Is
35, 1-10
En
la Primera Semana de Adviento, los días miércoles y jueves, tuvimos la
oportunidad de dar un vistazo somero al Apocalipsis Mayor de Isaías (cc. 24-27);
hoy, nos acercamos a la segunda parte del Apocalipsis menor (o pequeño apocalipsis)
-es un oráculo contra los Edomitas- lo que quiere decir que el capítulo 34 -de
este pequeño apocalipsis- tiene la visión de los desastres que afligen a esos
impíos, mientras que en el capítulo 35 nos hallamos ante la visión consoladora
del promisorio goce que se dará el “justo”. Podemos hablar de un oráculo
posterior en dos partes: cap. 34 “Castigo de Dios a Edóm”; y, la segunda parte
en el capítulo 35: regreso del exilio en Babilonia, año 587 a.C. Esta manera de
enfocar la realidad escatológica, nos habla de la “Justicia Divina”: el justo
heredará el goce del bien sembrado, el malvado recogerá la cosecha del mal de
su plantío. Todo lo que fue causa de sufrimiento se revertirá para alcanzar
salud, bonanza, en suma, un escenario paradisiaco, será el rescate de la
beatitud perdida por la “Caída”. Se vaticina el triunfo final de la Nueva
Jerusalén.
Esaú
vendió sus derechos de primogenitura a Jacob a cambio de un guiso rojo y se
trasladó a la región de Seir, que se extendía desde la cabecera del Golfo de
Akabah, hasta la costa sur del Mar Muerto, región que pasó a llamarse Edom. La
palabra "Edom" significa "rojo" en hebreo. Esto podría
deberse a que, según la tradición, Esaú era pelirrojo, o al color de los
paisajes de la tierra, como la ciudad jordana de Petra, sede de la capital
política de Edom.
Las
relaciones de los edomitas con los Israelitas estuvieron mercadas por la
tensión y el desprecio. Ya en los tiempos del Éxodo, cuando los Israelitas
habrían tenido que cruzar por allí, los edomitas les negaron el paso y se
mostraron rotundamente hostiles. Fueron sometidos por David y por Amasias.
Posteriormente se independizaron y les declararon la guerra a los israelitas.
Se aliaron con los Caldeos, cuando Nabucodonosor capturó a Jerusalén. Más adelante
invadieron Palestina hasta el Hebrón. Sin embargo, la historia los borró totalmente
del mapa, a tal punto que su idioma desapareció para siempre.
En
cambio, en la perícopa de hoy, nos topamos con un rotundo contraste que anuncia
el alegre retorno del pueblo de Israel. El desierto se volverá fértil y
florecerá como ¡el lirio, para llegar a ser tan hermoso y fértil como el
Líbano! La pena y la aflicción se alejarán, mientras que la cabeza estará llena
de gozo y alegría. La ceguera, la sordera, la parálisis serán exiliadas de esta
realidad. La enfermedad es causada por el pecado de atropello, de una vida de
opresión, de látigo, de garrote, de trabajos forzados. Cuando el hombre deje de
ser mermado por el maltrato, entonces su salud florecerá. En cambio, de la
aridez, se habla de feracidad, y en vez de discapacidad se anuncia salud que
salte rebosante y, hasta los mudos podrán gritar.
Se
pronostica la existencia de una avenida que se llamará “Camino Sagrado”. Que
sólo podrá ser transitada por los justos, ya que a los impuros se les negará el
paso. Ausente de fieras, pero bloqueada para los necios. Ese será el camino por
el que retornaran los exiliados. Desaparecerán el llanto y el dolor, y, para los
redimidos por el Señor, habrá alegría, por siempre.
Debemos
decir -y dejar sentado- que se trata de otra inserción en el cuerpo del Proto-Isaías,
que -por otra parte- debemos señalar tiene los tintes consoladores del Deutero-Isaías.
Sal
85(84), 9abc y 10. 11-12. 13-14
Salmo
Oracular. Corresponde a la época post-exilica. Alude a la gestión liberadora de
Ciro. Muchas veces nos imaginamos románticamente que, al volver del exilio, lo
único que debían trabajar era la reconstrucción del Templo. Pero ¡antes de
levantar un Templo hay que re-moralizarse, levantar la cabeza, reconocer la
Fuerza Poderosa que actuó y sigue actuando para -superando la esclavitud y el
destierro- comprender nuestra dignidad de hijos de Dios.
Este
salmo contiene un profundo sentido de adviento, clama al Señor para que vuelva.
En el verso 3 encontramos la palabra שׁוּב [shub] "volver", en el salmo el señor regresa de
su ira, deja todo su disgusto atrás, lo sepulta bajo una ola de “Perdón”, trae
la Paz, expresión de su Presencia, -y claramente lo dice el Salmo-, no
construye su reino de Perdón y de Paz entre nubes lejanísimas: sino que viene a
habitar en nuestra tierra (v. 9) el Trae la Jerusalén Celestial -como donación-
para los que han luchado denodadamente por mantener su fidelidad a la Alianza.
Por
otra parte, ensayemos a descubrir qué fue primero: ¿la Justicia o la paz? El
amor no aparece por arte de magia, el amor es un encuentro: el beso se da por
el encuentro de las bocas, ninguna boca -en sentido estricto- da origen a otra
boca; ellas coexisten en la distancia, el milagro maravilloso es ese punto en
la recta de la historia en que las bocas se encuentran y construyen un beso.
Así,
el mismo tanto con la Misericordia y la Fidelidad: Sólo quien es fiel, puede
ser un constructor de Misericordia; sólo cuando las dos se encuentran se
empieza a formar una Nueva realidad.
Ellos
quieren retornar a Jerusalén porque creen que su Amor habita allí -todavía
creen que a Dios se le puede “encerrar”- pero lo llaman y claman por su venida.
(Quizás como los que se ponen una cita a medio camino, para que el Encuentro
sea más pronto).
Lc
5, 17-26
Construir el Reino es poner a alguien delante de Jesús
La fe debe estar
impregnada de este amor por nuestros hermanos: ¿qué hacemos a diario para
llevar a los demás ante Jesús?
Papa Francisco
Jesús
lo que trae es el buen trato, un trato amoroso, tierno, sin rechazos ni
exclusiones. Jesús lo que hace es mostrarnos cómo ha de ser el respeto y el
cuidado de la persona. No solo de nuestros hermanos en la fe, sino también para
los que ven con una óptica totalmente diversa. Parecería que la violencia
acerca los resultados más pronto y con mayor eficiencia.
En
la perícopa podemos detectar una oposición radical entre justos/impíos,
Jesús/fariseos y maestros de la ley. No hay fuerza, no hay coacción, lo que hay
es Poder. El verdadero poder jamás se emulsiona con la violencia. ¡Son inmiscibles!
Dios
entregó a su Hijo el Poder Sanador y brinda la oportunidad para que podamos ver
ese Poder en acción. Una vez más aprendemos a superar las impotencias, las
imposibilidades: lo que estos hombres -los amigos del paralitico hacen- y estos
sí que eran amigos de verdad, porque querían darle al paralítico el mayor bien
imaginable- o sea, materializar, concretizar la fe: ¡Observemos! Hacer la fe
activa no requiere acciones imposibles, actos sobrehumanos; lo que se necesitó
fue creatividad, para izar al enfermo hasta aquel nivel, quitar unas tejas, lo
que no era un invento de alta tecnología, sino un gesto prosaico, pero muy
práctico.
¿Estaba
Jesús desorientado cuando lo sana del pecado, cuando a todas luces, lo urgente
era quitarle el grillete de la parálisis? Nos parece, por el contrario, que
Jesús si entendía la verdadera jerarquía de las necesidades: De nada le habría
valido ser sanado de la parálisis si primero no le quitaba la cadena que lo
ataba al sentido de pecaminosidad, que tanto los fariseos, como los doctores de
la Ley le habían inculcado como origen de su invalidez e indefensión. Le habían
lavado el cerebro con la idea de que estaba así, a causa de su “pecado”. Por
eso, lo primero que obra el Señor, es quitarle esa idea.
Hay
bloqueos mentales que son más incapacitantes que las llamadas enfermedades.
Quizás haya afectaciones mayormente fisiológicas, pero -las más de las veces-
son las ataduras psicológicas las que nos mantiene en la postración. Muy
claramente, lo que ha hecho Jesús es -para que pudiéramos visualizar su poder-,
fue obrar son su autoridad sobre la “invalides corporal”, para que se pudieran
dar cuenta de lo que es invisible, la borradura de las atrofias mentales y
psicológicas.
Tomar
la camilla donde había estado tendido es una parte magnifica que debió grabarle
en la mente el convencimiento de que la curación había sido total: ¿Cómo
sabemos eso? porque mientras iba cargando su “antigua limitación” (la camilla),
iba -a la vez- dando Gloria a Dios. Y que la sanación había tenido el poder
evangelizador-y-revelador que Jesús quiso dar, se muestra en que también los
circunstantes llenaban sus labios de Glorificación, dando testimonio de las
maravillas contempladas.
“Llegaron
unos hombres que traían en una camilla a un paralitico y trataban de
introducirlo y colocarlo delante de Él. No encontrando por donde introducirlo a
causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través
de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús” (Lc 5, 18-19). Nunca
será excesivo rescatar el gesto de aquellos que descolgaron la camilla por el
roto que abrieron en el techo. Sólo Jesús podía sacarlo de la postración en la
que estaba sumido. Pero fue gracias a la acción de aquellos que “tomaron a su
cargo” la tarea de conducirlo ante Jesús, que se pudo dar su liberación. En
esta perícopa ellos son los verdaderos portadores de la fe.
La
acción evangelizadora de Jesús, está mediada por la participación de aquellos “amigos”
que hallaron el recurso preciso para que, quien lo necesitaba, pudiera llegar “frente
a Jesús”. «Es necesario pensar … que no entramos a gozar de una herencia y una
sucesión en el reino ya consumado, sino que nos comprometemos en un reino que
hay que construir». (Arturo Paoli)
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