Nm 13, 1-2. 25 – 14, 1. 26-29. 30-35
Una situación tenaz la de quienes ponen ante sus ojos las
gafas del “miedo”. Cuando a veces, no miramos la realidad a los ojos y -en
cambio- todo lo llenamos de pesimismo, de malos augurios, de fantasmas y
espantos; entonces nos bloquemos, nos inmovilizamos, y -aun cuando Dios nos
indique que podemos y debemos avanzar-, nos quedamos ahí, parados como estatuas
lelas. (Recordemos -nos parecer oportuno hacerlo- a la mujer de Lot, que
-seguramente por curiosidad- se volteó a mirar la destrucción de Sodoma y
Gomorra- quedó petrificada). Esa es una de las tácticas del Malo,
atemorizarnos, amilanarnos, acobardarnos; él sabe que con eso logrará que nos
quedemos ahí, estancados, y -lo más grave- desobedeciendo a Dios que siempre
nos anima: ¡No tengáis miedo!
¡Así es! los temores congelan la fe y la fosilizan.
En algunos textos dice que “en aquellos días” estando en el
desierto de Farán (nombre del lugar en árabe, zona de colinas, entre la Meca y
Medina), en hebreo פָּארָֽן [Parán] que
empieza con la letra peh, Dios le ordena a Moisés el envío de exploradores, uno
de cada tribu, y sólo “jefes” -estas dos condiciones, seguramente para lograr
una “objetividad” en las apreciaciones, y no el enfoque parcializado de alguna
tribu, que pudiera interpretar, solo, a partir de sus conveniencias. Cuarenta
días se tardó aquel “espionaje”.
Allí colectaron frutos y trajeron para mostrar que era un territorio
feraz, donde no iban a padecer hambre. Lo que adquirió la mujer de Lot fue -lo
que hoy llamaríamos un “trauma”; pues de aquellos exploradores -doce en total,
como se ha dicho, un jefe de cada tribu- diez regresaron traumatizados porque
les parecía que los habitantes, hijos de הָֽעֲנָ֖ק [Anak] “gigante”, y
sólo Josué y Caleb apoyaron avanzar a la toma de aquellos poblados. Decían que
los hebreos, al lado de los habitantes de la región parecían minúsculos
saltamontes. Y -como suele suceder estos comentarios desanimaron completamente
al pueblo, que empezó a temblar y a lloriquear, durante toda la noche.
Miren lo peligroso que es desalentar a la gente con noticias
alarmistas, nosotros estamos llamados a levantar la moral, y no a desalentar:
somos portadores de Buenas Nuevas y no
de intimidación; por esto, todos los mayores de veinte años fueron
vetados por el Señor, para entrar en la Tierra Prometida; sólo Josué y Caleb,
entrarían, ni siquiera Moisés, ni Aarón; y sufrirían su extravío en tierras de
Parán, vagando por él, un año por cada día que se demoraron cosechando
pesimismo y amedrentamiento. Como se habían tardado cuarenta días, cuarenta
años completarían errando por aquella tierra inhóspita sin llegar a la Tierra
de Promisión.
Si nos nombran para la avanzada exploratoria, no vayamos a
recoger “mala sangre”, asegurémonos de traer confianza en Dios, de guardar
siempre en la memoria los Favores que Él nos ha entregado en nuestro
peregrinar; procuremos ver con su Mirada y hacer acopio de Esperanza, para
traer Buenas Nuevas.
Sal 106(105), 6-7ab. 13-14. 21-22. 23
Hay tres columnas que Dios nos regala para sostener el
edificio de la Alianza. A estas columnas las llamamos virtudes teologales,
porque no las podemos lograr con esfuerzo, sino que son regalo de la Divinidad.
Por otra parte, que poco nos vale que tengamos el mejor
herramientero del mundo, con unas herramientas finísimas, importadas de un país
donde se fabrican las mejores herramientas, certificadas en calidad, duración y
precisión, si no las usamos. Tomando en cuenta esas herramientas tan valiosas
que son las virtudes teologales: fe, esperanza, y amor, podremos mantenernos
fieles a la Alianza. Bendecir la Alianza es confiar en ella, en que se
cumplirá, en que es Palabra de Dios, Pacto de Amor con Él, Garantía de su
Protección.
¿Qué nos puede pasar si no comprendemos, si no caemos en la
cuenta de las Maravillas que Dios obra? Pues, incurrimos en pecado, traducción,
quebrantamos la Amistad que Dios nos ha ofrecido, y sembramos nuestras vidas
con semillas de maldad e iniquidad.
¿Cómo nos conduciremos? Renegando, desconfiando, inmóviles,
incapaces de guardar y hacer lo que Dios espera de nosotros. Por olvida su
Bondad.
Los episodios del Éxodo, las Leyes del Levítico, las
experiencias que ahora estamos leyendo en Números, están en la Escritura para
que nutramos nuestra confianza, para que avancemos cada paso sintiendo el apoyo
del Señor: recordemos -sin tregua- cómo se portó Dios en Egipto, en la tierra
de Cam y junto al Mar Rojo, no son historias para hacer dormir a los niños, son
tonificantes para los músculos y suplementos alimenticios para que se nutra la
Fe.
Y siempre, sin desfallecer, intercedamos al Señor, oremos con
intensas plegarias de Propiciación para que YHWH nos cubra con su Gracia,
Fortalezca nuestra Fe y capacite nuestros ojos para reconocer su Presencia
Amorosa con nosotros.
Mt 15, 21-28
Mucho rechazo encontró Jesús en su caminar, en su tierra
natal y en territorio de su pueblo escogido, encontró frialdad, apatía, indiferencia
e incredulidad. Poco a poco se vio desplazado y marchó a tierras paganas, al
territorio de la gentilidad. El judaísmo le cerraba el corazón y lo ignoraba y
perseguía.
Él mismo había definido su territorio de actuación como el de
las “ovejas perdidas de Dios, el pueblo de Israel”. Pero, en diversas
oportunidades, el Padre Celestial le mostró que también -por ejemplo, en Tiro y
Sidón- iba a encontrar magníficos frutos de fe, a veces -inclusive mayores- que
los que cabría esperar del pueblo que Dios había escogido.
Inclusive los propios discípulos le aconsejaron que Ἀπόλυσον [Apoluson] algo así
como “dígale que se vaya, que en esta tienda no se vende para ajenos al
judaísmo”, se ha traducido a veces como “atiéndala”, pero la palabra significa
“despáchela”, en el sentido de “rechácela”, “líbrenos de ella”. Y, la respuesta
que le da Jesús está en esa órbita: “No m´hijita, esta es una campaña que se
está haciendo para los «hijos», márchese, no hay comida para “perros”
(designación que se daba a los “pagamos”).
La respuesta de la cananea es un mensaje del Padre a su Hijo:
Hijo, es momento de abrirse a la catolicidad, hay que acoger, también a otras
ovejas, que no son del rebaño original, pero que tiene hambre y sed de Dios.
También para ellos alcanzará la Misericordia.
Y Jesús automáticamente, asimila lo que su Padre Quiere y la
Acoge. Es como si ella hubiera sabido pronunciar el “santo y seña”, y Él, le
despliega los brazos y sana a su hija.
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