Ag
1, 1-8
El
mensaje del profeta Ageo, en sus dos capítulos tiene un eje: no sigan dilatando
la re-construcción del Templo. Y está estructurado con 5 oráculos. Según los
datos proporcionados en el Libro del profeta, este primer oráculo es del 1º de
agosto del 520 a.C.
Aun
cuando muchos dicen que no es momento de reconstruir la casa del Señor -como
hemos dicho se habían concentrado en levantar casonas para ellos, mientras el
Señor seguía a la intemperie. En este primer oráculo les pregunta la profecía:
¿es momento de vivir en casas lujosas mientras el Templo es una ruina? Uno no
se da cuenta la gigantesca dosis de egoísmo que significa dedicarse a la casa
propia, cuando el Templo está pendiente.
En
otras partes hemos destacado que el Señor no necesita del Templo, pero el
pueblo sí. El Templo nos da noción de lo que somos cuando estamos unidos,
cuando todos latimos al unísono, y cada latido del corazón comunitario es un
tambor Sagrado que nos recuerda que todos vivimos con un mismo rumbo y
enfocados en el Único Dios Dignísimo de nuestro Amor.
Nos
hemos puesto a reflexionar ¿Por qué fueron tan encarnizados los Babilonios y
las Romanos al destruir el templo y no dejar “piedra sobre piedra? Si eran
paganos, ¿Qué les iba o les venía un Dios que ellos desconocían? Gran parte de
esa saña brutal era la de vulnerar la integridad moral del pueblo de Dios. Era
un puntapié en la zona más sensible. Levantar, ahora el Templo, era un acto de
re-moralización.
Cabe
aquí resaltar -nuevamente- el significado de Jerusalén, ciudad compacta,
que no significa formada con firmes y sólidas edificaciones e imbatibles
murallas, sino donde se fragua fraternidad, donde se ejercita la projimidad. El
Templo nos da Unidad, Identidad, Solidez, Solidaridad. Nosotros siempre somos
avaros en cuanto a reconocer el Templo como paradigma de Comunión; casi siempre
remarcamos la Presencia de Dios y las plegarias que allí elevamos, pero rara
vez pensamos que el Templo es un “compactante” de la Comunidad.
Al
concluir la perícopa que se proclama hoy, el Señor dice que se complacerá en el
Templo y se sentirá glorificado (Cfr. Ag 1, 8), pero no es por el edificio,
sino porque el Templo es la radiografía que muestra la vitalidad de un pueblo
que lo ama y que se aman entre sí. Recuerden que el mandamiento esencial -que
sintetiza todos los demás- nos habla de Amor a Dios, ante todo, y luego de amor
de projimidad.
Parece
muy legítimo adornar la casa propia y hacer de ella una mansión. Sin embargo, esta Primera Lectura de hoy, nos
hace reconocer, qué es lo Primero. Hoy día, parece muy legítimo y lógico, y así
se hace, cada uno va al Templo a recoger el agua bendita para su propia casa, y
de la comunión fraterna, nadie se da por aludido.
Cuando
asistamos a algún hermosísimo Templo, sepamos ver que, detrás de Él, hay una
Comunidad que lo erigió y que sacó su fuerza y los recursos necesarios del poder
de la fe que los coliga. Por eso, no se aperezan, y “suben al monte a traer la
madera (Cfr. Ag 1, 8)
Sal
149, 1bc-2. 3-4. 5-6ay 9b
¡Qué dignidad tan alta es elevar nuestras oraciones
agradecidas!
Este
Salmo es un himno. Israel se refiere en él a la preferencia que Dios le ha
demostrado a su pueblo. Dios ha entrado en la historia, ha trenzado su Tiempo
con nuestro tiempo humano, ha permitido que contemplemos su Misericordia en el
curso de los acontecimientos. Bienaventurados los que han sabido detectar la
Acción de Dios que es Alcázar, Almena, Escudo y Muralla y ha fortalecido
nuestros brazos para traernos la Victoria. Nos ha entregado la presea, a
nosotros עָנָו [anav] los
frágiles, los débiles, los pobres, los humildes, los mansos. Estas victorias
que -muchos a veces desvalorizan- dicen que fueron episodios pasajeros,
minúsculas victorias, hazañas de escaza duración; pero se engañan, esas -que a
ellos les parece insignificantes- nos dan el material preciso para extrapolar y
poder prever lo victoria escatológica.
Muchos
se preguntan también: ¿por qué se ridiculizan esos episodios históricos tan
reveladores, y se despilfarra de modo tan absurdo el material esperanzador que
nos comunican? Nos atrevemos a aventurar la teoría de que este tipo de ceguera
que afecta el “órgano” de la fe, proviene, y es consecuencia del pecado
original, es “nuestro lado débil”. Una de nuestras fragilidades estriba en caer
fácilmente en la desesperanza y no ver lo que “salta a la vista”.
La
palabra orar (verbo) y oración (sustantivo) tiene que ver y su etimología viene
de “llevar a la boca”, ¿qué "se lleva a la boca” en la oración? El Santo Nombre
de Dios. Si hay algo que nos dignifica, que nos eleva, que nos “da alas” es la
oración, porque orar es ser “interlocutores con Dios”, dirigirle la palabra y
-a su vez- que Él nos conteste. Orar es llenarnos la boca de alabanzas y
agradecimientos por las Victorias que Él nos regala. ¡Que seamos capaces de
reconocer que las murallas de Jerícó se abaten, no por nuestras manos, no por
nuestro ejército, no las derrumba la fuerza de nuestros brazos, sino el Caminar
de Dios con nosotros que nos da su Amistad y viaja y habita en nuestro corazón:
Él es Dios-con-nosotros.
Que
alabarlo pueble nuestros labios y nuestra loa brote como un manantial abundante
es -para nosotros sus fieles- un verdadero honor.
Lc
9, 7-9.
Hay
un público muy especializado que le gusta ver “rarezas”: Visitan y pagan un
boleto -a veces suficientemente costoso- para ver la “mujer barbuda”, “el
traga-espadas”, “el hombre elefante”, y muchas otras curiosidades de circo y de
las barracas de atracciones. De alguna y de varias maneras, parece ser que el
Tetrarca Herodes era de esta prosapia y que esperaba que Jesús fura una de sus
atracciones.
Sin
embargo, se le clava como un punzón en el ojo porque sus informantes lo
reportan como algún profeta.:
1) Juan el Bautista
2) Elías
3) O que había
resucitado alguno de los Antiguos Profetas.
Herodes
no quería “oírlo”, no quería aprender algo de Él, no quería ser enseñado o
corregido, ni siquiera quería aumentar su cultura religiosa. Sencillamente
buscaba una atracción, algo que le recreara la vista, algo que llenara su tedio
infinito. Bueno, ¿qué más se podía esperar de un asesino de profetas?
Para
lograr ver a Jesús habrá que irlo a ver en dos instancias sucesivas:
1) Verlo morir en la
cruz
2) Tener un encuentro
con Él una vez Resucitado.
En
cualquier caso, no se le verá con los ojos físicos, sino con los ojos del alma,
que están dispuestos a ver -no un espectáculo circense- sino a un Redentor que
viene a Salvarnos. Los otros seguirán en vano su cacería de rarezas.
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