Is 29, 17-24
“oremos para que este
Jubileo nos fortalezca en la fe, nos ayude a reconocer a Cristo resucitado en
medio de nuestras vidas, y nos transforme en peregrinos de la esperanza
cristiana”.
Papa Francisco
En
la esperanza, se espera que nosotros sepamos andar sostenidos, más aun,
impulsados por la por la esperanza. No se trata de simplemente vivir y dejar morir,
se trata de “avizorar”, de “otear”, en algunos casos de “sospechar” para dónde
vamos, para ganar un “sentido” existencial, Dios nos pide, nos invita a oír en
las palabras de la Escritura lo que se nos revela, y a superar nuestra ceguera
para darnos cuenta que no nos movemos en un vacío, sino que allí donde parece
haber nada, está el aire que respiramos y que nos acaricia. El aire -en esta metáfora-
es precisamente la Presencia de Dios que se mueve a nuestro lado, Presencia
Paternal. Que garantizando nuestra “autonomía”, sin embargo, evita que nos despeñemos.
Se nos pide esperanza, pero Dios a Su Vez, deposita en nosotros la confianza de
que sabremos, no sólo oír en la Escritura, sino “visualizar” Esa Ternura
Infinita que nos envuelve como un aire -que ya lo dijera, San Pablo predicando
en el ágora, en Atenas- en Él vivimos, nos movemos y existimos (Cfr. Hch 17,
28).
Debemos
notar que la esperanza no es la estación final de una ruta de tren; algo distante
y un poco abstracta. La esperanza está directamente emparentada con los rieles.
Aún más, de nada nos valdría “suponer” la estación final si la carrilera no llegara
hasta allá. Si la estación final está en tierra muy fría, antes de abordar,
deberíamos adquirir ropa abrigada, si la estación final es muy abarrotada y
circular por ella puede llegar a extraviarnos, bien haremos en proveernos de un
plano que muestre su organización y sus salidas, así como nos permita conocer
en cual muelle arribaremos y vamos a desembarcar, y que nos indique cómo llegar
a un punto donde podamos abordar un taxi, para trasladarnos al hotel o al
alojamiento que sea nuestro destino. Entonces la esperanza, ya desde ahora,
modela lo que será nuestra llegada a la terminal. Podemos considerar esta falta
de previsión y de perspectiva, como una modalidad de ceguera, quizás nosotros
diríamos “miopía” para significar la cortedad de vista, la ceguera ante lo que
está más distante. Quien no goza de la esperanza solo alcanza a ver la
inmediatez.
Esta
perícopa pertenece al penúltimo segmento del Proto-Isaías, que comprende los capítulos
28 a 35 y que se han agrupado bajo el título de “diversos poemas sobre Israel y
Judá”. Casi toda esta sección gira en torno a la calamidad que les exportaron
los Asirios en el periodo que va del 705 al 701. Como Ezequías, rey de Judá había
pactado con los egipcios para oponerse al avance de asiria, Senaquerib -que
había heredado el trono asirio de Sargón II su papá- (este nombre, significa en
acadio, “el dios de la luna ha sustituido a los hermanos" seguramente
porque Senaquerib no era el hijo mayor de Sargón II, pero estos habían muerto,
y por tanto fue él quien se sentó al trono, lo que ellos interpretaban como
voluntad del dios luna); resolvió invadirlos y bajarle los humos, en 701 a. C.
atacó las ciudades fortificadas del reino de Judá en una campaña de
subyugación. Se presentan como seis modalidades de desgracias a consecuencia de
esta invasión, y esta subsección, las va mirando una a una. Presentadas como
ayes. Ay de Samaria, Ay de Ariel, ay de aquellos que se esconden del Señor para
ocultar sus planes.
En
particular la perícopa de hoy está tomada de la “Promesa de Salvación de Israel,
que concluye el capítulo 29, vv. 28,1 – 29, 16. Después de la perícopa de hoy
-sobre la Salvación de Israel- retomará los ayes en 30, 1: Ay de los hijos
rebeldes, Ay de los que van a Egipto a buscar ayuda, Ay de ti, destructor no
destruido.
Pero,
¿qué es lo que plantea la promesa de salvación para Israel?
1) Que un bosque
desaparecerá para dar paso a un sembradío, y ese sembradío será tan tupido que parecerá
un bosque.
2) Que los sordos
podrán oír
3) Los ciegos podrán ver
4) Los que no tienen
palancas ni influencias con los gobernantes y sus funcionarios contaran con el
apoyo del Dios Santo de Israel
5) Se acabarán tanto
los insolentes como los arrogantes, y los malhechores. Estos se caracterizan como
obradores del mal y se dedican a calumniar a los inocentes
6) El Señor afirma que
en lo sucesivo la descendencia de Jacob no pasará vergüenzas.
Cuando vean cómo el Señor ha obrado
prodigios a favor de su pueblo elegido:
1) Reconocerán la
Santidad de Dios
2) Temerán al Señor
3) Los que estaban
confundidos se aclaran y serán sabios.
4) Los que intrigan
para sembrar rebeldía, aceptarán por fin, la לֶ֫קַח “instrucción,
“doctrina”, “enseñanza”.
Sal
27(26), 1bcde. 4. 13-14
Se
trata de un salmo del huésped de Yahweh: en este salmo, una sola cosa le
implora a Dios, que él pueda habitar en el Templo, toda la vida, para vivir
contemplando a Dios, gozando de su Presencia. El espíritu que anima este salmo
es un espíritu de seguridad, de confianza. Y, es mediante la oración que se
gana esa protección.
El
salmista reconoce al Señor como fuente de su Luz y Dueño de su Salvación. Es a
la vez Dios quien se erige como defensor de su Vida, por eso no hay ningún
miedo que lo acorrale.
Cuando
él llegue al país de la Vida tiene la esperanza de que disfrutará de la dicha
que Dios le proporcionará en esa nueva realidad. En ese otro plano de
existencia pletórica.
En
la antífona todo se resume diciendo que Dios es Luz a, a la vez, Salvación.
Mt 9, 27-31
Los ciegos del
Evangelio … se sienten seguros al pedir salud al Señor. Y la oración tiene
estas dos actitudes: es de necesidad y es segura.
Papa Francisco
En
la Primera Lectura, el profeta Isaías, pronostica que en breve sucedería que
los ojos sumidos en tinieblas y embargados por la oscuridad verían,
abandonarían su ceguera. Las acciones de Jesús en este Evangelio mateano que
leemos hoy, señalan que el plazo se venció y ya está acaeciendo lo que la
profecía vaticinaba. ¿Qué es lo que hace Jesús? En primer lugar, los interroga
por su fe. ¿Creen ellos que Él tiene el poder para curar la ceguera?
Hay
varios tipos de ceguera: está la ceguera que impide ver la realidad física que
nos rodea, es una ceguera de naturaleza fisiológica. Hay otra ceguera, que no
nos permite llevar las imágenes al cerebro y articularlas con una lógica que
nos permita el ejercicio intelecto-comprensivo para integrarlas, con “sentido”.
En esta ceguera, los hechos y las imágenes se suceden unas a otras sin guardar
entre ellas articulación y ensamblaje.
No
sabemos a qué ceguera se refiere el Evangelio, la vía fácil nos llevaría a
pensar que es muy lógico que fuera la que depende de alguna falla fisiológica
del órgano de la vista. Sólo hay un pequeño detalle: los ciegos lo seguían,
entonces, ¿cómo lo seguían si eran ciegos de la vista. Podemos suponer que
alguien los conducía (pero eso sería nada más que una suposición, y no resuelve
el interrogante).
En
todo caso, en el milagro de hoy sólo se dice que (a pesar de ser ciegos), lo
seguían. El cómo, queda abierto…
Después
de este milagro de los dos ciegos, le traen un endemoniado. En ese caso, el
relato señala claramente que “lo trajeron”.
Pasamos
a otro aspecto bien diverso del anterior: Nos gustaría hacer un “mapa” muy
general del Evangelio de San Mateo, para ubicar la perícopa que leemos hoy: Del
5,1 al 7,29 este Evangelio trae el Sermón del Monte, a continuación del 8,1
- 9,38, se narran varios hechos de
Jesús:
i)
La cura de un leproso,
ii)
Jesús cura el criado del Centurión
iii)
Sanó a la suegra de Pedro
iv)
Calmó la tempestad
v)
En Gadara, desbarrancó los cerdos que había sido poseídos
por los demonios
vi)
Sanó a un paralitico,
vii)
Llamó a Mateo para que se le uniera.
viii)
Resucito a la hija del jefe de la sinagoga
ix)
Y luego, viene el milagro de hoy
En
todo caso, esta perícopa breve, de tan solo 5 versículos, donde se hace
depender el poder sanador y taumatúrgico de Jesús de la fe de los destinatarios
del “favor”, en este caso de la fe del par de ciegos: ellos afirmaron creer que
Él podía sanarlos.
«Todas
las religiones buscan la iluminación. Esta no es fruto de ejercicios extraños,
sino de ojos nuevos; no consiste en ver cosas nuevas, sino en ver nuevas todas
las cosas, con los ojos del Hijo. Quien tiene el corazón del Hijo, en todas
partes ve el amor del Padre.» (Silvano Fausti)
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