Stg 5, 9-12
Un problema que aflora prontamente es el de
la queja. La palabra que se usa aquí es στενάζω [stenazo] que se
refiere a un “gemido”, producto de lo que se avecina, de lo que se viene
encima. Santiago aquí nos llama la atención y nos previene contra esos gemidos,
esas angustias y afanes por la manera como se dan las relaciones con los hermanos
de la comunidad. Y, en cambio, nos aconseja la μακροθυμίας “paciencia”,
“mansedumbre”, y la κακοπάθεια “resistencia”, “la
capacidad de aguante ante algo molesto y aflictivo pero que se soporta para
cumplir la Voluntad Celestial”.
Nos pone como primer modelo a los profetas, a quienes
exaltamos porque contra toda adversidad fueron pacientes poniendo por encima el
Nombre del Señor, y pronunciando, a la letra, lo que Dios ponía en sus labios.
El segundo modelo mencionado es Job, cuya paciencia es
modelo, y cuyo desenlace de vida demostró que, el Señor es “Compasivo y
Misericordioso”.
Cuando presentábamos a Santiago el martes, señalábamos la
honda influencia del Evangelio Mateano sobre él y, en particular, la del Sermón
del Monte. Hoy, Santiago glosa a Mt 5, 33-37:
«Habéis oído también que se dijo a los
antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.
Pues yo digo que no juréis en modo
alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque
es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey.
Ni tampoco jures por tu cabeza, porque
ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro.
Sea vuestro lenguaje: "Sí,
sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno.
Este
cuidado para no reforzar nuestra palabra con juramentos, es frecuente y se
torna fácilmente hábito del habla; parece trasparentar una inseguridad en los
contenidos de nuestro propio discurso, no basta que lo digamos nosotros, sino
que ponemos como garante a la Divinidad o a sus criaturas. Se oye, a veces, que
hay personas que ponen como testigo de su veracidad la propia vida de la
mamá. ¿Quién es uno para poner en riesgo
a otra criatura por la fragilidad y la incredulidad que desata nuestro hablar?
Hablar,
interponiendo juramentos (muchas veces para respaldar nuestras marrullas) nos
condena.
En
cambio, podemos realzar nuestro decir, cuando la gente se vaya dando cuenta
que, por encima de cualquier conveniencia y oportunismo, lo que decimos está
respaldado por la verdad y el compromiso. Nuestro discurso deberá ser un
testimonio de coherencia con lo que creemos. Si Dios es veraz y eternamente
fiable, nosotros que somos sus “hijos” no podemos permitir que nuestros labios
actúen de otra manera. El que miente y el perjuro, es de la ralea del Maligno
como lo señaló Jesús en el Sermón del Monte que nos relata San Mateo.
Sal 103(102), 1b-2. 3-4. 8-9. 11-12
Hoy tenemos un salmo de Acción de Gracias: Un
salmo eucarístico. Aquel que ha pecado y recibe el Perdón de Dios, dejará
brotar a raudales su gratitud frente a un Dios que es “Compasivo y Misericordioso”.
Es lo que quiere resaltar el responsorio para que lo gravemos profundamente en
nuestras consciencias:
Dice el salmista que, “Él perdona todas tus
culpas y cura todas tus enfermedades”.
Su gratitud no es algo que brota sólo del
corazón, el quiere que todo su ser, cada parte, cada dedo y cada cabello
reconozcan que Dios le ha otorgada beneficios incontables.
Cuando mereceríamos habitar la morada de los
muertos, Él va y nos rescata, y no para en generosidad y añade a la salvación
la ternura de sus cuidados.
Es interesante y muy importante que al
dirigir nuestros ojos hacia Él reconozcamos cuál es la naturaleza Divina, que
YHWH no es un dios de rencores, que su ira está extremadamente contenida, no se
trata de un Padre que tiene estallidos de furia incontrolada. Todo lo
contrario, es Clemente y no está siempre presto a conducirnos al Tribunal.
Él, con su Gigantesca Bondad aleja de sus Ojos nuestras faltas, interponiendo entre ellos y su Justicia, la distancia que
hay entre el oriente y el poniente que jamás alcanza el uno al otro, o sea que
su rencor es absorbido por la Magnanimidad del Olvido.
Todo esto que expresa el Salmo es necesario
entenderlo y tenerlo bien presente para, sobre ese fundamento, levantar el
edificio de nuestra fe.
Mc 10, 1-12
Otra vez los fariseos vienen a tenderle una
celada a Jesús. Quieren que incurra en algún ataque contra la Ley Mosaica para
tener motivo de acusarlo y presentarlo al Sanedrín.
Jesús les muestra que Moisés en verdad
resquebrajó la Voluntad del Padre Celestial cuando aflojó lo que estaba en el
Proyecto de su Divina Paternidad, comprendiendo que ellos no daban la talla
para cumplir Su Voluntad. Moisés suavizó la norma porque sabía que son un
pueblo de dura cerviz.
Observemos, y para mostrarlo Jesús va a la
Torah, y les señala como al momento de crear al hombre y darle pareja, Él los
soñaba con tal nivel de Unidad que los dos se sintieran “una sola carne. Él no
quería -no era ese su sueño- que el hombre y la mujer disolvieran el Sagrado
Vínculo con el que fueron creados.
No atacó la ley mosaica, pero si les sacó el
corazón del pecho para que -puesto a la altura de sus propios ojos- se dieran
cuenta que la “Dureza de su Corazón” no tenía capacidad para contener y cumplir
la Voluntad del Señor.
Es curioso que, una vez en la privacidad,
los discípulos quisieran volver sobre el tema. Quizás nadie se imaginaba que
nuestras limitaciones, el hecho de tener un alma-a-semejanza-de-la-Divina, nuestra
vasija de barro -en la que está contenida- limita los alcances de nuestra
espiritualidad y nos hace endebles para dar cumplimiento a los anhelos del
Divino-Corazón.
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