Apolo
se quedó en Corinto, Pablo avanzó hasta Éfeso. Encontró allá unos discípulos (en
número de 12) a quienes preguntó, si habían recibido el Espíritu Santo. Y
ellos, ni siquiera habían oído esta combinación de palabras. Πνεῦμα Ἅγιον [Pneuma
Agión] ¿Espíritu
Santo? ¡Ni nos lo han mencionado! Estas personas estaban detenidas en cierto
punto de su desarrollo espiritual, si cabe hablar así…
Sólo
conocían el bautismo de conversión al que convocaba San Juan el Bautista. Acto
seguido, San Pablo les completa su Iniciación Cristiana, y les concede la
imposición de manos. En estas acciones, podemos rastrear el Sacramento de la
Confirmación, como reafirmación, después del bautismo. Es urgente entender que
no se trata de una segunda dosis de Espíritu Santo, sino de una delegación y
un envío, que es el significado de la Imposición de manos, lo que hace de
este un Sacramento diferente del Bautismo; se entrega al Confirmando una misión
muy específica: darse cuenta que la vida en la Iglesia es más que atesorar le
fe en el corazón, es sentir la urgente necesidad de proclamar a otros la
grandeza y la belleza de Creer en Jesucristo como Salvador. Es compartirles a
los hermanos el don recibido. Este Sacramento bien merece llamarse de “la
adultez cristiana”, -ya no se nos trata como niños dentro de la Iglesia-,
ahora, además, se nos reclama una respuesta y un testimonio: ser discípulos y
misioneros, este es el Envío, que es el significado de este impulso sacramental.
¿Qué pasó?, ¡tuvieron su propio Pentecostés! Hablaban en lenguas extranjeras, y
profetizaban.
Pablo,
como repitiendo lo que se dijo del segundo viaje: Hablaba ἐπαρρησιάζετο [eparresiazeto]
“con audacia”, “con parresia”, con “completa audacia”, “con toda libertad” del
Reino de Dios, ¿en qué consistía la tarea de Pablo?: Dialogaba con ellos y
trataba de persuadirlos. Aquí tenemos una fijación de principios. ¿Qué le
corresponde al evangelizador? No obligar a nadie, nada de presiones
psicológicas ni chantajes: sólo διαλεγόμενος [dialegomenos] dialogo
y πείθων [peizón]
“persuasión”, “confianza”.
Sal
68(67), 2-3. 4-5ac. 6-7ab
Este
es un salmo del Reino. Hoy se han configurado tres estrofas con los cuatro
versos y los dos medios versos que se tomaron, de los 35 que componen el Sal
68(67).
Aquí
tenemos un salmo un tanto indescifrable porque su poética es elevadísima. Primero
nos revela -tomando como referencia, su despliegue de paternalismo con sus
manifestaciones en el Sinaí. Aquí se nos descubre como Padre de huérfanos, Protector
de las viudas, Anfitrión de los desvalidos y liberador de los cautivos, es
decir, se pone de patente su desvelo de predilección con los más desvalidos y
los marginales de la sociedad.
Así
como al principio los puso en el Edén, ahora los lleva a su Tierra de Promisión:
Llevó su rebaño a la tierra que preparó para esos pobres.
La
primera estrofa de hoy, anuncia que será nuestro defensor y que derretirá, como
a cera, el fuego de su amor-Protector. Los enemigos son los que deben temblar.
En
la segunda estrofa se señala que, por el contrario, nosotros nos llenamos de
júbilo, gozamos ante su Presencia, cantamos, tocamos. Se podría traducir esta
estrofa como un llamado a “alabar al que cabalga a lomo de nubes”.
En
la tercera estrofa vemos que Dios les prepara casa a los desvalidos, liberando a esos desvalidos y enriqueciéndolos. En la parte c y d del verso 7 se nos dice
que, en cambio, los rebeldes habitarán tierra estéril y serán abrasados.
La
atmosfera es, para sus fieles, la de estar en una fiesta de ilimitado jolgorio
donde se han alcanzado por fin, las
dichas del esjatón: Los frutos maduros de A Resurrección.
Jn
16, 29-33
Jesús
deja atrás su lenguaje de “comparaciones”. Empieza a desvelarnos la realidad
que nos ofrece. Nosotros alcanzamos -también por fin- a vislumbrar su Sapiencia
Infinita. La teología acuñó la expresión “Omnisciencia” para indicarnos como es
el “Saber Divino”. Aun cuando no sabemos que es lo que Él sabe, ya es una
aproximación muy buena, saber que nada se le escapa, y que nada le tenemos que
ocultar, pues todo se le descubre. Y, animados por la evidencia de esta
“intuición” nos proponemos dar el gran salto a Sus Brazos, ¡queremos aceptarlo!
Recibirlo como Rey Nuestro. Y, conscientes de nuestras limitaciones, y de la
variabilidad de nuestros estados, quisiéramos “creer” siempre y “dudar” nunca.
Sin
embargo, Dios sabe que vamos a tambalear. Él sabe que los fragores, las
turbaciones, las inseguridades nos mostraran sus afilados colmillos y nosotros
empezaremos a temblar como ovejas, que van al matadero. En medio de esos
azoramientos, tribulaciones y ofuscaciones, nos dispersaremos, cogeremos cada
cual por su lado y nos apartaremos del rebaño en vez de acudir al aprisco. Él
presiente nuestro abandono, nuestras traiciones, nuestra tendencia facilista a
la deserción. En cambio, Él no flaquea, porque se apoya en el Pilar inamovible
del Padre.
Todo
esto nos lo dice y nos lo reitera, para que recibamos otro Don que Él nos
otorga: ¡La Presencia de Animo! Es la solidez que da el Paráclito, la
convicción de que Su Victoria se nos comunica, le da un esqueleto reforzado a
la fe y nuestro pecho, queda recubierto por su Escudo.
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