lunes, 23 de diciembre de 2024

Martes de la Cuarta Semana de Adviento


 

2S 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16

Cuando los libros no eran códices, es decir, hojas pegadas por uno de sus bordes compaginadas entre sí por esa bisagra del libro que llamamos el lomo; sino, rollos de papiro o pergamino, se hacía muy difícil su manejo, entre más largo el libro, más voluminoso era el rollo y más difícil llegar a determinado punto, lo que se hacía era ir desenrollando de un lado y enrollando del otro, hasta encontrar lo que se buscaba. En los libros más largos lo que se hizo fue dividirlos en dos rollos. Por eso tenemos en la Biblia: 1 y 2 Samuel; 1 y 2 Reyes; 1 y 2 Crónicas.

 

Muchos comentaristas informan con sorpresa que, en estos libros, el segundo rollo es continuación del primero. Es lógico. Fue al hacerse la traducción al griego que los autores resolvieron separarlos en dos rollos. También cuando estudian los Libros de la Tanaj, creen que los segundos rollos no existían antes, y que fueron adiciones posteriores, porque no encuentran en aquel canon la mención a estos segundos rollos.


 

No faltan quienes se preguntan ¿por qué en los segundos rollos vuelve a empezar la numeración?: ellos esperarían que, si fueran continuación, la numeración continuaría, por ejemplo, si el Primero de Samuel termina en el capítulo 31, ellos esperarían que el segundo de Samuel empezara en el capítulo 32. A ellos hay que hacerles notar que, antiguamente, en la época que se hizo la división, no había numeración ni de capítulos ni de versículos. La separación de estos en dos rollos ocurrió entre el III a.C. hasta el I d.C. en cambio la numeración en capítulos se hizo en el siglo XIII mientras la división versicular del Nuevo Testamente se hizo en 1555. Como quien dice apenas ayer.

 

Los Libros de Samuel se ocupan de tres personajes: Samuel, Saúl y David; el Segundo Libro de Samuel hasta el capítulo 20 se ocupa de David y del 13 al 19 de Absalón y los filisteos y el tema de la sucesión al trono. Este segundo Libro de Samuel cubre un periodo desde el 1010 hasta el 971 a.C.

 

David está presentado como un personaje ideal -sin ocultar sus flaquezas humanas- hace, así, su aparición la “ideología mesiánica”. David supo acoger la simpatía de las tribus de Israel, así fue proclamado primer rey de Judá y, posteriormente nombrado rey de las tribus del norte. Tomo a Jerusalén -ciudad jebusea-, y desde allí irradió su autoridad política y diseminó su credo, la religión de Israel. Todo esto consolido, paulatinamente la unificación de los reinos, las tribus reconocen que ya en tiempos del rey Saúl, era David el estratega que “dirigía a Israel en sus campañas”, consolidación que se sella con su victoria sobre los filisteos.

 

David cae en la cuenta que él habita con distinción y fausto en una casa de cedro, mientras el Arca reside en una tienda. Le confiesa a Natán su propósito de construir un templo digno para el Arca de la Alianza. Y el profeta le concede su beneplácito. Pero, aquella misma noche, Dios le indica al profeta Natán que ha sido Él, quien viene dando todos los pasos y creando las condiciones para hacerle una casa a David. Ha sido Dios quien le ha allanado el camino a David.

 


La palabra es la misma, pero mientras en el primer caso se refiera a una edificación propia para la vivienda y habitación, Dios la usa para referirse a un linaje”. David quiere hacerle una “vivienda” a Dios; Dios quiere otorgarle un linaje.  Dios le ofrece a David darle estabilidad y permanencia en el Trono y protegerlos para que puedan gobernar sin amenaza ni interrupción: “Yo seré para él un padre y el será para mí un hijo”. Viene entonces la gran “Promesa”, «Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre».

 

Sal 89(88), 2-3. 4-5. 27 y 29

Este salmo es uno de aquellos que apunta a la situación de entronización del “Rey”. La entronización del rey es un ritual que se debe cumplir como se prescribe paso a paso- para que sea “valida” la posesión. La entronización tiene un doble carácter político-religioso. El ritual en su primera parte es de naturaleza religiosa, resaltando que la designación ha sido Voluntad Divina, enmarcada en el ámbito del Templo por mano del Sacerdote y luego seguía la parte política que se llevaba a cabo en el marco del Palacio Real, donde parece que el posesionado rey, expresaba su “plan” de gobierno. No había verdadera entronización, sino una pantomima de la misma para rendirle tributo a Dios-Eterno, eternamente rey. Cuando, es un salmo post-exilico, lo que se propone es atizar y mantener la esperanza en la llegada del Mesías.


 

¡El rey verdadero, para Israel, es Dios!

 

Este salmo de entronización abre con tonalidades hímnicas. Cantando el Poder Universal del Creador que conduce Cielo y tierra, incluido el dominio meteorológico de todos los fenómenos naturales. A lo largo del salmo siete veces se hacen presentes el Amor y la Fidelidad.

 

Una segunda parte tiene tintes oraculares, prometiendo el adviento de un Mesías. Y finalmente, viene un bloque con sólido sabor elegiaco, se trata de una lamentación que llora la caída de Jerusalén y la llevada en cautiverio de los reyes Yoyaquim, Joaquín y Sedecías. Dolorido el salmista le pregunta a Dios ¿Dónde está su primer amor?

 

En total 52 versos. De ellos, tomamos seis que integran la perícopa que se proclama, toda tomada del segmento hímnico-oracular. Nada se ha tomado de la lamentación.

 

En la primera estrofa se canta la misericordia comparada con un edificio eterno y la fidelidad arraigada como el Cielo.

 

La segunda estrofa confirma que Dios ha sellado una Alianza con su Elegido David (recordemos aquí que el nombre David significa precisamente el “intensamente amado”); y que esa Alianza establece un linaje a perpetuidad.

 


La tercera estrofa señala al Mesías como un Hijo que ha tenido el Padre; ese Hijo será la “roca eterna” evocando la piedra angular.

 

En la antífona responsorial el salmista se compromete a loar por siempre, sin acallar jamás su canto a la Grandiosa Misericordia Eterna de Dios.

 

Lc 1, 67-79

Nos ha suscitado una fuerza salvadora

El pacto se realiza entre dos contrayentes. Si uno no cumple sus cláusulas decae. El hombre siempre ha roto la alianza con Dios. Por eso, la alianza “santa”, propia de Dios que es misericordia, aquí se llama “juramento”.

Silvano Fausti

La perícopa del nacimiento y circuncisión de San Juan Bautista es muy extensa, entonces se ha dividido entre ayer y hoy. Ayer se proclamó la parte 1, 57-66, hoy, continuamos en el verso 67 hasta el versículo 79 que configuran el Benedictus, palabra latina que traduce el Εὐλογητὸς [eulogetos] griego que significa el “Bendito sea” expresión del papá de San Juan el Bautista que da inicio a este Cantico.


 

El himno que canta Zacarías -está entrecruzado de múltiples citas del Antiguo Testamento-, como preavisando que todo es promesa y garantizando que, hasta la más minúscula fracción de lo profetizado, si es Palabra de Dios es Creación ya histórica, gestándose en la realidad, que ha entrado en el tiempo y se cumplirá infaltable”; inicia declarando que se trata de una Profecía: «Zacarías, lleno de Espíritu Santo ἐπροφήτευσεν [eprofeteusen] “profetizó” diciendo”». Zacarías, prácticamente no entendía a fondo de qué hablaba, pero como siempre sucede, el Espíritu Santo vehiculiza, a través del hagiógrafo, lo que quiere comunicarnos y es útil al proyecto salvífico. Dios, en la persona de Jesús, su Hijo- visita la tierra: «Has visitado y redimido a tu pueblo». Ha puesto su “Tienda-campal” en medio de nosotros.

 

Cumpliendo sus Promesas, ha sido para nosotros un Go-el que ha pagado nuestro rescate. Podemos abandonar nuestra depresión y sentimiento de derrota; podemos superar la aparente frivolidad de todo cuanto hemos hecho, cuando hasta nuestro accionar evangelizador se ve truncado por la esterilidad de nuestras acciones, tenemos que ser tierra feraz, capaces, como Santa Isabel, de acoger, así sea -en nuestros vientres ya resecos- aparentemente incapaces de procrear una tierra que Dios gobernará con la Esperanza y sembrará con su Gloria.


 

El salmo nos habla de, según se ha traducido, “un poderoso Salvador”, la versión griega nos habla de un κέρας [keras] “Cuerno” que nos evoca los cuernos que menciona el Apocalipsis, como signo de Poder, de Fuerza Invencible. Que no perdamos el vigor para caminar anunciando, que las Promesas no han caducado, que el juramento proferido a Abrahán se cumplirá, porque hasta la última tilde de su Palabra acaecerá infalible e indefectible.

 

El Benedictus no habla propiamente del sol, sino de la ἀνατολή [anatole] “aurora”. Y la misión que, con tanta fidelidad grito Juan, al sordo desierto, reverberará en nuestros oídos y la veremos fructificar, porque el Mesías es el Sol revitalizador que dará vida a los huesos resecos y los levantará con carnes nuevas revistiéndolos -no de carnes fofas- sino de tensa musculatura de obreros constructores del Reino.

 

Si miramos nuestra condición actual, podemos sentirnos retratados en esta pareja de ancianos estériles, que, no obstante, recibieron el regalo del Niño-que-sería-el-Precursor.


 

«El juramento es un compromiso unilateral: aunque nosotros faltemos a nuestros compromisos, Dios no falta. Juró a sí mismo ser fiel a la propia promesa. Cualquiera que sea el mal que cometamos, Él no retirará nunca su favor y su fidelidad nunca decaerá (sal 89, 35ss)» (Silvano Fausti)

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