domingo, 1 de diciembre de 2024

Lunes de la Primera Semana del Adviento

 


Is 2, 1-5

Hacia él confluirán todas las naciones

Los oráculos originales del proto-Isaías están en los capítulos 1 al 39, pero, y esto se puede decir de los tres Isaías compilados en este Libro, que no son del mismo hagiógrafo, no datan de la misma fecha, ni están dispuestos en un orden estrictamente cronológico que permita decir, lo que está primero ocurrió primero y lo que está después fue ocurriendo en ese orden, posteriormente. Se trata, más bien, de una labor editorial muy seria y sesuda, que se dio a la tarea de juntar los materiales, en el orden que creyeron más acertado. Este proceso editorial data de antes del Tercer Siglo antes de Cristo, cuando ya se habían recopilado y organizado tal como los conocemos en la actualidad. Valga traer a colación que en 1QIs (encontrado en Qumram) ya se encontró la disposición que ha llegado hasta nosotros.

 

El capítulo 1, actúa como una especie de introducción y a la vez es el mapa de la unidad 1-39. Esta introducción-presentación podemos desglosarla en tres unidades:

i)              1, 1-9 Judá, nación pecadora

ii)             1, 10-20 El Señor no quiere holocaustos sino “culto verdadero”

iii)           1, 21-31 El Señor se encargará de purificar a Jerusalén.

 

Hoy nos vamos a ocupar de una profecía que, prácticamente está consignada en el profeta Miqueas como un espejo de la profecía Isaiana (lo que vio Isaías acerca de Judá y Jerusalén),  aquí considerada: Nos presenta al Señor como Dios Pacificador que construirá una sociedad de Justicia y Paz, no solamente para Judá, sino para todas las naciones, lo que es verdaderamente, una utopía teleológica, un sueño que nuestra fe siempre atesorará en su corazón: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas sacarán מַזְמֵרוֹת [mazmerah] ‘hoces’. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”.

 


Nosotros no enfocamos el hecho de que se profetice que el Templo del Señor estará en la Montaña más alta, como si se estuviera hablando de una especie de Olimpo, donde los dioses lo divisan todo; lo que entendemos aquí se refiere a la cumbre de la Justicia, el Monte Sion, encarnará los más altos parámetros de la justicia y de la ética convivencial (sinodalidad), que llevará a que la humanidad entienda que la guerra es un vocabulario y una gramática de destrucción, de inhumanidad y de violencia. Lo que se propone al convocarnos en el Monte del Señor, es que entendamos que de la guerra no quedan sino botines de pillaje y agresión que dejan sembrados los gérmenes de la retaliación y de la venganza. La guerra no deja sembradas las bases de una paz duradera, sólo -si acaso- la tregua provisional de unos sometidos que siguen arrullando en su pecho el anhelo del desquite. Más hondas las heridas, más profundo la codicia del resarcimiento.

 

Dice esta profecía, que los de Judá van a liderar -en el Santo Nombre de Dios- arbitrando para que todos puedan convivir en ejercicio de la hermandad y en procura de una sociedad de bonanza. Y, en ninguna parte propone que ellos, en tanto que árbitros de esta sociedad mejor, cobren la parte del león en el botín. Nadie se adueñará de los pueblos para “imponerles la paz” lo harán desinteresadamente porque Dios los manda a llevar un Evangelio de Paz entre las naciones, y ellos serán maestros pacifistas bajo la sola paga que Dios les dará como emisarios de su mensaje.

 

Es importante, a este respecto, atender como la Iglesia ha actuado siempre como facilitadora del dialogo por una paz sostenible y verdadera en nuestra patria.


 

El Templo está construido en las laderas de Sion (Sion no es el monte Olimpo, sino una colina humilde para que siempre se acuerden que Dios ha elegido a lo más bajo para hacer conscientes a los poderosos que la fuerza de Dios no se entregará en sus manos Cfr. 1Cr 1,27-31 y no para que les quede más cómodo disparar sus misiles), para que a toda la tierra alcance su pregón, la Palabra del Señor de Jerusalén, para que nosotros, los que tendemos nuestras manos hacia Él, caminemos iluminados por su Luz.  

 

Sal 122(121), 1bc-2. 3-4b. 4d-5. 6-7. 8-9

¿Concebimos nuestra vida como algo que avanza, que avanza hacia una meta, hacia Alguien?

Noël Quesson

Una perspectiva turística nos mueve a buscar los lugares más curiosos del planeta, visitar los pueblitos más típicos, buscar las comidas más estrambóticas, comprar prendas que correspondan a la usanza más pluralmente internacional. Y, que no se nos escape, leer y apreciar la música y el folclor de todos los pueblos.

 


Muchos “buscadores” van por ahí tratando de hallar la filosofía más profunda o -al menos- la más esotérica y denodadamente se hunden en la pesquisa de las curiosidades del pensamiento, mucho más cautivador cuento más extraño suene. Otros van buscando dioses para venerar y pagarles culto. No tanto que sea una fe verdadera, más bien, como el que encuentra una rareza que descreste ingenuos.

 

Así como se puede uno afanar por coleccionar estampillas (me pregunto si hoy en día habrá quienes no sepan qué es una estampilla) de diversas nacionalidades, hay quienes se afanan en coleccionar postales de lugares memorables, o fotografías de ocultos rincones del planeta.

 

La fe judía tendía a un solo foco cultual, fue un importante factor centralizador para “oficializar” una versión de su “fe”.  Este ejercicio de centralismo se ha hecho importante para aumentar el auge y acrecerlo, para capitalizar el poder y canalizarlo. La historia de este pueblo señala cómo hubo momentos en que diversos santuarios se disputaban la hegemonía cultual. En cierto momento Jesús cuestiona esta tendencia y le hace una afirmación a la Samaritana que para el judaísmo sonaba blasfema: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. Ella creía que la única fuente válida era el pozo de Jacob, en la ciudad de Sicar.

 

La perícopa de hoy nos habla de alegría porque estamos llegando a los umbrales de Jerusalén (Ciudad de la Paz).  El salmo parece referirse a la Jerusalén escatológica, porque en la Jerusalén geográfica, todas las aseveraciones del salmo parecen no solo falsas sino imposiblemente lejanas.

 

Hay en el Apocalipsis una Jerusalén que baja del Cielo. Esa es, más posiblemente la Jerusalén a la que alude este Salmo. Este es un salmo gradual, porque habla de una romería, rumbo al templo, y señala alguna de las etapas de la “subida”.

 

Se trata, pues, de un salmo de peregrinación. Se trata de la emoción de un provinciano que por primera vez en la vida contempla las maravillas de la urbe. La urbe es tan fascinante como un “fruto prohibido”. No es raro que la ciudad sea la sede del consumismo, de la idolatría, del culto a la riqueza, la ciudad encandelilla, resquebraja el alma y abra bajos apetitos, (el propósito no es satanizar la ciudad que bien sabemos que hasta en una veredita recóndita se puede cocinar el asado de la depravación y se pueden preparar los cocteles óptimos para la bacanal). Pero, el brillo de una ciudad y sus luces, no pueden sacralizarla como puerta real al Paraíso.

 

Tal vez es por ahí que quiere tomar el salmo, el salmo quiere señalarnos que YHWH ha elegido este lugar como su Morada y ha asentado allí sus oficinas, sus ventanillas de quejas y reclamos, sus espectáculos más vistosos y todo el oropel que puede dejarnos boquiabiertos.

 

Una vez más, hay una enseñanza que nos lleva a recapacitar si la fragilidad de todo lo humanamente posible, que, a veces con mucha nobleza quiere resaltar la Justicia Excelsa de Dios, por ser la obra de lábiles artesanos, más temprano que tarde mostrará su precariedad, sin que eso traduzca que Dios también sufre desgaste, decadencia y nublamiento.

 

Jerusalén, como lo señala el Salmo, no es solamente la sede del Templo, y por tanto de la Casa de Dios; es, además -y lo más importante- el centro arquitectónico de la Justicia, porque allí estaban los tribunales de David.

 

Hay cuatro factores que -se han de tener en cuenta- a la hora de decodificar el significado de la Jerusalén Terrenal como esquema de la Jerusalén Celestial:

1)            Allá subió Jesús cada año de su vida

2)            Allá se celebró por la Primera vez la Eucaristía

3)            Allá Jesús murió y Resucitó

4)            Allí ocurrió el Primer Pentecostés Cistiano

  

 

Mt 8, 5-11

Vivir el Adviento es abrirse al Señor, pedirle con fe, que entre en nuestra vida y nos sane de todo lo que nos impida seguirle con confianza y servirle con amor.

Papa Francisco

Como una muestra de cómo se trabaja por la construcción de la Paz, viene el Centurión, (un centurión era un oficial militar romano que comandaba un pelotón de tropas llamado "centuria". Los centuriones eran nombrados por su valentía, lealtad, carácter y destreza en batalla), pero ¿cómo se acerca?, ¿vino escoltado por un piquete de escoltas? ¿le hizo notar a Jesús sus insignias de delegado militar imperial? ¿pronunció su solicitad blandiendo amenazas y presionando con horribles castigos si no se le otorgaba lo pedido? ¿Amenazó, acaso, con usar el poder que el imperio le había entregado para obtener un milagro incondicional? ¡Se acercó y le rogó!


 

Esta figura de los centuriones que menciona el Evangelio es muy simbólica. Hubo un centurión que exclamó al pie de la cruz, “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios! (Mt 27,54 y Mc 15,39). ¿Quiere esto decir que los romanos estaban dando pasos firmes para dejar de ser opresores y pasarse al judaísmo o al cristianismo? ¡No! Lo que registramos históricamente es que ellos fueron los que dieron al traste con Jerusalén y del Templo no dejaron piedra sobre piedra, que persiguieron a los judíos a sangre y fuego y que estuvieron entre los torturadores profesionales que se cebaron en los mártires de nuestra fe.

 


Más bien, lo que podemos leer en estos personajes es que nadie puede decir que está absolutamente perdido para el Reino. Que siempre que uno se acerca a Jesús, Él puede sacar lo mejor que hay en nuestro ser, en nuestro corazón, y hacerse manifiesto en nuestra existencia. Esto le abre un gigantesco compás de posibilidades a la esperanza. Detrás de todo esto está la importancia y la invitación para abrirnos al Señor. Saber que Él puede venir a nosotros y sanarnos, liberarnos de nuestros bloqueos, y poder seguirlo y dejar que seamos terreno fértil y que Él cultive en nuestro corazón.


 

Queremos hacer bailar el trompo para que sea una admirable peonza y nos parece que la punta de su danza debe ser la fe. Pero ¿Qué faceta de la fe?   ¿La credulidad? Prestemos atención a lo que dice Jesús al final: Se esperaría que el pueblo elegido fuera el más dotado en cuestiones de fe. Pero no es así. Jesús nos entrega una profecía que nos anuncia de donde vendrán los fieles más creyentes: y nos dice que provendrán tanto de oriente como de occidente y que todos ellos se equipararan con exactitud con los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob. Ellos dieron lugar a la elección, pero ahora, “confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y se podrán eliminar las discriminaciones porque a la Mesa escatológica de las Bodas del Cordero, se sentarán de todas las nacionalidades, sin restricción. Es sobre ese aspecto de la fe que se concentra la “Palabra de Jesús”, visitemos con atención esta perícopa y entendamos que cuando dice fe, no quiere decir “cierta dogmática”, quiere decir que no está limitada a que se tenga la fe de los judíos, sino que se abran las puertas con universalismo. Pide que la fe sea “católica”, valga decir, abierta a todos, inclusiva, sinodal, no sectaria.

 

Todos pueden venir al Banquete, el solo requisito es tener la voluntad de seguirlo con amor.

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