1Tes
2, 1-8
Muy
conscientes de que hoy actualizamos en la memoria de la Iglesia el Martirio de
San Juan el Bautista, y que para esta celebración se han provisto Lecturas propias;
sin embargo, y sólo por mantener el ritmo en la reflexión que venimos haciendo
de la 1ª a los Tesalonicenses y del capítulo 23 de San Mateo, hemos optado por
reflexionar las Lecturas correspondientes al Martes de la Vigésimo Primera
Semana del Tiempo Ordinario.
Ahora,
San Pablo inicia una especie de “recuento” del proceso que los llevó a la “conversión”:
empieza hablando con gratitud de los amigos que hizo, de la fraternidad que se
trabó entre ellos y de cómo se desarrolló su misión evangelizadora, pese a la persecución
que nunca se apartaba. Pablo ya tiene en
su consciencia la claridad de que Dios quiso poner su confianza en ellos y
enviarlos a predicar, y esto lo hacía, no para complacer a tal o cual, sino con
el exclusivo propósito de obrar acorde a la Voluntad del Señor.
En
la Carta, Pablo señala como dos linderos que van demarcando su trasegar, a
derecha e izquierda, para no confundir la correcta dirección que debían llevar,
a saber: ni λόγῳ κολακίας [logo
kolakias] “palabras de adulación”, ni προφάσει πλεονεξίας [profasei pleonexias] “codicia
disimulada”.
Y,
dediquemos mucha atención a esta recomendación metodológica que nos hace el
Primer Teólogo de la cristiandad: “nos comportamos con delicadeza entre ustedes,
como una madre que cuida con cariño de sus hijos”. Es la primera época de este
predicador, pero, él ya lleva diáfana claridad del cómo comportarse con los
interlocutores para llevar el “Anuncia de la Buena Noticia”. Véase, además, que
dice él que su sentido de donación no iba sólo hasta la entrega del mensaje,
sino que se ensanchaba hasta la voluntad y decisión de dar hasta sus “propias
personas” -y aquí nos enseña el Apóstol de los gentiles que- los procesos de
evangelización van arropados con gestos de amor y que entre ellos y los fieles
se construye, casi que, como certificado de garantía, una amistad sincera.
Sal
139(138), 1b-3. 4-6.
Salmo
del Huésped de YHWH. Este tema de estar “Delante de Dios”, de vivir en su
Presencia, debe ser muy bien comprendido, debe darnos luces de fe y acrecentar
nuestra piedad y nuestras devociones; pero, como hemos venido insistiendo,
nunca para convertirlo en una especie de concurso de “yo paso una hora más que
tú en la Iglesia” o, “yo estoy haciendo 5 novenarios más que usted”.
Una
hermosa categoría teológica es la de la Omnipresencia” Divina. Que se convirtió,
no sabemos cómo, en la de pan-óptico. El panóptico era un estilo de cárcel, que
permitía vigilar prácticamente de manera continua e infatigable al detenido.
Nosotros -para gozar de una sana perspectiva diversa- queremos recordar la
dulce grandeza de la presencia del ser amado, quisiéramos estar a toda hora con
el ser amado, estar allí mirándonos a los ojos sin parpadear y con el gusto
-sencillamente- de respirar el mismo aire. ¡Quien ha estado enamorado,
verdaderamente enamorado, lo sabrá!
No
queramos pensar en Dios como en un empleado de la oficina nacional de
prisiones; no se trata de eso, se trata de una Presencia-de-Amor.
Cuan
hermoso penar que a Dios no tenemos que ponerle cita, que Él sabe a toda hora dónde
vamos a estar, porque nosotros -de muy buena gana- le hemos entregado nuestro detallado
itinerario, segundo a segundo, para que Él pueda reunírsenos, y podamos gozar
de su Amorosa Compañía. No podemos dejar de sentir una gotita de amorosa
envidia con Adán, a quien Dios acompañaba y “bajaba” todas las tardes para pasearse
por el Edén. ¡Qué tontuelo, haber desperdiciado tan Gloriosa Amistad!
A
veces tenemos enormes dificultades para orar, y recurrimos -en nuestra
dificultad para llevar adelante un dialogo, a conversaciones impresas para
hablar con Él; conocemos personas que las coleccionan y se empeñan en tener una
para cada santo y una para cada fecha del calendario litúrgico. Pero me acuerdo
de un relato en el que uno de estos personajes, -un campesino- llegó a su
parcela y en el momento de empezar sus rezos, noto que aquel día se había
olvidado de llevar su devocionario, entonces le dijo a Dios, Señor, voy a
repetir tres veces el alfabeto lentamente, y Tú, que todo lo sabes, ordena las
letras para que sea la oración que te complace.
Si
de verdad creo que Él sabe, antes de que me lleguen a los labios, la palabra
que voy a pronunciar, podre, con honestidad, rezarle así a Dios.
Porque
el Saber de Dios es aun otra Maravilla de su Amor. Su Saber no es para un concurso
de preguntas y respuestas, Su Saber es Un Cofre Del Tesoro De Su Amor.
Mt
23, 23-26
Decimos
que hay que corregir la perspectiva. Que nosotros somos casi tan virtuosos como
los fariseos, y sin embargo también nosotros perdemos de vista lo esencial.
Nosotros también pagamos el diezmo de la menta, el anís y del comino), pero
queda fuera de nuestro campo visual la justicia, la misericordia y la
fidelidad. Y bien claro dice Jesús, no es cumplir lo uno y dejar lo otro, ambas
cosas son necesarias e importantes.
Nosotros
que no queremos dejar que al hablar nos entre en la boca mosquitos, ubicamos estratégicamente
el colador para poder hablar sin tener que “comer insectos”, pero, en cambio,
hay cosas como los camellos que un colador no puede detener ni controlar. Pero,
¡primero lo primero!
Somos
muy atentos en que las copas y los platos reluzcan, porque consideramos que es
lo que ¡se ve! Pero, la cultura nos ha inculcado que mientras no se den cuenta
que fuimos nosotros, no importa la deshonestidad, el desmán, ni el robo; así se
construye una doble moral y ha sido por eso que la corrupción y el engaño han
podido cabalgar a sus anchas.
Entonces,
¿qué es lo que hay que hacer? Fácil, la respuesta de Jesús es contundente y
límpida. No sólo cuidar la exterioridad, hay que afanarse por la interioridad,
porque es lo que primero notara nuestro Dios. Mientras sigamos barriendo toda
la mugre, debajo del tapete, seguiremos construyendo mausoleos para los Santos
y crucificando a Jesús en el Gólgota.
Habrá
que decirlo nuevamente. Los escribas y los fariseos no eran los más malos, al
revés, eran quizás los más buenos, los más esforzados, casi hasta el fanatismo,
casi hasta el milenarismo, casi hasta el fundamentalismo; pero les faltaba
saltar la barrera de la bondad, para alcanzar la cima de la perfección. Eran casi
santos, pero les faltaban los 5 centavos esenciales para completar el peso.
¡Ay
de los que se les pasa por alto la justicia, la misericordia y la fidelidad! Porque
ellos no podrán ser huéspedes de YHWH.
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