2S
7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Cuando
los libros no eran códices, es decir, hojas pegadas por uno de sus bordes
compaginadas entre sí por esa bisagra del libro que llamamos el lomo; sino,
rollos de papiro o pergamino, se hacía muy difícil su manejo, entre más largo
el libro, más voluminoso era el rollo y más difícil llegar a determinado punto,
lo que se hacía era ir desenrollando de un lado y enrollando del otro, hasta
encontrar lo que se buscaba. En los libros más largos lo que se hizo fue
dividirlos en dos rollos. Por eso tenemos en la Biblia: 1 y 2 Samuel; 1 y 2
Reyes; 1 y 2 Crónicas.
Muchos
comentaristas informan con sorpresa que, en estos libros, el segundo rollo es
continuación del primero. Es lógico. Fue al hacerse la traducción al griego que
los autores resolvieron separarlos en dos rollos. También cuando estudian los
Libros de la Tanaj, creen que los segundos rollos no existían antes, y que
fueron adiciones posteriores, porque no encuentran en aquel canon la mención a
estos segundos rollos.
No
faltan quienes se preguntan ¿por qué en los segundos rollos vuelve a empezar la
numeración?: ellos esperarían que, si fueran continuación, la numeración
continuaría, por ejemplo, si el Primero de Samuel termina en el capítulo 31,
ellos esperarían que el segundo de Samuel empezara en el capítulo 32. A ellos
hay que hacerles notar que, antiguamente, en la época que se hizo la división,
no había numeración ni de capítulos ni de versículos. La separación de estos en
dos rollos ocurrió entre el III a.C. hasta el I d.C. en cambio la numeración en
capítulos se hizo en el siglo XIII mientras la división versicular del Nuevo
Testamente se hizo en 1555. Como quien dice apenas ayer.
Los
Libros de Samuel se ocupan de tres personajes: Samuel, Saúl y David; el Segundo
Libro de Samuel hasta el capítulo 20 se ocupa de David y del 13 al 19 de
Absalón y los filisteos y el tema de la sucesión al trono. Este segundo Libro
de Samuel cubre un periodo desde el 1010 hasta el 971 a.C.
David
está presentado como un personaje ideal -sin ocultar sus flaquezas humanas-
hace, así, su aparición la “ideología mesiánica”. David supo acoger la simpatía
de las tribus de Israel, así fue proclamado primer rey de Judá y,
posteriormente nombrado rey de las tribus del norte. Tomo a Jerusalén -ciudad
jebusea-, y desde allí irradió su autoridad política y diseminó su credo, la
religión de Israel. Todo esto consolido, paulatinamente la unificación de los
reinos, las tribus reconocen que ya en tiempos del rey Saúl, era David el
estratega que “dirigía a Israel en sus campañas”, consolidación que se sella
con su victoria sobre los filisteos.
David
cae en la cuenta que él habita con distinción y fausto en una casa de cedro,
mientras el Arca reside en una tienda. Le confiesa a Natán su propósito de
construir un templo digno para el Arca de la Alianza. Y el profeta le concede
su beneplácito. Pero, aquella misma noche, Dios le indica al profeta Natán que
ha sido Él, quien viene dando todos los pasos y creando las condiciones para
hacerle una casa a David. Ha sido Dios quien le ha allanado el camino a David.
La
palabra es la misma, pero mientras en el primer caso se refiera a una
edificación propia para la vivienda y habitación, Dios la usa para referirse a un
linaje”. David quiere hacerle una “vivienda” a Dios; Dios quiere otorgarle un
linaje. Dios le ofrece a David darle
estabilidad y permanencia en el Trono y protegerlos para que puedan gobernar
sin amenaza ni interrupción: “Yo seré para él un padre y el será para mí un
hijo”. Viene entonces la gran “Promesa”, «Tu casa y tu reino se mantendrán
siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre».
Sal
89(88), 2-3. 4-5. 27 y 29
Este
salmo es uno de aquellos que apunta a la situación de entronización del “Rey”.
La entronización del rey es un ritual que se debe cumplir como se prescribe paso
a paso- para que sea “valida” la posesión. La entronización tiene un doble carácter
político-religioso. El ritual en su primera parte es de naturaleza religiosa, resaltando
que la designación ha sido Voluntad Divina, enmarcada en el ámbito del Templo
por mano del Sacerdote y luego seguía la parte política que se llevaba a cabo
en el marco del Palacio Real, donde parece que el posesionado rey, expresaba su
“plan” de gobierno. No había verdadera entronización, sino una pantomima de la
misma para rendirle tributo a Dios-Eterno, eternamente rey. Cuando, es un salmo
post-exilico, lo que se propone es atizar y mantener la esperanza en la llegada
del Mesías.
¡El
rey verdadero, para Israel, es Dios!
Este
salmo de entronización abre con tonalidades hímnicas. Cantando el Poder Universal
del Creador que conduce Cielo y tierra, incluido el dominio meteorológico de
todos los fenómenos naturales. A lo largo del salmo siete veces se hacen presentes
el Amor y la Fidelidad.
Una
segunda parte tiene tintes oraculares, prometiendo el adviento de un Mesías. Y finalmente,
viene un bloque con sólido sabor elegiaco, se trata de una lamentación que
llora la caída de Jerusalén y la llevada en cautiverio de los reyes Yoyaquim, Joaquín
y Sedecías. Dolorido el salmista le pregunta a Dios ¿Dónde está su primer amor?
En
total 52 versos. De ellos, tomamos seis que integran la perícopa que se
proclama, toda tomada del segmento hímnico-oracular. Nada se ha tomado de la
lamentación.
En
la primera estrofa se canta la misericordia comparada con un edificio eterno y
la fidelidad arraigada como el Cielo.
La
segunda estrofa confirma que Dios ha sellado una Alianza con su Elegido David
(recordemos aquí que el nombre David significa precisamente el “intensamente
amado”); y que esa Alianza establece un linaje a perpetuidad.
La
tercera estrofa señala al Mesías como un Hijo que ha tenido el Padre; ese Hijo
será la “roca eterna” evocando la piedra angular.
En
la antífona responsorial el salmista se compromete a loar por siempre, sin
acallar jamás su canto a la Grandiosa Misericordia Eterna de Dios.
Lc
1, 67-79
Nos ha suscitado una fuerza salvadora
El pacto se realiza
entre dos contrayentes. Si uno no cumple sus cláusulas decae. El hombre siempre
ha roto la alianza con Dios. Por eso, la alianza “santa”, propia de Dios que es
misericordia, aquí se llama “juramento”.
Silvano Fausti
La
perícopa del nacimiento y circuncisión de San Juan Bautista es muy extensa, entonces
se ha dividido entre ayer y hoy. Ayer se proclamó la parte 1, 57-66, hoy,
continuamos en el verso 67 hasta el versículo 79 que configuran el Benedictus,
palabra latina que traduce el Εὐλογητὸς [eulogetos]
griego que significa el “Bendito sea” expresión del papá de San Juan el
Bautista que da inicio a este Cantico.
El
himno que canta Zacarías -está entrecruzado de múltiples citas del Antiguo
Testamento-, como preavisando que todo es promesa y garantizando que, hasta la
más minúscula fracción de lo profetizado, si es Palabra de Dios es Creación ya histórica,
gestándose en la realidad, que ha entrado en el tiempo y se cumplirá infaltable”;
inicia declarando que se trata de una Profecía: «Zacarías, lleno de Espíritu Santo
ἐπροφήτευσεν [eprofeteusen] “profetizó” diciendo”». Zacarías,
prácticamente no entendía a fondo de qué hablaba, pero como siempre sucede, el Espíritu
Santo vehiculiza, a través del hagiógrafo, lo que quiere comunicarnos y es útil
al proyecto salvífico. Dios, en la persona de Jesús, su Hijo- visita la tierra:
«Has visitado y redimido a tu pueblo». Ha puesto su “Tienda-campal” en medio de
nosotros.
Cumpliendo
sus Promesas, ha sido para nosotros un Go-el que ha pagado nuestro rescate. Podemos
abandonar nuestra depresión y sentimiento de derrota; podemos superar la
aparente frivolidad de todo cuanto hemos hecho, cuando hasta nuestro accionar
evangelizador se ve truncado por la esterilidad de nuestras acciones, tenemos
que ser tierra feraz, capaces, como Santa Isabel, de acoger, así sea -en
nuestros vientres ya resecos- aparentemente incapaces de procrear una tierra que
Dios gobernará con la Esperanza y sembrará con su Gloria.
El
salmo nos habla de, según se ha traducido, “un poderoso Salvador”, la versión
griega nos habla de un κέρας [keras] “Cuerno” que nos evoca los cuernos que menciona el
Apocalipsis, como signo de Poder, de Fuerza Invencible. Que no perdamos el
vigor para caminar anunciando, que las Promesas no han caducado, que el
juramento proferido a Abrahán se cumplirá, porque hasta la última tilde de su
Palabra acaecerá infalible e indefectible.
El
Benedictus no habla propiamente del sol, sino de la ἀνατολή [anatole]
“aurora”. Y la misión que, con tanta fidelidad grito Juan, al sordo desierto, reverberará
en nuestros oídos y la veremos fructificar, porque el Mesías es el Sol revitalizador
que dará vida a los huesos resecos y los levantará con carnes nuevas revistiéndolos
-no de carnes fofas- sino de tensa musculatura de obreros constructores del
Reino.
Si
miramos nuestra condición actual, podemos sentirnos retratados en esta pareja
de ancianos estériles, que, no obstante, recibieron el regalo del Niño-que-sería-el-Precursor.
«El
juramento es un compromiso unilateral: aunque nosotros faltemos a nuestros
compromisos, Dios no falta. Juró a sí mismo ser fiel a la propia promesa.
Cualquiera que sea el mal que cometamos, Él no retirará nunca su favor y su
fidelidad nunca decaerá (sal 89, 35ss)» (Silvano Fausti)
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