2 Tim 1, 1-3. 6-12
Las, así llamadas cartas pastorales o
eclesiales son 4: Dos a Timoteo, una a Tito y una a Filemón. En estas cartas el
hagiógrafo está particularmente interesado en darles pautas de dirección a los
responsables de las iglesias que él mismo había “ordenado” para guiar,
alimentar y cuidar los “rebaños” de las comunidades locales. Es tan “personal”
este escrito, que se ocupa de muchos detalles prácticos, no orientados a
encaminar a ningún diacono, a ningún Obispo y a ninguna viuda. Le encarga que
le traiga un abrigo que dejó, unos libros que le interesan y le ruega que lo
asista en este tiempo final de su vida, cuando su hora señalada ve llegada.
Timoteo era de Galacia, (en la actual
Turquía) y lo llama “hijo querido”. Pablo se presenta a sí mismo como Apóstol de
Jesús designado por Dios. Al saludar, la fórmula de saludo se refiera a la gracia,
a la misericordia y a la paz que proviene de Dios Padre y de Jesucristo.
Pablo, se ve a sí mismo, como un apóstol,
al mismo nivel de los que Jesús instituyó personalmente. Siente que le ha
servido a Dios con la misma fidelidad y entrega que los “justos” mencionados en
el Primer Testamento, y de todos cuanto le han precedido en la fe hacia el
Señor Dios. Y, agradece al Cielo que sus recuerdos de Timoteo le han permitido
encomendarlo siempre.
Le pide que “reavive la fe” y el “don” de
Dios, que él depositó en Timoteo, por medio de la “imposición de manos”. Gesto
que, desde entonces, era ya aplicado en el Sacramento del Orden. Ese Don
magnifico que no es un don de cobardía, sino -por el contrario- de Fortaleza,
de Amor y de Templanza.
Virtudes pastorales que se requieren, en
el más alto grado, para no acobardarse al declarar la fe y no “avergonzarse” de
la amistad con uno que ahora está encadenado y sumido en prisión.
Para muchos detractores esta era la
prueba de que Dios no estaba con él y de que no estaba revestido del blindaje
que -según ellos- el que era ungido, recibía.
Pablo, aclara que los llamados reciben
las unciones Divinas en el orden y la medida que Dios quiere, según Su Designio
y Gracia. Lo importante es que la tarea recibida para defender y proclamar el
Santo Nombre de Jesús se realice a cabalidad y ya Dios sabrá entregarles la
presea más alta, que también podrá ser la oportunidad de dar testimonio con su
Sangre.
Para pedirle la valentía de no
avergonzarse, él se sustenta en su propio ejemplo, el de dar testimonio, sin
avergonzarse él mismo.
Sal 123(122), 1b-2b. 2cdef
Uno que no ha probado la condición del
esclavo, no se imagina que el esclavo tenga los ojos clavados en las manos de
su “amo”, atentos a cualquier generosa dadiva que quisiera concederles. Pues
así mismo, están los fieles atentos a las Divinas Manos, a ver si Dios quiere
concederles sus Bendiciones.
Como nosotros no hemos pasada por la condición de esclavas, no nos cabe en la mente vivir dependiendo de la generosidad del ama, que quizas en algún arrebato de largueza, quiera premiar a su “esclava” con un regalo, tan descomunal y tan esperado como la libertad obsequiada, lo puede ser, alguna vez una esclavo o un escalavo eran manumitidos.
Pero Dios -siempre Obsequioso- está continuamente despachando sus dones. Así
como aquel paralitico pasaba su vida esperando que “las aguas se agitaran” así
nosotros, sin pestañear, estamos constantemente pendientes a ver -no sólo si
el agua se mueve- sino, además, si Dios añade Ángeles que al moverse el agua,
nos sumerjan, porque nosotros no tenemos a nadie que esté al cuidado del
Milagro Generoso de Dios y, solicito, nos alce en sus Palmas para alcanzar el Milagro
de la Sanación, allegándonos a la probática en Bethesda.
Mc 12, 18-27
Esta vez corresponde el turno de emboscar
a Jesús a los Saduceos. Los saduceos limitaban su fe a lo que declaraba la
Torah, es decir, el que nosotros denominamos Pentateuco, los cinco primeros
Libros de la Escritura, atribuidos a Moisés.
Entre otras cosas, no aceptaban vida
después de la muerte. Entonces tejen un caso imaginario que resultara
totalmente irresoluble para Jesús y que lo obligara a salirse del marco de la
fe mosaica, para poderlo acusar y declararlo anatema.
El relato que se inventan, en sintpesis, consiste en que una mujer enviudó siete veces, de los
seis hermanos de su primer marido. Le preguntan a Jesús, cuando resucite, ¿a
cuál de los hermanos le corresponderá tenerla por esposa?
Y Jesús, no tiene ningún inconveniente en
abrir las Ventanas del Cielo y mostrarles que:
a)
Los muertos no se
casan, sean hombres y mujeres, en la vida eterna viven como ángeles.
b)
Y cuando Dios se
refiere a los Patriarcas, los nombra como a seres vivos, precisamente porque
Dios los está mirando en el Cielo, y los ve delante de Sí, gozando de su
Presencia: gozan de la plenitud de la Vida; y esta referencia Biblica, apela al Pentateuco, la porción de la Escrituras que ellos aceptaban.
Pero, es que cuando uno no cree, ¡está
muy equivocado! ¡vive en el error! ¡habita en los aposentos del Mentiroso, que
no ceja de engatusarnos!
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