Gn 49, 1-2.
8-10
Los
capítulos 11 a 50 del Génesis nos presentan a los Patriarcas. Los capítulos 37
al 50, nos traen a José, el hijo de Jacob que fue forzado a vivir en Egipto,
donde se abrió paso y llegó a ser un importante funcionario de la corte. La perícopa
de hoy está tomada del penúltimo capítulo de este Libro, se trata de una perícopa
testamentaria, donde Jacob -tendido en su lecho de muerte- les entrega a sus
hijos una predicción del futuro, que se remite a los sucesos de la época de los
Jueces y los Reyes esta perícopa fue insertada en el Libro del Génesis, en esta
época.
Cuando
él convoca a sus hijos para pronunciar las palabras que precedieron a su
muerte, ha adoptado el nombre de Israel, que fue el nombre que le cambió Dios
cuando él, por fin, re-encauso su vida: Se trata de “Las bendiciones de Jacob a
sus doce hijos”; (ya se comentará que aquí, en verdad, hay mucho más que bendiciones).
Pero se enfocan de tal manera que son más bien designaciones para las tribus, y
estas identificadas prosopopéyicamente. Los historiadores hablan de una fase tribal
totémica, donde cada tribu tiene un animal que la personifica, no como
individuos apenas conglomerados, sino como espíritu de todos los miembros de la
tribu, la unión del grupo, no se da por lazos consanguíneos, sino por estar
bajo la misma imagen totémica: Judá está aquí representado bajo la figura totémica
del León y, a la vez, como Leona, que es figura de defensa de sus crías. De
allí la idea de rey de las Fieras.
Los
versos 3 al 7, se refieren a las tribus de Rubén, Simeón y Leví, a quienes
maldice a los unos por acostarse con la concubina de su propio padre, y a los
otros por las “vendettas” que “por puro capricho” desataron.
Retomamos
-ya en el verso 8- con la tribu de Judá. el signo del Cetro. En el verso 10, se
habla del Cetro como signo del poder y el gobierno sobre el conjunto de Israel.
Esta palabra proviene del griego antiguo σκῆπτρον
(skēptro), que a su vez
proviene del verbo σκῆπτω (skēptō), que significa "yo me
apoyo". En latín scēptrum o scæptrum. Un gobernante es un pastor de su
pueblo, el cetro es un bastón ceremonial que los reyes utilizan como símbolo de
poder y autoridad. El cetro eclesialmente hablando está directamente
relacionado con el báculo. El baculum
se refiere al bastón grande que llevan los obispos como símbolo de ser pastores
espirituales. La perícopa nos dice que el cetro no saldrá de la tribu de Judá.
Luego,
este poder tiene asignación en la tribu de Judá, no puede sacarse de sus manos.
La cadena de trasmisión tiene una “meta”, el límite está fijado por una, llamémosla,
“internacionalización” del reconocimiento del Mesías. Dejará de ser una figura
de un pueblo y pasará a ser reconocida por todos los pueblos.
En
los versos 13 al 28, se refiere a las otras 9 tribus. Pero allí ya estamos
fuera de la perícopa de hoy que atiende exclusivamente a la tribu de Judá. Según
la Biblia, Jesús pertenecía a la tribu de Judá. La Biblia dice que Jesús no
pertenecía a la tribu sacerdotal de Leví, sino a la de Judá, una tribu que no
había sido escogida para el sacerdocio.
El
linaje de Jesús, como miembro de la tribu de Judá, queda profetizado en esta perícopa,
donde al llegar a su clímax se declara: «El cetro no será arrebatado de Judá ni
el bastón de mando de entre sus piernas hasta que venga aquél a quien le
pertenece y a quien obedecerán los pueblos. Amarra en la vid a su burrito, y a
la cepa el hijito de su burra. Lava en el vino su túnica y en la sangre de los
racimos su manto.» (Gn 49, 10-11)
Esa
es la contundencia de esta perícopa. Se augura que Jesús será del linaje de
Judá. No se puede ocultar que esta manera de traducir es bastante oscura, en
los textos que nos han llegado donde hemos traducido “hasta que venga aquél a
quien le pertenece y a quien obedecerán los pueblos” dice algo más bien como: “hasta
que a Él le llegue el tributo”. Nos atenemos a lo que el canon establece.
Sal 72(71),
1-2. 3-4ab. 7-8. 17
Adveniat regnum tuum
… soy un hombre, soy
miembro de la sociedad, soy célula en el cuerpo de la raza humana, y las
vibraciones de mi pensar y de mi sentir recorren los nervios que activan el
cuerpo entero para que entienda y actúe y lleve la redención al mundo.
Carlos G. Vallés. s.j.
Nosotros
podemos decirlo, con toda verdad y con plena sinceridad.
Hablamos
de Dios que entra en la historia. Encarnación, antes que tener un cuerpo, antes
que ser corpóreo, es hacer entrada en la historia. Ese es un Nuevo modo de Ser.
Dios habita la eternidad, y, de pronto, ha pasado a la temporalidad. Ese es un
verdadero “salto”, es una Pascua. Le prestamos mucha atención al Evento Sacrificial
e identificamos en Ello, una Pascua, porque sin su Muerte no podría haber Resurrección.
Hay, sin embargo, que advertir que sin
nacimiento no puede haber muerte, por tanto, Encarnarse significo hacerse
mortal, como nosotros. Con la encarnación, Dios se hizo-de la mayor manera
posible- Dios con nosotros.
Como
Dios vive en la Eternidad, lo que Él ha sido, lo sigue siendo, no fue humano,
es humano ahora, junto a nosotros. Nosotros también hemos ganado, o quizás sea
más exacto decir, hemos heredado ese rasgo, que Jesús se haya encarnado nos
franqueó la entrada a la dimensión tras-histórica, podemos recibir como
herencia el llegar a habitar en la Vida Perdurable.
Este
salmo es post-exilico, es decir, que fue escrito después del exilio, cuando la
dinastía davídica no estaba ya en el Trono: ¡El Cetro había sido enajenado!
Nos
estamos refiriendo en el Salmo al Mesías. Al Rey-Eterno.
En
la primera estrofa nos dirigimos al Padre Celestial y pedimos, es más, rogamos,
que el Mando sea entregado al Rey de Reyes, al Señor de Señores para que Él
rija con Justicia y a los humildes los cobije con su Rectitud.
Para
que el Mesías nos traiga la Paz y la Justicia. Y los pobres, por fin, reciban
Su Socorro. Decimos en la Segunda estrofa.
En
la tercera estrofa pedimos que su reinado no sea de una mermada territorialidad,
sino que llena toda la tierra. El espacio de su Reinado ha de ser la tierra
entera.
Ya
pedimos por un vasto reinado que vaya de mar a mar. Ahora, en la cuarta
estrofa, pedimos que se eliminen las barreras temporales, que no gobierne por
4, 5, 10, 50 o 100 años; rogamos para que Reine por Siempre, así la Justicia no
dejara de cobijarnos y la Paz será el emblema de la existencia Eterna.
La
antífona se refiere a la duración del Reinado interesados en esa veta esencial,
un reinado que no tenga nada de provisional, sino que la Justicia y la Paz
abunden por los siglos de los siglos. Para que ese reinado llegue, estamos
comprometidos a dar nuestro aporte: “… que mis pensamientos y mis palabras y el
fuego de mi mirada, y el eco de mis pisadas despierte en otros el mismo celo y
la misma urgencia para borrar la desigualdad e implantar la justicia”. (Carlos
G. Vallés. s.j.)
Mt 1, 1-1-17
En esta lista histórica
hay pecadores y pecadoras. Pero ¿cómo lo ha hecho el Señor? Se ha mezclado, ha
corregido el camino, ha regulado las cosas.
Papa Francisco
Estamos
examinando el linaje de Jesús. El linaje de Jesús es intensamente importante
porque habla de cómo Dios se ha adentrado en una historia con seres tan
frágiles y tan terriblemente propensos al pecado. La gente suele decir: “Dime
con quién andas y te diré quién eres”, esto implica que la conducta y las
características de una persona se pueden juzgar por las personas con las que se
relaciona, con quienes se mezcla, Él se ha mezclado con nosotros ¿qué podremos
decir de Él? ¡Que Él es eminentemente humano! Lo llamamos Redentor,
precisamente porque al asumir la humanidad nos asumió a nosotros con nuestra
fragilidad y nos elevó a su Linaje.
Aquí,
en esta perícopa tenemos la genealogía del Hombre Nuevo. No se trata del
nacimiento de un Niño, se trata de un Nuevo Comienzo. Nosotros embarramos
nuestro génesis, pues el Señor nos regaló un Nuevo Comenzar. Cuando miremos al
Divino Niño, tenemos que descubrir que Él es un Amigo tan maravilloso que está
dispuesto a pagar lo que haga falta para que nos reconciliemos.
Esta
perícopa debemos leerla como el relato de un mestizaje. La palabra que
predomina es la palabra ἐγέννησεν [egenneto] “engendró”. Esta palabra que a veces nos suena
tan común, y hasta prosaica, habla de algo trans-humano, algo que nos
trasciende, nosotros no dominamos el tiempo, más bien al revés, el tiempo nos
domina y nos somete, pero se nos ha brindado la capacidad, el poder, de actuar
en el tiempo y de vencer el tiempo, el ser humano puede engendrar, que es ir
más allá de su tiempo, y penetrar en la continuidad del tiempo que denominamos “eternidad”.
El
Señor nos hadado el poder de actuar más allá, de participar en la construcción
de la historia. Esto lo retrató San Agustín con una fórmula que nos
concientiza: Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti. ¡Qué
responsabilidad tan grandiosa! A su lado, somos menos que nada, pero Él nos ha
querido para que estemos ahí, hombro a hombro con Él.
Como
un Novio, este Gran Amigo se acerca, trayendo en sus manos una Rosa para cada
uno, y como un galán, nos pide que seamos sus amigos, que Él nos quiere como
tales. La Iglesia es el canal por medio del cual él construye un hogar-familiar
donde nos acoge. Al llegar a Su Casa, su propia Madre nos invita una bebida, un
juguito.
Una
de las coas más desbordante es como en su genealogía se han admitido pecadores
y pecadoras: Tamar, Rajab, Rut, Betsabé. “Se ha dicho que estas cuatro mujeres habrían
sido pecadoras… es más importante el que ninguna de las cuatro fuera judía. Por
tanto, el mundo de los gentiles entra a través de ellas en la genealogía de
Jesús, se manifiesta su misión a los judíos y a los paganos.” (Joseph
Ratzinger) Ha escrito su autobiografía emparentando con prostitutas, moabitas.
Nosotros mismos nos imaginamos que esta genealogía debería ser un espejo
pulquérrimo, pero no, Él ha hecho mestizaje con los que consideramos
reprobables, porque ha querido esa mezcla, para que seamos prudentes cuando
empecemos a exigir abolengos.
El
propio José no es un Sacerdote, ni vive en la Corte, ni es pariente de algún
notable, Jesús lo acoge en su tabla genética para que un simple τέκτονος [tectonos]
“artesano” fuera miembro de su familia más cercana; legalmente su padre ante la
comunidad.
La
historia no está escrita, no es el libreto que el “director” impone a sus
actores. Dios la va escribiendo con nosotros, con nuestra participación. “Este
es el amor eterno del Señor. Incluso un amor artesanal, porque Él va haciendo la
historia”. (Papa Francisco)
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