Is 9,1-3,5-6; Sal 96(95),
1-2ª.2b-3.11-12.13; Tit 2,11-14; Lc 2, 1-14
Ya a comienzos del
siglo II se pudo documentar la tradición de su nacimiento en una gruta. El
inicio recuerda el final de su camino entre nosotros. Su vida terrena está
encerrada en el misterio de estas dos grutas, desde la humildad de la tierra
hasta la humildad de la tierra. Aquí, envuelto en pañales, allá en una sábana,
aquí colocado sobre la madera del pesebre, allá en el madero de la cruz.
Silvano Fausti
“Encontramos
con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y
pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para
todos, ocasión de reavivar la esperanza”. Que (el Jubileo) pueda ser para todos,
un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de
salvación, con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en
todas partes y a todos como ‘nuestra esperanza'”
Vivimos
situaciones graves que desaniman y con frecuencia nos pueden llevar al
desaliento. Frente a ello, los cristianos estamos llamados a la Esperanza. No
como una ilusión pasajera, sino como la confianza del discípulo que guarda la
profunda convicción de que la esperanza no quedará defraudada. “La Esperanza es
combativa. Combate sin ansiedad ni obcecación, con la firmeza de quien sabe que
corre hacia una meta segura, pues la Esperanza es cierta: nos la da el Padre de
toda verdad”[1]
1
“Es
importante que como cristianos tomemos plena consciencia de que la Navidad no
puede convertirse en una cuestión emocional o tierna, sino que debe ser para
nosotros una oportunidad de vivir con alegría el Evangelio en el encuentro con
los hermanos”.
“Aquilatemos
el tesoro del corazón de María. Esta exhortación después de aludir al icono de
la familia de Nazaret, y a los magos; se vuelve hacia María que nos anima a
vivir con coraje y serenidad los desafíos familiares, tanto los tristes como
los entusiasmantes, y no sólo meditar sino además custodiar en el corazón las
maravillas de Dios: “En el tesoro del corazón de María están también todos los
acontecimientos de cada una de nuestras familias, que ella conserva
cuidadosamente. Por eso puede ayudarnos a interpretarlos para reconocer en la
historia familiar el mensaje de Dios”
2
Enfoquémonos
en la Liturgia de la Misa de Media Noche: Tomamos un fragmento de la Segunda
Lectura para invitarlos a saborearlo, a degustarlo con profunda atención,
porque allí se nos deletrea la razón de ser del Salvador-Humanado: “Se ha manifestado
la gracia salvadora de Dios que trae la salvación a todos los hombres,
enseñándonos a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a llevar
desde ahora una vida sensata, con justicia y piedad, aguardando la feliz
esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro
Jesucristo”. (Tit 2, 11-13)
3
Echemos
-ahora- un vistazo a la perícopa de San Lucas, capítulo 2, versos del 1 al 14.
[1]
Por aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba un censo
de todo el Imperio. [2] Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador
de Siria. [3] Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; [4] así
es que José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a
Judea, a la ciudad de David, llamada Βηθλεέμ Belén, porque era descendiente de
David; [5] allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada.
[6]
Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, [7] y dio a
luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en φάτνῃ un pesebre, pues no había lugar para
ellos en καταλύματι la sala principal de la casa.
[8]
En la región había ποιμένες pastores que vivían en el campo y que
por la noche se turnaban para cuidar sus ποίμνην rebaños. [9] Se les apareció un καὶ ἄγγελος κυρίου
ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy
asustados.
[10]Pero
el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una εὐαγγελίζομαι
buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. [11] Hoy,
en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un σωτὴρ
Salvador, que es el χριστὸς Mesías y el κύριος
Señor. [12] Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido,
envuelto en pañales y acostado en un pesebre. [13] De pronto se le unió al Ángel
una multitud del ejercito celestial que alababa a Dios, diciendo: [14] “¡Gloria
a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres εὐδοκίας
de buena voluntad!»
Se
da inicio al tema del censo, el censo
es una cuestión humana, demasiado humana, diríamos tal vez mejor que es una temática
“mundana”, que pretende medir y expresar numéricamente el poderío militar de un
pueblo, se quiere contabilizar con cuántos efectivos militares se cuenta, para
que el sólo número, ya cause un efecto apabullante y desalentador a cualquier
pueblo que osara acariciar la resistencia o la rebelión; de alguna manera se
está hablando en el lenguaje propio de la dominación de la ocupación militar.
Sin embargo, aquí Dios hace gala de su lógica paradojal: Su desorbitante poder
es el de un bebé, su maravillosa armadura es un “pañal”, y -en vez de
atemorizar, este Mesías sólo puede provocar ternura. Todo cuanto sucede es
“providencial”, Dios se anunció, porque de no haber sido así se nos habría
pasado desapercibido, Él había sido profetizado y su contexto demarcado porque
su teofanía no es deducible a partir de razonamientos y nosotros lo habríamos
aguardado rodeado de manifestaciones de estrafalario poderío y
espectacularidad; y, nunca rodeado de simples señales de humildad y sencillez.
Así es como su aparición se revela -precisamente- como cumplimiento de las
“extrañas” profecías que lo vaticinaban. En el verso 16, que no alcanzamos a
leer esta noche, se indica una de las señales que se les había dado, encontrar
a la Madre, al Padre putativo y al Recién Nacido acostado en una caja de
alimentar animales: φάτνῃ.
El
dato del Imperio, de Galilea, de Nazaret, de Judea, de César Augusto y de
Quirino lo que hace es darnos unas coordenadas espacio-temporales que permiten
ver dónde y cuándo se abrió la ventana de paso entre el Kairos y el cronos. No
se trata de una leyenda a-histórica; sino, todo lo contrario, se trata de un
acaecer.
Καταλύματι
deriva del sustantivo κατάλυμα es el singular neutro de la forma
dativa; ya en otro lugar hemos discutido que la palabra no significa “posada”,
tampoco “albergue”; sino, “sala principal de una casa”. Esta descripción nos da
una idea porque María no podía dar a luz a su Hijo en presencia de “pequeños y
mayores”, hombres y mujeres convivientes, que comparten la cotidianidad, pero
no tiene por qué estar presentes durante un parto.
Jesús
quiso hacerse uno de nosotros para conocernos a fondo, para “asumirnos”
totalmente, única manera de podernos redimir. Todos los seres humanos, al saber
que Dios se hizo hombre, nos podemos sentir completamente orgullosos de nuestra
naturaleza humana y confesar: De todo lo que podría haber sido dentro de la
Creación, lo mejor y lo máximo que se puede ser es “humano”.
Pero
bueno, nos hemos apartado del tema que nos ocupa para devolvernos al que ya
tratamos suficientemente en el Tercer Domingo de Adviento. Queríamos,
simplemente, recordar que Belén significa Casa de Pan. El nombre de este
pueblito, al que Roboam –nieto de David- le construyó torres y murallas de
protección que no alcanzaron a resistir dos siglos; es una alusión a la
Eucaristía, puesto que Jesús se ha hecho Pan de Vida, con razón su pueblo natal
es “Casa de Pan”, digno portador de la enseña “Hic De Virgine
Maria Iesus Christus Natus Est”.
«El pan de los ángeles, el alimento bajado del cielo, que da la vida, es
depositado en el lugar donde comen los animales.»[2]
«Belén
parece que estuviera poblada para siempre de ángeles y pastores. Existe todavía
Belén, a diferencia de otras muchas ciudades de la antigüedad que han
desaparecido sin dejar rastro. Es una aldea de calles irregulares en la cual la
atención se concentra en la Basílica de la Natividad y sobre todo en la cueva
del nacimiento que allí dentro ha quedado encerrada. Una estrella en el
pavimento del suelo señala el sitio en que Cristo nació y una inscripción,
sobria pero elocuente, pregona: “Aquí de la Virgen María nació Cristo Jesús”.
El dato histórico y teológico del nacimiento de Jesús matizado de modo especial
por ese adverbio: fue aquí.»[3]
4
Una
Lectio Divina consta de
cinco partes: Lectio, Oratio, Meditatio, Contemplatio y Actio. El Padre Weisensee propone 7 preguntas
para la Meditatio de esta Lectio, la perícopa que se nos ha propuesto
para esta hermosísima fecha, de las cual entresacamos las siguientes que nos
parecen claves:
·
¿tiene algo que ver el hecho que Jesús nazca en Belén? ¿qué importancia tiene
Belén?
·
¿qué implica el hecho que María no encontrara un lugar en el pueblo para dar a
luz?
·
¿qué nos dice el hecho que Jesús nazca en un pesebre, en medio de animales?[4]
«Lo
que sucede en la noche de la navidad es acontecimiento y misterio. Nace un
hombre, que es el Hijo Eterno del Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la
tierra: en este acontecimiento extraordinario se da a conocer el misterio de
Dios. En la Palabra que se hace hombre se manifiesta el prodigio de Dios
encarnado. Un niño es adorado por los pastores en la gruta de Belén. Es
"el Salvador del mundo", es "Cristo Señor" (cf. Lc 2,11).
Sus ojos ven a un recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre, y
en aquella "señal", gracias a la luz interior de la fe, reconocen al
Mesías anunciado por los Profetas.
Es
«Dios-con-nosotros», que viene a llenar de gracia la tierra. Viene al mundo
para transformar la creación. Se hace hombre entre los hombres, para que en Él
y por medio de Él todo ser humano pueda renovarse profundamente. Con su
nacimiento, nos introduce a todos en la dimensión de la divinidad, concediendo a
quien acoge su don con fe la posibilidad de participar de su misma vida divina.
Dios se hizo Hombre para hacer al ser humano partícipe de su propia divinidad.
¡Éste es el anuncio de la salvación; éste es el mensaje de la Navidad!»[5]
«…
caminemos en esperanza, que no es lo mismo que caminar en optimismo. El
optimismo es una actitud psicológica; la esperanza es un don de Dios, esa virtud
que Dios te mete en el corazón y que radicada en la promesa de Dios no te hace
perder el rumbo. La esperanza es esa ancla que se tira a las orillas de la plenitud
de los tiempos. Nosotros nos agarramos de la soga de esa ancla para no
desorientarnos en medio de las diversas propuestas desesperanzadoras,
pesimistas o simplemente neutras que la vida nos va poniendo en el corazón y
que no nos satisfacen en el fondo y nos dejan tristes, como quien camina a la
deriva.»[6]
Oración
“Dios
fiel y rico en Misericordia: al contemplar en el Pesebre la expresión más
grande de tu amor por nosotros, te entregamos nuestras familias, te entregamos
estos días de oración y de fraternidad. Haz que la luz de Belén nos colme de
alegría y nos enseñe a ser familia que vive en el amor verdadero, comunidad de
esperanza que encuentre en la familia de Jesús un hogar de caridad, una escuela
de la fe, un camino de esperanza. Amén.
¡FELIZ NAVIDAD!
[1]
Papa Francisco. LA ESPERANZA NUNCA DEFRAUDA. Publicaciones Claretianas. 2010
[2]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE LUCAS. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 3ª ed. 2014. p. 59
[3] Bravo, Ernesto. LA BIBLIA HOY. Ed. San
Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1995 p. 230
[4] Weisensee,
Jesús Antonio Pbro. EVANGELIOS DE LA INFANCIA MATEO–LUCAS LECTIO DIVINA Ed.
Federación Bíblica Católica FEBIC-LAC Bogotá –Colombia 2000 p. 76
[5] Restrepo S, Jaime Pbro. NAVIDAD EN FAMILIA, UNA
EXPERIENCIA DE FE. En Revista Iglesia SINFRONTERAS. #361 Misioneros
Combonianos.
[6]
Papa Francisco Op. Cit
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