Is
25, 6-10a
Elegimos
como palabra clave para adentrarnos en esta perícopa la palabra מִשְׁתֶּה [mishteh] "banquete", en realidad se refiere sólo a
“beber vino”, sin embargo, por extensión ha llegado a ser “festín”, “comida”,
“cena opípara”, es una sinécdoque, no se nombra la actividad total, sino sólo
un momento de la misma.
El banquete tiene tres significados esenciales
i.
Comunión
ii.
Amistad
iii.
Plétora y prodigalidad
Fundamentalísima
es lo que es la esencia de la “comunión”: la idea de “acuerdo”, de afinidad”,
de “compartir unos mismos pensamientos e ideas”, de “sintonía”, “lo que nos
acerca”.
El
“banquete” adquiere un significado superlativo, toda vez que, en su marco,
estableció Jesús el Sacramento que es Centro y Culmen de nuestra fe. Los que
concurren al “banquete” no solo son “compañeros” por comer del mismo pan, sino
que llegan a plenificar su relación, acreciendo su amistad (aun cuando haya por
ahí algún Judas).
Quien
“da” el Banquete entrega de los suyo, porque deja de reclamar para sí la
pertenencia de los alimentos y las bebidas, y al convidar, dice algo así como
“todo lo tenemos en común, todo es nuestro”. Y, al dar de lo que ha conseguido,
se da a sí mismo. El propio Isaías dice en (55, 1-2): “¡Todos los que estáis
sedientos, acudid a las aguas, aunque no tengan dinero! Venid, comprad grano y
comed sin dinero y sin pagar vino y leche. Escuchadme bien y comeréis cosa
buena, y se deleitará vuestra alma con manjares exquisitos”.
El
banquete que nos retrata la perícopa es un Banquete escatológico, que se
celebra en el Templo, y que congrega a todos los pueblos. Se servirán vinos de
cepa, vinos de solera (El vino embotellado se obtiene de la “saca” de la hilera
de barricas más próxima al suelo, llamada «solera», en este caso solera
significa la fila de botellas más cercana al suelo). Un aspecto del Banquete es
que el anfitrión está Presente. No se trata sólo de poder comer lo que se
sirve, lo que destaca primordialmente es la dicha de “compartir” con el Señor,
que está en medio de la Asamblea: El Banquete dice “Presencia”.
Por
fin la muerte será vencida definitivamente; “Arrancará en este monte la mortaja
que envuelve a todos los pueblos”. Esta victoria incluye poner fin a la
tristeza, el luto y el llanto, inclusive la vergüenza que provocaba haber
recibido la muerte que se entendía como el castigo a una falta tan grave que
Dios la sancionaba haciendo bajar a la tumba, esta ignominia quedará borrada.
Cuando
la Mano del Señor baje sobre este Monte Santo (haciendo alusión al Monte Sion),
todo será dicha y jolgorio, todo se volverá regocijo y celebración. Todo esto
será ratificado en Ap 21,4.
Sal
23(22), 1b-3a. 3bc-4. 5.6
El
salmo de hoy es una referencia a que -sabiendo que están llegando las
invitaciones al Banquete del Fin de los Tiempos- estemos alertas interesados en
que os llegue una, la nuestra. Nosotros queremos que el Señor nos invite y
podernos contar entre los huéspedes de YHWH.
1ª
estrofa: Ser invitados al Banquete significa que lo tendremos toso, que ninguna
carencia nos afligirá. Que podremos tumbarnos sobre suave grama a reposar, y
dirigirnos a beber a los manantiales de aguas tan límpidas que no caben en la
imaginación.
2da
estrofa: Aunque este oscuro y no se vea nada, podremos caminar tranquilos
porque los Ojos de Dios derrotan toda oscuridad, y en la negrura, Él lo
distingue todo como si el mismísimo sol estuviera radiante. ¡No habrá
tropiezos! ¡Ninguna “piedra de tropiezo” en nuestro sendero!
3ª
estrofa: Se acostumbraba que los Banquetes contaran con elementos de Spa. Baños
con agua tibia, sobijos y masajes, lociones, ungüentos y esencias para frotar y
relajar el cuerpo, parte del ritual era perfumar al invitado. Y, la copa no
bajaba su nivel, se bebía un sorbo y los “sirvientes” ponían dos sorbos nuevos
en la copa y quedaban allí pendientes para seguir atendiéndolo.
4ª
estrofa: No es una invitación para una noche, ni para un puente, es una
invitación a pasarse a vivir allí, y ser atendidos por siempre (años sin
termino).
La
persona dice: “¿Será que estoy soñando?” y se pellizca porque no puede creer
que ha sido invitado a residir allí, ante la Presencia, y que eso no va a
pasar, que ¡serán unas vacaciones sin término, con atenciones y cuidados
infinitos!
Mt
15, 29-37
Jesús no actúa con
irritación, no dice ‘esta gente me molesta’. Sino que siente compasión, porque
sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad.
Papa Francisco
¡Satisfacción
de toda necesidad! Pero desde nuestra perspectiva -y así lo ven también
aquellos discípulos- es algo irrealizable: “¿De dónde vamos a sacar en un
despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?” Con nuestra lógica y
lenguaje actual diríamos: “Estamos muy lejos de algún supermercado para ir a
comprar lo necesario para que no tengas que despedirlos en ayunas”.
Entonces,
Él les pide que hagan un arqueo para ver con qué recursos cuentan, y constatan
que sólo tiene “siete panes y algunos peces”.
¡Aquí
hay alguna clase de hiato! Hay una ruptura lógica, para poder pasar adelante se
requiere una “metanoia”, lo que definiremos como un cambio de mentalidad.
Gente
que quiere trabajar a partir de su realismo, dirán, “sencillamente imposible”.
Es puro relato, quizás sea un lenguaje metafórico para trasmitir una enseñanza,
pero en la práctica, es pura fantasía.
¿Qué
es lo que produce el giro? ¡Porque hay un giro! Un “salto”. Una discontinuidad:
Jesús siente “compasión”, llama a sus discípulos y les comparte la emoción que
lo embarga. Esto es lo que hemos llamado “projimidad”, es una superación de la
“indiferencia” con miras a superar una situación “injusta”, pero lo que es
vital es que Jesús no se centra en la lógica de la impotencia, sino que -por el
contrario- su lógica es “la de la verdadera compasión”.
Toda
nuestra cultura se apoya en mirar los “obstáculos” que la realidad nos pone; lo
cierto es que Jesús, como un verdadero “Niño” se dirige a Su Padre y pronuncia
la Palabra-con-Poder: εὐχαριστήσας [eucharistesas] “acción de Gracias”, la
Palabra-que-puede-todo es la Palabra que se dirige al Padre para reconocerle su
Poder, abandonándose en su Misericordia.
Estas son categorías arduas para una mente que ha crecido y
evolucionado en el marco de la incredulidad redomada.
Hay -en todo caso- una experiencia previa, que sienta las
bases para aquellas personas -la comunidad de los que acudían a Jesús, sus
propios discípulos incluidos, que fue el entrenamiento y el aprestamiento
necesario para que pudieran pasar a la segunda fase: la de comer pan y peces
milagrosos, fue ver el “Poder” sanativo que tenía, darse cuenta que para Jesús
era posible y fácil, lo que para todos los demás estaba impedido. Todos eran
“inválidos” antes, después, ya están capacitados.
Y, nosotros, ¿no lo hemos visto obrar prodigios en nuestra
propia vida? ¿no hemos gozado de su protección y cuidado providente a lo largo
de nuestras vidas? ¿por qué olvidamos tantos milagros que nos ha hecho, tantos
prodigios con los que nos ha acompañado, tanta providencia con la que nos ha
sostenido?
Es muy importante darnos cuenta que el milagro no llegó a
manos de los hambrientos por medio de las Manos directas del Milagroso, sino
que Jesús se los hizo llegar por manos de los discípulos, quienes se los dieron
a la gente.
Jesús sigue confiando en nosotros, sus discípulos, para que
en pleno siglo XXI sigamos alcanzándole a la gente lo que Jesús multiplica.
Luego habrá una tarea adicional, reservar lo que atestiguará la abundancia
prodiga de lo que Él parte y re-comparte: Las siete canastas llenas, porque Él
no da escasamente, el sobre-abunda en Gracia y Generosidad, como desde el
principio, en Caná, con el vino, signo de la alegría: “seis grandes tinajas
para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada
tinaja cabían unos cien litros” (Jn 2, 5cde).
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