Is 56,1.6-7; Sal 67(66),
2-3. 5-6. 8; Rm 11,13-15.29-32; Mt
15,21-28
Es constante en la
Iglesia la tentación de “confiscar” al Señor, sustrayéndolo a las expectativas
de quienes lo desean.
Silvano Fausti
Ayúdame a entregarme a ti,
también cuando das a
mis preguntas
una respuesta que me
incomoda.
Averardo Dini
Resulta
casi irónico que aquellos que caminaban con el Señor, tambalearan en la fe
(como lo vimos el Domingo anterior); y, en cambio, aquellas personas remotas,
que sólo lo conocían de oídas, ya lo han aceptado en su corazón por entero.
Parece confirmarse aquello del Evangelio según San Juan (20, 21) que declara
bienaventurados a los que sin haber visto creen.
Ruta hacía la inclusión
Rondan
por ahí los integristas de toda laya, que no han faltado a lo largo de la
historia. El integrismo se podría explicar como una forma exacerbada de la
ortodoxia caracterizada por la
radicalización de un conservadurismo
para lo cual se reniega completamente de la diferenciación entre la
esfera religiosa y la dimensión política y entre lo laico y la clerical. Entonces
no habría democracias sino referencia a los textos fundamentales, y así, habremos
caído atrapados en el fundamentalismo.
Esta
fue la tendencia que predominó después del exilio israelita en Babilonia. Se
habría depurado el monoteísmo combatiendo los residuos idolatras eliminando
expresiones y tendencias politeístas y poniendo por escrito por ejemplo, la
exigencia del descanso sabático, la circuncisión y las leyes de pureza ritual a
lo cual aportaron los Sacerdotes que experimentaron este exilio como una
especie de reedición del Éxodo por el desierto; también los Deuteronomistas
quienes leyeron el exilio como un castigo por la infidelidad a la Alianza
pactada con Dios y aportaron a la Biblia los Libros que van del Libro de Josué
hasta el segundo de Reyes; y los Profetas entre los que vamos a mencionar a
Jeremías (quien anunció de una manera muy clara que Dios castigaría las
infidelidades del pueblo por medio de Babilonia y en particular por medio de
Nabucodonosor), y también el profeta Ezequiel.
Después
del año 537 a.C. -o sea al regreso del exilio- se escribió el Trito-Isaías, que
abarca los capítulos 56–66 del Libro de Isaías. Se trata de un trabajo
realizado por diversos autores, que algunos identifican como “discípulos del
Deutero-Isaías”. La obra puede verse como muy inferior en su calidad literaria,
y parece reflejar el pensamiento de los campesinos (ver a este respecto
especialmente Is 58, 1-12) que encontraron allí, en la región y que durante el
exilio habían estado cultivando las tierras de Israel, (como sucede también con
el Libro de Rut).
Al
regresar y con suma prontitud, como una medida para preservar el monoteísmo y
guardarse frente a tendencias idolátricas, se fue coagulando una actitud de
cierre y exclusión. Una actitud integrista. «Su estilo es más modesto,
repetitivo… No obstante el clima bastante cerrado e integrista que se
instaurará muy pronto entre los repatriados de Jerusalén, el profeta se revela
particularmente abierto y “ecuménico”»[1]
Este
ecumenismo apunta hacia un Templo que indiscriminadamente כִּ֣י בֵיתִ֔י בֵּית־תְּפִלָּ֥ה יִקָּרֵ֖א לְכָל־הָעַמִּֽים׃ “será
llamada Casa de Oración para todos los pueblos”, que aquí brilla con luces
antitéticas frente a la clausura y la exclusión que distinguen al integrismo,
resulta ser la columna Vertebral de la liturgia de este Domingo XX del tiempo
ordinario -ciclo A.
La
Primera Lectura parte de un oráculo: Hay dos cosas que están a punto de llegar.
La Salvación y la Justicia (Divina). Así como Juan el bautista anunciaba la
venida del Salvador proponiendo unos “requisitos” previos a esa venida, en la
misma medida el oráculo está precedido de ciertas condiciones para que la
“venida” se haga posible, a saber: שִׁמְר֥וּ מִשְׁפָּ֖ט וַעֲשׂ֣וּ צְדָקָ֑ה כִּֽי־קְרֹובָ֤ה יְשֽׁוּעָתִי֙ לָבֹ֔וא וְצִדְקָתִ֖י לְהִגָּלֹֽות׃
a) Practicar la Justicia
b) Velar por “los derechos de los demás”.
Los
dos requisitos suenan como en mutua explicación: lo uno es lo otro y la segundo
define a lo primero. “La Rectitud” que se pide es como pedir la exacta y pulcra
aplicación de la Justicia. צְדָקָ֑ה [Sedaqah] y צְדָקָ֑ה [mishpat]
se inter-compenetran en reciproca
explicación. ¿Quién lo ha mandado? ¡Es el propio יְהוָ֔ה YHWH
quien lo ordena!
Llevar su Gloria más allá
de cualquier frontera
Ayúdame a esconderme en
ti,
de tal manera que los
demás, encontrándome a mí,
te vean a ti.
Averardo Dini
Hay
otra clase de disciplina que retrata para Dios la fidelidad de su criatura,
distinta a las exigencias del judaísmo tradicional. Las verdaderas pautas que
nos dan identidad de fe son mencionadas aquí por el Trito-Isaías:
a)
Adherirse al Señor para servirlo
b) Amarlo
c) Darle culto
d) Guardar
el Sábado sin profanarlo
e) Ser fieles a la בְּרִית [Berith] “Alianza”, pero no a cualquier
alianza, sino a la que YHWH pactó con nosotros, que aquí se llama בִּבְרִיתִֽי
[bibriti] “de Mi Alianza”.
El
Salmo responsorial pertenece junto con el Salmo 143 a las “peticiones de
bendición”, como se puede colegir del primer versículo (que no se lee en la
liturgia) y que dice: “Que el Señor tenga compasión y nos bendiga…”
Cuál
es el propósito de practicar la Justicia, nosotros –anticipando lo que nos
enseñó Jesús, sabemos que por esa vía se construye el Reino, se pavimenta su
Segunda Venida- pero siguiendo el derrotero que nos muestra el Salmo 67(66),
2-3. 5-6. 8 vemos que, girando sobre el eje ecumenista, se enrolla el mensaje
de actuar como testigos-mensajeros –hoy, después de Aparecida diríamos
Discípulos y Misioneros para que nuestros pueblos tengan vida en Él-;
anunciarlo desde nuestra propia vida, no sólo con acciones cultuales sino
especialmente con gestos misericordiosos que trasparenten la Bondad de Dios.
Para que “conozca la tierra su Bondad y su obra salvadora” Sal 67(66), 3. Y se
retoma de inmediato la imagen de Dios como Ser-Justicia, Dios-de-la-Equidad.
Hay
una labor de difusión que se nos encarga:
a)
que alaben al Señor todos los pueblos,
b)
todos juntos,
c)
que le rinda honor el mundo entero,
d)
que las naciones llenas de júbilo le canten.
Para
ese reconocimiento de Dios se tiene que dar una causal, esta es nuestra manera
de transparentarlo, de reflejar en nuestro ser cotidiano, en nuestras acciones
más sencillas, el rostro de Dios y sus Ojos que nos miran con Bondad.
«…te
juzgan a Ti según lo que ven en mí, por absurdo que parezca; y por eso lo único
que te pido es que me bendigas a mí para que la gente a mi alrededor piense
bien de ti… Si yo fuera un ermitaño en una cueva, podrías hacerme a un lado;
pero soy un cristiano en medio de una sociedad de hecho pagana. Soy tu
representante, tu embajador aquí abajo. Llevo tu nombre y estoy en tu lugar. Tu
reputación por lo que a esta gente se refiere, depende de mí. Eso me da derecho
a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que bendigas mi vida y
dirijas mi conducta frente a todos éstos que quieren juzgarte a Ti por lo que
ven en mí, y Tu Santidad por mi virtud.
Bendíceme
Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu Iglesia; danos a todos los que
invocamos Tu Nombre una cosecha abundante de santidad profunda y servicio
generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben por ellas….”Oh
Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”»[2]
“Dios dispone todas las
cosas para el bien de los que lo aman”
Rm 8, 28
Leemos
en “EL MEDIO DIVINO” de Teilhard de Chardin: «… la suerte común de toda energía
creada; captados, violentados por vuestra irresistible energía, tentaciones y
males, se convierten en bienes y avivan las brasa del amor.
Sé
también que, consideradas en el vacío que produce su defección, en el seno del
Cuerpo Místico, los espíritus caídos, no podrían alterar la perfección del
Pleroma. Por cada alma que se pierda, a pesar de las llamadas de la gracia, y
que debería estropear la perfección de la Unión común, oponéis, Dios mío, una de estas refundiciones que en todo
instante restauran el Universo y le confieren nuevo frescor y pureza renovada.
El condenado no queda excluido del Pleroma, sino de su faz luminosa y de
beatificación. Él lo pierde, pero él no se pierde para el Pleroma [3].
El
infierno, pues, con su existencia, no destruye en nada ni en nada estropea el
Medio divino, cuyos progresos, Señor, he seguido en torno a mí con entusiasmo.
Siento, si, que realiza además algo
grande y nuevo. Añade un acento, una gravedad, un relieve, una profundidad que
de no existir el infierno tampoco existirían. La cima no se aprecia bien si no
es considerando el abismo que ella corona.»[4]
Alcanzamos
a entrever una poderosa analogía con la lectura que nos ofrece la perícopa de
la Carta a los Romanos. Dios se da para los Israelitas, pero estos no lo
acogen, más bien lo desprecian y lo matan. Pero esto no es para pérdida, viene
los paganos y lo acogen y de entre esos paganos salen grandes devotos, fieles a
toda prueba; ahora que ha surgido la fe entre los que no fueron llamados, está
pendiente el momento en que los “originalmente convocados” reaccionen y no sean
más Adanes y Evas desobedientes sino que reciban el beneficio de la
Misericordia que es –según el decir de la Epístola- ἀμεταμέλητα “irrevocable”, palabra griega que implica
que no tiene vuelta atrás, que no se ha de arrepentir, que no va a cambiar de
idea, o sea que su aparente imperfección no hace mella en su Pleroma
(Perfecta-plenitud).
La fe abate compuertas
La
perícopa evangélica nos trae el episodio de la mujer Siro-fenicia. A quien
Jesús, en un primer momento ni siquiera le dirige la palabra y, sólo en segunda
instancia alude a ella con expresión escandalosamente despectiva, al tratarla
de “perro”.
En
todo el episodio encontramos un rastro de “integrismo” manifiesto en el eje
comportamental de Jesús. ¿Por qué Jesús actúa así? ¿Por qué le contesta a la
mujer Χαναναία “cananita”
con “dos piedras en la mano? ¿Por qué la negativa a concederle lo que tan
humildemente le pedía?
Además,
hay un momento en que los discípulos abogan por ella para que la Ἀπόλυσον “despachara”,
la “despidiera”, “se deshiciera de ella” (la palabra se podía usar con el
significado de “divorciarse” en ese mismo sentido de alejar a alguien para ya
no verlo más. Evidentemente interceden, pero por las razones equivocadas, no
les preocupa ella y su hija “endemoniada”; les preocupa que grite, que haga
escándalo, que los ponga en evidencia, que toda la gente los voltee a mirar
precisamente porque no se le concede lo pedido; ellos quieren que la atienda
para que la gente los mire con beneplácito, para que los volteen a mirar como
los “héroes” de la jornada. ¡Realmente no son sensibles a la “persona” con lo
que ello implica, porque ser persona significa tener necesidades, también tener
el derecho a manifestar lo que nos perturba, nos duele, nos molesta! A ellos no
les “duele” la persona, no tienen compasión, no tienen “entrañas de
misericordia”. Para ellos, esta mujer es un “dolor de cabeza” porque ἔκραζεν
[ekrazen] “gritaba”.
«si
pensamos que el propio Jesús dijo a sus seguidores que el hijo del Hombre
vendría durante sus vidas. El hecho de que esta expectativa constituyera una
dificultad para los cristianos del siglo I ayuda a probar que el propio Jesús la compartía.
Observemos también que el cristianismo sobrevivió a este temprano
descubrimiento de que Jesús había cometido un error”» (The Historical Figure of Jesus; p. 180)… Los católicos proclaman que
Jesús, además de ser Dios, era plenamente humano. Y ser plenamente humano
implica no conocer el futuro, lo cual no constituye ninguna imperfección…
incluso para aquel que los cristianos proclaman Hijo de Dios, quizás el precio
de ser plenamente humano fuera la incapacidad de predecir el futuro con
exactitud.»[5]
Estas
“imperfecciones” no quitan que la Sagrada Escritura sea la Palabra de Dios;
tampoco hacen incompleta la Revelación, todo lo que teníamos que saber para
caminar los caminos del Señor nos ha sido dado. En este caso por medio de la
voz de la cananita. Ella misma declara y es Voz de Dios para Jesús tanto como
lo es para nosotros, que resultamos instruidos por el mismo conducto: γὰρ τὰ κυνάρια ἐσθίει ἀπὸ τῶν ψιχίων τῶν πιπτόντων ἀπὸ τῆς
τραπέζης τῶν κυρίων αὐτῶν.
“…también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de los amos” Mt
15, 27b
La
oposición es la de τέκνων/κυνάρια hijos (descendientes) / perros (gentiles)
y la solución que Dios revela a través de esta protagonista es no excluyente,
sino –como la hemos venido llamando “ecuménica”, incluyente, a favor de comunidades
abiertas, incluyentes, solidarias”. Se superó la exclusividad de las “ovejas
perdidas de la casa de Israel”. Esta batalla inclusiva se ganó por medio de una
poderosa tenacidad en la fe, lo que nos muestra una vez más, cuán poderosa es,
y hasta dónde puede llegar, porque su fuerza es tan poderosa que elimina todas
las barreras (Cfr. Mc 11,23). Hasta los límites que el Mismo-Dios se ha impuesto,
pueden ser movidos para que sus bendiciones abarquen los más amplios espacios.
Y es que Dios quiere llegar allende, pero –cómo le hemos visto varias veces- quiere
que lo inviten.
El
tejido del Reino no incluye sólo hilos de nuestros correligionarios, el Cuerpo
Místico de Cristo tiene células de “todos los pueblos” que también cuentan y
tienen derecho a cantar las alabanzas del Señor. Esta historia empezó antes de
Jesús-Encarnado, Dios mismo había llamado, comenzando en Abrahán, Isaac, y su
descendencia; ahora, por boca de esta gentil, la mujer cananita, Jesús es
proclamado tres veces Señor y sus labios cantan su Señorío y Soberanía como si
fuera la boca de todos los pueblos, que a lo ancho y largo del mundo lo
reconocen como Piedra Angular, Hijo de David, o sea, Cristo, Salvador del
Mundo.
[1] Ravasi, Gianfranco. LOS
PROFETAS. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1966. pp. 129. 130
[2] Vallés, Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO. ORAR
LOS SALMOS Ed. Sal Terrae
Santander-España 1989 pp. 125-126
[3]
En el VOCABULARIO que nos ofrece el libro de Cuénot que estamos citando, se nos ofrece una definición de Pleroma
en los siguientes términos: “Organismo sobrenatural en el que el Uno substancial
y lo múltiple creado se reúnen sin confusión en una totalidad que, sin añadir
nada esencial a Dios, alcanzará un a modo de triunfo y de generalización del
ser (la palabra es griega y está tomada de San Pablo).
[4] Teilhard de Chardin, Pierre. El medio divino Citado por Cuénot, Claude.
TEILHARD DE CHARDIN Ed Labor Barcelona-España 1966 p. 125
[5] Barry, William s.j. ¿QUIEN DECIS QUE SOY
YO? ENCUENTRO CON EL JESÚS HISTÓRICO EN LA ORACIÓN. Ed. Sal Terrae pp. 62-63
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