miércoles, 19 de junio de 2024

Miércoles de la Undécima Semana del Tiempo Ordinario



2R 2, 1. 6-14

Iniciamos hoy, un cursillo de seis encuentros en torno al Segundo Libro de los reyes, ya hemos dicho que para nosotros estos son libros “históricos”, sin embargo, para la Biblia judía son Libros proféticos, que se refieren a lo que denominan, los profetas anteriores (Josué, Jueces, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes y 2 Reyes), son anteriores porque cubren los siglos XIII al VII a.C.). En este cursillo, vamos a dedicar los dos primeros encuentros al ciclo de Eliseo, que ocupa en 2R los capítulos del 2-13. Nosotros tomaremos dos perícopas, una del capítulo 2 y otra del capítulo 11.

 

Eliseo fue profeta durante un periodo muy largo: desde los tiempos de Joram, pasando por el reinado de Jehú, hasta el reinado de Joás. Se calcula su muerte hacia el año 790 a.C. El hagiógrafo que compilo las tradiciones de los Libros de los reyes, debió poner por escrito el manuscrito hacia el año 550 a.C. las fuentes a las que recurrió el hagiógrafo se remiten al círculo de profetas que compartieron personalmente con Eliseo, por allá en los años 750 a.C. De él se nos dice que es “hombre de Dios” (23 veces) y que es “profeta” (8 veces), se sobrepone a su titulación por la que proclama lo que Dios nos comunica el oficio de obrar milagros (por eso decimos de él, el “profeta taumaturgo”). Ya hemos dicho algo sobre el ciclo de Eliseo que leemos empezando en 1R 19, 19-21 y 2R 2,1-13,21. Eliseo, era originario de un Valle del Jordán, provenía de una familia bastante acomodada, su padre era Shafat, de Abel-Meholá, al sur de Bet-Seán.


 

Tenemos que captar con precisión el objetivo de la perícopa de hoy, como se nota, el foco no se pone en el “rapto” de Elías -que nos enfrenta con el trazo cuasi-mágico, nimbado de misterio-inaccesible-, sino en demostrar que Eliseo ganó la sucesión profética de Elías. Como se nota, no se dice nada de adonde o cómo fue la partida de Elías, se habla, si, sobre el manto, el poder que tiene este manto de Elías, que permite el gran milagro de separar las aguas del Jordán para poder cruzar sin mojarse los pies.

 

Hay que saber que, al primogénito, le correspondía una parte doble de la herencia paternal, ese es el significado de la petición hecha por Eliseo, lo que le pide es que sea tratado como el hijo mayor para heredar el poder duple.


 

Pero, habiendo ya partido Elías, no logra dividir las aguas de un solo golpe, sino que tiene que pedir el prodigio, por dos veces.

 

Esta heredad hace de Eliseo un profeta que se ha apodado “taumaturgo, por los múltiples milagros y curaciones que obra, sus mayores prodigios se cuentan en los capítulos 4-6. (que no se contemplan en nuestra liturgia).

 

Se nombran cincuenta profetas que escoltaban tanto a Elías como luego a Eliseo, y estas cofradías fueron corrientes entre los profetas del reino del norte, pero no se ha de suponer que vivían en comunidad, sino que cada uno tenía su casa, su propia familia y sus cultivos familiares.

 

Sal 31(30), 20. 21. 24

Ante un gran milagro, la gratitud es grande y el esfuerzo por mostrar gratitud apela a la creatividad y procura expresar esa gratitud a todo lo ancho. Eso requiere valentía, se hace necesaria la firmeza, no siempre sale todo bien. Cabe aquí recordar que, de este salmo (toma el Crucificado el primer verso) lo recita Jesús desde la cruz, a pocos instantes de entregarse en brazos del Padre. Fue, Su Última Palabra. Por tal, lo proclamamos los Viernes Santos.

 

El verso responsorial (v.24), es el último del salmo, con él concluye. Es precisamente la convocatoria para esa valentía.

 

La primera estrofa de la perícopa reconoce la Bondad de Dios, dada integralmente a los que le son fieles (ofrecen reverencia al Señor) y su generosidad es manifiesta para los que abiertamente se acogen a Él.

 

Para los “justos”, el Señor tiene Asilo, los resguarda bajo Su Presencia. Para resguardarlos de todo lo que urden los humanos contra él; lo lleva a resguardar el Sancta Sanctorum, para preservarlo de las lenguas impías que atentan contra Dios y contra sus fieles. Las malas lenguas se traban como serpientes conjuradas para levantar una nube de calumnias e insidias.

 

En la tercera estrofa, se nos invita a erigir un monumento de gigante amor para el Señor. Y se les advierte a los soberbios que se reptaran precipitándose hacia el abismo.

 

Mt 6, 1-6. 16-18



El Señor nos sigue guiando hacia la perfección de la Ley; pero ahora la perfección apunta hacia los tres actos de adoración para ejercerlos de acuerdo a la Enseñanza. Los actos de culto (limosna, oración y ayuno), lejos de estar dejados al arbitrio del adorador, son guiados por Dios, el Verdadero Dueño del Culto; el culto se rinde a gusto de quien lo recibe, no y nunca bajo el capricho del adorador, que ha de ofrecer culto según las pautas que Dios en su Bondad nos proporciona. y en este caso nos previene del daño de obrar hechos de justicia para posar con ellos ante los hombres. Al obrar de tal manera, Dios no nos dará ningún trofeo y nuestras preses permanecerán estériles.

 

Como ejemplo de obra de justicia nos menciona el acto de dar limosna para que otros nos vean ejercitando la “caridad”. Pero la caridad en vitrina no conlleva mérito alguno. No sirve contratar cámaras para difundir esa aparente “munificencia”, que puede tener otros propósitos como reducir impuestos, o conquistar votos a favor; pero que -en realidad- está totalmente lejos de llegar al Corazón de Dios.

 

Entonces, ¿cómo hemos de obrar la misericordia? con profundo recato y total discreción, la frase que usa Jesús es supremamente ilustrativa: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”, hay que dar caridad con circunspección, a tal pinto, que yo mismo no sea muy consciente de lo que estoy haciendo, porque el mucho énfasis en el corazón tuerce mi bondad, que ahora es un acto de egolatría: ¡Qué generoso soy! ¡esta era una virtud que no me conocía! Se hace caridad por amor al otro, al necesitado, no por propia vanidad.

 

Para el Único que tiene que ser visible mi gesto es para Dios, porque a Él nada se le oculta.


 

Pasa algo muy similar con la oración: Muchas veces entramos al templo con amplitud de gestos que nos exhiban, el político, por ejemplo, cercanas las elecciones, manda llamar los periodistas para que lo publiquen cuando muy piadoso ora en el templo; por allí nadie los ha visto desde la última ronda electoral.

 

Al ayunar, también podemos devaluar este acto si lo acompañamos de palidez, de enflaquecimiento, de hondos bostezos sólo explicables en aquel que no desayuno o que lleva desde la tarde anterior sin pasar bocado.  Dice Jesús que obremos lo contrario, llegando hasta poner algo de color en nuestras mejillas con algún discreto recurso cosmético, para que ese ayuno sea sólo una cuenta entre Dios y tú.

 

El ayuno inclusive puede llegar a ser objetable,

«El ayuno por dieta ni no es necesario a la salud, es también señal de absolutización del propio cuerpo, y lleva a desviaciones.

La anorexia y la bulimia tienden a coincidir en las dietas hipocalóricas, en las cuales uno, comiendo no come, ¡puede llenarse de nada hasta el infinito! La carne sin proteínas, la leche sin crema, el dulce sin azúcar, la pasta sin almidón -donde es importante el estar carente, es decir, pura apariencia-, son los nuevos ídolos, que hacen a las personas semejantes a los que los adoran (Sal 115, 8)»

Silvano Fausti

 

En fin, ya vemos, que no se trata de convertir en “payasada” la práctica de las virtudes, sino en tener la más sincera relación con Dios, porque la virtud no es negocio de la tierra, sino mensaje que se envía en alas de los ángeles a la Divina Morada, roguemos que ascienda a los Cielos como Incienso agradable en Su Presencia.

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