lunes, 2 de diciembre de 2024

Martes de la Primera Semana de Adviento


 

Isaías 11, 1-10

El Libro del Proto-Isaías, que abarca los capítulos 1-39, se puede analizar en seis segmentos: Ayer, abordamos del capítulo segundo una perícopa del primer segmento, que abarca los capítulos del 1 al 6, donde la temática son los mensajes que se dirigen a Judá y a Jerusalén, nosotros hemos trabajado una perícopa tomada del capítulo 2: El canto de Sion.

 

Hoy entramos en el segundo segmento, que lo integran los capítulos 7 al 12, y cuya temática es “El libro de Emmanuel”, este nombre mesiánico anuncia el acompañamiento constante de Dios, Dios está con nosotros. A veces pensamos que Jesús, con la Ascensión se fue, a un lugar que llamamos Cielo, por allá, lejos, donde no lo alcanzara el olor de la suciedad pecaminosa del ser humano.

 

Esa idea de vulnerabilidad de Dios por nuestras flaquezas nos lleva a perder de vista cuál ha sido el proceder de Dios, cuando nos sacó de la esclavitud de Egipto, ¿nos abandonó porque recaímos en la idolatría y adoramos al becerro de oro que proporcionó Aarón? No, nosotros hemos fallado y no hemos alcanzado a sobreponernos a las tentaciones, pero Dios nunca ha abandonado a su pobre y frágil criatura. Nosotros vemos que un niño o un muchacho fracasan en algún punto del camino, y sus padres ¿lo dejan ahí, al garete? ¡Pues si eso hacemos nosotros que somos pecadores, ¿qué no hará Dios por su criatura, ya que Él es el Padre-Perfecto?

 

Dios nos educa en la fe, nos sostiene con la esperanza y nos indica la ruta del abandono en sus Manos, pero ahí está, firme y sin desistir. Eso en filosofía se llama la inmanencia de Dios. Entonces, ¿cómo se explica la Ascensión? ¡No es que se haya ido! Es que su Presencia escapa a nuestra sensorialidad, nuestros pobres sentidos no alcanzan a percibir esa longitud de onda tan “Pura” y tan “Grandiosa”, (no “tenue”, su Presencia es Poderosa, Abundante, y va dejando un rastro “transparente”), es el rastro Eucarístico. Hay diversas Presencias, que no son palpables, por ejemplo, su Palabra, todos los impresos de su Escritura, son transparencias perceptibles de su Acompañamiento, Él nos habla a través de su Escritura.  Todos los Sacramentos, son Presencia perceptible, sentimos -por ejemplo- en el bautismo, la humedad del agua purificante que “nos toca”.

 


Es importante que esto se entienda bien, no podemos construir nuestra religión pensando en un Dios “infiel”, que el día que se le ocurrió, cogió sus bártulos y “ciao el amigo”. Como el esposo que se va con la “otra”, ¡no! ¿cómo se nos puede ocurrir? Dios es Fiel y su Alianza dura por siempre. Los infieles somos nosotros. Hay una imagen muy bonita que dice que Dios es “todo un caballero” que Él no fuerza la entrada, no es como los detectives de las películas que da un patadón y derriban la puerta, Él, con entera gallardía, toca y llama a la puerta, pero, si no lo dejamos entrar por las buenas, no nos avasalla.

 

La perícopa de hoy es un himno mesiánico. Es, en realidad, el más famoso de los canticos mesiánicos de Isaías. Podemos repartirlo en dos sub-segmentos: el חֹ֫טֶר [choter] “renuevo”, “retoño”, “vástago”, “ramita”; vv 1-5, aquí la imagen es de naturaleza vegetal.  Y, a continuación, con otra imagen diversa, del mundo de los animales, viene la segunda parte vv. 6-9 esta segunda subsección se ha intitulado la “recuperación del Paraíso perdido”.

 

Directamente, el Proto-Isaías estaba pensando en el Rey Ezequías, porque ve en Él la llegada de una nueva era, una era mesiánica de regreso a una vida edénica. Históricamente nos encontramos en el 716 a.C. El profeta anuncia que del Tronco de Jesé (el papá de David) brotará un retoño y florecerá; este rey de estirpe davídica: era el himno preparado para su coronación.

 

Sobre esa yemita, viene el Espíritu Santo y los cubre con su sombra. Su sombra enriquece y fortalece con tres binas: o sea que, está dotado con los Dones del Espíritu Santo

i)              Sabiduría e inteligencia

ii)             Consejo y fortaleza

iii)           Ciencia y Reverencia a YHWH

 

El número 6. Bíblicamente hablando señala incompletitud. Las Biblias Griega y Latina añadieron la séptima: La Piedad. Para que los dones fueran en número de siete, que expresa la plenitud.

 

El Reino que viene a establecer se un reinado de derecho, de imparcialidad, de paz y fraternidad verdadera. Donde la imagen consiste en que los animales salvajes comparten con las domesticas. En la cúspide, un niño, puede habérselas con las serpientes, incluida el áspid, culebra muy venenosa propia de Egipto, símbolos estas de la idolatría y del culto a las deidades de la fertilidad. Ellas son inofensivas para el bebé que aparece aquí en el himno.

 

Los primeros cristianos descubrieron en este texto el anuncio de Jesús, del linaje Davídico. La cúspide de la perícopa se enfoca que la Justicia que será el blindaje protector de este reinado dedicado a cuidar de los pobres y los débiles.

 

Sal 72(71), 1-3. 7-8. 12-13. 17

… que mis pensamientos y mis palabras y el fuego de mi mirada y el eco de mis pisadas despierte en otros el mismo celo y la misma urgencia para borrar la desigualdad e implantar la justicia.

Carlos González Vallés.s.j.

Cuando ya no reinaba el linaje de David, se escribió este salmo -en la época post-exilica- mesiánico, que habla de un Reinado eterno y universal. Es un salmo “real”, pero para la cultura israelita, el Único Verdadero Rey era Dios, los monarcas gobernantes sólo eran su “instrumento”. Por eso se esperaba que el rey estuviera adornado con los dones y virtudes que Dios le concedía para ejercer su liderazgo en favor del pueblo.


 

Es por eso que la primera estrofa, apunta en ese sentido, de que Dios le haga entrega al rey del “juicio”, o sea la prudencia que requiere el gobernante para obrar coherentemente con lo que Dios espera de él.

 

Y ¿qué es lo que Dios espera de él? Que mientras dure su reinado florezca la Justicia y la Paz habita hasta los extremos de la tierra.

 

La tercera estrofa habla de los súbditos que se ven favorecidos por su gobernante, y estos son: los pobres, los afligidos, los indigentes.

 

Y, para que el tiempo le alcance para hacer realidad toda esa perfección y no se acaben las condiciones positivas para el desarrollo humano, el salmo ruega al Cielo que el reinado de este rey dure lo que dure el sol.

 

En la antífona se subraya que los dos atributos centrales del gobernante bueno y que le cumple a Dios el encargo recibido, es el que gobierna con Justicia y con Paz. Hay que recordar que el bautismo me ha entregado, no solamente ser profeta y ser sacerdote, sino, además, ser “rey”. Es por eso que en mi corazón debe imperar la voluntad de Justicia y Paz: «Pero soy hombre, soy miembro de la sociedad, soy célula en el cuerpo de la raza humana, y las vibraciones de mi pensar y de mi sentir recorren los nervios que activan el cuerpo entero para que entienda y actúe y lleva la Redención al mundo» (C. G. Vallés s.j.).

 

Lc 10, 21-24

Jesús -ya lo dijimos arriba- no es un globo que subió y se fue. Uno puede quedarse absolutamente absorto contemplando un globo que asciende a alturas estratosféricas, y quedarse ahí, porque realmente es placentero mirarlo y verlo cómo sube… simple y llanamente. ¡No hay ninguna otra responsabilidad!

 


No obstante, en la lectura de un texto (perdonen la iteración, texto remite a “tejido”), es definitivo que demos un marco co-textual. Si sólo miramos el “retazo” siempre quedará faltando algo, cierta información que nos dé lo necesario para lograr una mayor y mejor comprensión. (Como cuando uno ve el globo subir, pero no logra distinguir de qué se trata…)

 

Otras personas cogen un texto y con un exprimidor quieren hacerlo decir, lo que les interesa, y para eso, nada mejor que arrancar la cita de su tejido co-textual. Aquí -e la perícopa de hoy- tenemos un buen ejemplo, dice que Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo. Pero, ¿Qué fue lo que detonó esa alegría?

 

Está perícopa viene después de “el envío de los setenta y dos”. Cuando ellos vuelven, reportan sus logros. Vamos a enumerar los dos aspectos:

      i.        Los “enviados” regresaron muy alegres, porque hasta los demonios se les sometían en Su Nombre. Jesús recoge este apunte y reconoce que Él se daba cuenta que el aparato de “escandalo” con el que trabaja Satanás, se desmoronaba y venía a pique.

     ii.        Jesús ha realizado una “transferencia de autoridad”, les ha confiado y compartido su poder. Los ha dotado para pisar escorpiones y serpientes, para “aniquilar” toda fuerza satánica, y ¡nada podrá dañarlos”. Pero Jesús les dice que no es de eso de lo que deben alegrarse:

    iii.        Deben alegrarse de que sus nombres estén escritos en los Cielos.

 

Y, ahí está el punto: Volvemos a la pregunta: ¿De qué se alegra Jesús? De que el nombre de los “Apóstoles” esté escrito en los Cielos. Pero hay un aspecto adicional de esta alegría: Son muchos los que no se dan cuenta de la verdadera consecuencia del esfuerzo de los Apóstoles. Hay muchos que lo interpretan como un logro personal, montan su negocio de espectacularidad, y recaban pingües ganancias; otros -muy afligidos- se preocupan del leve crecimiento numérico, y su tristeza llega al límite, cuando se tiene que hablar de retroceso y disminución.  Pero, ¡no es esto lo trascendental! El gran esfuerzo y la inversión de vida en favor de la causa del Evangelio, jamás será ignorado por el Señor, verdaderamente todos sus mártires resplandecen en los Libros Divinos del Juicio.


 

Hay puntos que no se pueden negociar y que no debemos desconocer:

a)    Los nombres se escriben en el mismo orden en que cumplen la Divina Voluntad.

b)    El perdón es una de las plataformas que con mayor resonancia nos acercan a gozar de nuestros nombres en las Páginas Celestiales.

c)    Saberse abandonar en las Manos de Dios es expresión de sincera fidelidad y acogida de su Divina Voluntad.

 

Hay quienes se afanan por ver a Dios y su Justicia. Y, otros se deshacen en la nostalgia de no poderlo oír. Tenemos que trabajar en la cultura de la mirada y la cultura de la escucha. No dejar que Jesús pase por nuestras vidas y no nos demos cuenta. Que nuestra vida espiritual no sea un exceso de rezos que nos incapaciten para darnos cuenta de los Milagros y las Preferencias que el Padre va sembrando, nos va mostrando y nos vive diciendo: Que Él no siembra solo semillas.

 

Él, mostrándoseles, se les revela: los declara “Bienaventurados”, porque en aquel preciso momento, lo están viendo y oyendo. Las tres condiciones estipuladas pueden ser cumplidas hoy día, cuando las aceptemos y nos acojamos a ellas, lo estaremos viendo y oyendo. ¡La Bienaventuranza sigue vigente!

 

«Este tiempo de Adviento es una oportunidad para asombrarnos ante la sencillez de la vida y la belleza de lo cotidiano. Estamos llamados a descubrir la verdadera luz, de la cual las demás luces son solo relejo, la luz que es Jesús, y que nos maravilla cada día.» (Papa Francisco)

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