Jer 23, 5-8
Estamos
en el tercer segmento del Libro de Jeremías: Los oráculos posteriores a יוֹיָקִים
Yoyaquim, que se ha españolizado como Joaquín.
Un
rey puede gobernar un pueblo una nación numerosa, o puede ser pastor de una
pequeña grey, el número de sus “ovejas” no es lo que los constituye rey sino la
responsabilidad, la rectitud que pone en su “gobierno”.
Hemos
hablado del significado del pastor como rey, como gobernante. La designación al
trono real no es una cuestión de corona, cetro y armiño; estas cosas lo que
hacen es comunicar la posición social de la persona en el encargo de “dirigir”
a los demás; en la dirección, lo más importante es el desvelo, el cuidado
esmerado y -como lo señalamos al mirar a David como pastor- el compromiso de
llegar hasta el riesgo de la propia vida, hasta enfrentar al oso, al león y a
todas las fieras que puedan amenazar al redil.
Dios,
en la persona de Jesús, se manifestó precisamente a los pastores. O sea, a los
reyes, que nada tenían que ver con Tronos, Armiños y Cetros, pero en cambio,
tenían todo que ver con el cuidado, la defensa, la protección, y el velar por
toda la grey.
A
muchos de los pastores, la única oveja que les interesa es la que dio su cuero
para fabricarles la billetera. A la billetera propia es a la única oveja que
tiene presente para su programa de engorde. En esta perícopa de Jeremías, el
Señor -por boca de su profeta- empieza sentando una malaventuranza por todos
los pastores que descuidan su grey (la de Dios) y la dejan perderse y
dispersarse. Como sucedió con muchos de los reyes de Judá.
La
dispersión se dice en griego diáspora, la palabra en griego alude a la acción
de sembrar, aventando la semilla, de esa manera la semilla quedaba esparcida
(dia/spora). Los judíos tienen la palabra גלות
[galut], esta diáspora comenzó en el año 586 a.C., cuando los babilonios
destruyeron el Primer Templo de Jerusalén y deportaron a los judíos a Babilonia;
Jeremías advirtió sobre todo esto, él trabajo profetizando entre el año 626
a.C. y el 586 a.C. en el 626 a. de C., decimotercero del reinado del rey Josías
(Jer 1,1–2), y continuó predicando hasta después de la destrucción de
Jerusalén, aproximadamente en el año 586 a. de J.C. Se trata de una actuación
verdaderamente proléptica.
El
anuncio de fondo es el de un Nuevo Éxodo: Antes se precisó sacar al pueblo
esclavizado y oprimido en Egipto; ahora, la urgencia es que saquen al pueblo
desbandado “en el país del norte y de todos los demás países por donde los
había dispersado”. Aquí para dispersado la palabra bíblica es נָדַח [nadach] “desterrado”.
Hay un antídoto, la Persona de un Nuevo Pastor, que los
liderará como un Nuevo Moisés, para traerlos “a vivir en su propia
tierra”. Esta persona está figurada por
la imagen de un צֶ֫מַח [tsemach] “un brote”, “un retoño”, “una yema”, “un
pimpollo”, “un renuevo”, Isaías lo había llamado חֹ֖טֶר “ramita”,
“germen” (Cfr Is 11,1); figurativamente “un descendiente”. Nos está hablando
del Mesías, y en Él se compendian todas las cualidades del “incomparablemente mejor
gobernante”. Será fiel a Dios y no un simple monigote en manos de Sedequías,
último rey de Judá antes de la destrucción de este reino a manos de los
babilonios, era rey cuando Jerusalén y el templo fueron destruidos por
Babilonia y la mayoría del pueblo fue llevado al exilio; fue tan rebelde que ni
obedeció al rey Nabucodonosor ni cumplió con el juramento que le había hecho y
en cambio, procuro entrar en alianzas con los pueblos vecinos incluido Egipto
para rebelarse contra Babilonia, pero lo único que logró fue la derrota, ver la
muerte de sus dos hijos y, luego, perder los dos ojos que le fueron
desorbitados.
El “retoño” prometido, habría de gobernar -en cambio-con
rectitud y justicia. Este Pastor que Dios habría de suscitar les traería todo
cuanto el pueblo de Dios necesitaba. Este Nuevo Éxodo tendría su culmen con el
Regreso del Mesías que llegaría para establecer definitivamente el Reinado de
Dios. Y esto, no sólo para el pueblo de Israel, sino para todos los pueblos de
la tierra.
Posteriormente, San Pablo establecerá la figura de Cabeza y
cuerpo para generar una analogía entre el cuerpo total y Dios -y-su-Esposa.
Todos tenemos que ser “pastores”, porque el seguimiento es para que vivamos en
comunión con Nuestro redentor, que se entrega por entero a favor de su pueblo,
su grey, su manada de “ovejitas”. Así quedará sentado que todo ser humano tiene
también la misión de defender el Derecho y la Justicia.
La parábola del “renuevo”, nos injerta también a nosotros y
nos llama a reconocernos miembros del Nuevo Mesías, y constructores del Reino.
Sal 72(71),
1-2. 12-13. 18-19
Retomamos
el mismo Salmo que se proclamó ayer; la primera estrofa será la misma; para le
segunda estrofa tendremos los versos 3 hasta el 4ab: Los discipulos del Mesías
son asimilados con montes y collados. Nuestro deber consiste en
a) Traer paz y
justica.
b) Defender a los
humildes del pueblo
c) Socorrer a los
hijos del pobre.
La
tercera estrofa toma los versos 7 al 8: Se anuncia que la Justicia florecerá
hasta el fin del mundo, este fin está señalado por la desaparición de la luna.
Y su gobierno será por toda la tierra, “de mar a mar” y del Gran Rio hasta el
confín de la tierra.
La
cuarta estrofa pide que el Nombre Mesiánico sea Eterno; y dura por siempre
jamás, mientras haya el sol. Que se don y alegría -no exclusiva de Israel, sino
a todo lo ancho del globo terráqueo. Así que todos los vivientes, sin excepción
proclamaremos la Victoria Sin Fin de nuestro Redentor.
La
antífona será la misma de ayer.
Mt 1, 18-24
José es
Rey-Pastor
También san José tuvo
la tentación de dejar a María, cuando descubrió que estaba embarazada, pero
intervino el ángel del Señor que le reveló el diseño de Dios y su misión de
padre adoptivo.
Papa Francisco
Esta
perícopa nos dice cómo se generó el Señor Jesucristo. María había dado un paso
nupcial con San José, mucho más que un compromiso matrimonial, eran de hecho
ya, una para el otro y uno para ella, su compromiso era mucho más que un
pendiente por cumplirse, sencillamente, era una parte clave del matrimonio
según aquella usanza: la pareja esperaba por lo menos un año antes de convivir
bajo el techo conyugal, este periodo debía trascurrir, pero su condición de cónyuges,
ya era vigente. Así se hacía. Tal vez tenga un profundo significado que uno
vaya madurando el vínculo sin llegar a la convivencia todavía. Como irse dando
cuenta que ya no se era “independiente” sino que su otra mitad estaba distante,
así se dejaba crecer el anhelo, pero a la vez se iba sedimentando en el corazón
la consciencia de ser uno definitiva e irrevocablemente.
Estas
cosas nos parecen muy extrañas, y nosotros las eliminamos del pensamiento,
simplemente afirmando que eran costumbres trasnochadas que “afortunadamente”,
decimos nosotros, se superaron y quedaron hondamente sepultadas en el pasado.
En
una mentalidad de consumo no cabe la dilación. Compramos para consumir, y a
veces -se ve en los supermercados- inclusive se consume antes de haber pagado.
Tomemos por caso, las relaciones supuestamente “conyugales”, las “consumimos”
incluso antes de haberles dado cualquier marco de formalización, porque somos
tan contemporáneos, más que modernos, mucho más, decididamente “postmodernos”.
Resultó,
dice el Evangelio, que ella esperaba un hijo, por obra del “Espíritu Santo”, se
nos aclara; bienaventurada María que pudo asumir esto, ahí radica la esencia
virginal de María; no dijo “Nada de eso, yo quiero engendrar como las demás”,
nosotros decimos, tan bonito que ella estaba dispuesta a “acatar” la Voluntad
de Dios, pero no dejamos resplandecer que ella lo más grande que hizo fue ser “abnegada”.
Y
¿qué es esto de ser abnegada: Que sacrificó sus deseos, que pospuso sus intereses
personales, superando todo su egoísmo, pasando a segundo, o a tercer plano,
mejor aún, a último plano para dejar que la Voluntad Divina quedara en el
primer plano. Saber que uno tiene sus “legítimos sueños”, pero aceptar los que
tiene Dios y ponerlos en primerísimo lugar. No es tanto una cuestión de
sexualidad, es aceptar lo que pide el Shema: «Amarás a Hashem (es decir el
Nombre Impronunciable por su Inefable Grandeza), tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con todos tus medios. Estas palabras que Yo te ordeno hoy
las guardarás en tu corazón. Las enseñarás a tus hijos y hablarás de ellas
cuando estés en tu casa, cuando andes en el camino, al acostarte y al
levantarte». Por eso María “conservaba todo esto en su Corazón”.
José
no es un personaje de literatura, es un ser humano, así que “decidió repudiarla”.
No se estaba inventando nada, eso decía la Ley que se debía hacer.
Notamos
el gran valor de los sueños en aquella cultura. Dios usaba de los sueños como
el más auténtico canal de comunicación. Así que, en un sueño, y con la
mediación de un Ángel, se le resolvió la duda y Dios le mandó “acoger” a María
y desechar toda suspicacia.
Para
eso se necesita ser un Pastor de verdad, que su primer sujeto de gobierno es
uno mismo, para poder aceptar lo que el Señor nos habla, nos comunica. El
rebaño que se le encargaba a José era la familia. La que nosotros designamos
como Sagrada Familia: El Divino Niño Jesús, María su Madre y él mismo. Sobre
ellos debía extender sus cuidados y debía desvivirse, poniendo en juego su vida
entera a favor de la misión encomendada.
Y
recibió -por medio del Ángel, el Nombre que está sobre Todo Nombre, para que fuera
ese el Nombre que le impusiera.
«Este
Padre no dice “estoy orgulloso de ti porque eres igual a mí, porque repites las
cosas que digo y que hago”. No, no dice eso. Le dice algo más importante, que podríamos
interpretar así: “Estaré feliz cada vez que te vea actuar con sabiduría y estaré
conmovido cada vez que te escuche hablar con rectitud. Esto es lo que he
querido dejarte, para que se convirtiera en una cosa tuya, en una costumbre de
escuchar y actuar, de hablar y juzgar con sabiduría y rectitud”.» (Papa
Francisco)
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