2R 11, 1-4.
9-18. 20
Ocozías
hijo del rey Ajab y de la reina Jezabel fue el octavo rey de Israel. Ocozías
había salido con Joram para encontrarse con Jehú, pero al enterarse de lo que
Jehú había hecho, huyó y se escondió en Samaria. Sin embargo, los hombres de
Jehú lo atraparon, lo llevaron preso ante Jehú, Ocozías fue herido, huyó a
Meguido y lo mataron (2 Reyes 9:27). Este antecedente le da marco co-textual a
la perícopa que leemos hoy.
Aparece
aquí Atalía a quien tenemos registrada como reina de Judá entre el 842 a.
C.-835 a. C. en el séptimo reinado de Judá. Era hija de Acab, rey de Israel, y
de Jezabel. Hay estudiosos que piensan que en realidad era hermana de Acab, y
no su hija. Se encargó de eliminar toda la descendencia de Ocozías, pero la
esposa del sacerdote Joiada -Joseba, que era hija de Joram, que llegará a ser
el séptimo rey de Israel, de la línea davidica- escondió en sus habitaciones
-durante seis años- a Joás. Al cumplir siete años llamó a los guardias y a los
quereteos y le organizó una escolta de protección, constante, levantando un
cerco para guardarlo de cualquier atentado.
La
perícopa concluye mostrándonos cómo Joiada sentó en el Trono, ungió y coronó a יהואש [Jehoásh] “Joás”,
Yahw lo sostiene”. Para llegar a este punto y garantizar su reinado, Atalía
había sido asesinada. Lo que hizo Atalía se puede leer como un intento de
renovar la Alianza que había sido quebrantada.
¿Qué
le preocupa al hagiógrafo? que el linaje de David se hubiera roto. Según se nos
presentan las cosas, lo que ha hecho Atalía, y como protegió el Sumo sacerdote
y su esposa -a Joás- lo que hace es volver el tren a su carrilera. Los
quereteos no son otra cosa que mercenarios, es decir asesinos a sueldo, para
tener dentro una mafia que cubriera el riesgo contra el designado, según Joiada
y su esposa. Ha de notarse que, en este caso, la tradición de que fuera un
profeta quien unge al sucesor, se interrumpe, y se pasa al Sacerdocio. Tómese,
también en cuenta que Joiada fue el primero en tener el “título” de “Sumo
Sacerdote”, reflexionemos en este “título”, se trata del “rey” de los
sacerdotes, es quien los gobierna, y ciertamente ha capitalizado una
preminencia muy alta, porque está cercano a Dios, es más, es el único que se le
acerca. Aunque solo sea una vez al año.
En
torno a esta figura, cabe además interrogarse ¿por qué había armas en el
templo? Cuando se corona a Joás, asistimos a un golpe de estado, es por eso que
Atalía rasga sus ropas y grita ¡Traición, traición!
Joaiada
gerenció esta maniobra para hacerse al trono, como un paliativo necesario para insertar
vitalidad a una descendencia que requería urgentemente recibir el vigor
político indispensable para sustentar la teocracia.
Sal132(131),
11.12. 13-14. 17-18
Este
salmo cabe bien en dos categorías: es gradual, pero es de la grada final de la
peregrinación al Templo, cuando por fin hemos llegado a Jerusalén y nos hallamos
frente a sus Puertas. Este Salmo si se compuso cuando todavía había Templo y en
el Sancta Sanctorum todavía estaba el Arca con las Tablas y la muestra de Maná.
Es
muy coherente con el tema que hemos tratado en la Primera Lectura, el tema del
linaje davídico que debería sentarse en el Trono. Así lo declara la primera estrofa
de la perícopa de hoy.
Pero
este designio nos llamaba al compromiso lógico de la coherencia, recoger los
frutos de la alianza implicaba ser coherentes con ella: dios se ofrece a ser
nuestro Dios, pero… nosotros debemos cumplir nuestra parte: “ser su Pueblo”.
Se
han subido todas las gradas de la peregrinación, ahora, nos llegamos el núcleo
cultual, a la sede litúrgica del pueblo de dios: La Ciudad santa que él se
eligió como Su Morada eternal. Es aquí donde Él quiere habitar.
Para
David y su linaje tiene la Diadema digna-de estar en la Sienes del Señor. Para Cristo
(que significa Ungido) tiene la Lámpara que dirige nuestro caminar.
Para
los enemigos de Dios está el uniforme que los distinguirá: El Traje de la
Ignominia.
¿Qué
repetiremos como versículo responsorial? Que está muy claro que Jerusalén es la
Morada que el Señor ha elegido para Sí
Mt 6, 19-23
El ojo enfermo mira con envidia
Uno
puede abrir una cuenta en un Banco u otro. Y, no pocas veces, recurrimos a un
buen economista que nos asesore y nos muestre los pros y los contras de
invertir, de ahorrar, y dónde.
Para
la situación que examinamos hoy hemos elegido con suma inteligencia y profunda intuición
que nuestro asesor sea Jesús, es a Él a Quien consultamos donde poner nuestros
títulos-valores y acertar en los depósitos que hagamos.
Las
firmas son muy dispares: la primera nos insiste en hacer nuestra inversión aquí
en la tierra, pero solapa cuidadosamente el “contra” más delicado, que aquí hay
dos “destructores” inexorables de nuestras ganancias, a saber: la polilla y la
carcoma, pero no paran allí los riesgos, su uno logra aislar con éxito las
ganancias y escapa a estos dos “devastadores”, están los “topos” que cavan boquetes
para robárselos.
La
otra firma bancaria, que ofrece solidas garantías y previene los anteriormente
mencionados “vándalos”, es en el Cielo.
Y
nuestro maravilloso asesor noes explica el “por qué” de su consejo: Porque donde
tengamos nuestros tesoros, allí estará nuestro corazón. Y eso es muy cierto, si
volteamos a mirar nuestro corazón, nos damos cuenta que donde tenemos lo que
nos interesa, allí apuntará siempre la brújula de nuestros sueños y
aspiraciones.
Pero,
uno se pregunta, ¿por qué hay gente que, teniendo a mano tan Tierno, amistoso y
Dulce Asesor, preferimos consultar otros “confundidores ´profesionales”, que
nos engañan y nos orientan en dirección a la quiebra y despilfarro de todo
cuanto hay de valioso en nuestra existencia?
Y
es que, si nuestro “ojo” se enferma, nuestra alma queda desahuciada, porque todos
los datos nos llegan por los ojos: Es exactamente como cuando “el que divide”
le mostro a Eva el “fruto” de su mentira, lo maquillo desconcertantemente seductor,
se lo hizo ver hermoso y apetecible, y para lograrlo, sencillamente le “enfermó
la vista”.
Moraleja:
Tenemos que usar un colirio divino, que siempre nos mantenga sana la vista, que
prevenga cualquier envidia -que es el nombre de la enfermedad visual más
entorpecedora- y ese colirio se llama “Oración”, porque si sinceramente le
pedimos salud de nuestra vista al Señor, tendremos una visión superior a 20/20.
No pidamos regalos al Cielo para ahorrarlos en la tierra, es por lo menos
absurdo; pidamos bienes espirituales que se registren en las “libretas de
ahorro celestiales”, ¡eso es lo coherente!
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