Esd
9, 5-9
Nos
cuenta Flavio Josefo que, para el Día de Yom Kippur, última fiesta anual del
ciclo judío, Día de la Expiación, el más sagrado para ellos, día de
arrepentimiento; se había marcado el sitio correspondiente al Arca de la
Alianza, en el Sancta Sanctorum, pero que, como esta había desaparecido durante
la invasión Babilónica, entonces el lugar se hallaba vacío, en su lugar se había
puesto el Incensario. Otro cambio era que se habían suprimido las diez Menorah
salomónicas, y reemplazado por una sola.
El
Libro de Esdras tiene diez capítulos; y, hoy leemos la última perícopa -tomada
del capítulo 9- que se estudia este año. La semana entrante haremos un asomo al
Libro de Nehemías los días miércoles y jueves. Hoy Esdras nos cuenta que las autoridades
le trajeron quejas que los judíos -incluidos sacerdotes y levitas- se habían
casado con gentiles y habían dado paso a la idolatría; el tema de la pureza y
-especialmente- el de la pureza racial, gana terreno en esta tradición.
Esdras
se rasgó las vestiduras y se rapó la cabeza, sumido en honda depresión. Al comenzar
la Lectura hoy, Esdras se sobrepone a su tristeza, y hace oración,
presentándole la situación a Dios mismo, señalando la cadena de desvíos e עָווֹן [Avon]
“iniquidades” en que habían incurrido, y rotulándolas como causales de la
invasión, de la destrucción, del saqueo y de la deportación. El profeta
Ezequiel designara la espada del Rey Babilonio, como la maza de castigo de Dios
a su pueblo. Encuentra, sin embargo, como consolación el “respiro” que Dios les
ha dado con la política de los gobernantes persas y sintetiza todo como ocasión
de volver a Judá y -en particular – a Jerusalén para adelantar la
reconstrucción del Templo.
Tendremos
la oportunidad de estudiar -la semana próxima-, en Daniel y Nehemías el
parentesco cerrado de estas plegarias con el enfoque a la tradición
Deuteronomista de esta plegaria.
A
este grupo de repatriados los designa como פְּלֵיטָה [peletah]
“residuo”, “escapados”, “retazo”, “resto”. Dice: “Pero ahora, en un instante,
el יְהוָ֣ה אֱלֹהֵ֗ינוּ [Yahwe eloheinu] “Señor Dios” nos ha otorgado la gracia de
dejarnos un resto y de concedernos un יָתֵד [yaded] “clavo”, “clavija”, “lugar”,
“estaca” (algo donde ponerlo) en el Templo Santo. El Señor ha iluminado
nuestros ojos y nos ha dado un respiro en medio de nuestra esclavitud”. (Esd 9,
8)
Situaciones
que guardan analogía se viven también en la actualidad y nos llevan a pensar y
reconocer la protección y el auxilio de Dios, en medio de nuestra nunca
descontinuada indiferencia y frialdad de fe, rayanas en la impiedad y el
abandono moral.
Sal Tob 13,
1b-2. 3-4a. 4bcd. 5. 10
Tomado
del Libro de Tobit, de la sección 13,1 – 14.1 que es una alabanza; no es un Salmo
pero con precisión se inserta aquí dando gracias. El Ángel que los había
acompañado -Rafael- antes de partir les recomienda y les muestra cuán prudente
es agradecer los beneficios recibidos de Dios, ya que el Arcángel no los había
acompañado por su capricho, sino porque así lo había dispuesto Dios.
Desapareciendo, entonces, de su presencia.
Este
himno no alaba las situaciones favorables de Tobit sino que inserta su
experiencia personal en el fluir de la historia de Israel, agradeciendo Su
Fidelidad en el Exilio y en la diáspora. El himno cuenta con 18 versos, algunos
de ellos bien extensos. Para la perícopa se han tocado 5 y medio versos.
Bendice
a Dios que habita la eternidad que hunde, pero salva rescatando. A quien nadie
puede evadir.
En
la dispersión, aprovechemos para llevar su Mensaje y cantar su Anuncio.
Cualquier
“viviente” que encontremos a nuestro paso, reciba su anuncio y no quede exento
de su proclamación: Glorifiquemos y difundamos que Él es Padre.
Si
bien es cierto que nos corrige y no deja pasar inadvertidas nuestras
desviaciones, también es muy cierto que no nos deja permanentemente desamparados
y dispersos, sino que nos vuelve a juntar como el pastor lo hace al atardecer.
Y,
concluye designando a Jerusalén como base y lugar central desde donde la
alabanza para el señor YHWH brotará. Desde allí se repetirá nuestra
glorificación porque YHWH vive eternamente, ha de ser también eterna nuestra
Bendición.
Lc
9, 1-6
La Iglesia es en salida
o no es Iglesia, y está "llamada a ser siempre la casa abierta del
Padre". De modo que, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se
acerca buscando a Dios, "no se encontrará con la frialdad de unas puertas
cerradas.
Papa Francisco
En
la misma medida en que la sociedad se complejiza, se mercantiliza y fabrica
necesidades mezquinas e imaginarias, donde la simplicidad del proyecto del
Reino se aleja cada vez más y se implementa una cerrazón que lleva a la
exacerbación del individualismo, una cultura de la “puerta cerrada”, y una
aguda discriminación entre los de “adentro” y los de “afuera”. La misión se
vuelve tan difícil porque sólo estamos cómodos con los de “adentro”, a quienes
podemos restregarle -a nuestras anchas- la diferencia y el ser díscolos de los
de “afuera”. Y quedamos totalmente bloqueados al dialogo. ¡Si, el dialogo se
vuelve imposible!
Esta
-que nos narra hoy el Evangelio Lucano- es una nuevo ciclo para Jesús, que pasa
a otra etapa de la vida pública y empieza, también un nuevo modo de relación
con sus discípulos. Esta nueva fase será para ellos la del Envío, el
discipulado será ahora, apostolado. Y para ejercer el apostolado les dará
“autoridad y poder sobre todos los demonios y para curar enfermedades”; les
hará entrega del Vademécum del Apóstol que contiene tres puntos. El primero de
ellos con seis “no tomen”:
1) Nada, usen el
máximo de sencillez.
2) Ni Bastón
3) Ni Alforja
4) Ni Pan
5) Ni Plata
6) Ni Túnica de
repuesto
Los
dos siguientes se refieren a:
a) Como actuar cuando
entren en una casa, conviertan a esa casa en
a. Iglesia
b. Vivienda
c. Mesa del Pan
d. Experiencia del
Resucitado
e. Lugar de oración
f. Escenario de
pentecostés
g. Presencia del Padre
h. Convergencia de los
hermanos
i. Punto de partida
para despegar a una nueva Misión
b) Y, cómo reaccionar
cuando no los reciban, que equivaldrá al rechazo de Dios. La costumbre farisea
al entrar en territorio “impuro” era sacudirse el polvo de las sandalias, para
que no se le pegara a uno nada de esa impureza.
Se
puede identificar en este conjunto un estilo de total libertad, sin estorbos,
sin rémoras. Sin pesos que compliquen o impidan sin maletas que embolaten. Esa
hospitalidad que es tradicional en esas regiones, se espera que cobije también
a los Misioneros.
Podemos
entender en este cuadro, los inicios de la Iglesia. Trabajando para que la
Voluntad Divina se cumpla, no sólo en el Cielo. La Misión es de curación, de
liberación, de desencadenamiento. No es distinto del llamado actual, el
discipulado que se nos propone es el mismo que se hizo apostolado, sin duda
tendremos que hacer ajustes y adaptaciones, pero siempre en atenta fidelidad al
cuadro originante. Llamados a renunciar a lo superfluo, a ajustarnos a la
sencillez, a la simplicidad.
La
Misión es un recordatorio de que la Iglesia es Madre y Maestra, pero ante todo
Madre que quiere acoger a sus polluelos, y por eso sale a buscarlos. La misión
propone una reducción al minimalismo. Ser infieles a este espíritu será condena
de la misión al fracaso. Concluye la perícopa haciéndonos un llamado a “una
Iglesia en salida”: «Pido al Señor que refuerce en nosotros y en todos los
cristianos, especialmente en los obispos y en los presbíteros, el deseo y la
responsabilidad por la comunión, el diálogo y el encuentro con todos los
hermanos, sin excepción, para manifestar la fecundidad de la Iglesia, llamada a
ser Madre feliz de muchos hijos» (Papa Francisco 23 de oct. de 2019).
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