Stg 4, 13-17
Hoy, Santiago se detiene a reflexionar
sobre aquellos, que diseñan propósitos, fraguan actividades y -en su interior-
hacen caso omiso a los fortuitos que pueden resultar llevando a pique todos
esos planes. Siempre sacamos de nuestras proyecciones que todo está sujeto a la
Voluntad de Dios, y que nuestro anhelos e ilusiones pueden malograrse si otro
es el designio de Dios.
Este modo de proceder es propio del
arrogante que se jacta de tener todos los botones bajo su control. Y desemboca
en una actitud cuya falta y error ese esa. El hagiógrafo nos recomienda en este
caso ponerlo todo en las Divinas Manos, diciendo “Si el Señor quiere y estamos
vivos, haremos esto o lo otro”. Santiago llega a la conclusión de que 2todo
alarde de este tipo es malo”.
Pero esta es sólo la mitad de la idea. El
otro hemisferio es que, en vez de estar trazando planes fanfarrones, y si Dios
nos ha guiado para que sepamos hacer el bien; en vez de estar ideando por fuera
de la Voluntad del Señor, debemos dedicar nuestros desvelos a “hacer el bien”
que Dios nos ha inculcado.
Nos está, pues, dirigiendo a tomar
consciencia sobre el grave pecado de omisión de vivir dándole la espalda a Dios,
despilfarrando todos los talentos, dones y carismas que hemos recibido,
dejándolos en el rincón del olvido, y, en cambio, malogrando nuestra Salvación,
nos dedicamos a fraguar futuros de maldad. Puede que no les veamos el lado
negativo, pero podemos -desde la enseñanza de hoy- intuir y llegar a la
comprensión de ser agentes de maldad siempre que nos descuidamos de incluir a
Dios en nuestros planes, olvidando que “ni siquiera sabemos que será el día de
mañana”.
Podemos concluir, diciendo: todo cuanto planeamos,
poniendo a Dios al margen eso es lo malo. Solo lo que cocinamos al Calor de Su
Magnánima Bondad -animados por el Fuego del Espíritu- se encamina hacia la
Santidad.
Sal 49(48), 2-3. 6-8. 9-10. 11
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fausto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
Sal 49(48), 17s
Este es un salmo del Huésped de YHWH. Al
afrontar la pregunta ¿Por qué los malos reciben bondades y premios y en cambio
los bondadosos, muchas veces sufren carencias y pesares? Contiene un enunciado
de equidad para los que pueblan la tierra, allí, tanto los sabios como los
necios e ignorantes se mueren y lo que han cosechado pasan a heredarlo los
extraños.
Los que tienen las agallas más grandes esos
dejaran su legado a perfectos desconocidos que malbarataran lo que con tantos
esfuerzos sembraron y cosecharon.
Pero, viene la pregunta del billón: Si
eso es así, aquí en la tierra, ¿Cómo es en el Cielo? En el reino de los Cielos,
los que “echarán bueno” serán los “pobres en el espíritu”. Ellos serán llevados
a la Bienaventuranza Eterna: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque
de ellos es el reino de los Cielos” (Mt 5,3)
Y ¿quiénes son los pobres en el espíritu
(πτωχοὶ τῷ πνεύματι)? Ciertamente que nos son los
“agalludos”, los “avispados”. No, ¡son los sencillos! ¡los que no tiene
recursos! ¡los que, inclusive, se ven obligados a mendigar!
¿Por qué adjetiva de esa manera y no dice
tan sólo “pobres”? Porque no es sólo que sean escasos de recursos, sino que su
manera de ser, el espíritu que los anima, no es el del lucro sin ética, ese
corazón ambicioso, que no repara en principio y valores, no es el que, por
encima de todo, prioriza su bolsillo y su perspectiva general estriba en el
engorde de su billetera.
El “pobre de espíritu”, no pasa por
encima de las dificultades pecuniarios de su prójimo, se desacomoda, se
descentra, prioriza al “otro” por encima del “egoísmo”. En la Justicia
Celestial, el pobre de espíritu será el Bienaventurado. Ese habitará en las
moradas de YHWH y será su huésped.
A manera de síntesis, podríamos ir a 1Jn
3, 17, donde leemos: “Pues si uno es rico y ve que su hermano necesita ayuda,
pero no se la da, ¿cómo puede tener amor de Dios en su corazón?”
Mc 9, 38-40
Hermanos en Cristo Jesús, nuestro Señor
Esta avaricia del corazón está presente
también en el fiel que ha recibido de las manos generosas de Jesús sus
enseñanzas, y las quiere acaparar sólo para él. También nosotros podemos
pretender acaparar el Maravilloso Tesoro que son las Enseñanzas de Jesús o pretender
que somos sus totales detentadores. Vemos en la perícopa de hoy a los apóstoles
procurando “almacenar” que sólo su “grupo”, puede obrar con el Santo Nombre de Jesús.
¿Están haciendo esos “que no iban con
ellos” algo malo? ¡No, estaban expulsando demonios! ¿estaban procediendo con un
Nombre distinto al Santísimo Nombre de Jesús? ¡Tampoco! Entonces, ¿a qué viene
las aprensiones de Juan?
Y Jesús, evidentemente, lo corrige, pero
sin limitarse a decirle “Eso no se hace”, sino que le da una razón, no lo veta
y ya, sino que le dice la causa de la prohibición para que pueda luego -en
situaciones análogas- hacer la extensión de esa pauta; hay una razón muy
lógica: El que obra con su Nombre es más bien un aliado que un adversario,
porque alguien así, estará, luego, dispuesto, y hasta comprometido a dar lustre
al Divino Nombre Salvador. De alguien así podemos decir que está “a Favor”; y
alguien que está a favor, definitivamente, es uno que ¡es de los nuestros!
No es indispensable que sea de la misma “barra”, de la misma “pastoral”, de la misma “parroquia”, del mismo secretariado, de la misma oficina; lo importante es que ¡también es de Jesucristo!
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