Dt
4,32-40
Se
llama דְּבָרִים [Devarin]
en hebreo, “Estas son las palabras” así comienza este Libro. En griego se llama
Δευτερονόμιον [Deuteronomion], que es el nombre que nosotros hemos
heredado. Y, ¿cuál es el significado de esta voz griega? “Segunda Ley”. Esta
Legislación deuteronomista confía en llevar al pueblo por el buen camino, por
la ruta de la precisión legal. Así que repasa las Leyes anteriores y añade
nuevas, procurando trasmitir el Amor y le Ternura Divinas, donde se inserta,
por fin, ese perfil del Señor, que hasta ahora solo se había mostrado poderoso
y castigador. Se alcanza a percibir que está en la tónica del Génesis, del
Libro de los Salmos y del profeta Isaías.
Nosotros vamos a leer 4 perícopas: hoy, mañana, el lunes y el
miércoles. El de hoy podría entenderse como un sumario del itinerario
cumplido por Moisés conduciendo la grey del Señor. Queremos anticipar que la
estructura focal de este Libro consta de tres partes: un Primer Discurso de
Moisés (vendría siendo el segundo), luego la parte legislativa, y luego -como
en música pasa con la estructura sonata- volvemos sobre el primer tema: “un
Discurso de Moisés, donde se enfoca en los premios y castigos, en las
bendiciones y maldiciones, y luego Moisés concluye con una “coda”, su despedida
y última voluntad, “muerte y sepultura de Moisés”.
Téngase en cuenta que de esta forma concluye el Pentateuco.
Hoy Moisés les lleva a evaluar si la historia registra que
Dios haya obrado previamente, con esta Magnanimidad hacía algún pueblo: Les
hablo, y les hablo claro y directo, les hablo desde el fuego de su Amor y
sobrevivieron, los eligió, y fue decorándoles el camino con milagros y
prodigios, mostrando siempre su Brazo lleno de Poder.
Moisés les pone de presente las Maravillas obradas en Egipto,
les hace ver como las plagas fueron la punta de flecha que hirió a los
egipcios, obligándolos a abrirles paso, y Dios -con tantísimas Bondades
pro-judías- mostró su Unicidad, y, así, les hizo entender y les reveló que sólo
Él es Digno Señor y Dueño-Creador. Les reveló una Religión Monoteísta.
No se detuvo allí el Señor, generoso y Providente, fue
quitando a otras naciones -sin detenerse en su grandeza y riqueza- las
posesiones que prefirió donarlas a Su Pueblo. Mostrando que Su Poder es el
Mayor, tanto arriba como aquí abajo. En síntesis, ante tanta Riqueza de
Regalos, nos corresponde guardar celosamente sus Preceptos, Él los ha puesto
para nuestro bien, para que pavimenten nuestros caminos de felicidad, los nuestros
y los de nuestras generaciones venideras. Así, nuestros días serán duraderos y
nuestro gozo permanente y heredable para trasmitirlos a nuestra descendencia.
Sal
77(76), 12-13. 14-15. 16 y 21
El
pasado no es una materia más para el estudio, no es un venero de datos para
conformar otra disciplina científica de estudio; sería poco y vana. No se trata
de un amasijo de datos para atormentar la memoria y proporcionar sustancia a
los arrogantes que tienen buena recordación. Esta historia que nos ocupa, la
que relata el proceder de Dios con nosotros, tiene su magnífica valía, en que
opera como un vaticinio que explica: si así obró en el pasado, tenemos
fundamento para confiar que volverá a lucirse con su Magnánima Paternidad, y
sacará la Cara por nosotros nuevamente. Este salmo de súplica ruega eso, ¡Saca,
Señor, Tu Brazo Poderoso, nuevamente en nuestra defensa!
¡No
te atrevas a dudar como el salmista que, piensa que -quizá Dios se haya
cansado- de revirar a favor nuestro!
Si
hubo proezas, si Dios obró portentos, si Él actuó hazañas, no te conformes con
ser un memorista que las apunta en su cuaderno como un arqueólogo colecciona
especímenes extintos.
Si
alcanzas a comprender que no hay otros dioses, que Dios es Único, y su Grandeza
es Inconmensurable; date pues cuenta -que no es un dios-muerto- y mostrará de
nuevo Su Poder a los pueblos.
Si
Él estuvo disponible para Jacob y para José, para Moisés y para Aarón, no vayas
a pensar que eran hechos excepcionales que sucedían en algún mítico pasado.
¡Despierta, tontín! Su Brazo Poderoso está siempre velando por su amado Rebaño:
¡Somos sus Ovejas y Tú nuestro Pastor, Amor Eterno!
Mt
16, 24-28
Releer el mesianismo no desde el trono y la corona, sino
desde la cruz
Existe
una manera manipuladora de hablar de Jesús mirando exclusivamente la
superficie. Mirarlo como si se tratara de la mantequilla que se embadurna sobre
una galleta o sobre una rebanada de pan. Reducirlo a una perspectiva
aleluyática y, hacer resonar un sonajero de un lado para llamar la atención en
esa única dirección para que, Jesús desaparezca del campo visual.
Si
uno mira hacia un lado, se puede equivocar, si se conforma con mirar hacia el
otro, también el error lo puede acorralar. Se requiere una mirada panorámica,
una visión de conjunto, para entender que, si limito mi vida a lo material, si
sólo me intereso en mí y en mis gustos y placeres, y no velo por mi alma; ¡ay
de mí! Que peligros a diestra y a siniestra,
Tengo
que entender y atender la globalidad, para saber que la cruz es bi-dimensional,
que tengo que mirarte a Ti, pero también mirar a todos los pequeñuelos que te
trasparentan.
Se
puede intentar -con mucho estruendo- que la cruz quede descompuesta en un solo
travesaño, y escamotear de alguna manera, el otro: permanezcamos vigilantes: la
cruz es siempre estipe y patíbulo.
De
otro lado, está los que hablan de los dos maderos, pero eso sí, atendiendo a
una diferenciación tan extremadamente acentuada, que cada uno -tomado por
separado- logre hacer olvidar el otro.
Por
supuesto, debo tomar esa “cruz”, ese yugo liviano, y hacerme hermano. Si quiero
ir en pos tuya, tendré que aprender la sinodalidad, que no asciendo solo, que
si hay que mirar a la Altura del Tabor -y querer hacer Tres Cabañas- pero no
para quedarme a vivir en ellas, allí vivirán Moisés y Elías, o quizá las pueble
la Trinidad; pero yo, he de estar disponible y presto para bajar Contigo e ir a
proclamar a las piedras tu Reinado, porque -aún de esas piedras sacará Dios,
descendientes de Abrahán. Que Tu Reinado no se quede en puro ruego a ver si nos
convertimos…
Esas
piedras duras y tozudas, son los hermanos que -llevando en vez de corazón una
piedra- se niegan a escucharte y a distinguir tu Santa Presencia; es a ellos a
quienes estamos llamados para hacerles un trasplante y reemplazarles su duro
corazón, por uno blando, de carne. Cuando no mire solo por la salvación de mi
corazón -pudiera ser que virtuoso- y mire, además -por los que reclaman
nuestras pericias cardio-quirúrgicas- para que lograremos salvar -de verdad- nuestra
vida.
La
Iglesia es, sí, claro que sí, el reconocimiento de San Pedro de que ¡Jesús es
el Señor, el Ungido! ¡El Hijo de Dios Vivo! Pero, asumiendo que Pedro estaba viendo
solo la parcialidad y que, cuando Jesús le mostró la “globalidad”, él exclamó:
“¡Lejos de ti mi señor! ¡No te sucederá eso!
Los
historiadores se han esforzado en acentuar que a los crucificados sólo se les
obligaba a cargar con el patíbulo y que el estipe se encontraba ya “sembrado”
en su lugar. En cambio, la iconografía siempre muestra a Jesús llevando los dos
travesaños articulados. Que nos sirvan esas grafías para recordar los dos
Mandamientos como nos lo mostró Jesús, formando unidad: Amar a Dios y al
prójimo como a ti mismo.
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