SAN
JERÓNIMO
Zac
2, 5-9. 14-15c
Este
nombre, Zacarías זְכַרְיָה [Zeḥaryáh],
tiene que ver con la [Zeḥar] “memoria”, la segunda parte del nombre, es la
apócope de YHWH, יָה[Yah]
“El Señor”, o sea “El Señor
recuerda”; así pues, la tarea de este profeta es distribuir recordatorios como
quien entrega volantes en una campaña de recordación. Las Lecturas de los años
impares, prevén 3 perícopas de Zacarías: la de hoy, luego, la segunda es Zac 8,
1-8, y la tercera, Zac 8, 20-23. Sin embargo, el lunes (2 de octubre), vamos a
celebrar “Los Santos Ángeles Custodios”, y -hay Lecturas propias- por lo tanto,
no veremos la segunda perícopa de Zacarías.
Quisiéramos
hacer resaltar que el Libro de este profeta tiene dos partes tan disimiles que,
los estudiosos han preferido hablar de dos Zacarías: el proto-zacarías, capítulos
1-8, en prosa; y el deutero-zacarías, capítulos 9-14, en verso. Las Lecturas
que se toman son -las tres- del protozacarías.
El
protozacarías, se inicia con una introducción 1, 1-6, a partir de allí, puede
mirarse desde una estructura quiásmica, se trata de un quiasmo onírico: la capa
más exterior: 1, 8-17 empareja con 6, 1-8; la siguiente capa está formada por
1, 18-21 y su simétrica es 5, 5-11; la tercera capa, más interior está organizada
por 2, 1-13 y 5, 1-4; finalmente el corazón de la “cebollita” está configurado
por 3, 1-10 y 4, 1-14. Ahora bien, en 6, 1-15 hallamos una especie de condicionamiento:
sólo si hay fidelidad del pueblo habrá desenlace feliz. La conclusión -dada por el profeta- abarca los
capítulos 7 y 8 donde el profeta comunica el requerimiento retomando la
introducción y mostrando cómo la infidelidad condujo a la deportación,
estableciendo que la fidelidad a la Alianza es el sine qua non, de la llegada
del Reinado Mesiánico.
La
perícopa de hoy se inicia con un personaje agrimensor, que está “midiendo”, se
trataría -y así se le ha denominado- de un “geómetra”, pero como el propósito
es la reconstrucción de Jerusalén, podemos hablar -mejor- de un “arquitecto”;
en el relato no se habla propiamente de él, se le menciona por su instrumento característico:
“la cuerda de medir”. Suele suceder que, a la construcción propiamente dicha,
antecede una instancia de mediciones y prueba de suelos. Este “geómetra” va a
establecer el largo y el ancho de Jerusalén.
Tomando
como referencia el periodo histórico en el cual actuó el profeta, podemos decir
que el proyecto arquitectónico en progreso es el de la re-construcción. Pero
llega otro personaje, que da el salto al plano escatológico. No se va a
reconstruir Jerusalén, se va a levantar una Nueva Ciudad: Una Jerusalén Abierta,
será así, porque sus habitantes serán innumerables, y no cabrían en una “ciudad
cerrada”.
Entonces,
en vez de la muralla que había antes, ahora lo que protegerá sus contornos, será
el propio Señor, Quien vendrá a habitar en Ella: Su Gloria será su
Habitante-Divino. Esa incontable y populosa multitud que vendrá a poblar la
Nueva Jerusalén, y que tendrán como Adalid y Bastión al Señor, Él nos llamará “Su
Pueblo”.
Sal
Jer 31, 10. 11-12ab. 13
El
capítulo 31 de Jeremías inicia diciendo: “El Señor afirma: ‘En ese tiempo yo
seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo’”. Este
capítulo está consagrado al retorno de los israelitas del exilio en Babilonia.
No es propiamente un Salmo, pero, su valor y su versificación, además de su
coherencia con el tema que venimos tratando, -que se inserta en la profecía de Jeremías-
que había predicho, que le deportación duraría 70 años, lo convierten en el
responsorial idóneo al contexto.
Gira
-la perícopa- en torno a la Palabra. Dios se hace y se muestra Pastor, y nos
pastorea por medio de Su Palabra. Una vez más, cabe afirmar que el “Pastor” es
la imagen simbólica del “gobernante”, un gobernante cabal ha de tomar su
paradigma de la figura cuidadosa y dedicada del Pastor. Prácticamente, la
palabra “Pastor” nos da la definición -en esa cultura- de como ejerce el Ungido
su Justicia y su liderazgo. Lo primero que nos exhorta es a “ESCUCHAR”.
Una
vez lo hallamos oído con suma atención y hallamos atesorado su Mensaje,
podremos proceder al siguiente paso. ¡Anunciarlo hasta las tierras más remotas!
Esto tenemos que recalcarlo, no está el compromiso limitado a la Escucha, sino
que se escucha para poder salir a cumplir a cabalidad la Misión. Una vez más, sentimos
que se rescata el lineamiento dado en Aparecida: nos declaramos discípulos,
pero el discipulado no se queda en aquella primera fase de la Escucha, sino que
supone dar el segundo paso: el anuncio.
En
la segunda estrofa, va a la página histórica del Jacob, a quien el Señor
protegió y acompañó; ¿ahí acaba todo? ¡pues no! Va a la página del retorno de
la tierra originaria y los ve regresar con la boca plena de aclamaciones. Todos
viene supremamente alegres, viejos y jóvenes, y las muchachas, no menos, ellas
engalanan el cortejo del regreso, trayendo la dicha y el jolgorio forrado en
danzas.
No
basta volver, hay que despertar el corazón de su letargo para que descubra que
ahora Quien gobierna es el Propio Dios que se revistió, por todas las edades,
de las cualidades del pastor, y dio la Vida por sus Ovejas.
Lc
9, 43b-45
El
corazón del ser humano tiene una barrera infranqueable, es como una especie de
muralla blindada que bloquea el acceso de Dios a nuestra vida: esa muralla está
dispuesta en un sector neurálgico entre el oído, la mente y el corazón: es la
incapacidad para la escucha.
Esto
es lo que nos hace caer en la cuanta, hoy, Jesús. Antes de llegar a esta
perícopa de hoy, ¿por dónde hemos pasado? Jesús envía a sus discípulos y los
instruye con pautas de sencillez y modestia para poder asumir este envío. A continuación,
da de comer a una muchedumbre, a lo que sigue el reconocimiento que hace Pedro
de que Él es el Mesías. Continúa, un primer anuncio de su muerte; que es
inmediatamente contrapesado con el episodio de la Transfiguración. Entonces,
ahí si viene la perícopa de hoy, la que llamamos Segundo Anuncio de su Muerte.
Hay
una recomendación esencial, que es el punto fuerte de hoy: Θέσθε ὑμεῖς εἰς τὰ ὦτα ὑμῶν
τοὺς λόγους τούτους·
“Métanse bien en los oídos
estas Palabras”.
¿Recuerdan
qué pasa luego? Los apóstoles se ponen a discutir “quien de ellos es el más
importante”. ¡Eso es lo que siempre nos pasa! No entendemos ni pio, porque nuestra
atención está volcada sobre nosotros mismos, todo lo que nos llega lo volvemos
auto-referencial. Así, cuando Dios nos regala una propuesta, no puede llagarnos
al alma, se queda en esa gruesa capa de cerumen que nos vuelve “sordos”.