1R 19, 9a. 11-16
… la gran tentación de quien lucha por la causa
de Dios es pensar que Dios es igual a la idea que él se hace de Él.
Carlos Mesters
Dios es mayor que
nuestro corazón
Estando ya refugiado en la cueva, vino a
é la palabra del señor, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? (1R 19, 9bcd)
¿Qué sentimos que contiene esta pregunta? Nosotros la interpretamos de la
siguiente forma: “Mírate fijamente en el núcleo de tu corazón y reflexiona,
¿qué hay en el fondo de tu venida al Horeb?
Nosotros quisimos ver en este viaje, una
manera de ir a la Fuente misma de la revelación, hasta YHWH en Persona, para
que Él le manifestara su Voluntad. Sin embargo, miremos la respuesta que le dio
Elías: “Me consume el celo por el Seño, Dios Todopoderoso, porque los israelitas
han abandonado tu Alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus
profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.
Carlos Mesters nos conduce a caer en la
cuenta que, “Elías tenía un defecto terrible, el defecto de muchos. Creía ser
el único defensor de la Causa de Dios”.
Acaba de vencer -e inclusive ´podríamos
hablar de haber matado apoteósicamente a los 450 profetas de Ba´al, y muy
probablemente esperaba una ovación.
Acaba de ser testigo, además de la
Misericordiosa Bondad de Dios que les mostró que la lluvia no era de Ba´al, y
que el Señor era el Único Verdadero Dueño de las cosechas y de las lluvias.
Pasa corriendo por delante del carro de Acab, y pasa de largo, para
-seguramente- llegar empapado en lluvia, para alardear de la Victoria de su
Dios. ¡Qué esperaría esta vez? ¡Fanfarrias y aclamaciones, toque de trompetas y
tambores?
Y luego, ¡se echa a morir, y tiene la
desfachatez de pedirle a Dios que lo fulmine! Dios le da algo mejor que
aplausos y ovaciones: lo hace alimentar por un ángel que le da un
alimento-de-atleta, algún “esteroide anabólico” para resistir -de un solo
impulso- semejante viaje tan largo. ¿Qué pretendería? ¿Que Dios le rindiera
honores, lo cargara en brazos y le rindiera reverencia? Y, muy orondo, se jacta
de ser el “único”.
Vamos a dejar ahí por lo pronto, para
hacer un cambio de perspectiva. Hay otro elemento, que siempre hemos
reconocido: Por lo general las teofanías van acompañadas de huracanes,
terremotos y fuego. Y esto se debe a nuestra manera de ser, vamos por la vida
como caminando dormidos, y para despertarnos tiene que disparar balas de cañón
y misiles, … de otra manera, ni cuenta nos damos. Y, el Señor nos tiene
paciencia y nos reúne todas estas señales, como lo hizo para Pentecostés. Pero
ese no es su estilo. Uno podría atreverse a decir que Dios prefiere la
sencillez, el menor ruido posible, lo discreto: “Se oyó una brisa tenue”.
¿Qué hay que decir? Prácticamente todo se
resume en que Dios no estaba en ninguna de las descomunales estridencias que la
naturaleza provee. ¡Dios estaba en un “tierno murmullo!
Este cuadro se completa sí, después de
terminada la perícopa de hoy, leemos todavía dos versos más, y llegamos al verso
18: “Pero yo me reservaré en Israel siete mil hombres: las rodillas que no se
han doblado ante Ba´al y los labios que no lo han besado”
¿Qué se puede entender de esto? ¡Que
Elías no estaba solo! Muchas veces pensamos que somos los únicos y los últimos
y que, si no somos nosotros los que llevamos la tarea a su culmen, el reino de
YHWH se perderá. Y no es así. El Señor se complace en darnos una parte en la
maravillosa “película” de la Salvación, pero -por importante que parezca
nuestro rol- no somos la punta de lanza, somos parte importante pero no
definitiva. Con profunda felicidad desempeñemos a cabalidad nuestra misión, sin
asumirnos como únicos y decisivos.
Mesters nos da un enunciado que puede
servirnos como conclusión: “Dios mostró que continuaba siendo el mismo Dios de
siempre; totalmente libre, imposible de ser aprisionado en cualquier proyecto,
esquema o pensamiento humano; más grande que todo aquello que nosotros o la
tradición, pensamos, hablamos o enseñamos respecto de Él”.
Es el anverso y el reverso: Nosotros con
un modesto papel, Él, Eternamente Inefable.
Sal 27(26), 7-8ab. 8c-9abcd. 13-14
Este salmo es un salmo del huésped de
YHWH. Plantea la disyuntiva que afronta Elías: Dios nos da “participación
responsable”, pero la jugada definitiva está en sus Manos, podríamos decir metafóricamente
que Él es el Dueño del Balón. Una parte sustantiva de esa participación que
Dios nos otorga es la “confianza”. Y el puente entre las dos polaridades es la
oración: ¡Ten ánimo!
En cuanto a la estructura del salmo, nos hallamos
ante una parte descriptiva que procura darnos un asomo al perfil de Dios, esta
parte está en tercera persona. Y le sucede una parte dialogal, en la que el
salmista se dirige a Dios, interpelándolo en segunda persona.
A la cumbre de la confianza nos
remontamos por medio de la convicción, que genera certeza; empero, a la certeza
llegamos por medio del combate en la oración.
Nuestro viaje personal al Horeb oscila
entre dos fuerzas: la esperanza que se va aquilatando, y -del otro lado- la súplica
que es nuestra manera de apoyarnos en Dios.
Sin embargo, el desaliento sobreviene
cuando nos suponemos solos y olvidamos que el Señor a previsto “siete mil
hombres” que no incurrirán en idolatría y que se sabrán mantener en la pureza
que brota de la fidelidad.
Aparece el gallardete que, flanquea nuestro escudo:
Una cosa pido al Señor,
Eso buscaré:
Habitar en la casa del Señor
Por los días de mi vida;
Gozar de la dulzura del Señor
Contemplando su rostro.
Mt 5, 27-32
Otra vez está Jesús descubriéndonos en el
Sermón del Monte, cómo la Ley debe ser llevada a su perfección y no
arrinconarla en minimalismos, cómodos.
Nos habla del adulterio: Para lo cual no
hay que llegar a lo facticidad, ya en el corazón y con la mente se puede
adulterar, si los ojos se permiten el libertinaje de llenarse de lujuria y se
permiten mirar con ojos libidinosos.
Pues bien, antes que dejarse llevar por
la inercia de la tentación es preferible detonar los mecanismos defensivos de
la pureza. Cuando sinceramente se quiere evadir el pecado, hay que empezar por
no juguetear alrededor suyo. Quien se entretiene y le da pábulo al dialogo con
el Maligno, más temprano que tarde, caerá, ya sabemos que el Malo es “puerco”,
lo que quiere decir que está lleno de trucos y engañifas, de los que se vale
para sembrar nuestros rumbos con piedras de tropiezo.
No se trata de proceder con cirugías amputatorias,
se trata de aplicar políticas preventivas, porque las medidas sanativas son de
muy prolongada aplicación -a veces de por vida, como sucede con el alcoholismo-
y, muchas veces nos dejan marcados con cicatrices indelebles.
El tema del adultero, al que se regresa,
hacia el final de la perícopa, nos avisa que, uno puede inducir a la mujer al
adulterio, creándole las condiciones de su infortunio, lo que nos hace tan
culpables o más que ella; y el que se junta con una adultera correrá con el
mismo hundimiento y ese tal, se franqueará una senda -sin retorno- hacia la gehena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario