Hch
18, 23-28
Cuando
seguimos a Pablo, en su periplo, y ahora que entramos ya en su “Tercer Viaje”,
hay un dato que recogemos de su herencia enmarcado en su compromiso
evangelizador y pastoral: Él no hace proselitismo, no recurre a presiones
psicológicas, y mucho menos a chantajes. No es un conquistador, tampoco un
colonizador de consciencias, es un “misionero”.
Hoy
va por Galacia, Frigia, Éfeso, donde encuentra el rastro evangelizador de
Apolo, un judío alejandrino, muy docto en la Escritura, que conocía a Jesús,
había sido bautizado según el rito de Juan el Bautista y partiendo de su
conocimiento difundía la Buena Nueva. Dice allí que se puso a hablar
públicamente en la sinagoga: pero, no dice que públicamente sino παρρησιάζομαι [parresiazomai], o sea “con toda franqueza y sin tapujos”,
con “parresia”, “con la valentía necesaria”. Lo oyeron Áquila y Priscila, que
le explicaron con mayor detalle “el Camino de Dios”.
Pasó
luego, Pablo a Acaya, donde otros cristianos lo recomendaron para que fuese
bien recibido y bien tratado. Pablo aportaba a los aqueos, refutando los
argumentos que los judíos esgrimían, y apoyándose en las Escrituras, iba
demostrándoles que Jesús era el Mesías.
Sal
47(46), 2-3. 8-9. 10
Salmo
del Reino, esta alabanza y aclamación la Iglesia la ha seleccionado para enmarcar
el Ascensión del Señor. Encontramos en este cantico tres momentos: 1) el Señor
-que bajó a la tierra- ha luchado denodadamente, a brazo partido, o mejor, a
manos taladradas y costado traspasado; 2) Victorioso, Asciende al Cielo; 3)
Allí Reina y Reinará por toda la Eternidad. Ya presentamos la relación con la
Fiesta de las Chozas, hemos mencionado la Procesión que -figurativamente- escoltaba el Arca hasta el Corazón cultual del Templo, y su entronización.
Aquí, el Ascenso es el de Jesús a la Presencia del Padre, pero allá -y lo
comentamos ayer- se refería a la subida desde el fondo del valle Cedrón, remontando la
colina de Sion.
Ayer
las tres estrofas eran: 2-3. 4-5. 6-7. Hoy son 2-3. 8-9. 10. Mañana serán: 2-3.
6-7. 8-9. El responsorio de hoy, es igual al de ayer: “Dios es el Rey del
mundo”. En cambio, mañana diremos: “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor,
al son de trompetas”.
La
primera estrofa, versos 2-3 nos llama a acompañar la revivificación con batir
de palmas, lo primero que se retrotrae, gracias a la memoria-revivificadora,
llamada -en hebreo- zijron, es la dicha que los acompañó entonces, y que hoy
vuelve a llenar nuestra vida.
En
la segunda estrofa se nos pide tocar los instrumentos, no de cualquier manera,
no es una banda para hacer bulla, hay que tocar con todo arte, con toda
técnica, con total pericia; porque este “toque” es aclamación y adoración al
Dios-Rey, digno de toda Alabanza. Rey del Mundo, Rey de todas las naciones, y
que se sienta en su Real-Trono.
Concluye
el salmista hoy con el verso 10: Hay un ensamblaje de los gentiles con los
judíos, porque Dios es Dios de ambos, no hay discriminación, no hay
selectividad: La realeza de Dios es -para todos- Realeza en su máxima
expresión.
Jn
16, 23b-28
Volvemos
a un tema esencial en la despedida. Hemos tratado de despertar la consciencia
de la importancia del Nombre como representativo y compendio de la persona
total. El Nombre lo encierra todo, lo contiene todo, se llega al extremo de poder
dominar a la persona cuando conocemos su nombre, el nombre compendia y globaliza la totalidad de la identidad. Nombre y Persona tienen un
vínculo tan estrecho, que están más ligados que la persona y su fotografía. En
algunos midrash, esta identificación es tan total que un muñeco de barro, se
anima si se le introduce un papel donde está escrito su nombre, pero cae y se
desintegra, si se le retira la tarjeta que lo contiene.
Dice
Jesús que nosotros no le hemos pedido nada al Padre en su Nombre; es como si
nos dijera: “Miren de lo que se están perdiendo: Tienen todo el Poder, y
despilfarran ese “poderío”, porque no lo aplican.
Salta
a otra instancia: un rasgo característico de Jesús es darse a entender por
medio de παροιμίαις [paroimiais] “comparaciones”,
“alegorías”, “proverbios”. Pero, ¡atentos!
Esta modalidad va a ser abandonada. Ahora, pasará a hablarnos sin
figuras, sino directa y escuetamente. Nos va a mostrar al Padre con παρρησίᾳ
[parresia] “abiertamente”, “claramente”, “con toda libertad de expresión”.
Jesús
va más lejos (se lo permite la parresia que está aplicando), no dice que Él
vaya a interceder ante el Padre por nosotros, porque no es necesaria ninguna
intercesión, el Padre ya lo quiere, Él ya nos φιλεῖ [filei] quiere,
Jesús no tiene que abogar; y, Él nos quiere porque nosotros queremos a Jesús, y
hemos captado que ἐγὼ παρὰ τοῦ Θεοῦ ἐξῆλθον. “Jesús es “consustancial” con el Padre,
porque Jesús ha “manado”, ha “brotado”, es de su Propia-Sustancia. Este
“desprenderse” de Su Misma Sustancia es su “Filialidad”; por eso es Hijo. Se ha
desprendido, se ha “desgajado” de Él, para venir al mundo, (en este caso
“mundo” significa el “espacio de nuestra dimensionalidad humana), y ahora,
completará su ciclo histórico, retornando a Él. Su consustancialidad lo
“aspira”, lo “absorbe”, tiene que volver a Su Lugar, ir a llenar un “vacío”,
porque al encarnarse, dejó “ese vacío”. Eso es lo que significa ἐξέρχομαι
[exerchomai], “salió”, “procede de”, “se ha separado de”.
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