Col
2, 6-15
Según
lo que Pablo supo -por Epafras- que se estaba dando allí, en Colosas, había una
lucha que, ponía sobre ellos dura presión para decaer en su resistencia. El politeísmo
los acosaba, pero también, el judaísmo ejercía su presión, quebrando con sus tradiciones
la identidad de fe que ellos estaban defendiendo. Entonces Pablo les da una categoría
teológica de fidelidad doctrinal: “procedan unidos a Él arraigados y edificados
en Él”; sería la categoría del ἐρριζωμένοι [errizomenoi] arraigamiento.
La
palabra deriva de la raíz griega ῥιζόω
[hritzoó]
“echar raíz”, “estar firmemente establecido”, ¿cómo se enraíza uno?, ¿qué hay
que hacer para estar inamoviblemente fundamentado? Y Pablo nos lo dice: “No dejándose
envolver con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en
los elementos del mundo y no en Jesucristo”. Uno tiene que estar arraigado en
Jesucristo, fundado en Él, que es la Piedra Angular”. El “arraigo” es
llanamente, construir en Jesús porque en Él “habita la plenitud de la divinidad
corporalmente, y por Él, que es cabeza de todo Principado y Potestad han
obtenido su plenitud”. ¿Recuerdan que examinábamos ayer que en su sincretismo
querían poner a Jesús al nivel de un simple ángel? Aquí Pablo enseña que Jesús está
por encima de todas las constelaciones de divinidades terrenales y espirituales
y que sólo cimentados en Él alcanzamos nuestra plenificación.
Pero no solamente los sustrae del paganismo, sino que
también los reorienta para que se desencadenen de la presión del judaísmo y les
señala que ya no es requisito de salvación la circuncisión, porque Jesús tiene
otro tipo de circuncisión, que es el Sacramento del Bautismo.
En el bautismo, uno es sepultado en Cristo, pero -además- no se queda “sepultado” sino que es resucitado
con Él, afirmados en la fe en Dios-Padre que lo Resucitó; siendo así, hemos
ganado la vivificación intensísima de haber sido librados de nuestros pecados.
Con el pecado, habíamos firmado, de nuestro puño y letra,
un compromiso condenatorio. ¿Qué hizo Jesús con su Crucifixión? Recogió todos
esos comprobantes de perdición y los clavo a la cruz para pagar -con el precio
de Su Sangre- las deudas de todos nosotros; quedaron así expulsadas y exorcizadas
las dependencias de esas deidades sincréticas que fueron llevadas -en pública vergüenza,
como solían hacer los Emperadores que traían en su cortejo, encadenados a los
que habían sido sometidos- llevadas a la destitución, expatriadas, quedando desplazadas,
y nosotros, ¡liberados!
Sal
145(144), 1bc-2. 8-9. 10-11
Entonces
viene bien un Salmo de Alianza. Conviene que de tanto en tanto seamos conscientes
de Quien es nuestro Aliado, del tipo de Alianza que sostenemos con Él: El nuestro
Dios y Rey, y nosotros, su pueblo. Los judíos llegaron a institucionalizar La Fiesta
de la Alianza como un momento de la Fiesta de Succot, porque succot (las
cabañas, las chozas) les recordaban como había sido la travesía del Éxodo y
allí -cruzando el desierto- se evidencia que Él siempre está cuidándonos.
Con
tanto para agradecer, ¿qué más podemos hacer?
a) Ensalzarlo y
bendecirlos.
b) Reconocerlo como un
Dios esencialmente Misericordioso, no deseoso de castigar, sino siempre lleno
de Piedad, Tierno y Cariñoso.
c) Que esté siempre llena
nuestra boca de la memoria de todas las Divinas Proezas cumplidas a favor
nuestro y nuestros corazones repletos de gratitud, que florezcan nuestros
labios glorificado a nuestro Dios-Rey.
La
cultura de la muerte quiere enseñarnos que Dios en cualquier momento cambiará
de parecer y nos dará la muerte, dicen ellos, “miren ahí, toda la crueldad que
hay en el mundo” y con mostrar la obra del Malo quieren hacernos tambalear la
fe, ¿no nos bastan 20 siglos de demostración? Con todo el esfuerzo que ha
puesto el Condenado, y aquí vamos, El Señor-nuestro-Dios sigue cumpliendo su parte de la Alianza,
¡Cómo será de hermoso todo lo que nos da, que nadie quiere irse de aquí!
Excepto
los que se dejan convencer que, todo es malo y lo que vendrá peor. Ay de los
que pierden la fe, el Malo podrá clavarles su mordisco. Ay de los que no ven la
Alianza en Acción, porque tienen ciego el corazón.
Lc
6, 12-19
ἐκλεξάμενος [eclexámenos] “escogió” de entre ellos a Doce.
La
oración puede entenderse aquí como aquel momento en que nos sentamos con el
Súper-Amigo, (prácticamente un paréntesis sacado al tiempo de la vida), para
evaluar y poner en consideración, para charlar las estrategias, para auscultar los
siguientes pasos. La espiritualidad es precisamente el proceso en el cual se va
construyendo nuestro estilo de amistad con Dios para tener estas “charlas”,
para saberle poner en Sus Manos las situaciones, para aprender a acatar lo que
Él nos ponga en consideración y para ajustar los retazos de nuestra realidad,
de nuestra historia, a la Luz de su Bondad. La noche fue el tiempo reservado a
este Dialogo, al empezar la Luz del día, concluyó el tiempo de Dialogo y pasó
al tiempo de la Acción.
Aquí
está esa palabra iluminadora: “escogió”, vemos que no puso sobre
el escritorio la documentación de los discípulos, no puso al alcance sus tablas
de meritocracia, tampoco segregó a los que eran más modestos, o más pacíficos,
o más instruidos, o mejor hablados, a los más distinguidos o los más asiduos al
Templo. No se basó sobre nobleza de cuna ni sobre talante pacifico; con todos
sus defectos, cadaunadas y perendengues, fue “escogiéndolos”.
Este
equipo humano fue establecido por el Señor, y a su elección nos atenemos. Construye
comunidad y los llama para que caminen juntos, es decir, hacer comunidad
significa aplicar la sinodalidad. La fe se construye hombro a hombro, no es una
praxis de soledad sino de fraternidad, de koinonía. Hecha la elección, continúa
en lo mismo, sigue cumpliendo su misión, sigue disciplinado haciendo lo que el
Padre -por medio de Isaías 61- le había indicado: Les habla, les enseña, cura a
los enfermos, somete a los espíritus inmundos y, continúa irradiando esa fuerza
que nos heredó y que nosotros vamos tras él, atesorando, porque es una δύναμις [dinamis]
“fuerza” que ἰᾶτο πάντας [iato pantas] “todo lo cura”. Fuerza por
excelencia Sanadora.
Esa
es nuestra lección del día, todos somos escogidos, todos somos delegados, cada
quien recibe sus credenciales de delegación y no son medallas ni trofeos de ostentación.
Pongámoslo todo en Manos del Padre, no obremos nada sin haberlo puesto en Su
Presencia, con todas nuestras fuerzas, tratar de hacerlo conforme a su “Impulso”,
siempre arraigados en Jesucristo -Palabra de Vida- hacer todo el bien que
podamos y -con su Gracia- nunca obrar contra sus Mandamientos, poniendo siempre
en primer orden de criterio, Su Mandato de Amor. En la fraternidad, en la
projimidad, encontramos el espacio de aplicación de bajar, y pararnos junto a
Jesús en una “llanura” para curar con Él y por Él.
La consigna
es: ¡Avanzar sanando!
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