viernes, 22 de septiembre de 2023

Viernes de la Vigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario



1Tim 6, 2c-12

La Iglesia nos presenta la heredad que el Señor nos ha legado. Nuestra “formación” como cristianos es una enorme responsabilidad pues nos asiste el “encargo” de anunciar la Verdad, con mayúscula porque se trata de la Verdad de Jesucristo. Muchas veces, nuestro conocimiento de la Escritura, sólo nos permite ver hacia un “segmento” muy limitado, así que nos quedan muchos puntos ciegos -no alcanzamos a ver casi nada por ese ventanuco- y, no nos hemos puesto a la tarea de “nutrir” nuestro espíritu con las “fortalezas” indispensables. Sólo por dar un ejemplo mínimo, ¿Qué tan familiarizados estamos con el Catecismo de la Iglesia Católica?

 

También, nos sucede con suma frecuencia, que creemos que estas dificultades eran exclusivas de la Iglesia primitiva, y que hoy por hoy, si hay dificultades, pero se trata de otro tipo de dificultades. ¡Y no es así! La dificultad de los que se están formando, los que están más avanzados, y los que están malformados, es una constante de nuestra sinodalidad, va con nosotros en todas las etapas y en todas las fases.

 

Los que actúan como líderes de la Comunidad de Fe, requieren una seria formación, que es -permanente- como en casi todos los casos, se presenta la urgencia de “actualización”, de puesta al día, de “aggiornamento”. Se requiere -como se vio ayer- liberarse de estrecheces, alienaciones y fijaciones en errores y falsedades prejuiciosas.

 

Una de las disciplinas más hermosos es la aceptación “obediente” del Magisterio Eclesial, que- se fundamenta en las palabras ὑγιαίνουσιν [igiainosin] (esta palabra está emparentada con la diosa Higía, que era la divinidad pagana de la curación , de la sanación, de la limpieza, de ella se deriva la palabra higiene) aquí aplicada a la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo quiere decir “sana”, “exacta”, “sin desvirtuar”, “sin adulteración”, “guardando el exacto sentido originario”, “conforme con lo que Jesús nos donó”.

 

Sí alguien empieza a interpretar al margen de la eclesialidad la Palabra de Dios, es -así lo dice la Primera Carta a Timoteo- un orgulloso y un ignorante que (no está sano), padece la enfermedad de plantear discusiones sobre palabras. ¿Qué resulta de esto? Envidias, polémicas, blasfemias, suspicacias malévolas, altercados interminables.

 

Esto se da porque hay personas que consideran que la piedad es una fuente de “lucro”. ¿Que nos propone la Carta? que no ensanchemos la boca del costal, porque la ambición es fuente de perversión, y -en consecuencia- hace daño a la Iglesia. Se dice en la Carta: “el amor al dinero es la raíz de todos los males”.

 

¿Por dónde deben coger los fieles de la Iglesia, pero -más obligatoriamente- sus líderes, sus dirigentes, quienes pastorean la grey? ¡Por el camino que evita todo eso! Y señala unas pautas muy claras:

a)    Debe buscar la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

b)    Ha de combatir “el buen combate”, el que lleva a conquistar la Vida Eterna.

c)    Porque ellos han contraído un compromiso implícito en el “llamado” que Dios les hizo, y entregado junto con su consagración; profesión pública que hicieron -en su momento- ante muchos testigos.

 

Sal 49(48), 6-8. 9-10. 17-18. 19-20

Los consagrados, los líderes de la Iglesia, los que ejercen el pastoreo del Rebaño, pertenecen más estrechamente que nadie, a la categoría de los Huéspedes de YHWH. Ellos -con mayor frecuencia que otros fieles, están en el Templo y pasan su tiempo-vida, cerca del Altar. Hoy, tenemos un Salmo del Huésped de YHWH.

 

Siendo de esta categoría, es también de la clase de Salmos que nos dan enseñanzas, que nos exhortan, que nos convidan hacia un cierto patrón de vida, o sea, que está en la misma línea sapiencial de las Cartas pastorales, y más en particular, en la línea de la Primera Lectura de hoy.

 

Se toman 9 versos de los 20 que lo conforman; con ellos se estructuró la perícopa del Responsorial de hoy, consistente en cuatro estrofas. Si uno lee el Salmo en su integridad podrá -con legitimidad- entender que el salmo se dirige a contestar la pregunta de por qué los malos se lucran y los buenos se quedan carenciados. Si uno examina -en la Primera Lectura- el espíritu de la perícopa proclamada, se encuentra también con esta pauta: no hay que afanarse más allá de los necesario, la espiritualidad no se ensancha con la adquisición de propiedades. Un cierto desprendimiento es útil a la maduración de la fe.

Examinemos las estrofas -que se proclaman hoy- en el salmo: 

En la Primera: Si uno pudiera extenderle a Dios un cheque cuando se presentan los momentos “acres” de la vida, para que el Señor aparte ese amargo Cáliz, entonces, valdría la pena afanarse por los bienes materiales, las posesiones y los “lujos”.

 

Segunda: Tampoco es el caso que alguien -con cierta suma- pueda comprar la inmortalidad, o exceptuarse de terminar habitando una fosa.

 

Tercera: Las culturas antiguas -como sabemos por las páginas históricas- organizaban procesiones mortuorias con “trasteo”, llevándoles bienes preciados, sus mascotas, joyas, sus esposas, e -inclusive- les ponían en el entierro, un fiambre para le estancia en el “otro toldo”. Hoy sabemos que quien muere ¡nada se lleva!

 

Cuarta, uno en vida terrenal, puede jactarse de banquetear, beber y embriagarse, así como de vestir con elegancia costosas prendas, y hacer ostentación de todo esto. Cuando les cumpla la cita a sus antepasados, en contraste, ni siquiera una gota de luz podrán llevar. Todo quedará reducido a tinieblas para ellos.

 

Responsorial: Dichoso aquel que se contenta y está conforme con lo que tiene; vive feliz, libre del afán posesivo. 

 

Lc 8, 1-3

Una práctica que cuestiona el androcentrismo



En un sumario se nos Brinda siempre como un foco de interpretación, un ángulo desde el cual se puede tener una visión privilegiada para saber Quién es Jesús. Se podría decir que en este caso se nos muestra la estructura y composición del “sequito” de Jesús. Pero, antes de cualquier otro informe, se nos advierte que se trata de una actividad itinerante, y que Jesús -sin tregua- va “peinando” Israel, buscando a las ovejas perdidas (Cfr. Mt 15, 24). ¿Cuál era el objetivo de ir vagando por ciudades y pueblos? εὐαγγελιζόμενος [Evangelizomenos] “Proclamar y anunciar la Buena Nueva”.

 

Este sequito está compuesto por los Doce, y por algunas mujeres. A su vez, las mujeres se podrían clasificar en dos segmentos, no excluyentes:

a)    Las que habían sido sanadas o liberados de espíritus Malos.

b)    Las que aportaban económicamente al sustento del sequito, con sus recursos.

 

La escuela judaica, excluía rotundamente a la mujer del discipulado rabínico. Aquí, por el contrario, la mujer tiene un rol preponderante. Qué hacían? Ellas διηκόνουν [diekonoun] “servían”; ya hemos explicado que esta palabra significa y viene de la expresión “hacer el oficio con tal dinamismo que se levanta un polvero”, no sólo es “servir” y ya, sino que es ¡servir con presteza y laboriosidad! Demostrando compromiso, pasión por lo que se hace.

 

Nosotros tenemos que hacer muy severas maromas a fin de preservar nuestra prejuicialidad patriarcal y machista; mientras sacamos pecho censurando otras estrecheces que, aquellos judíos atesoraban como columnas maestras de su estructuración social. ¡Nos cuestiona horriblemente la mota en el ojo ajeno! Sólo pedimos un poco de paciencia antes de llegar a removerlas, unos cuantos siglos más… y, ya entonces veremos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario