Rut 1, 1. 3-6.
14b-16. 22
El
marco temporal que se nos da para el Libro de Rut desde su primer verso es aquel
del tiempo de los Jueces, valga decir entre el 1040 y el 970 a.C. Se dice que
fue escrito en aquella época, pero, por medio de los estudios literarios que se
han hecho sobre el Libro, su vocabulario y el tipo de relaciones que se dan, se
puede suponer -con suficiente precisión- que se trata de una obra post-exilica.
Y, respecto al marco situacional se fija la época de la penuria en Belén. Esta
situación de escases obligo a אֱלִימֶ֖לֶךְ Elimelec “Mi Dios es Rey”, -originario de
Efratá-, a la emigración, a este “desplazamiento forzado”, tuvo lugar hacia
Moab. Es muy curioso puesto que Moab era tierra de idolatría. Moab estaba
situada entre el Mar Muerto y el desierto de Arabia, eran descendientes de
Teraj, por el linaje de su nieto Lot, hijo de Harán, hermano de Abrahán.
Recordemos que las dos hijas de Lot embriagaron a su papá y en medio de la
borrachera concibieron hijos con su papá.
Los
moabitas eran arrogantes y lujuriosos y por eso se desvincularon del linaje
abrahamico, incurrieron en prostitución cultual y comieron de los alimentos
señalados como impuros, por eso, quedaron al margen de la Asamblea del Pueblo
Escogido. Vueltas que da la vida -donde uno descubre la Acción Salvífica de
Dios- de este pueblo brotaron las que serían las nueras de Elimelec y נָעֳמִי [Naómi] Noemí, que significa “agraciada”.
Lo muy interesante es que así ingresó ר֑וּת
Rut “Amiga”, en el linaje
Davídico.
Pasó
el tiempo, corrieron 10 años. He aquí que Noemí tuvo dos hijos y ellos se
casaron -respectivamente con מַחְל֤וֹן Majlón “enfermizo”, que fue el primer
esposo de Rut; y וְכִלְיוֹן֙ [Quilyon] “debilidad”, “agotamiento”, quien se casó con עָרְפָּ֔ה
[Orpaj] “testarudo”, “cuello”, “crin”- estas esposas y nueras se llamaban: Orpa
y Rut.
Murieron
tanto Elimelec como Quilyon y Majlón, quedando las tres mujeres viudas. Como
hemos señalado -en repetidas ocasiones- la viudez era epítome de la pobreza,
los más desvalidos, los parias de aquella sociedad eran los extranjeros, las
mujeres y los niños. Así que esta historia tiene que ver con el estado de
profunda indefensión en que estaban los más desamparados de aquella cultura.
¡Las viudas, lo único que podían esperar era caridad!
En
medio de tantas penurias, Noemí supo que se había superado la hambruna en Efratá,
y resolvió regresar allí. Les pidió a sus nueras que se quedaran y regresaran
con sus parientes moabitas. Orpaj se volvió; sin embargo, Rut, por iniciativa
propia prometió que la seguiría hasta la muerte y que aspiraba ser enterrada en
la misma tierra. Ella, honrando su nombre, decide actuar como una verdadera
amiga. Encontramos las raíces de la amistad como un gran valor para esta
cultura judía y cómo una amistad poderosa llega a ser más fuerte que los
propios vínculos de sangre. A tal punto que la amistad llevada con fidelidad
otorga la carta de ciudadanía en el pueblo de Israel. Sin obliterar que una
declaratoria decisiva de Rut fue la de aceptar el Dios de Noemí; Tu pueblo será
mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Al
llegar a בֵּ֣ית לֶ֔חֶם [Bet-lehem] “Belén”, “Casa-de-pan”, era la estación para
empezar a recoger la cosecha de cebada. La cebada es el “pan de los pobres”.
Sal 146A(145), 5-6.
7. 8-9a. 10
Alabad a Yah
Estamos
ante un “Himno del Reino”, es un Salmo del Hallel, el último de esta familia de
salmos que se caracterizan porque abren y cierran proclamando ¡Aleluya! Este
salmo dice en su apertura: “Alaba al Señor, alma mía”. Esa es la propuesta y la
invitación hímnica. Este salmo se dedica a mostrar quienes son los “amigos de
Dios”, y como lo acabamos de ver en le Primera Lectura, son los indefensos de
Israel, veámoslos: los oprimidos, los hambrientos, los huérfanos, las viudas,
los extranjeros, los ciegos, los que sufren y cargan el peso de la opresión, de
la explotación, los prisioneros, los que ya se doblan. ¿Quiénes pueden decirle
“Dios mío”? ¡Ellos!
¿Quiénes
son capaces de visualizar un Reinado Eterno? ¡Solamente ellos! Los otros, los
acomodados, los derrochadores, los abundantes, ellos quieren que nunca llegue a
Reinar. Los que viven en la frugalidad forzosa, en cambio, anhelan que llegue
su Reino, y bendicen ante la perspectiva de un Reinado que dure por siempre,
Reino de prodigalidad, Reinado Fecundo.
Mt 22, 34-40
Iré donde tú vayas,
viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Rut 1, 16cde
Una
precisión gramatical: Tenemos el adjetivo próximo. Para este adjetivo,
el comparativo de superioridad es “más próximo”; y el superlativo sería
“proximísimo”; pero no existe la palabra “proximísimo”, el superlativo de
próximo es “prójimo”. Si una cosa aprendimos en la Primera lectura -de
Rut- es cómo hacerse prójimo.
Presumimos
que el valor que nos enseña Rut es el de la amistad, el de ser “mejor amiga”,
llegando al extremo de hacerse prójimo. Lo que está exactamente en la línea de
una cadena de argumentos que nos va dando Jesús y que culmina en Jn 15, 13:
“Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”.
Como
Jesús acaba de arrinconar a un saduceo, los fariseos se acercan a ver si pueden
declararlo uno de los suyos. El requisito -que no se dice- pero subyace a la lógica
de la controversia, y la llamamos controversia porque el fariseo formuló la
pregunta para cazarlo, es que conteste como ellos, y diga que hay 365
prohibiciones y, por lo menos 248 preceptos. Pero lo que le da es una apretada
síntesis, que reduce todo el embrollo a lo esencial: Un solo Mandamiento que
tiene dos caras, por un lado, un requerimiento abstracto, y por el otro, uno
palpable, tangible, práxico. Declarar solamente que se ama a Dios es “hueco”, como una
caña, ¡es vano! Otro gallo canta cuando se añade que se ama al prójimo, y en ese
prójimo quedan englobados todos los que Jesús manifiesta que son sus amigos:
todos los despreciados, los ultrajados, todos los depauperados, los
abandonados.
La
trampa de la pregunta está en que no muestra interés por cumplirle a Dios, allí
no hay ningún propósito de acercarse a la Amistad con Dios. ¿Para qué le
preguntó si su corazón estaba conforme con la respuesta que tenía y no había
ninguna disposición a “convertirse”? Si queremos trabar un dialogo con Dios
tenemos que abrirnos a la posibilidad de abandonarlo todo para construir la
verdadera amistad, la sincera projimidad.
Se
dan, pues, dos maneras de reunirse: la una para celebrar al Señor, la otra,
para complotar contra Él. Lo que los fariseos no habían descubierto todavía, el
paso que les faltaba dar, era abandonar la fetichización de la Ley, dejar de
multiplicar los preceptos y darse cuenta que al amor no se llega por las vías
judicativas, no se puede cultivar porque el juez lo ordene o lo prohíba; al
Amor se llega porque se identifica la profunda cercanía y el hambre que Dios
tiene de nuestro amor.
Nosotros
consideramos como lo más humillante suplicar amor, pero Dios anda con nosotros
rogándonos que lo amemos. Eso es lo que se entiende por kénosis, para hacernos
“hijos” en el “Hijo” y aceptar que reine el Padre-Celestial Él se abaja.
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