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Jn 2, 12-17
Esta
es la perícopa donde se trata la verdadera fe. La verdadera fe está dirigida al
ejercicio de una fidelidad que, para ser fiel, excluye lo que no es grato a
Dios en la persona de Jesucristo. Busquemos el corazón de esta perícopa y lo
encontraremos en la declaración del amor exclusivo que no ama lo que proponen
los hombres del común, que excluye todo cuanto pueda alejarnos del amor de
Dios. El amor del que se habla aquí, es el ἀγάπη
[agape] “amor”; ya que como
hemos repetido hasta el cansancio, en griego hay al menos cuatro clases de
amor. El amor “agape”, al que aquí se refiere, -si hacemos el rastreo
arqueológico de esta palabra, significa “preferencial”, “amor de preferencia”,
no se trata de lo que nos propone el mundo, no se trata de la mundanidad, no se
trata de ninguna de las concupiscencias,
i) ni la
concupiscencia de la carne
ii) ni de la concupiscencia de los ojos
iii) ni de la ἀλαζονεία [alazoneia]
“jactancia”, “el que se las da de tener a su mano la cura para todas las
enfermedades” de las “riquezas”, que en este caso alude a la manera de “despilfarrar
la vida y la salud”;
porque
todo esto no viene del Padre sino del mundo. El mundo y las concupiscencias
pasan, en cambio lo que pervive es lo que cumple con la Divina Voluntad. Por lo
tanto, nosotros estamos llamados a permanecer en la Luz de Cristo:
Anteriormente vimos que Dios nos otorga la luz, pero para andar en verdadera Luz,
hoy vamos a concentrarnos en cómo repeler la oscuridad que brota del no amar al
hermano.
Enumera
el hagiógrafo, a quienes está dirigida le exhortación:
a) A los padres,
porque han conocido al que Existía desde el Principio.
b) A los que llama “hijitos”
porque han conocido al Padre, este conocimiento ya empezó, pero no se ha concluido,
sino que se sigue trabajando.
c) A los jóvenes,
porque son fuertes y han aceptado la Palabra de Dios en su corazón, porque han
vencido al Maligno; de esta manera, significa que se dirige a toda la comunidad
estratificada en esas tres dimensiones, no se dirige a algunos y a otros se
conforma con que queden al margen, no es así, involucra a todos, porque les
escribe a todos como “comunidad, conformada por todos los que están en la categoría
de pecadores, pero de pecadores regenerados en el Santo Sacrificio Redentor.
En
estos tres estratos se felicita el hagiógrafo porque los jóvenes auguran un
futuro para la comunidad creyente, y son continuidad de los que -los padres-
que hace tiempo empezaron y han perseverado.
Muchos
piensan que no hay nada de malo y que se puede compatibilizar el amar a ambos:
a Dios y al mundo. Pero resulta que tras el “mundo” se ha agazapado la
Perversión del Malo; para no agrandar el chico, resumiremos diciendo, que esto
en realidad no es viable, sencillamente porque son amores divergentes: La
mundanidad es la fuente de la oscuridad.
Todo
esto se dio en el marco de una concepción gnóstica que llenaba el ambiente
cultural y religioso de aquella época. Sin embargo, Jesús lo que nos propone es
que estemos en el mundo aun cuando no pertenezcamos a él. Lo que Él nos propone
es que saboricemos la realidad para que seamos la “sal de la tierra”.
Así
como Jesús, paradigma para la comunidad, sobreponiéndose a las fuerzas
dispersivas, vence con su constancia hasta el final, haciéndose comunidad de
creyentes, la comunidad de los “perdonados” que son conscientes de esta
condición y que quieren vivir y sostenerse en pertenencia al Santo Nombre, que
nos ha amado, poniéndonos en el núcleo de su predilección.
Sal
96(95), 7-8a. 8b-9. 10
Salmo
del Reino. El Reino no está integrado exclusivamente por el que Reina, el Reino
son la unidad del que lleva la corona y los que acatan su gobierno y aceptan su
Realeza. Los que aceptan el Rey y lo reconocen, están clasificados -también
aquí- en tres estratos:
i.
Los creyentes
ii.
Todas las naciones
iii.
La naturaleza, como conjunto de todas las criaturas
Las
tres estrofas invitan a gozar la alegría de reconocerse gobernados por tan
Magnánimo Rey, a todos los pueblos, o sea que la perícopa se toma del segundo
estrato, que convoca el Cielo y a la tierra, ecuménicamente.
Se
aclama al Señor,
a) Sencillamente por
ser el Señor, sin más allá ni más acá, reconociendo su Señorío.
b) Por su Gloria y su
Poder.
c) Por su Glorioso Nombre,
en ese caso al decir Nombre, quiere decir, por todas las razones que una Teodicea
pueda encontrar
En
la Segunda estrofa, se llama a todos los pueblos para que entren en el Templo
(representados por los Reyes-Magos)
a) Trayéndole ofrendas
b) Postrándose en el
Atrio, el atrio simboliza el “primer instante” en el qu7e se reconoce su
Presencia.
c) Llenos del “temor
de Dios” -ya lo hemos dicho, no se trata de miedo, se trata de “devoción”, y se
nos dice que expresemos la consciencia de su Grandeza Inefable, con חוּל [chul] “el temblor de la Adoración”, la palabra hebrea indica “el
amedrentamiento de la mujer con dolores de parto”.
Como
somos tan difíciles para entender, para reconocer y abrir los ojos espirituales
para aceptar al Rey, se nos pide a nosotros que les expliquemos y les digamos:
a) El Señor es el Rey
b) El Señor apuntala
toda la Creación para sostenerla imperturbable a pesar de todo fragor
c) Y que ejerce su
Gobiernos con מֵישָׁרִים [meshar]
“Rectitud”, en esta expresión sobresale el sentido de “equidad”.
Lc
2, 36-40
… ahora pertenece
también jurídicamente al pueblo de Israel.
Benedicto XVI
Hemos
tenido la maravillosa oportunidad de proclamar la Presentación del Niño Jesús
en el Templo (Lc 2, 21-40). A los ocho días del parto, se lleva a cabo el rito
llamado בְּרִית מִילָה
[Brit Milá], que expresa el pacto, entre Dios y Abrahán, se trata de la
circuncisión, que no tiene nada que ver con la sexualidad, sino que es un
ritual que hace del pacto una cuestión personal (dado que el pueblo está
formado por personas) la ligazón al pacto se expresa personalmente en este gesto
“quirúrgico”.
La
perícopa se puede dividir en cuatro momentos:
i)
La presentación propiamente dicha vv. 21 24
ii)
El encuentro con Simeón vv. 25-35
iii)
El encuentro con la profetiza Ana, vv. 36-38. Es este encuentro, precisamente,
la temática del Evangelio de hoy.
iv)
Una especie de epilogo donde se narra el retorno de la Sagrada Familia a
Galilea, vv 39-40, este epilogo está incluido en la perícopa de hoy.
Tanto
Simeón como Ana, están insertos en una comunidad mayor, formada además por
Zacarías e Isabel, estos ancianos tienen a su cargo mostrar la continuidad
entre el Primer y el Segundo Testamento, ellos, por su edad, precisamente
tienen la autoridad para señalar que Jesús no es un elemento de “borrón y cuenta
nueva”, sino que forma parte de un linaje con el que Dios materializa y concretiza
su Pacto. Jesús nos aclarará posteriormente que Él no ha venido a abrogar, a cancelar,
a anular o a dar abolición de la Primera Ley ni a los profetas, sino a llevarla
a su Plenitud (Cfr. Mt 5, 17-37)
Nos
podrá sonar raro, cuanto menos, que sean unos ancianos marginales los que actúen
este rol, porque hoy en día, es todo lo contrario, a los ancianos se les desautoriza
y se les trata-en ese sentido- como a entes demenciales.
Siguiendo
a Benedicto XVI, que nos hace notar que este relato habría que subdividirlo en
dos partes. La que se cumplió, efectivamente, al Octavo día, y otra, que no
podía darse ante del cuadragésimo día dado que la Madre -según los cánones del
judaísmo- permanecía impura hasta completar los 40 días. A los cuarenta días se
cumplió, ahí si- tres pasos
1) La purificación de
María
2) El rescate del Hijo
primogénito de Jesús
3) Y la Presentación
del Niño Jesús en el templo
Nos
dice Benedito XVI que esto se produce porque fue “elaborado por alguien que escribe
y piensa según la cultura griega, y que se ha de identificar lógicamente en el
mismo evangelista Lucas. En esta redacción se pone de manifiesto, por un lado,
que su autor no tenía un conocimiento preciso de la legislación veterotestamentaria
y, por otro, que su interés no se centraba en los detalles, sino que se
orientaba más bien el núcleo teológico del acontecimiento…”.
Sigamos
de la mano de Benedicto XVI, que nos perfila a la profetiza Ana: “Puesto que
vive en el Templo -en adoración-, está allí cuando llega Jesús. «Presentándose
en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén» (Lc 2, 38). Su profecía consiste en su
anuncio, en kla trasmisión de la esperanza de la que ella vive.”
El
epilogo (formado por los dos versos finales de la perícopa) nos da dos detalles
fundamentales:
1) Se trata de cumplir
todo lo que la Ley estipula
2) Se resume y valen
por los treinta años que precedieron a la vida pública de Jesús, periodo del
cual no se dice nada en las Escrituras y que -por eso, precisamente- denominamos
el tiempo de la “Vida Oculta”. Así dada la Revelación, tenemos que asumir que
la infancia y la adolescencia de Jesús transcurrió en el marco de la vida
corriente de un judío de la época.
El
canon no ha querido pintar de extraordinario este periodo de su vida, y quizás podemos,
en eso, reconocer por qué la Iglesia ha tildado -desde su autoridad- como apócrifos,
todos los relatos pintorescos que se han querido adosar a esta etapa de su
Vida.
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