Esd
6, 7-8. 12b. 14-20
Aún
ha de sumarse otro detalle, los “entusiastas” que venían de la Golá y que
habían puesto en los primeros puestos de sus prioridades la reconstrucción del
Templo, he aquí que -y es lo que suele suceder- bajaron el Templo a una prioridad
mínima y, pusieron en el primer lugar del orden del día, la reconstrucción de
sus propias casas.
Darío
es un nombre que en persa es Darayamus y que significa “el que apoya para que
se haga el bien”. El relato de hoy trae -un elemento que ya habíamos enunciado
ayer- el traspaso del bastón de mando, de manos de Ciro a manos de Darío. Sin
embargo, cabe destacar que había una voluntad de continuidad en lo gobernado.
No estamos ante la situación del gobernante de turno que llega a desbaratar lo
que el gobernante anterior hizo u ordenó. En cambio, Darío, y esto era un
elemento definitorio de la “política” -como era vista por los persas-, estaban
por el “continuismo”.
Así
las cosas, Darío investiga cuidadosamente cuales habían sido los designios de
sus antecesores y, se entrega a impulsar esas empresas y aspiraciones. Fue su
decisión apoyar con los fondos del “erario público” recaudado en la región de
Transeufratina -una satrapía conformada por los territorios al oeste del
Éufrates y compuesta por Siria, Palestina, Chipre y Fenicia), la reconstrucción
del Templo.
Como
ya se dijo ayer, la re-dedicación del Templo se hizo con el sacrificio de
incontables animales, cuadrúpedos, especialmente bovinos. Y hubo una muy
especial organización litúrgica que atendía con detalle y precisión los turnos
y su duración y orden ajustándolos a lo prescrito en la Torah.
Rituales
de purificación se realizaron con muy piadosa intención, para celebrar su
Primera Pascua post-exilica. Se encargaron pues los turnos sacerdotales y levíticos,
y se asignó a los levitas el servicio de carnicería -conexo al de los
sacrificios- que anteriormente era ejercido por laicos. Así, esta reforma
post-exilica en el templo, conlleva un espíritu “clericalista”. La perícopa se
cierra señalando la exclusividad ritual de sacerdotes y levitas en la
ritualidad de los sacrificios.
Sal
122(121), 1bc-2. 3-4ab. 4cd-5
Es
un salmo de peregrinación que se puede tomar como el último de la Peregrinación
o el primero de los graduales; el salmista en el verso 1, nos da la
clasificación como מַעֲלָה [ma-la-hau]
“gradual”. Lo primero, al
llegar y contemplar el Templo, es ver su esplendor y maravillarse ante Él. Una
vez repuestos de la admiración, viene la bienvenida -por parte de los Levitas-
y el saludo por parte de los peregrinos.
También
era importante una catequesis “turística” y “litúrgica” sobre el lugar, que en
este salmo es muy breve. En la conclusión del Salmo nos encontramos ya con el
“momento de la paz”.
Nuestra
traducción señala que Jerusalén es una ciudad bien “compacta”, desde niño
entendíamos, una ciudad de edificaciones muy estables y sólidas; ahora, con
alguna idea del hebreo, vengo a ver que la palabra חָבַר [chavar]
significa “que crea lazos de fraternidad”, que “intensifica las relaciones
interpersonales”, “que nos da un sentido de hermandad”, “que genera un poderoso
sentimiento de unidad”. (Sabido esto, entiendo por qué se ha puesto este Salmo
como antesala del Evangelio que se va a proclamar a continuación).
Se
hace mención de las oficinas de administración de la Justicia, porque estaban
los Doctores de la Ley, listos a dirimir “conflictos”, a resolver querellas,
siempre remitiéndose a la Ley Divina, a los códigos Μωσαϊκός “mosaicos”. Y no son oficinas
cualesquiera, son los Tronos de la Justicia, porque son los sitiales desde
donde Dios imparte y nos hace llegar la Suya que es le Justicia más Justiciera.
Hay
una pregunta esencial para entender la Sacralidad del Templo: ¿Para qué está
destinado el Templo? Para “celebrar”, o sea para congregarse (la esencia de la
palabra “celebración” no es el carácter festivo, sino el sentido de “asistencia
en masa”). Si, sencillamente “congregarse”, no, no es solo acudir muy piadosos
y salir “beatificados”, con una idea farisaica de “ya cumplí”, “he observado lo
prescrito en la Ley”. Hay otro elemento de radical importancia en el Templo, es
acrecentar la fraternidad, mirar los rostros de los que asisten y saber que hay
un parentesco de “hermandad” con todas esas caras que se dieron cita para
“celebrar” el “Santo Nombre de Dios”, porque todos los asistentes Lo han
llamado “Padre”: Para que sea una Alianza con Dios, tiene que ser, también, una
Alianza con mis “hermanos”.
Entonces,
y sólo entonces, estarán puestas las bases verdaderas para que se despliegue la
Paz: שְׁל֣וֹם [Shalom]
es una paz que compendia amor, salud, bienestar, seguridad, concordia y
fraternidad. Como fuente de la Paz más plena: el Templo; desde allí bendecimos
a todos los “hermanos”.
Abandonemos
toda tristeza, y dejemos que nuestro corazón se trasforme en un Ramo frondoso
de Gratitud y Fraternidad.
Lc
8, 19-21
El que escucha la Palabra,
pero no la pone en práctica, es como el que mira su cara en un espejo y, en
cuanto se va, se le olvida cómo era.
Sant 1, 23s
Jesús
no se limita a “predicar” con su discurso la importancia de poner el Candelero
muy en alto, sino que Él vive así, no a la tapada, sino a ojos-vista, ¡Claro!
Arriesgándose, poniéndose en evidencia, llamando la atención de los
gobernantes, de las “autoridades” civiles y religiosas. Ahora, -pasa con
muchísima frecuencia- ponen los ojos sobre el “revoltoso”, pero miran hacia su
familia, porque allí pueden tocarle el “talón a Aquiles”, donde a Aquiles más
le dolería. La familia puede ser la vía más directa al amedrentamiento. Pero
Jesús ha querido mantener su fidelidad a lo que su Padre Celestial le ha
requerido: Fundar un nuevo tipo de familia, basada sobre otro tipo de
consanguinidad, la fidelidad al Padre del Cielo.
Jesús
no se limita a proponer un discurso muy moral, ni a requerir deberes y
obligaciones, cuantas más, aparentemente mejor. ¡No! Jesús, va a una praxis de
su enseñanza, a una vivencia y un compromiso verdaderos conforme con el Anuncio;
Él pone a actuar su Coherencia. Su familia: María y sus primos, están nerviosos
porque Jesús está “pisando callos”, está incomodando, levantando ampolla y se
está exponiendo al colocarse en la zona de mayor visibilidad. Sus “parientes”
se sienten en la obligación de venir a “llamarle la atención”, no pueden entrar
a llamarlo para hablar con Él, entonces, lo hacen llamar por terceros. Podemos
imaginarnos como corrió la voz de oído en oído, desde la puerta hasta el punto
donde se hallaba hablándoles.
Jesús,
que estamos habituados a ver como una persona muy modosita, que no discutía
nada, que no contrariaba a nadie, muy respetuoso de las “reglas”, viene a decir
con su “modelo y su idea de familia”, que este tema de la raza y la sangre no
tiene nada que ver para Dios, que el pueblo de Dios no eran los mejores, ni los
superiores, sino los más necesitados y que de ahí salía su preferencia.
Se
pone en la “línea de tiro” cuando afirma que no tiene que desvelarse tanto por “escuchar
a Moisés”, sino que ahora tiene que “escuchar” la Palabra de Dios, y, luego, el
salto gigantesco, -que encierra una crítica impertinente contra los letrados,
los escribas y los fariseos: ¡Y cumplirla!
Un
cambio total de fronteras: Despabílense los que se creen de Dios sólo porque
nacieron en este pueblo, ¡Háganse de Dios! Vivan sus enseñanzas, practiquen la
Voluntad de Dios. ¡Si! Verdaderamente un nuevo tipo de familia: La gente que
atiende a Dios en todo lo que Él dice. ¡Bienaventurados los que oyen la Palabra
de Dios y la ponen por obra! (Cfr. Lc 11, 28)
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