miércoles, 18 de diciembre de 2024

Jueves de la Tercera Semana de Adviento

 


Jue 13, 2-7. 24-25a

En hebreo este Libro se llama ספר שופטים [Shofetim] de [Shofet] que significa “juez”, con este título se designaba a los líderes de los judíos cuando se establecieron en Canaán. Sin embargo, este nombre no es el más preciso del mundo, porque ellos, estos doce héroes, propiamente no son jueces, palabra que designa en hebreo a personas designadas para resolver cuestiones civiles, penales y religiosas, -bastante cercano a lo que nosotros entendemos por juez-, aunque en nuestra sociedad sean, principalmente, encargados de asuntos exclusivamente civiles y penales, sin atribuciones religiosas. Los hechos relatados abarcan el compás de 180 años: 1200 al 1020 a.C.

 

El Libro de los Jueces tiene una introducción doble, primero i) habla del establecimiento de los Israelitas en Canaán (1,1-2,5); y luego, ii) Presenta una panorámica de este periodo histórico que precedió a la monarquía (2,6-3.6).


 

Ahí si empieza a presentar los jueces carismáticos sucesivamente hasta llegar a Sansón, que es el duodécimo segundo “Juez”, cuya historia se narra en el Libro de los Jueces, en los capítulos 13 al 16; el nombre Sansón proviene de la palabra hebrea שמש [shemesh] que significa 'sol', nombre frecuente entre los nombres propios de diversos pueblos de origen mesopotámico. Con cada “juez” se repetía el esquema de los cuatro tiempos:

1)    En vida del caudillo el pueblo obedece y sigue el judaísmo como está prescrito

2)    Cuando muere el juez, los Israelitas contravienen la ley y caen es estado de calamidad.

3)    El Señor descarga su ira sobre el pueblo infiel.

4)    El pueblo eleva su clamor -arrepentido- y el Señor que les envía un “juez” (salvador)

 

En esto encontramos la esencia de los relatos de los caudillos de este pueblo: Dios no los olvida nunca, y siempre les otorga la oportunidad de arrepentirse.  Cuando se termina un ciclo, sin solución de continuidad se gatilla el siguiente. Lo fundamental es que ¡Dios no abandona!

 

En total tenemos 7 apostasías, 7 opresiones y 7 liberaciones.

 

Esta historia está relacionada con la tribu de Dan; Dan era el quinto hijo de Jacob-Israel. Esta tribu era la segunda en el número de hombres en condiciones de ir al frente. Famosos por su habilidad de atacar por sorpresa. En conjunto, la tribu de Dan fue culpable de idolatría. Hurtaron los ídolos de otras gentes y los pusieron para ser usados en su propia adoración (Jueces 18,14-31).

 


De esa tribu era Manoah, que será el padre de Sansón. Se nos informa que estaba casado con una mujer estéril. El ángel del Señor se le aparece a la mujer de Manoah y le profetiza que será madre. Y le dice que ese hijo estará consagrado como Nazireo, que era una persona que “le pertenecía” a Dios:

Entre las leyes que obligaban a un Nazireo, tenemos:

a)    No podían beber bebidas alcohólicas, ni comer uvas, pasas, ni nada que provenga de la vid.

b)    Dejarse crecer el cabello como señal de su santidad.

c)    No podían acercarse a ningún cadáver, ni siquiera el de sus familiares.

 

Sal 71(70), 3-4a. 5-6ab. 16-17

A este lo clasificamos entre los salmos de súplica. este salmo parece salir de los propios labios del salmista para presentar su situación, para clamar socorro para él, pero esta voz, no es la de una persona, es la voz de un pueblo, aquí, una misma persona habla por todos y encarna en ella la amenaza que se cierne contra toda su comunidad.

 

Para mostrar la indefensión que lo amenaza se escoge la voz del “anciano”. El anciano, es quebrantable, ya no puede reaccionar en su propia defensa, no tiene agilidad para el escape, ni prontitud para la persecución, sus fuerzas están menguadas, y él es, totalmente, paradigma de fragilidad.

 

Nuestra época ha hecho del anciano, para colmo de males, un solitario, que casi un abandonado. La esfera de sus relacionados, está muy ocupada “viviendo su vida”. El anciano está arrinconado, como suspendido en el tubo de vacío, supuesto que él ya no vive, que él ya “vivió”.

 

En la primera estrofa la súplica impetra la petición para que el Señor le sirva de alcázar.

 

En la segunda estrofa, pone como respaldo la fidelidad de toda la vida porque ya desde joven e inclusive, desde su infancia primera ya se refugiaba bajo la divina protección.

 

En la tercera estrofa se compromete en la difusión de la Gloria del Señor, para comunicarle a todos su Grandeza incomparable para que su lengua sea caja de resonancia para el soporte firme que Dios es para todas las edades.

 

La antífona responsorial contrae el compromiso de tener siempre llena la boca y maquillados los labios con los cánticos de la divina Gloria, de sinceras alabanzas.

 

Lc 1, 5-25

El evangelio hoy guarda amplia relación con la primera Lectura: estamos ante otra mujer con la desventura de la esterilidad: Ἐλισάβετ Elizabet (nótese que la culpabilidad de ser estéril siempre recaía en la mujer); precisamente la esposa del Sacerdote Zacarías, del turno de Abías. ¿Qué quiere decir esto del turno de Abías? Recordemos que el propio David había dejado organizado el turno rotativo de los sacerdotes en número de 24: 16 de la familia de Eleazar y 8 de la de Itamar. A la ronda de Abías le correspondía el octavo turno. Zacarías y su mujer Isabel eran ya de edad avanzada.


 

Pero Dios tiende su mirada misericordiosa allí donde no lo esperamos, porque su sabiduría conoce designios que los humanos ignoramos. Quiso YHWH mirar con beneplácito a Isabel y, un día cuando Zacarías oficiaba y le tocaba casualmente el ingreso al Sancta Sanctorum, mientras estaba incensando se la apareció el Ángel del Señor a la derecha del Altar de la Incensación. El ángel, en primer término, lo aquietó, le hizo ver que no había amenaza alguna tras su aparición, y le entregó el presagio del hijo -que a pesar de su avanzada edad- concebirían. Lo previno que ese hijo se llamaría Juan y que sería alegría de sus tardías existencias.

 

Así como sucedió con Sansón, se le enseña a Zacarías que este hijo sería Nazireo, lo que implicaba que:

a)    No probaría vino (ni fruto alguno de la vid)

b)    Estaría lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su Madre.

c)    Convertiría a muchos israelitas

d)    Iría delante del Señor (o sea que sería el “precursor”).

e)    Sería portador del Espíritu del profeta Elías

f)     Y, su misión estaría definida como “preparador del Camino del Señor”, para entregarle un pueblo bien dispuesto, valga decir un pueblo debidamente catequizado para acoger al Mesías.


 

Muchas veces nos pasa, a cualquiera de nosotros, que el Señor nos ofrece sus obsequios, y nosotros, exigimos copia en papel membretado, para poder reclamar por tardanza y elevar un derecho de petición.  Pues así le sucedió a Zacarías, y el arcángel se comprometió, lo que era como ponerse de garante de las promesas del Señor, en todo caso innecesario, porque ¿ante qué juzgado podía acercarse a pleitear contra Dios el papá de Juan el Bautista?

 

Esto no era otra cosa que una altanería con el propio Dios, así que la prueba, en vez de ser un certificado de garantía de cumplimiento fue una dolorosa penitencia. Permanecer en la mudez hasta que el evento que se le ofrecía hubiera ocurrido. Talvez lo que quería prevenir el Señor era la presunción de arrogarse viejo pero viril. Era cuestión de saber aguardar, que ya los hechos dejarían establecido que Dios le había regalado estirpe.

 

En ciertos medios ha desaparecido la confianza en la palabra, el Ángel estaba empeñando la suya y Zacarías no le creyó.

 

Cuando Zacarías hubo concluido su Turno de servicio sacerdotal, se fue a casa, y, a los pocos días Isabel concibió, pero ella, en vez de jactarse, se puso cinco meses en monacato, para no estar dándose aires con su preñez.


 

Su humildad era ofrecida al Cielo que le había ahorrado el oprobio de seguirse llamando estéril.

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