Cnt
2, 8-14
En
la Tanaj, este “Libro” se llama שִׁ֥יר הַשִּׁירִ֖ים [Shir
hashirim] es como un comparativo de superioridad que expresa un superlativo:
“De todos los cantos este es el Canto por excelencia”, “El cantico excelso”.
Son como 25 poemas que un compilador puso juntos y que están así, como los
conocemos, desde el siglo V, o IV. Es posible que estos poemas fueran cantados
-en su origen- para amenizar las bodas. Hablábamos del número seis como cifra
de lo incompleto y del siete como sinónimo de plenitud; pues, las fiestas de
bodas solían durar siete días, como simbolismo de la dicha perdurable.
Sabemos que Dios para que entendiéramos su
Mensaje, tuvo que -todo el tiempo- hablarnos por medio de cosas que nosotros
hubiéramos experimentado, y también sabemos que el amor es la esencia de la
divinidad, pues lo que hizo fue explicarnos el amor humano en su más sublime
potencia, para que lo tomáramos como referente y pudiéramos, extrapolando,
acercarnos al eje proyectivo que apuntara hacia la divinización del amor
humano.
La Alianza que constituye la religión, en
términos Escriturísticos, es parangonada con una relación conyugal: El Novio,
ya se ha dicho, es Dios-Mismo; la novia, es su pueblo elegido. Para hablar de
Dios necesitamos hacer un acercamiento al Amor sublimado. Pero no un amor
angelical que estaría allende nuestro alcance, sino un tierno amor humano. Se
habla del amor de un Dios con una Diosa, de un Rey con su Reina. Tampoco aquí
podemos tratar de separar que somos a imagen y semejanza divina, y que nuestro
amor -con la fisura que le causó la “caída”- no ha dejado, sin embargo, de
mantener esta semejanza.
Por su forma este Libro entra en los Libros
“poéticos” y por su contenido entre los “sapienciales”. Para acercarnos a la
sublimidad que nos deja percibir y sospechar, no podemos quedarnos atrapados en
su interior, lo que hay que hacer es dejarnos impulsar por el como si fuera un
terraplén de despegue.
Es indispensable superar la mojigatería para
vislumbrar cómo y cuánto nos ama Dios. No quedarnos en el desconcierto del
asombro, sino saltar a los brazos el enamorado, que lo vemos, en la cruz, con
los brazos abiertos, aguardándonos. La gente comenta que el aspecto religioso
no está tocado ni reflejado en toda la obra, pero debe precisarse que al decir
esto, estamos creyendo que el amor vive amputado en su prosodia, porque no nos
damos cuenta que su poética hace que todo amor sea -en realidad- expresión
divina. Hablar de amor es ya hablar de trascendencia espiritual.
Querer desnudar el amor de su fisicidad sería
tal como asesinar a los contrayentes al acercarse al Altar para contraer
nupcias, so pretexto de eliminar todo lo que no fuera pura espiritualidad. En
realidad, no puede escindirse la fe del cuerpo material que nos sustenta como
si fuéramos dos entes en uno, uno el cuerpo y otro -por otra parte-
absolutamente diverso el alma.
Podríamos pensar que El Divino Niño Jesús a la
vez que el Jesús Glorioso de la Parusía, está aquí representado bajo la figura
del cervatillo que adviene saltando por los montes como un amante deseoso de
llegarse con su Amada. Este gamo, quiere descubrir a su amada con la mirada, y
recrear su corazón con la visión que le augura que -un instante después- la
tendrá entre sus brazos, por eso la mira desde detrás de la cerca, y luego por
la ventana.
Dice que el tiempo de estar distante se acabó.
El amado le dice a su pareja que ha llegado el tiempo de los frutos maduros, y
la estación florida para hablar de amor con el colorido y el perfume de las
flores. La higuera ya está cargando. Y así, en esta hora del campo feraz el
Amado llama a su Amada para colmar su deseo de oírla y su gusto de verla.
Sal 33(32), 2-3. 11-12. 20-21
En la primera estrofa la propuesta es llegar
donde la enamorada con una serenata tocando a su ventana con el decacordio.
La segunda estrofa habla del amor perdurable,
distinto del amor pasajero. Es dulcemente hermosos saber que Dios nos ha
elegido desde siempre y por toda la eternidad para prodigarnos su amor perenne.
El es nuestro Defensor, es nuestro Padrino, Él
nos rescata de toda emboscada, el nos defiende de cualquier agresor.
En la antífona enfatizamos que hay que empezar
a cantarle de otra manera, romper con nuestra manera antigua de amarlo, amor
salpicado de infidelidades; este cantico nuevo ha de ser cántico de aclamación,
que lo reconoce y lo acepta com el único Digno de nuestro Amor
Este salmo es un himno. El salmo tiene 22
versos, que van por dísticos, como discípulos enviados a evangelizar, siempre
de dos en dos, de los cuales se tomaron seis versículos para montar la perícopa
que se proclama.
La médula es la afirmación de que los planes
del Señor son firmes y que hagamos las locuras que hagamos y cometamos los
desvaríos que nos dañen, de todas maneras, lo que el Señor ha querido para
nosotros, su Infinito Amor, se cumplirá. Aun cuando el hombre se empecine en
sembrar su cizaña de violencia, Dios sacará adelante su cultivo de semillas de
Amor y hará que los ángeles espulguen toda la maldad diseminada y la quemen
como matorrales de yerba mala.
Lc 1, 39-45
El seno materno que nos acoge, es la primera “escuela” de
comunicación” hecha escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a
familiarizarnos con el mundo externo un ambiente protegido y con el sonido
tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá.
Papa Francisco
Hoy nos corresponde escuchar de los labios de
Jesús, incluido en el Evangelio Lucano, nuevamente el relato de la Visitación
de María Santísima a su prima Santa Isabel.
Aquí tenemos una mención de un hecho asombroso:
Cuando un bebé se mueve en el seno materno, hay sorpresa, pero también hay como
una especie de comunicación. Una afirmación de “presencia”, un “estoy aquí”, un
“quiero decir algo”. En el caso del “salto” que dio San Juan Bautista en el
seno de Isabel, entendemos que se está produciendo una suerte de genuflexión,
San Juan experimenta la Presencia del Señor y emite una “señal”, “sé que Tú
estás ahí, cerca mío”, a su manera no-nata expresa: “he allí al Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo”. Es lo que hace el precursor, va por delante en
el camino anunciando su advenimiento, declarando “Ya llega”.
Isabel pregunta muy sorprendida: “¿Quién soy
yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?” Bien visto, el súbdito
debería ir a visitar al Rey; pero aquí lo que se verifica es lo contrario, es
el Rey que rinde homenaje visitando al súbdito. Jesús una y otra vez aplica
este lenguaje paradojal. Parece que los planteamientos de Jesús son el mundo
puesto de cabeza: “el Hijo del hombre ha venido no a ser servido sino a servir
y dar su vida como rescate de una muchedumbre”.
La horma que se le ha impuesto al pensamiento
es egocéntrica: todo a mi favor, “la ley del embudo” como la llama el saber
popular; la norma del amor -al contrario- es descentrada, es excéntrica, uno
que ama está para servir. Y esa es la regla del discípulo, servir, y no a uno,
sino a una muchedumbre.
El episodio que está inmediatamente luego,
después de la Anunciación del Arcángel San Gabriel a María Santísima es el
episodio de hoy: María que visita a su prima Santa Isabel. Empieza diciendo que
María partió con σπουδῆς [spoudes] “premura”, “de prisa”, “con
solicitud”, con “diligencia”; es decir, María fue a servir a su prima y no se
fue dando largas, o inventando pretextos para demorarse, sino con diligencia,
con entrega, con disponibilidad.
Nuevamente se da allí una “semejanza” humana
con la manera de ser de Dios, Dios también es pronto a la ayuda, está pronto a
socorrer. No dilata, no difiere.
La expresión de Juan Bautista en el seno de su
madre, al saludar a Jesús, en el vientre de María, es traducida por los labios
de Santa Isabel, así: “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre”.
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