domingo, 26 de mayo de 2024

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

INVITADOS A VIVIR EN SU LUZ



Deu 4, 32-34. 39-40; Sal 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22; Rm 8, 14-17; Mt 28, 16-20

 

En lenguaje místico, la fe es una noche luminosa.

Segundo Galilea

 

A MANERA DE PROLOGO

“La reflexión moral de la Iglesia, hecha siempre a la luz de Cristo, el «Maestro bueno», se ha desarrollado también en la forma específica de la ciencia teológica llamada teología moral; ciencia que acoge e interpela la divina Revelación y responde a la vez a las exigencias de la razón humana. La teología moral es una reflexión que concierne a la «moralidad», o sea, al bien y al mal de los actos humanos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta a todos los hombres; …”[1]


 

Eucología Menor

La antífona de entrada (antiphona ad introitum) para la Liturgia de este Domingo –Solemnidad de la Santísima Trinidad- Bendice a cada una de las Tres Divinas Personas porque han tenido Misericordia con nosotros. Hoy, dedicamos la celebración a hacemos conscientes del Don maravilloso que nos une a la Trinidad; Ellos nos han querido hacer Bien, nos han regalado El Mayor Bien, y nosotros –por pura Gracia- (no por algún mérito), somos “objeto” de su Magnánima Predilección: Ellos han acogido en su Corazón nuestras dolencias, nuestra pequeñez, nuestra fragilidad, nuestra debilidad, nuestra propensión a la caída; y, con total gratuidad acuden en nuestra ayuda. ¿Qué nos dice eso? Que más allá de tratar de “poseerlos”, en vez de tratar de adueñarnos de su conocimiento, estamos llamados a aceptar y recibir la dilecta amistad que nos ofrecen.

 


Demos una ojeada a la “Oración Colecta”, oración exclusivamente sacerdotal, en la que el Presidente recoge todo lo que nos ha conducido a llegarnos hasta el Altar, nuestros agradecimientos, nuestras intenciones, nuestros planes, nuestros proyectos, nuestros ruegos, lo que queremos ofrecerle y lo que queremos poner en Sus Divinas Manos, todo eso el Sacerdote lo amasa y lo “inmola” poniéndolo en las Manos de Jesús, y Él, con Su Súplica le pide a Dios-Padre que nos lo conceda. En esta ocasión, inicia (siempre se inicia diciendo a Quien dirigimos la súplica y sus Títulos Nobiliarios) –poniendo como base- lo que Dios ha hecho, y lo hace enumerando las acciones de Dios con dos verbos: “enviar” y “revelar”. Quiere esto decir –si lo ponemos en relación con el Introito- que Dios nos ha donado su Misericordia muy especialmente a través de enviar y revelar. ¿A Quién ha enviado? A dos Personas: la Palabra de Verdad y el Espíritu de Santidad; y, revelar… ¿Cuál ha sido su Revelación? Su Misterio Admirable, ¿a quienes se los ha revelado? ¡A todos! De allí, pasa la Oración Colecta a la parte “peticional”, donde todo lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo. Va a pedir tres cosas: que profesemos, reconozcamos y adoremos:

a)    Profesemos la fe verdadera.

b)    Reconozcamos la Gloria de la Verdad Eterna.

c)    Adoremos su Unidad en la Majestad Omnipotente.

 

No apartar la mirada de Dios vivo y verdadero

Los que fueron mis catequistas me acercaron a la Majestad Omnipotente de la Santísima Trinidad así: Son tres personas distintas y un solo Dios verdadero. ¡Punto! ¡Entiéndalo así! ¡No pregunte más! La mente más inteligente no podría entenderlo. Grandes filósofos, sabios y aún los santos han luchado por entenderlo y no lo han logrado. Es “una verdad de fe”, y lo que a nosotros corresponde es aceptarla con obediente asentimiento.


 

Agradezco y los bendigo por haberme donado esa aproximación: ¡No fue -para nada- mal punto de partida! Encuentro belleza en el argumento, inclusive me seduce lo del “obediente asentimiento”, me evoca la disciplina rigurosa: ¡Tiene su encanto! Pese a lo cual, ¡hay algo que disuena!

 

De verdad, pensamos que Dios es tan Misericordioso que no nos revelaría algo que, al no poderlo penetrar, se convertiría en una abstracción inútil. De ser así, creo que Dios se habría abstenido de darnos un “vaso desfondado”. El Padre Celestial, el que amamos, alabamos y adoramos nosotros ¡no es así! Creemos –y eso si podría ser- que lo que quisieron decir estos amigos, es que la Verdad de la Santísima Trinidad no se puede agotar, por lo menos en esta vida mortal: “un Misterio inefable, infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana. ¡Ah, bueno, pero eso es algo totalmente diferente! «Fe es creerle a Dios sin comprender totalmente el contenido de lo que nos dice, pues si lo comprendiéramos sería como comprender a Dios, lo cual no es posible para la limitación de la criatura.»[2] Pero creo que Dios nos reveló esta imagen Trinitaria de su Ser, para enriquecernos, para guiarnos, para darnos un “tesoro”, y ese tesoro no se puede quedar como los juguetes regalados antaño, que se subían a una repisa y allí se mantenían, empacados en sus cajas originales, acumulando una capa de polvo que se apelmazaba y deslustraba el empaque tan vistoso y atractivo al principio. ¡No podemos aceptar que Papá-Dios sea de esa clase de padres! Al contrario, nuestra teología está convencida que Dios nos regala cada juguete para que lo abramos y lo disfrutemos. Aún más, creo que lo que alegra a nuestro Padre es que juguemos con el regalo todo cuanto nos sea posible. Al contemplar esa Revelación vamos tejiendo la Amistad con Él.


 

La revelación es esa generosidad de Dios que no dice quédense afuera en el la parte de la casa que está a oscuras, sino pasen a mis dominios, la Zona de mi Soberanía, donde la Claridad domina, y nos da unas gafas especiales para no “quemarnos los ojos”. Él mismo modula la Luz para que no nos lastime. Sus políticas pedagógicas son altamente “inclusivas”.

 

¡Si queremos legislar sobre inclusión, volvamos los ojos a Él!

 

Un rotundo no a la soledad

 

Dios es como una columna entre mis brazos.

¡Intentad arrebatármela!

Estamos felices de estar juntos:

Nos decimos el nombre de pila unos a otros.

Y entonces, queridos hijos, atentos y todos juntos.

“Que tu amor, Señor esté sobre nosotros,

como nuestra esperanza está en Ti

 

Salmo 32, versión de Paul Claudel

 

Al empezar a jugar vemos que la Santísima Trinidad es como una aversión-de-Dios-a-la-soledad. Muy ingenuamente podríamos regresar a la explicación de mis catequistas y argüir esta vez que Dios, siendo Dios, no se siente solo. Únicamente por volver la bola al campo rival, daremos el siguiente raquetazo: No se trata de decir cómo siente Dios, sino de aceptar lo que Dios nos ha manifestado sobre cómo es Él. ¿Qué nos ha revelado? ¡Que Él es Trino! (Creo que a nuestros amigos catequistas también les repudia la soledad porque no habría quien les devolviera la bola). Por si eso fuera poco, Dios que es bondadoso con todos y a todos los alumbra con su sol, nos dio a los catequizandos). Quizá quepa –para contestar el raquetazo con elegancia, dar el golpe con el revés de la raqueta: En Génesis dice Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Le haré alguien que sea una compañía idónea para él” (Gn 2,18). ¡Esta es la primera de las revelaciones que Dios nos hace al manifestarse Trinitario! (Recordemos que Jesús nos enseñó que debíamos ser perfectos “como el Padre” es perfecto (Mt 5, 48); esto lo entendemos como que el Padre quiere que hagamos todo lo posible y nuestro mayor esfuerzo por parecernos a Él, (también en lo de no estar solos).


 

Él ama la justicia y el derecho

Sal 32, 5a

 

El segundo rasgo de la Santísima Trinidad que nos parece una enseñanza esencial, la leemos en Gregorio Nacianceno, el Teólogo: «Divinidad sin distinción de sustancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje…»[3]. Esta propuesta de igualdad nos cuesta, pero está en el proyecto que Dios nos ofrece como vía hacia Él. Que aplaquemos nuestras manías de sometimiento, que anulemos las ansias de inducir a la sumisión, sólo queramos ejercer dominio sobre nosotros mismos, trabajando en progresar por el camino de la humildad, superando los pruritos de superioridad. San Pablo nos invitaba para que con humildad, no nos sintamos superiores a nadie sino que, consideremos a los demás superiores a nosotros (Cfr. Fil 2, 3).

 

… con Él se alegra nuestro corazón,

en su nombre confiamos

Sal 32, 21


 

Aún hay una tercera directriz que nos enseña la Trinidad Santa. Dios es Unidad y nos llama y nos invita a ser Unidad. Sigamos de la mano de San Gregorio Nacianceno: «No he comenzado a pensar en la Unidad y ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la Unidad me posee de nuevo»[4]. La Trinidad nos llama a ser Cuerpo Místico, a percibirnos y entendernos como tal, a convertir nuestra Unidad en fraternidad, en amor misericordioso del Señor en el objetivo de nuestra Misión. Evangelizar es pues, nada diferente que buscar la Unidad en nuestro Hermano Mayor, Jesucristo Dios y Señor nuestro.

 

Invitados a ingresar en el Sancta Sanctorum

“…y te damos gracias

porque nos haces dignos de servirte en Tu Presencia”.

Plegaria Eucarística II

 

Se puede seguir profundizando, seguramente las notas serán múltiples, nosotros hemos querido resaltar estas tres, convencidos que hay otras; por ejemplo, “dictar” las Escrituras; también, ser inspiración y modelo de familia.

 


¡Ah, que dulces son las rutas de nuestra fe! ¡Cuán regocijantes las demandas con las que el Santo Espíritu nos arropa! Esta fe es un tierno mensaje de amor constante para que vivamos con verdadera fraternidad, cosa que no se da de por sí, requiere esfuerzo, pero al asumir la tarea de superación se llena de sentido la existencia, que, de otra forma, es sólo un fardo cargoso. Por eso la vida en la fe es de felicidad en una dicha que trasciende las tinieblas, que Dios –Quien-nunca-nos-abandona- nos ayuda a atravesar. Están las tinieblas, ¡sí! Surgieron de las entrañas del pecado; pero, la Luz Trinitaria las derrota. Jesús rasgó el Velo y podemos penetrar en el Sagrario, su “Aposento Personal”: Avancemos, con paso firme, hacia su Esplendor, hasta consumirnos en su Luz.



[1] San Juan Pablo II, VERITATIS SPLENDOR #29

[2] Galilea Segundo. LA LUZ DEL CORAZÓN. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá. 1995. p. 18

[3] CEC. #256

[4] Ibid.

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