Quienes han recibido la fe, han recibido
un “privilegio”, ese privilegio dignifica, da honra, “honor”, respeto. ¿Cómo ha
sido posible tal cosa, que los destinatarios de la “carta” gocen del mismo
nivel de “dignificación” que tienen el hagiógrafo y los suyos? Se plantea un
punto muy significativo, y urticante para quienes quieren detentar el monopolio
de la Revelación. Aquellos que se ponen por encima, los que se vuelven “perseguidores”
para asegurarse que nadie pondrá en cuestión sus “embustes”: Se trata de la
ralea de los maestro y profetas falsos, los líderes que han conculcado las
riendas.
Ha sucedido así porque la δικαιοσύνη [dikaiosine] ¡“Justicia” Divina es así! pone ἰσότιμον “en pie de igualdad y dona la misma honra
a todos” los miembros de la Comunidad. Todos los que creen, tienen la misma
dignidad, así las cosas, el “remitente” de la carta, en este saludo, pide a
Dios que los adorne con Gracia y Paz abundantes, para todos los que gozan de
esta πίστιν [pistin] “fe”, que ha venido a habitar en la
vida de todos los “convocados”, sin discriminar los que estaban en Roma, los de
Jerusalén, y los de las Comunidades de Anatolia.
Dios -con esa Justica Suya- los ha
proveído de todo cuanto había menester, dotándolos por medio de un ἐπίγνωσις “entrenamiento experiencial”, no algo
que se obtiene leyendo, o asistiendo a clases o conferencias, sino lo que se
adquiere al caminar y vivir “codo a codo”, “sinodalmente” con los “hermanos en
la fe”.
Esta “dotación” sirve a dos finalidades
bien definidas:
1.
Cumplir las promesas
más valiosas y más esperadas.
2. Estar vacunados
contra la mundanidad que los asecha por todos lados. Esa mundanidad que los
arrastra a vivir en “pecaminosidad” que corrompe y empuja hacia la perdición
Como se nos han dado esos dones, ¿podemos
“acostarnos” a descasar y a gozar de ellos holgadamente? ¡Pues no! Hay que
trabajar.
Tenemos que esmerarnos en ir recolectando
una cosecha:
·
Primero habrá que
recoger ἀρετήν [areten] “virtud”,
“la rectitud moral” para revestir con ella, la fe recibida.
·
Luego a esa virtud
habrá que anexarle el γνῶσις [gnosis] “entrenamiento sinodal”, “el
conocimiento que viene de la práctica”, el que uno va adquiriendo con los
hermanos que también se esfuerzan en construir comunidad.
·
Nadie puede alcanzar
la gnosis si no tiene ἐγκράτειαν [enkratein] “auto-control”, “dominio propio”,
·
Aún
hay que tener otros cuatro rasgos más, muy bien desarrollados, por medio de la
entrega y la consagración, lo que llamamos la “aplicación”, a saber: la ὑπομονή [hupomone] “persistencia”, la “constancia” para
no desistir
·
Y, εὐσέβεια
[eusebeia] “la
piedad”, que es la respuesta bondadosa a lo que Dios
dice, propone, nos sugiere. Como quien dice, abandonar el timón al Espíritu Santo,
para que sea Él quien tome el mando y gobierne nuestra dirección; para no
sucumbir víctimas de los “interesados”, de los “manipuladores”. En esta piedad
hay un elemento de discernimiento, para separar los engaños de lo que
verdaderamente es la propuesta Celestial.
·
Φιλαδελφίαν [filadelfian] “sincera
fraternidad”, “sentimiento de hermandad”, sentir que verdaderamente podemos
llamar a Dio-Padre, y a todos sentirlos verdaderos hermanos en Jesucristo.
·
Y, para
llegar al ápice, ἀγάπην [agapén], lo que Jesús nos mandó, el
“amor desinteresado”, que no busca beneficios, sino que se alegra
desprendidamente de todo lo bueno que le pasa a su “hermano”; es un amor tan
puro, que sólo lo podemos definir como “Amor Divino”.
Sal 91(90), 1-2. 14-15ab. 15c-16
Abandonarse al
abrigo del Altísimo
Se emprende una peregrinación, y Dios
mismo nos da Salmos que orienten la espiritualidad de la “peregrinación”, no se
trata de ir de aquí para allá, se trata de un desplazamiento espiritual, no de
un movimiento espacial. Se peregrina como comunidad, entonces, ¡hay que llevar
un corazón sinodal!
Cada instante de la peregrinación tiene
que tener los ojos fijos en Dios, recordando sin tregua que nos movemos para
darle una respuesta a Dios. Y con ese pensamiento constante, entender que los
que van en “caravana” (sinodía) con nosotros, de alguna manera nos estarán
comunicando ese conocimiento indispensable para acercarnos al Señor, para
hacernos miembros de Su Pueblo, de su Cuerpo Místico.
Peregrinar al Templo, entraña, de por sí,
una enorme confianza en el Señor. Es soltar la manija de las seguridades y
“dejarse ir” en una caída azarosa, sin certeza del desenlace. Esa incertidumbre
que se supera con la “confianza puesta en el Señor” es la esencia de la
espiritualidad del “peregrino”. El turista va sobre seguro, el “peregrino” se
arriesga.
Miremos que esa “disponibilidad” del
peregrino apunta en la dirección del verdadero discipulado. De ella solo es
capaz el que dirige su Amor-Agape hacia el Cielo. Es consultarle todo a Dios y
dejar que Él sea quien señale. Que la opción la tome Él.
Significa, pues, que Dios sea nuestro
Alcázar, que nos refugiemos en Él por entero; sabiendo que hay peligros letales
en la ruta a seguir, serpientes, leones, alacranes, trampas, lluvia de flechas.
El salmo, sin embargo, nos presenta todas
las garantías y todas las certezas que Dios nos entrega. Hay un grito de Dios
como fuerza de fondo: Ánimo, no temas.
Sin falsos triunfalismos. Avanzando
reclinados sobre esa Fortaleza, sabremos que la lucha será esforzada, pero que
-a pesar de todo- ya tenemos la Victoria en nuestro bolsillo.
Mc 12, 1-12
Hay un sentido de fraternidad tan
profundo en Jesús, que pese a la mala fama que nos hemos hecho a través de los
siglos, Él lo vuelve a apostar todo, a favor nuestro. Todos le han dicho que
sólo somos una prosapia de “viñadores asesinos”, estirpe de fratricidas, pero
Él sigue creyendo en nosotros.
¿Con quién dialoga? ¡Precisamente con los
Viñadores asesinos! Los Sumos Sacerdotes, los escribas y los ancianos: Los que
tienen todo que perder y no están dispuestos a arriesgar nada. Se trata de su
pueblo elegido, y los adversarios son los líderes políticos y religiosos. ¿Todo
viñador es asesino? Si lleva en sus manos la dirigencia de los poderes ¡sí! Se
trata de ese germen tan contagioso del “faraonismo” (que quiere deshonrar y
aplastar la cara contra el excremento de los bueyes, les manda a matar sus
hijos, y los someten a trabajos vejaminosos), a una casta sucede otra, siempre
hay “aristócratas” que quieren reiniciar la serie de esclavos que hagan
ladrillos a bajo costo y permitan levantar un rico imperio.
Los faraones tienen una debilidad innata,
siempre ven en el “otro” un potencial “heredero” que tendrá todos los papeles
en regla para reclamar la sucesión. Si no fuera un posible heredero, lo
ignorarían; pero, como es el legítimo (tan es así que ellos mismos escribieron
en la Cruz “Rey de los judíos”), lo van a asesinar.
¿Podemos pensar, siquiera, que el Dueño
de la Viña, dejará el Magnicidio Impune? La enseñanza de la parábola consiste en profetizar
que Dios no se dará por Vencido, sino que buscará arrendatarios, a carta cabal,
a quienes poner a cargo de la Viña.
Entonces, ¿si Jesús murió así, no era el Mesías?
Todo lo contrario, es el Verdadero Libertador, por eso Su Padre lo Resucitó,
para que la Historia siguiera su curso, con Él a la Cabeza, y que todos vieran
que el Mesías es la Piedra Angular.
La gente del “pueblo elegido” son siempre
los que contienen a los faraones (ellos sabían que la parábola había sido dicha
para ponerlos en evidencia), sin embargo, les urge tenerlos engañados, y no
quieren desenmascararse delante de ellos. Quieren seguir manteniendo la
ilusión, y por eso, por el momento, no obraron abiertamente en contra del
Salvador, pero empezaron a urdir por debajo de la mesa, y a ofertar recompensa,
en monedas de plata, para el que quisiera jugar el rol de traidor. ¡Nunca
escasean!
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