María no se atribuye
más que el "título" de sierva: es "la esclava del Señor" (Lc
1,38). No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma.
Papa Francisco
Se
abrió el Cielo ¿Está, acaso, cerrado el Cielo? ¡Apareció el Arca de la Alianza!
Una figura portentosa apareció en el Cielo: Una mujer.
Ahora,
viene otra señal, esta vez una de carácter negativo: Un enorme dragón rojo.
Allí se plantea una oposición, un enfrentamiento con el dragón. El dragón se
encuentra acechando a la mujer que va a dar a luz. Su propósito es devorar al niño,
tan pronto nazca.
Nació
el varón, pero sus guardianes no estaban dormidos, lo rescataron y lo llevaron
junto al Trono de Dios. La mujer huyó al
desierto, allí Dios le tiene un “lugar” dispuesto para albergarla todo lo que
durará la acechanza, hasta la derrota final del dragón. ¿Por qué la huida es al
desierto? ¿Por qué no se oculta en otro lugar? El desierto -si evocamos el
Éxodo- sabemos que fue un prolongado taller, una escuela donde tomar un curso
de 40 años, un verdadero laboratorio de depuración donde deshacerse de las
cadenas a las que estábamos tan habituados.
Se
hace oír la voz del Señor, potente que anuncia la llegada definitiva del
Reinado del Ungido.
Son
verdaderamente toda una sería de “signos” que nos proponen una lucha, no
concluida, pero también nos vaticinan el desenlace y la Victoria de Jesucristo
que reducirá todas las fuerzas malignas que complotan contra el pueblo Elegido.
Estos
signos no son arbitrarios, no se han sacado de la fantasía de algún “inventor
de códigos secretos”, no se trata -de ninguna manera- de señales espectaculares
y fantasiosas para dar colorido al relato; estos signos tienen una profunda
raigambre bíblica, y, nos hablan, se articulan a través de un gran “signo”
central: Una Mujer. En la historia de la humanidad, hemos encontrado a la mujer
como la representante de las grandes batallas, parecería que el hombre tiene
una especial fortaleza para los enfrentamientos puntuales, de corta duración,
así sean muy fuertes. Sin embargo, la mujer,
parece la representante de esas luchas de larga duración que parecen durar siglos,
ella tiene ese aguante que le da la resistencia de “largo aliento”. Quizás su
capacitación para la espera -propia del embarazo- la hace más apta para
resistir el sitio de asalto a la fortaleza. Honramos en la Mujer esa
característica, por ejemplo, para hacer llegar alimentos a los que están en el
frente, para animarlos, para elevarles la moral, para llamar a los hijos a
permanecer fieles a los valores y principios.
El
signo del Arca de la Alianza, que en el Antiguo Testamento conservaba las
Tablas de la Ley, atesora -en el Nuevo Testamento- la Tabla Viviente de la
Nueva Ley: la Ley del Amor. María, que aceptó ser Portadora de esa Nueva
Alianza, es el Arca que había permanecido oculta. Ella está revestida con un
traje sideral, de sol, luna y estrellas, Su Claridad capta -del cosmos- todas
las fuentes de Luz.
Volvamos
a la pregunta: ¿está cerrado el Cielo? ¡Si! Sabemos que nuestra ruptura de la
Alianza nos bloqueó el acceso a la Patria Celestial. Pero Jesús ha traído la
Llave que nos abre de nuevo las Puertas. ¡Oh Sorpresa, esa llave tiene forma de
Cruz!
Sal
45(44), 10bc. 11-12ab. 16
Este
es un Salmo Real. Pero ningún Rey es dios, el Legitimo Rey, el Ungido, recibe
el respaldo de Dios, pero para ejercer con fidelidad y honestidad el pastoreo
al que está llamado, desde el cargo que Dios le ha establecido. Otros pueblos
pensaban que aquel que llegaba a rey era porque tenía sangre divina y de
inmediato lo reconocían como de la familia de ese dios, y le daban el trato de
hijo “de ese dios”. Este fenómeno siempre se acompaña de un lenguaje y un
protocolo que da a saber que tal dios habría puesto en el trono a “su hijo”.
Aquí,
para el pueblo judío, estos salmos tienen sólo el valor de demarcar en qué
momento de la entronización estaban. El rey era “coronado” y esa fase se
cumplía en el Templo, en el segundo momento se le hacía entrega de su manual de
funciones, escrito en un “rollo”.
En
este salmo, en particular, nos encontramos en presencia de dos partes: la
primera dedicada el Rey, la segunda a su Consorte, o, en este caso, a la Madre
del Rey. En este salmo, esta parte de la “Reina Madre” inicia en el verso 10 y
se prolonga hasta el verso 17, que es el último del Salmo.
Recordemos
que Salomón recibía un tributo trienal, llegado de Ofir (supuestamente en el Yemen
actual, al suroeste de arabia), de oro -muy precioso-, sándalos y perfumes. Sin
embargo, este tesoro paso a significar, con el tiempo, la espiritualidad
intensiva de una persona. La Reina-Madre está revestida de la innumerable
espiritualidad intensiva, y no a cualquier lado ni en cualquier parte, sino a
la derecha del Rey, revestida de dignidad y las más ricas “joyas místicas”.
Todo
su pasado y su parentela ha de pasar al olvido, ahora lo que cuenta es el profuso
Amor que le concede el Príncipe Real. Él está enamoradísimo de Ella, la ama con
Tierno amor de Hijo.
Los
corazones se alegran y tintinean, parece que en su pecho hay festejo y
campaneos y trinos, y gorjeos, así hacen su ingreso al Palacio Real. ¡Qué
algarabía! ¡Qué Fiesta!
1Cor
15, 20-27a.
Tenemos
dos hitos históricos: Adán y -el Segundo Adán- Jesús. El primero fue como un
ensayo fallido, el Segundo fue el Logro. Adán nos acarreó la muerte, Jesús nos
ha traído la Resurrección.
Pero,
para quienes no pueden soportar la idea de la Resurrección, prefieren afirmar
que la muerte de Jesús refleja el fracaso del Plan de Dios. En verdad lo que
hacen es procurar ratificar la muerte de Jesús, para no tener que reconocer su
propia derrota. Lo que ellos querrían sería dejar a Jesús bajo lápida, para
garantizar que su violencia y su capitalización de la muerte es victoria.
Si
la muerte ha sido vencida, quiere decir que su injusticia no se mantendrá, que
nada la sostiene y que su derrota es segura y está en firme. Quiere decir que tarde o temprano su ruido
será silenciado por la Verdad. Entonces se les acaba el ruido de su motor y su
máscara se derrite, porque su supuesta victoria, no es más que eso, una máscara
plástica y cuando pasa un momento se derrite y se escurre, y entonces, ¿qué es
lo que queda? ¡Nada, ni siquiera una chorreadura de plástico desleído!
Levantemos
todo este tinglado de falsedad, dejemos que resplandezca la Verdad. Ellos
seguirán haciendo preguntas y pidiendo demostraciones, porque no pueden
reconocer su derrota y mirarla a los ojos.
¿Quién
es el Primero en volver? El Ungido, Su-Real-Majestad. Todas las potencias y
jerarquías del Malo, estarán atafagadas celebrando sus propias exequias. Quedaran
allí regados, como tapetes a la entrada para que otros pasen y se limpien los
pies. Al final ¿qué habrá? la muerte aniquilada, -nos lo dice la perícopa de la
Primera a los Corintios- y la Vida será la
Triunfadora.
A
Jesucristo, todo le ha sido sometido. Gloria al Señor, que nos entregó esta
Revelación en esta Carta, en Jesucristo, ¡El Ungido!
Lc
1, 39-56
Presteza,
uno de los maravillosos atributos de María. María, nuestra Señora, la “Llena de
Gracia” tiene entre todas esas Gracias, la Celeridad, la Prontitud, la
Diligencia. Nos encanta cuando ante nuestra necesidad recibimos pronta
respuesta, nos fascina el slogan de María, así como se lo dijo a Juan Dieguito,
¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Madre Santísima que con igual rapidez vas
el Tepeyac, antes a Caesaraugusta, y primero que todo, a Ein Karen, “Fuente
del Viñedo”.
Allá,
en casa de זְכַרְיָה [Zacarías]
“de quien YHWH se acordó”, llegó la Santísima Virgen y saludo a אלישבע [Elisheva] “YHWH le hizo una Promesa”, y יְהוֹחָנָן
[Yehojanan] Juan, “YHWH es Misericordioso”, fue él, el primero en reaccionar y
saltó en el vientre de su mamá.
Dijo
-en aquel trance- la madre del bautista, reconociendo en María a “la Madre de
su Señor”. Expresando el sentimiento de indignidad que la embargaba. εὐλογημένος ὁ καρπὸς τῆς κοιλίας σου. ¡Bendito
el fruto de tu vientre!
Fijémonos
que אלישבע tiene una videncia que le permite saber
que el Señor le había hablado a María, le había Anunciado la Encarnación, y que
todo cuanto YHWH le había dicho, habría de cumplirse.
Pronuncia, entonces, María Santísima este
himno, el Magnificat, tan diciente, tan expresivo, que articula férreamente al nuevo
Testamento con el Antiguo: si no hubiera hundido tan estrechamente su raíz con
el Primer Testamento, no tendríamos la identidad de Jesús; es María, en este
cántico, la que nos indica donde podemos y debemos buscar para entender que Él
es el Hijo del Altísimo, que obra con Poder, que se fija en los pequeños, en
los sencillos.
¿Quién es el Padre? El tres veces Santo,
El que se tendrá que mencionar, recordar y proclamar, de padres a hijos por
generaciones para que todos, unos tras otros, vayamos teniendo noticia de Él.
No se quedó reprimiendo la fuerza de su
Brazo. Que bien podría haber escogido ese derrotero y guardar un silencio
eterno -desesperante para nosotros- y haberse auto-escamoteado, hasta el Final
de los Tiempos. Pero, para que no viviéramos en la desesperanza, en el total
vació-de-Promesas, tuvo a bien anticiparnos y dejarnos vislumbrar sus Planes e
Intenciones. Y, nos ha convocado y hecho coparticipes de su Economía-de-Salvación,
para que pudiéramos colaborar en la edificación de su Reino.
Esto no lo entregó a los que lo pudieran
acaparar, lo dio para Todo Su Pueblo, a todo el que quisiera hacerse de los de
Israel, a todos los que fueran capaces de vivir toda la noche, todo el tiempo
de oscuridad, luchando aun sin ver el Rostro ni saber el Nombre de su rival. En
cambio, nosotros, por medio de la Asunta, hemos sabido que se llama Jesús, el
Emmanuel.
Están los que vemos a Dios desde nuestra
limitación, lo vemos alcanzar restringidamente hasta donde alcanzan nuestros
pobres alcances, María sólo descubre que donde quiera que mire, Él siempre es
más Vasto que la Infinita Vastedad, por eso lo Engrandece, en vez de
circunscribirlo.
¡Madre Nuestra, que aprendamos a
reconocer y no a “embotellar”! ¡Que sepamos ensanchar, y no “encuadrar”! ¡Madre
Santa, que sepamos echar a volar y no “enjaular”! Porque Él se llama
Misericordia. Porque la ampliación creciente, se abre en un Circulo Concéntrico
-su centro en cada corazón que irradie Amor- y su Radio, Infinito, en favor de
Abrahán y su descendencia.
¡Por siempre!
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