Isaías
11, 1-10
El
Libro del Proto-Isaías, que abarca los capítulos 1-39, se puede analizar en
seis segmentos: Ayer, abordamos del capítulo segundo una perícopa del primer
segmento, que abarca los capítulos del 1 al 6, donde la temática son los
mensajes que se dirigen a Judá y a Jerusalén, nosotros hemos trabajado una
perícopa tomada del capítulo 2: El canto de Sion.
Hoy
entramos en el segundo segmento, que lo integran los capítulos 7 al 12, y cuya
temática es “El libro de Emmanuel”, este nombre mesiánico anuncia el
acompañamiento constante de Dios, Dios está con nosotros. A veces pensamos que
Jesús, con la Ascensión se fue, a un lugar que llamamos Cielo, por allá, lejos,
donde no lo alcanzara el olor de la suciedad pecaminosa del ser humano.
Esa
idea de vulnerabilidad de Dios por nuestras flaquezas nos lleva a perder de
vista cuál ha sido el proceder de Dios, cuando nos sacó de la esclavitud de
Egipto, ¿nos abandonó porque recaímos en la idolatría y adoramos al becerro de
oro que proporcionó Aarón? No, nosotros hemos fallado y no hemos alcanzado a
sobreponernos a las tentaciones, pero Dios nunca ha abandonado a su pobre y
frágil criatura. Nosotros vemos que un niño o un muchacho fracasan en algún
punto del camino, y sus padres ¿lo dejan ahí, al garete? ¡Pues si eso hacemos
nosotros que somos pecadores, ¿qué no hará Dios por su criatura, ya que Él es
el Padre-Perfecto?
Dios
nos educa en la fe, nos sostiene con la esperanza y nos indica la ruta del
abandono en sus Manos, pero ahí está, firme y sin desistir. Eso en filosofía se
llama la inmanencia de Dios. Entonces, ¿cómo se explica la Ascensión? ¡No es
que se haya ido! Es que su Presencia escapa a nuestra sensorialidad, nuestros
pobres sentidos no alcanzan a percibir esa longitud de onda tan “Pura” y tan
“Grandiosa”, (no “tenue”, su Presencia es Poderosa, Abundante, y va dejando un
rastro “transparente”), es el rastro Eucarístico. Hay diversas Presencias, que
no son palpables, por ejemplo, su Palabra, todos los impresos de su Escritura,
son transparencias perceptibles de su Acompañamiento, Él nos habla a través de
su Escritura. Todos los Sacramentos, son
Presencia perceptible, sentimos -por ejemplo- en el bautismo, la humedad del
agua purificante que “nos toca”.
Es
importante que esto se entienda bien, no podemos construir nuestra religión
pensando en un Dios “infiel”, que el día que se le ocurrió, cogió sus bártulos
y “ciao el amigo”. Como el esposo que se va con la “otra”, ¡no! ¿cómo se nos
puede ocurrir? Dios es Fiel y su Alianza dura por siempre. Los infieles somos
nosotros. Hay una imagen muy bonita que dice que Dios es “todo un caballero”
que Él no fuerza la entrada, no es como los detectives de las películas que da
un patadón y derriban la puerta, Él, con entera gallardía, toca y llama a la
puerta, pero, si no lo dejamos entrar por las buenas, no nos avasalla.
La
perícopa de hoy es un himno mesiánico. Es, en realidad, el más famoso de los
canticos mesiánicos de Isaías. Podemos repartirlo en dos sub-segmentos: el חֹ֫טֶר
[choter] “renuevo”, “retoño”, “vástago”, “ramita”; vv 1-5, aquí la imagen es de
naturaleza vegetal. Y, a continuación,
con otra imagen diversa, del mundo de los animales, viene la segunda parte vv.
6-9 esta segunda subsección se ha intitulado la “recuperación del Paraíso
perdido”.
Directamente,
el Proto-Isaías estaba pensando en el Rey Ezequías, porque ve en Él la llegada
de una nueva era, una era mesiánica de regreso a una vida edénica. Históricamente
nos encontramos en el 716 a.C. El profeta anuncia que del Tronco de Jesé (el
papá de David) brotará un retoño y florecerá; este rey de estirpe davídica: era
el himno preparado para su coronación.
Sobre
esa yemita, viene el Espíritu Santo y los cubre con su sombra. Su sombra
enriquece y fortalece con tres binas: o sea que, está dotado con los Dones del
Espíritu Santo
i)
Sabiduría e inteligencia
ii)
Consejo y fortaleza
iii)
Ciencia y Reverencia a YHWH
El
número 6. Bíblicamente hablando señala incompletitud. Las Biblias Griega y
Latina añadieron la séptima: La Piedad. Para que los dones fueran en número de
siete, que expresa la plenitud.
El
Reino que viene a establecer se un reinado de derecho, de imparcialidad, de paz
y fraternidad verdadera. Donde la imagen consiste en que los animales salvajes
comparten con las domesticas. En la cúspide, un niño, puede habérselas con las
serpientes, incluida el áspid, culebra muy venenosa propia de Egipto, símbolos
estas de la idolatría y del culto a las deidades de la fertilidad. Ellas son
inofensivas para el bebé que aparece aquí en el himno.
Los
primeros cristianos descubrieron en este texto el anuncio de Jesús, del linaje
Davídico. La cúspide de la perícopa se enfoca que la Justicia que será el
blindaje protector de este reinado dedicado a cuidar de los pobres y los
débiles.
Sal
72(71), 1-3. 7-8. 12-13. 17
… que mis pensamientos
y mis palabras y el fuego de mi mirada y el eco de mis pisadas despierte en
otros el mismo celo y la misma urgencia para borrar la desigualdad e implantar
la justicia.
Carlos González
Vallés.s.j.
Cuando
ya no reinaba el linaje de David, se escribió este salmo -en la época
post-exilica- mesiánico, que habla de un Reinado eterno y universal. Es un
salmo “real”, pero para la cultura israelita, el Único Verdadero Rey era Dios,
los monarcas gobernantes sólo eran su “instrumento”. Por eso se esperaba que el
rey estuviera adornado con los dones y virtudes que Dios le concedía para
ejercer su liderazgo en favor del pueblo.
Es
por eso que la primera estrofa, apunta en ese sentido, de que Dios le haga
entrega al rey del “juicio”, o sea la prudencia que requiere el gobernante para
obrar coherentemente con lo que Dios espera de él.
Y
¿qué es lo que Dios espera de él? Que mientras dure su reinado florezca la
Justicia y la Paz habita hasta los extremos de la tierra.
La
tercera estrofa habla de los súbditos que se ven favorecidos por su gobernante,
y estos son: los pobres, los afligidos, los indigentes.
Y,
para que el tiempo le alcance para hacer realidad toda esa perfección y no se
acaben las condiciones positivas para el desarrollo humano, el salmo ruega al
Cielo que el reinado de este rey dure lo que dure el sol.
En
la antífona se subraya que los dos atributos centrales del gobernante bueno y
que le cumple a Dios el encargo recibido, es el que gobierna con Justicia y con
Paz. Hay que recordar que el bautismo me ha entregado, no solamente ser profeta
y ser sacerdote, sino, además, ser “rey”. Es por eso que en mi corazón debe imperar
la voluntad de Justicia y Paz: «Pero soy hombre, soy miembro de la sociedad,
soy célula en el cuerpo de la raza humana, y las vibraciones de mi pensar y de
mi sentir recorren los nervios que activan el cuerpo entero para que entienda y
actúe y lleva la Redención al mundo» (C. G. Vallés s.j.).
Lc
10, 21-24
Jesús
-ya lo dijimos arriba- no es un globo que subió y se fue. Uno puede quedarse
absolutamente absorto contemplando un globo que asciende a alturas
estratosféricas, y quedarse ahí, porque realmente es placentero mirarlo y verlo
cómo sube… simple y llanamente. ¡No hay ninguna otra responsabilidad!
No
obstante, en la lectura de un texto (perdonen la iteración, texto remite a
“tejido”), es definitivo que demos un marco co-textual. Si sólo miramos el
“retazo” siempre quedará faltando algo, cierta información que nos dé lo
necesario para lograr una mayor y mejor comprensión. (Como cuando uno ve el
globo subir, pero no logra distinguir de qué se trata…)
Otras
personas cogen un texto y con un exprimidor quieren hacerlo decir, lo que les
interesa, y para eso, nada mejor que arrancar la cita de su tejido co-textual.
Aquí -e la perícopa de hoy- tenemos un buen ejemplo, dice que Jesús se llenó de
alegría en el Espíritu Santo. Pero, ¿Qué fue lo que detonó esa alegría?
Está
perícopa viene después de “el envío de los setenta y dos”. Cuando ellos
vuelven, reportan sus logros. Vamos a enumerar los dos aspectos:
i.
Los “enviados” regresaron muy alegres, porque hasta los
demonios se les sometían en Su Nombre. Jesús recoge este apunte y reconoce que
Él se daba cuenta que el aparato de “escandalo” con el que trabaja Satanás, se
desmoronaba y venía a pique.
ii.
Jesús ha realizado una “transferencia de autoridad”, les ha
confiado y compartido su poder. Los ha dotado para pisar escorpiones y
serpientes, para “aniquilar” toda fuerza satánica, y ¡nada podrá dañarlos”.
Pero Jesús les dice que no es de eso de lo que deben alegrarse:
iii.
Deben alegrarse de que sus nombres estén escritos en los
Cielos.
Y,
ahí está el punto: Volvemos a la pregunta: ¿De qué se alegra Jesús? De que el
nombre de los “Apóstoles” esté escrito en los Cielos. Pero hay un aspecto
adicional de esta alegría: Son muchos los que no se dan cuenta de la verdadera
consecuencia del esfuerzo de los Apóstoles. Hay muchos que lo interpretan como
un logro personal, montan su negocio de espectacularidad, y recaban pingües
ganancias; otros -muy afligidos- se preocupan del leve crecimiento numérico, y
su tristeza llega al límite, cuando se tiene que hablar de retroceso y
disminución. Pero, ¡no es esto lo
trascendental! El gran esfuerzo y la inversión de vida en favor de la causa del
Evangelio, jamás será ignorado por el Señor, verdaderamente todos sus mártires
resplandecen en los Libros Divinos del Juicio.
Hay
puntos que no se pueden negociar y que no debemos desconocer:
a) Los nombres se
escriben en el mismo orden en que cumplen la Divina Voluntad.
b) El perdón es una de
las plataformas que con mayor resonancia nos acercan a gozar de nuestros
nombres en las Páginas Celestiales.
c) Saberse abandonar
en las Manos de Dios es expresión de sincera fidelidad y acogida de su Divina
Voluntad.
Hay
quienes se afanan por ver a Dios y su Justicia. Y, otros se deshacen en
la nostalgia de no poderlo oír. Tenemos que trabajar en la cultura de la mirada
y la cultura de la escucha. No dejar que Jesús pase por nuestras vidas y no nos
demos cuenta. Que nuestra vida espiritual no sea un exceso de rezos que nos
incapaciten para darnos cuenta de los Milagros y las Preferencias que el Padre
va sembrando, nos va mostrando y nos vive diciendo: Que Él no siembra solo
semillas.
Él,
mostrándoseles, se les revela: los declara “Bienaventurados”, porque en aquel
preciso momento, lo están viendo y oyendo. Las tres condiciones estipuladas
pueden ser cumplidas hoy día, cuando las aceptemos y nos acojamos a ellas, lo
estaremos viendo y oyendo. ¡La Bienaventuranza sigue vigente!
«Este
tiempo de Adviento es una oportunidad para asombrarnos ante la sencillez de la
vida y la belleza de lo cotidiano. Estamos llamados a descubrir la verdadera
luz, de la cual las demás luces son solo relejo, la luz que es Jesús, y que nos
maravilla cada día.» (Papa Francisco)
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