1R 18, 41-46
Algunos detalles es importante entender, porque
de ignorarlos, no podremos entender el conjunto de esta historia. La perícopa
de ayer nos da la idea de una gran victoria para el profeta. Recordemos que ayer
quedamos en que Dios había “consumido todo” con su Fuego, hasta la mucha agua
con la que habían empantanado la ofrenda, nos dice el relato que Dios la “lamio”.
Y, toda la gente, allí presente, se inclinaron reverentes hasta tocar el suelo
con la frente y reconocían que ¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!
Ahí vienen los dos versículos que no se
leen (1R 18, 39-40) y que completan esta historia: “Entonces Elías les dijo:
¡Atrapen a los profetas de בַּ֫עַל Ba´al, (esta palabra significa “patrón”, o sea el que toma
jornaleros a su cargo y los pone a trabajar por una paga”); esta era una
divinidad fenicia, en la actual Líbano (son ciudades fenicias Tiro, Sidón y
Sarepta) ¡Que no escape ninguno! La gente los atrapó, y Elías los llevó al arroyo
Quisón y allí los degolló. ¡ … !
Esta es una de esas páginas bíblicas que
lo dejan a uno de una sola pieza. ¡Pasmado! ¿Cómo es posibles esta matazón?
Quizás podamos encontrarle sentido si vemos que Dt 18 15-22 condena a muerte
los “falsos profetas”, y se los ordena, como “ley de guerra”, condenando a
muerte a quienes les hagan la guerra y vuelvan contra Israel las armas actuando
como rivales.
Hemos visto que Ba´al (supuesto dios de
la lluvia y la fertilidad) no pudo ordenar la lluvia para que cesara la
terrible sequía que los asolaba. Viene hoy Elías y -para ratificar el Poder de
YHWH- le suplica que venga la lluvia. Y le anuncia a Ajab que coja su vehículo
más veloz, a ver si puede ir a detenerla, puesto que si llovía quedaría patente
la Supremacía y la Soberanía de Nuestro Dios.
Con entera confianza, sube Elías al Monte
Carmelo (derivado de la palabra Karmel que significa “Jardín”), se
postra y se encorva en supremo gesto de sumisión al Señor para rogarle llueva.
Y, siete veces la pide a su “criado” que constate si ya se observaban los síntomas
del aguacero. Lo máximo que llega a ver es una nube, que parece una manecilla.
Para Elías (y eso caracteriza al profeta,
que sabe descubrir en un leve signo la total y definitiva acción de Dios), ese pálido
signo ya lo deja ver las compuertas del cielo derramando toda su abundancia. El
cielo se oscureció y cayó un soberano “palo” de agua. Con unas fuerzas
sobre-humanas, salió corriendo Elías y llegó antes que Ajab -que había partido previamente)
a יִזְרְעֶאל [Yezrael], palabra que significa “Dios es quien siembra”, a unos 30
kilómetros al sur-este del Carmelo. Aquí concluye la perícopa de hoy. Sin
embargo, nos gustaría dejar sentados los elementos interpretativos para lo que
vendrá mañana, porque son indispensables para poder obtener una visión global y
fructífera de estas Lecturas.
Como suele suceder, en estas situaciones,
el poder opresor gatilla toda su sevicia y represión sin escatimar en
crueldades y apelando a sicarios y matarifes. Tan pronto Ajab le cuenta a Jezabel
la suerte que corrieron sus “falsos profetas”, Jezabel (la etimología de este
nombre proviene de איזה.בעל Yēze-baʿal '¿Dónde está Ba´al? Que era una especie de jaculatoria que gritaban los adoradores de
Ba´al durante sus sacrificios) proclama la sentencia de muerte para Elías. Este
se ve obligado a huir. Pasa a la clandestinidad y va al Horeb donde Dios se
había Teofanado ante Moisés en la Zarza. Como quien dice, “Voy a la más Alta
Jefatura, a pedir instrucciones, para ver cómo hemos de proseguir la Misión
encomendada”.
Podemos entender este, como el Mensaje de
estas Escrituras: Cada vez que la situación pinte álgida, hay que regresar ante
la Zarza, para que, desde Ella, Dios nos exprese su Designio.
En esta huida, Elías caminó hasta Beersheva,
(en Judá) y allí dejó a su criado, caminó luego un día entero, y con honda
decepción se echó a morir, a la sombra de una retama. Allí encontró una torta asándose
al fuego y una jarra de agua. Comió y bebió, y cuando -más tarde- un ángel lo
despertó, nuevamente fue alimentado y refrescó su garganta; y con aquellas
fuerzas, recorrió los 40 días con sus noches de marcha hasta el Horeb
(nuevamente el número 40, que no es un conteo exacto, sino el tiempo promedio
de una generación; como lo hemos dicho en otra parte, un ciclo de estudios
bíblicos dado por un Rabino, tiene esa duración, en jornadas, antes de poder
proceder al siguiente ciclo).
Sal 65(64), 10abcd. 10e-11. 12-13
Este salmo es un Himno. Y es un himno de
acción de Gracias, o sea Eucarístico. Así, la Iglesia lo ha usado como punto de
partida eulógico para componer los prefacios, cambiando la formulación “mereces
un himno de Sion”, por “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias, siempre en todo lugar…”
Agradece porque atiende y suple cuanto se
le pide. En el caso de la Primera Lectura de hoy, Elías le pidió agua, cuando
ya la sequía se estaba eternizando, y contra todo pronóstico adverso, socorrió
Generoso, toda el agua necesaria y fecundante.
El Salmo declara bienaventurado a todo
aquel que Dios elige para adornarlo con su Bondad y socorrerle lo que
intercesoramente clama. Y dice, muy explícitamente, que el riega la tierra y la
hace fecunda y productiva.
Dios está revestido en el salmo, tras los
ornamentos de la realeza. Pero aclara, que por donde pasan las ruedas de su
carro, en vez de dejar marcas de peladura, dejan señales de fertilidad y “rezuman
abundancia”.
La última estrofa declara:
… rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
Así que, a la esterilidad que daba
testimonio de Ba´al, sucede el hermoso retoñar de los campos, bajo la feraz
lluvia de Yahvé.
Vemos como la Acción de Gracias es lo que
debía suceder a la intermediación de Elías, si los intereses prepotentes de
Jezabel, no le hubieran hecho brotar los ojos con codicia desmedida, dándole
rienda suelta a su sed de venganza en contra del profeta.
Mt 5, 20-26
Proscripción de toda
violencia sea física, mental o de corazón
El meollo de la predicación de Jesús es
la construcción del Reino. Sólo trabajando tesoneramente en esta tarea podremos
entrar en el Reino. Y ¿en qué consiste ese “trabajar tesoneramente”? Hoy Jesús
nos lo va a decir, de hecho, ese es el punto de partida en la perícopa de hoy: “Si
su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraran en el Reino
de los cielos”.
¿Cómo podemos lograr que nuestra Justicia
los supere? Muy fácil, la esencia de esta superación radica en que uno no desbaste
el “Mandamiento” para quedarse con el mínimo. Al llegar a un Mandamiento, hay
que empezar una labor de alpinista (o de andinista, dependiendo de en qué parte
del mundo se esté). Hay que irse hasta el alma del “Mandamiento”, entender que
no se acaba en la apariencia, sino que se eleva cualificándose en sus
repercusiones. Hay otras conductas “periféricas” que aun cuando aparentemente
son actos sin mayor importancia y gravedad, les hacen pantalla a venenos que -a
la hora de ir a ver- son peores que los males nombrados en los mandamientos.
Maneras veladas de odiar, de querer fulminar, de añorar el mal para el prójimo.
Sutiles vericuetos que nos hacen sirvientes dóciles del Maligno.
No es la sed de explotación y la codicia barbárica,
mucho menos una belicosidad como fondo musical de nuestros sentimientos y
actividades, lo que debe animar la existencia; sino el ánimo justo de hacer
retoñar la Justicia Divina y la Santísima Voluntad de Dios en favor de su
pueblo, lo que nos llevará en alas de ángeles al Reino de Dios.
No bastaría no matar, habría que comprender
que encolerizarse contra cualquier prójimo es lo mismo que matarlo, a pesar de
no pasar a usar las armas contra él, ya ponerse iracundo en el corazón, es
prácticamente lo mismo que haberle disparado. Por tanto, ensoberbecerse de ira
equivale a “matar”.
Cuando tratamos con palabras “quemantes”
a un “prójimo”, es como haberle apuntado y disparado el lanzallamas. Dos
expresiones que pone Jesús como ejemplos de estas conductas incendiarias:
Cuando alguien le dice a su “hermano” Ῥακά [raca] “cabeza hueca”, o cuando se le dice a alguien Μωρέ [more] “idiota”, “tonto”, “bruto”, uno se hará digno de ser
conducido ante el Tribunal de Dios, porque se ha descargado una bomba de Napalm
contra ese “hermano”, que es “un hijo de Dios”.
Pues bien, a la hora de hacer una ofrenda en el Altar, hay
que revisar la conciencia para ver si hemos “matado” a alguien con estas otras
sutiles formas de agresión, y antes de ofrecer sacrificios, hay que ir a “reconciliarse”.
Este es uno de los profundos significados que tiene el “gesto de paz” que nos
damos durante la celebración Eucarística.
Aún nos enseña más el Evangelio mateano: Si alguien quiere “montar”
un pleito en contra tuya, procura por todos los medios neutralizar la amenaza y
trata de concertar preventivamente esa querella. Porque, va a pasar a mayores. Es
mejor, “cortar por lo sano”, claro, mientras eso no signifique cohonestar con
la injustica o hacerse cómplice u obrar maliciosamente, en cuyo caso, tendrá
prioridad la Verdad y la Justicia, pase lo que pase y pese lo que pese.
Lo que se nos enseña no consiste en vivir melindrosamente
atemorizados (¿qué más no querría Jezabel?), sino a ser portadores de una Justicia
que dignifique nuestra calidad de hijos de Dios.
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