se basan sobre los principios de respeto a la
diferencia, sinodalidad, fraternidad, amor-ágape, caridad mutua y cuidado
reciproco. Eso le da mucho sentido tanto a la Creación como a nuestra vida en
ese contexto.
Tendríamos
que distinguir por lo menos cuatro acepciones en las que San Juan usa la
palabra “mundo” en sus Escritos:
1) La creación, en
cuanto universo
2) El mundo como
“marco histórico.
3) La humanidad, el
conjunto de todos los hombres.
4) El sistema de las
realidades contrarias a Dios: esta sería la “mundanidad”.
No
tenemos que rechazar y deplorar la Creación, tenemos que oponernos rotundamente
a las semillas del Malo, que él ha sembrado como piedras de tropiezo en nuestra
vida.
El
núcleo esencial de la perícopa está el verso 15, donde se lee: “No amen al
mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no
está en él”.
En
la “mundanidad” podemos desenmascarar a lo menos tres ἐπιθυμίας [epitimias] “concupiscencias”:
·
La concupiscencia de la carne: que consistiría en el afán
de complacer todos los apetitos propios, pasando por encima -si fuere
necesario- de la Ley de Dios. Egoísmo neto.
·
La concupiscencia de los ojos: El deseo de poseer, y
acumular, la manía insaciable de “todo y de una”.
·
La jactancia de las riquezas. Que toman como unidad de
medida y parámetro la imagen de las propias limitaciones y las condicionan como
modelos donde yo soy el “patrón”, el “molde”, y todos los demás deben
configurarse con él.
Son
las facetas perversas hacia las realidades de la Creación: ¡no que la Creación
sea mala! ¡Tampoco que nos importe un bledo la vida aquí en la tierra! Sino
que, toda la importancia de pasar por aquí, sea un potenciar los dones y
carismas recibidos de las Manos del Creador, a la Mayor Gloria de Dios.
Sal
96(95), 7-8a. 8b-9. 10
Que su pueblo todo tenga el corazón invadido de
Amor libremente aceptado
Salmo
del Reino: Si la creación es deleznable, ¿para que querría Dios llegar a ser
Rey de semejante realidad? ¿Para qué se habría propuesto “regresar”? Todo el
Proyecto salvífico no sería más que “bobada” de Dios. Ahora, decimos con
insistencia que nos Ama Infinitamente, ¿por qué querría el mismísimo Dios ser
el Enamorado de este plano de una realidad inconsistente?
En
cambio, las Bodas del Cordero son una fiesta Universal. La Misión que tenemos
como Iglesia es la convocatoria a esa Fiesta Matrimonial verdaderamente
católica, porque no es una fiesta sectaria, no es una celebración
discriminatoria, en ella no hay una bancada para VIPs. ¿Cuál es el sentido de
esta fiesta? Rendir a Dios Gloria.
Repitámoslo
para afianzar en nuestro ser la consciencia de nuestro deber ser: anunciar las
maravillas del Señor a todos los pueblos. A todas las familias de los pueblos.
Loado sea su Santo Nombre.
¡En
el Atrio Sagrado, en el Umbral del Templo Universal, postrémonos! Digamos ¡El
Señor es el Rey de todo el Orbe! Él ha fijado y definido su eje, y sobre ese
eje girará por los Siglos de los siglos.
Al
examinar el salmo integro, encontramos en él tres sesiones:
1. Convocatoria para
la proclamación.
2. Cita para que todos
se reúnan para alabar a Dios Padre: El Creador.
3. Llamado para que
los otros seres que conforman la naturaleza no se queden atrás en la alabanza.
No
hay que comprometerse con cierta religión, todas las criaturas tienen acceso al
reconocimiento del Poder-Misericordia, pero desde el principio, -y en eso
llevamos la delantera- abanderamos a los que descubrían que Él es la Razón y el
Fin de Todo: “Que se alegra el Cielo y Goce la Tierra”. Ya desde ayer, estamos
entonando este mismo Salmo.
Lc
2, 36-40
Nazaret es el misterio que redime la condición
creatural de la insignificancia de su limitación.
Continuamos
la escena de la Presentación en el Templo: hoy corresponde el turno a la
Profetiza Ana, esta Ana, era hija de Fanuel (“Rostro de Dios”) y de la tribu de
Aser (que significa “de buena fortuna”). Mujer de ochenta y cuatro años. Ana
prefigura la imagen de las consagradas: Dedicada totalmente a la Oración,
Huésped de Yahvé, ejercitante frecuente del ayuno. Su lenguaje daba voz a los
que aguardaban con fidelidad y perseverancia la Llegada del Redentor.
Varias
conclusiones se derivan de esta perícopa:
a) Para construir una
fuerte relación con Dios no tenemos que poseer cierto status, no hay barreras
de riqueza, educación, clase social, estirpe, linaje o alcurnia.
b) Para crecer y
acrecer nuestra cercanía al Señor, una línea de contacto, una conexión de tú a
Tú, es la oración.
c) Ya lo hemos dicho,
no hay lugares exclusivos o preferenciales para el Encuentro con Dios, El Señor
puede hacerse el Encontradizo en el lugar menos imaginable.
d) Si uno se ha
Encontrado con Dios, no es algo que se acapara, que se guarda para sí, que se
corre a esconder en la caja de caudales; por el contrario, es algo que se
quiere hacer accesible, hacer llegar, compartir, participar a los demás, comunicar.
El que lo encuentra corre a darlo, sabe que cuanto más lo dé, más lo tendrá y
también sobre-entiende que cuanto más procure acapararlo, más se le escurrirá
entre los dedos y se le evaporará.
Se
dice que bajó con ellos a Nazaret, “retoño”, “vástago”. Allí Jesús, ese retoño
-nos dice Silvano Fausti- «…aprendió a ser abrazado y besado, amamantado y
amado, a tocar y hablar, a jugar y caminar y trabajar, a compartir los minutos,
las horas, las noches y los días, las fiestas, las estaciones, los años, las
expectativas, las fatigas y el amor del hombre. En el silencio, en el trabajo,
en la obediencia a la palabra, en comunión con María, José y sus parientes,
Dios aprendió del hombre todas las cosas del hombre. El misterio de Jesús en
Nazaret es el gran misterio de la asunción total de nuestra vida de parte de
Dios: nos ha desposado en todo, haciéndose una carne única con cada una de
nuestras situaciones concretas».
¿Cómo
es, en suma, la historia de vida de Jesús? En este fragmento bíblico se explica
con tres verbos: Crecía, se fortalecía y se llenaba de sabiduría. Crecer -es
apenas lógico, está en el programa biológico- pero lo demás nos describe un
itinerario sobre-natural, una ruta de espiritualidad: Se hacía fuerte y se
llenaba de sabiduría de una manera muy particular: Porque χάρις Θεοῦ ἦν ἐπ’ αὐτό [charis Teon en ep
auto] “la Gracia de Dios es en Él”. El que ellos veían, como un hombre. “Es
totalmente habitado por la Presencia-Poder de Dios”: es Dios-y-hombre.
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