martes, 31 de diciembre de 2024

PERDONA NUESTRAS OFENSAS, CONCÉDENOS TU PAZ



Nm 6, 22-27; Sal 67(66) 2-3. 5. 6. 8. (R.: 2a); Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

 

Sin María es difícil el camino hacía Jesús. Sin María la búsqueda de Dios en Jesús se vuelve dura, desencarnada, sin entrañas. María está en la vida de Jesús como está el manantial en el río o la raíz en el árbol.

Emilio L. Mazariegos

 

Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.

Ga 5,1

 


La Primera Lectura del Año Civil, es la bendición que Dios confió a Moisés para que se la enseñara a Aarón –a quien se tiene por fundador del Sacerdocio Hebreo, ya que pertenecía a la tribu de Leví. Al proclamar la bendición en este Día, nosotros, el Nuevo Israel, recibimos sus efectos para el Año Civil que hoy se inicia.

 

Vamos a resumir las lecturas de hoy entresacando una síntesis «… las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas,…  nos proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no solo el nacimiento del Hijo, sino que, ante un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan…. La primera lectura nos recuerda que la paz es un don de Dios y que está unida al esplendor del Rostro de Dios, …Para la sagrada Escritura, contemplar el Rostro de Dios es la máxima felicidad: «lo colmas de gozo delante de tu rostro», dice el salmista (Sal 21,7)…. en la Segunda Lectura, tomada de la Carta a los Gálatas (4,4-7), al hablar del Espíritu que grita en lo más profundo de nuestros corazones: «¡Abba Padre!». Es el grito que brota de la contemplación del rostro verdadero de Dios, de la revelación del misterio de su Nombre. Jesús afirma: «He manifestado tu nombre a los hombres» (Jn 17,6)…. como afirma san Pablo en el texto que hemos escuchado: «Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba Padre!” De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también heredero por voluntad de Dios» (Ga 4,6s) Según esta declaración, en Gálatas, dios nos confía como herencia un rasgo que adorna nuestra naturaleza y que prácticamente define lo que es la naturaleza humana: ¡ser libres y no acariciar -por seductora que parezca- la condición de  esclavo, en ningún aspecto y bajo ninguna condición. No hay nada que pueda quitar a los creyentes esta paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan, sino que fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5).»[1]

 


Tomemos en cuenta que los Gálatas eran gentiles de aquella provincia romana, en el Asia menor y su fe en el Resucitado les mostró lo que era la libertad; pero los cristianos provenientes del judaísmo quisieron retrotraerlos a la circuncisión como si la muerte de Jesús no fuera más que suficiente. No vayamos a idealizar y a añadir edulcorantes a la esclavitud, para imaginarnos que se puede ser esclavo y simultáneamente engañarnos con espejismos de paz. La paz solo se cuece y ablanda en el ámbito de la libertad como marco del amplísimo y plenificante espacio del ser humano en toda la extensión de su significado antropológico-cristiano.

 


Retomemos el asunto de “La Madre de Dios”: Conviene recordar que la denominación que damos a la Virgen Santísima como Madre de Dios fue honra que la devoción popular le atribuyó, ya desde el Siglo III se la llamaba así. El papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel ubicó un papiro datado del 250 d.C., en las proximidades de Oxirrinco con una oración, donde por primera vez tenemos noticia de este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. allí la palabra aparece en vocativo: Θεοτόκε. Lo que hizo el Concilio fue, simplemente darle status de “oficialidad”. Recordemos entonces que desde el Concilio de Éfeso –ciudad excelentemente mariana donde se dice moró la Santísima Virgen con San Juan-, en el siglo V, más exactamente en 431 de nuestra era, María Santísima recibió oficialmente el título de “Madre de Dios”. El pueblo se adueñó de la expresión que queda registrada, en el rito bizantino con las palabras: “A Ti, verdadera Madre de Dios, te exaltamos” y en el rito latino: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”.


 

Al hablar de este tema, no se pueden pasar por alto los nombres de Nestorio de Constantinopla y Cirilo de Alejandría. El debate sería entre dos denominaciones: Theotokos y Christotokos. Muchos quieren, al historizar el debate, ridiculizarlo proponiéndolo como una simple cuestión de palabras, una polémica bizantina, adjetivo este que despectivamente se refiere a polemizar sobre una forma cuyo contenido no difiere, algo así como una sinonimia perfecta, y sin embargo, comprometerse en una feroz argumentación por la una o por la otra. Quien así procede trata de ocultar que a este debate subyace una “sustancia” de gran envergadura y primera magnitud para nuestra fe, a saber, Jesús es sólo hombre, de pronto un gran profeta, pero sencillamente un hombre más, o –como afirmamos en nuestra fe- es Dios mismo, en una de las Tres Personas de la Trinidad Santa, que se encarnó y se hizo hombre, igual que todos nosotros, excepto en el pecado. Así, al decir Theotokos estamos diciendo que en Jesús se produce la unidad hipostática de Dios y hombre, María no es sólo la madre del ser humano, sino que además –o mejor todavía, a la vez-  la Madre de Dios.

 


Nos hallamos ante la amenaza de una “herejía”, la posición de Nestorio niega la afirmación que conlleva la palabra griega Theotokos que significa “la que ha dado a luz a Dios”, ya que a Nestorio le repugnaba la idea de Dios formándose en el vientre de una mujer; mientras que Cirilo respaldaba la teoría unitaria y unificadora que veía en Jesús la presencia del hombre completo y de Dios completo. El Concilio de Trento culminó con el reconocimiento de María como Madre de Dios, vale la pena recordar la declaración de San Cirilo en las conclusiones del Concilio: « "Te saludamos, Oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es Bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de honor". El II Concilio Vaticano ha puesto señas de ratificación de estas verdades de nuestra fe en la Lumen Gentium.

 


Santa María siempre Virgen, al ser Madre de Dios es Madre de todos nosotros, las células del Cuerpo Místico de Cristo, que articulamos –con la savia de la fe- la Iglesia; por tanto, ha recibido, a través de Su Santidad Pablo VI el título de Madre de la Iglesia, al concluir el II Concilio Vaticano.


 

Iniciamos el Año Civil con esta celebración de María Santísima bajo la denominación de Madre De Dios, y, sin embargo, las lecturas que se nos proponen para esta liturgia no aluden especialmente a Santa María, Madre de Dios, a quien nos referimos -resaltándola sencillamente- como Aquella que δὲ Μαρία πάντα συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συνβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Queremos detenernos en dos palabras: i) συνετήρει (del verbo συντηρέω) traducido como “guardaba” pero que tiene dos connotaciones importantes al caso que nos ocupa, y muy interesantes: la de “atesorar”, porque implica no guardar cualquier cosa, como quien guarda un botón, un tornillo o una tuerca; sino, guardar un “tesoro”; y también, “guardar algo con mucho cuidado”, “preservarlo”, inclusive, “conservar en la mente”, es decir, “memorizarlo como dato de suprema valía”. ii) y la palabra συντηρέω que hemos traducido “meditaba” que quedaría bien como “reflexionar”, “sopesar”, “ponderar”, en todo caso, originalmente la palabra se refería a algo relacionado con “calcularle el peso”. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” Lc 2, 19.

 

En la primera fase de la existencia la persona está sometida a su tutor, a su apoderado, al albacea, al pedagogo; sólo cuando llega a la adultez es liberado para tomar sus propias decisiones. Jesús vino a liberarnos del pedagogo -que era la Ley- y a certificar la legalidad del heredero que ha sido hecho hijo en el Hijo, luego su condición de heredero legítimo se vuelve incuestionable. Nos gustaría señalar una palabra que se destaca tanto en el Evangelio como en la Segunda Lectura, es la palabra corazón.  La hemos encontrado ya en Lc 2, 19 ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς “en su corazón”; En la carta a los Gálatas, de donde tomamos la Segunda Lectura de esta liturgia, se menciona que Ὅτι δέ ἐστε υἱοί, ἐξαπέστειλεν Θεὸς τὸ Πνεῦμα τοῦ Υἱοῦ αὐτοῦ εἰς τὰς καρδίας ἡμῶν, κρᾶζον Ἀββᾶ Πατήρ. “Puesto que ustedes son hijos, Dios ha enviado a sus corazones el espíritu de su Hijo que clama “¡Abba!”, es decir, Padre. (Ga 4, 6). En las dos perícopas, la de la Carta a los gálatas tanto como en el Evangelio Lucano está presente la palabra καρδίας es decir, corazón.


 

Vamos a decir que el corazón es “la glándula de la Paz”. En él se cocinan los elementos constitutivos de la Paz: la fraternidad y la solidaridad. Y, en este primer día del año 2025 vamos a celebrar la 58ª Jornada Mundial de la Paz. «Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. En la segunda, que la paz es opus solidaritatis.

 

Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: "En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad".

 


Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.

 

«Una "invitación apremiante" a las naciones más ricas, "para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas". "Antes que tratarse de magnanimidad, establece Francisco, es una cuestión de justicia, agravada hoy por una nueva forma de iniquidad de la que hemos tomado conciencia" “Pide que se constituya, además, un Fondo mundial para acabar con el hambre»[2].


 

Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una "determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común". Lo cual implica no dejarse llevar por el "afán de ganancia" o por la "sed de poder". Es necesario estar dispuestos a "‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación– no (puede ser considerado y tratado) como un instrumento cualquiera para explotar a bajo costo su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’".»[3]

 

Así para concluir este saludo de Año Nuevo Civil, esta celebración de la Jornada Mundial de la Paz y, muy especialmente, estos títulos de Santa María, queremos incluir un par de fragmentos del numeral 288 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:


 

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes… Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos:…

 

Tú, llena de la presencia de Cristo,

llevaste la alegría a Juan el Bautista,

haciéndolo exultar en el seno de su madre.

Tú, estremecida de gozo,

cantaste las maravillas del Señor.

Tú, que estuviste plantada ante la cruz

con una fe inquebrantable

y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,

recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu

para que naciera la Iglesia evangelizadora…

 

Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos

para que llegue a todos

el don de la belleza que no se apaga…


 

Y, además, nos consideramos convocados a la obligación de estudiar y promover la reflexión que Papa Francisco ha postulado en su Documento hacia la 58ª Jornada Mundial - "Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz": para 2025 "manifiesta una consonancia natural con el significado bíblico y eclesial del Año Jubilar y se inspira en particular en las cartas encíclicas Laudato si' y Fratelli tutti, particularmente en torno a los conceptos de Esperanza y Perdón, corazón del Jubileo". considerando la realidad de los conflictos en el mundo y con la esperanza inherente a la tradición jubilar del perdón de los pecados y la cancelación de las deudas, Además de no renunciar a la Confesión y redescubrir la belleza del sacramento de la sanación y la alegría, "la belleza del perdón de los pecados", como escribe Francisco en la bula, junto con las reflexiones de los Padres de la Iglesia al respecto, "surgirán elementos concretos que pueden conducir a un cambio espiritual, social, económico, ecológico y cultural muy necesario".

 



[1] Benedicto XVI HOMILÍA DE LA SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. Basílica Vaticana. 1º  de enero de 2013.

[2] Papa Francisco. BULA DE CONVOCATORIA AL JUBILEO ORDINARIO DEL AÑO 2025, SPES NON CONFUNDIT,

[3] Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2014.

Séptimo Día de la Octava de Navidad

 


1Jn 2, 18-21

Ustedes tienen la unción del Santo, y todos ustedes lo saben.

1Jn 2, 20

Nuestra situación, con respecto al Cielo, se ha hecho muy especial: Gracias a la Venida de Jesucristo a este mundo hemos conocido el acceso a la vida sacramental. Desde esta perspectiva, caemos en la cuenta que la vida Sacramental no es otra cosa que la manera irrevocable como se nos ha “dado” Su Presencia.

 

La Octava de Navidad nos permite ver que el tiempo que habitamos recibe “dosis” especiales de Gracia, lo que hace que nuestro tiempo no sea una sustancia enteramente homogénea, sino que, por la concentración de Gracia, haya momentos de mayor densidad. Por ejemplo, este que nos introduce la Epístola, cuando nos habla de Ultima Hora. Esos momentos son más densos, porque, aun permaneciendo en la provisionalidad de lo temporal, una gran cantidad de Presencia se cumple en nuestras vidas. Así como estos ocho Días forman uno solo, son ocho días calendario, pero uno solo hablando en términos kairóticos. Así, desde que el Hijo de Dios habitó la faz de la tierra, el tiempo cronológico ganó una densa kairoticidad -a la que el historiador denomina genéricamente “era cristiana”- pero que en términos de kairós, es distinto a otro “tiempo”, porque Jesús está Presente con nosotros -desde el preciso instante Resurreccional- hasta la Parusía, cuando estará palpablemente Presente, en ese momento terminará la “última hora” y se abrirá, de par en par, la Eternidad. Esta Presencia se hace patente en la Unción que hemos recibido. Ya no nos movemos en el aire; -como los peces se mueven en el agua- así nosotros nos movemos en Jesucristo (Cfr. Hch 17,28).


 

La 1ª Carta de Joánica nos previene sin embargo que el Patas, anda por ahí pataleto, sabe que su último cuarto de hora está en curso y quiere avisparse a ver a cuántos logra arrebatar hacia su tiniebla. Nosotros por lo general nos imaginamos que los “Anticristos” son esos políticos, esos líderes renombrados, foráneos, que llegan del extranjero con sus bombos y platillos, con sus bombas y misiles, y lo son, pero hay otros que están adentro, están colados en nuestras filas, están infiltrados, quieren confundirnos, desviar nuestra atención, distraernos con la preocupación de la “marca de la colombina”, para que nosotros, por andar en esas, no nos percatemos de su ataque, de sus estrategias, de sus proceder disimulado, de su ideología de odio y muerte. San Mateo se refería a ellos como “falsos profetas” (en esta carta, en el capítulo 4, también se les llamará así). Jesús nos prevenía señalando que esos claman que el Mesías está aquí o está allí, y nos decía que no nos fuéramos tras ellos (cfr. Mt 24, 23). San Pablo los denominará “lobos rapaces”.

 

Significa esto que tenemos que vivir en zozobra perpetua, con los nervios de punta, desconfiando de todos los fieles co-parroquianos; no se trata de eso, si leemos la perícopa con atención nos daremos cuenta que dice que esos anticristos que están al interior, caerán por su propio peso, se desenmascararán con su propia mano y con su propio proceder. No se trata de que nosotros sembremos la desunión, desparramando desconfianza, que creemos sectas de segregación, que no venga la discriminación y la exclusión por nuestro conducto, que no sean nuestras acciones la fuente del divisionismo, que no obremos diabólicamente. Nosotros tenemos el deber de la acogida, de la fraternidad, de la sinodalidad.

 

Llega el momento en que esos “enemigos de la fe” saldrán y se irán, porque ellos mismos se darán en la nariz con la inutilidad de sus estratagemas; los que no sean “fieles” saldrán y se irán, porque nos son de los nuestros, esos no permanecerán: Son “pasajeros”.

 

Nosotros conocemos al Espíritu Santo, y -por haber sido ungidos- tenemos la capacidad y el “conocimiento” para captar su verdad. Esta verdad no es “discursiva”, es una “verdad experiencial”, que nos capacita para reconocer la mentira y no darle cabida para que se entrevere con la Verdad Revelada.


 

Permanezcamos atentos en lo que sigue en la Carta, que el jueves, 2 de enero, leeremos la contraseña para reconocerlos y desenmascararlos: esos anticristos son los que niegan a Jesús.

 

Nosotros también somos Presencia Crística, en tanto que ungidos en el Ungido.

 

Sal 96(95), 1-2. 11-12. 13

Este es el mismo salmo del Reino que leímos ayer, pero la perícopa está organizada de otra manera.


 

El salmo convoca a tres estratos diferentes, para alegrarse y gozar.

i)              Los creyentes los que se han asociado con los Discípulos

ii)             Los pertenecientes a todas las naciones

iii)           Las criaturas

 

El primer día, ayer, nos concentramos y toda la perícopa se refería a las naciones convidadas. En cambio, la perícopa de hoy, toma una estrofa de cada uno de los tres estratos.

 

En la primera estrofa convida a todos los habitantes del planeta a cantarle a Dios con un Cántico Nuevo.

 

En la segunda estrofa, llama a los mares, a los campos y a los árboles.

 

En la tercera estrofa define como será el gobierno de Dios e insiste que será un reinado con Justica y Fidelidad.

 

El versículo responsorial dice que Cielos y tierra exultaran por esas razones.

 

Jn 1, 1-18

Él es verdadero hombre por naturaleza, capaz de actividad humana, conocimiento humano, voluntad humana, conciencia humana y, añadamos, de sufrimiento humano, paciencia, obediencia, pasión y muerte. Sólo por la fuerza de esta plenitud humana se pueden comprender y explicar los textos sobre la obediencia de Cristo hasta la muerte.

San Juan Pablo II

Es esencial al acercamiento de nuestra fe, entender que Jesucristo no es algún hombre que Dios comisionó para traernos un anuncio de Salvación, sino que es mucho más que eso: es Dios-y-hombre, es Dios humanado, es el mismo Dios en Persona, que se Encarnó para Salvarnos. Con esta manera de proceder, Él nos ha asumido en nuestra totalidad, nada hay que sea nuestro y se le haya quedado por fuera, cargo con todas nuestras debilidades y, Él que estaba libre de yodo pecado, cargo con todos nuestros pecados (Cfr. Is 53, 4-12).

 


Como es Dios, no tiene principio ni tiene fin, es Eterno. Dios pronuncia su Nombre y esa es su manera de Ser, está en la Eternidad del Verbo pronunciado por el Padre.

 

También podemos entenderlo como Creador, porque el Padre creó, creó y crea con su Palabra, pero, atención, todo fue creado pensando en la obra Salvífica del Hijo, en que el todo lo asumiría, así que, con su Voluntad Salvífica, es co-participe de toda la Creación.

 

Al ser creadas, todas las criaturas quedaron alumbradas por su Resplandor, el Verbo Eterno las cobijaba con su resplandor, pero el pecado las arrincono, y las condenó a vivir en las esquinas oscuras donde el Malo derramó su tiniebla.

 

El ser humano no es capaz de enterarse de estas Acciones sucedidas en el plano trascendente. Entonces, para que pudiéramos abrirnos a su acogida y recibirlo, Él se pre-anunció y nos regaló un Precursor que lo proclamó como “Cordero que quita el pecado del mundo”.

 

El Precursor, no era el que Ilumina, ni era el Verbo pronunciado por el Padre, sino una Voz que daba paso al que Es la Plenitud de la Claridad Perfecta.

 

Esta Voz era Índice, no era constricción. Proclamaba, no imponía. Dios propone, y lo que nos demanda, prácticamente nos lo ruega. Quiere que nosotros aceptemos, pero sometiéndolo a nuestro albedrío.

 

El texto, a este respecto, contiene dos pivotes, abisagrados en el sentido de Verdad. Pero la verdad no es una imagen que se ajusta al objeto, sino una oferta que quiere anidarse en nuestro pecho. Es una verdad de naturaleza amorosa, es un pacto en términos de afectividad, de conyugalidad.

 

El primer pivote es que La Palabra que es Dios y que estaba “junto” a Dios tiene el poder de “iluminar”; pero no es una iluminación que escoge a unos y a otros los deja en lo oscuro, es una Luz que se ofrece a todos los seres humanos que nacemos aquí, en la tierra. (Jn 1,9).

 

Y, el segundo pivote es que eta Verdad Luminosa se ofrece a nuestros ojos y quiere aclararnos, quiere iluminarnos, ya depende de nosotros acoger al Hijo de Dios pleno de Gracia y de Verdad (Cfr. Jn 1, 14cde).

 


«En la Persona de Jesucristo, las dos naturalezas, la humana y la divina, han quedado inseparablemente unidas. Esto era lo que experimentaba cada uno que se acercaba a Jesús: estando en todo igual a nosotros, era al mismo tiempo tan diverso…» (Papa Francisco)

domingo, 29 de diciembre de 2024

Sexto Día de la Octava de Navidad


 

1 Jn 2, 12-17

Esta es la perícopa donde se trata la verdadera fe. La verdadera fe está dirigida al ejercicio de una fidelidad que, para ser fiel, excluye lo que no es grato a Dios en la persona de Jesucristo. Busquemos el corazón de esta perícopa y lo encontraremos en la declaración del amor exclusivo que no ama lo que proponen los hombres del común, que excluye todo cuanto pueda alejarnos del amor de Dios. El amor del que se habla aquí, es el ἀγάπη [agape] “amor”; ya que como hemos repetido hasta el cansancio, en griego hay al menos cuatro clases de amor. El amor “agape”, al que aquí se refiere, -si hacemos el rastreo arqueológico de esta palabra, significa “preferencial”, “amor de preferencia”, no se trata de lo que nos propone el mundo, no se trata de la mundanidad, no se trata de ninguna de las concupiscencias,

i) ni la concupiscencia de la carne

ii) ni de la concupiscencia de los ojos

iii) ni de la ἀλαζονεία [alazoneia] “jactancia”, “el que se las da de tener a su mano la cura para todas las enfermedades” de las “riquezas”, que en este caso alude a la manera de “despilfarrar la vida y la salud”;

porque todo esto no viene del Padre sino del mundo. El mundo y las concupiscencias pasan, en cambio lo que pervive es lo que cumple con la Divina Voluntad. Por lo tanto, nosotros estamos llamados a permanecer en la Luz de Cristo: Anteriormente vimos que Dios nos otorga la luz, pero para andar en verdadera Luz, hoy vamos a concentrarnos en cómo repeler la oscuridad que brota del no amar al hermano.

 

Enumera el hagiógrafo, a quienes está dirigida le exhortación:

a)    A los padres, porque han conocido al que Existía desde el Principio.

b)    A los que llama “hijitos” porque han conocido al Padre, este conocimiento ya empezó, pero no se ha concluido, sino que se sigue trabajando.

c)    A los jóvenes, porque son fuertes y han aceptado la Palabra de Dios en su corazón, porque han vencido al Maligno; de esta manera, significa que se dirige a toda la comunidad estratificada en esas tres dimensiones, no se dirige a algunos y a otros se conforma con que queden al margen, no es así, involucra a todos, porque les escribe a todos como “comunidad, conformada por todos los que están en la categoría de pecadores, pero de pecadores regenerados en el Santo Sacrificio Redentor.

En estos tres estratos se felicita el hagiógrafo porque los jóvenes auguran un futuro para la comunidad creyente, y son continuidad de los que -los padres- que hace tiempo empezaron y han perseverado.


 

Muchos piensan que no hay nada de malo y que se puede compatibilizar el amar a ambos: a Dios y al mundo. Pero resulta que tras el “mundo” se ha agazapado la Perversión del Malo; para no agrandar el chico, resumiremos diciendo, que esto en realidad no es viable, sencillamente porque son amores divergentes: La mundanidad es la fuente de la oscuridad.  

 

Todo esto se dio en el marco de una concepción gnóstica que llenaba el ambiente cultural y religioso de aquella época. Sin embargo, Jesús lo que nos propone es que estemos en el mundo aun cuando no pertenezcamos a él. Lo que Él nos propone es que saboricemos la realidad para que seamos la “sal de la tierra”.

 

Así como Jesús, paradigma para la comunidad, sobreponiéndose a las fuerzas dispersivas, vence con su constancia hasta el final, haciéndose comunidad de creyentes, la comunidad de los “perdonados” que son conscientes de esta condición y que quieren vivir y sostenerse en pertenencia al Santo Nombre, que nos ha amado, poniéndonos en el núcleo de su predilección.  

 

Sal 96(95), 7-8a. 8b-9. 10

Salmo del Reino. El Reino no está integrado exclusivamente por el que Reina, el Reino son la unidad del que lleva la corona y los que acatan su gobierno y aceptan su Realeza. Los que aceptan el Rey y lo reconocen, están clasificados -también aquí- en tres estratos:

      i.        Los creyentes

     ii.        Todas las naciones

    iii.        La naturaleza, como conjunto de todas las criaturas

 

Las tres estrofas invitan a gozar la alegría de reconocerse gobernados por tan Magnánimo Rey, a todos los pueblos, o sea que la perícopa se toma del segundo estrato, que convoca el Cielo y a la tierra, ecuménicamente.


 

Se aclama al Señor,

a)    Sencillamente por ser el Señor, sin más allá ni más acá, reconociendo su Señorío.

b)    Por su Gloria y su Poder.

c)    Por su Glorioso Nombre, en ese caso al decir Nombre, quiere decir, por todas las razones que una Teodicea pueda encontrar

 

En la Segunda estrofa, se llama a todos los pueblos para que entren en el Templo (representados por los Reyes-Magos)

a)    Trayéndole ofrendas

b)    Postrándose en el Atrio, el atrio simboliza el “primer instante” en el qu7e se reconoce su Presencia.

c)    Llenos del “temor de Dios” -ya lo hemos dicho, no se trata de miedo, se trata de “devoción”, y se nos dice que expresemos la consciencia de su Grandeza Inefable, con חוּל [chul] “el temblor de la Adoración”, la palabra hebrea indica “el amedrentamiento de la mujer con dolores de parto”.

 

Como somos tan difíciles para entender, para reconocer y abrir los ojos espirituales para aceptar al Rey, se nos pide a nosotros que les expliquemos y les digamos:

a)    El Señor es el Rey

b)    El Señor apuntala toda la Creación para sostenerla imperturbable a pesar de todo fragor

c)    Y que ejerce su Gobiernos con מֵישָׁרִים [meshar] “Rectitud”, en esta expresión sobresale el sentido de “equidad”.

 

Lc 2, 36-40



… ahora pertenece también jurídicamente al pueblo de Israel.

Benedicto XVI

Hemos tenido la maravillosa oportunidad de proclamar la Presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc 2, 21-40). A los ocho días del parto, se lleva a cabo el rito llamado בְּרִית מִילָה [Brit Milá], que expresa el pacto, entre Dios y Abrahán, se trata de la circuncisión, que no tiene nada que ver con la sexualidad, sino que es un ritual que hace del pacto una cuestión personal (dado que el pueblo está formado por personas) la ligazón al pacto se expresa personalmente en este gesto “quirúrgico”.

 


La perícopa se puede dividir en cuatro momentos:

i) La presentación propiamente dicha vv. 21 24

ii) El encuentro con Simeón vv. 25-35

iii) El encuentro con la profetiza Ana, vv. 36-38. Es este encuentro, precisamente, la temática del Evangelio de hoy.

iv) Una especie de epilogo donde se narra el retorno de la Sagrada Familia a Galilea, vv 39-40, este epilogo está incluido en la perícopa de hoy.

 

Tanto Simeón como Ana, están insertos en una comunidad mayor, formada además por Zacarías e Isabel, estos ancianos tienen a su cargo mostrar la continuidad entre el Primer y el Segundo Testamento, ellos, por su edad, precisamente tienen la autoridad para señalar que Jesús no es un elemento de “borrón y cuenta nueva”, sino que forma parte de un linaje con el que Dios materializa y concretiza su Pacto. Jesús nos aclarará posteriormente que Él no ha venido a abrogar, a cancelar, a anular o a dar abolición de la Primera Ley ni a los profetas, sino a llevarla a su Plenitud (Cfr. Mt 5, 17-37)

 

Nos podrá sonar raro, cuanto menos, que sean unos ancianos marginales los que actúen este rol, porque hoy en día, es todo lo contrario, a los ancianos se les desautoriza y se les trata-en ese sentido- como a entes demenciales.


 

Siguiendo a Benedicto XVI, que nos hace notar que este relato habría que subdividirlo en dos partes. La que se cumplió, efectivamente, al Octavo día, y otra, que no podía darse ante del cuadragésimo día dado que la Madre -según los cánones del judaísmo- permanecía impura hasta completar los 40 días. A los cuarenta días se cumplió, ahí si- tres pasos

1)    La purificación de María

2)    El rescate del Hijo primogénito de Jesús

3)    Y la Presentación del Niño Jesús en el templo

 

Nos dice Benedito XVI que esto se produce porque fue “elaborado por alguien que escribe y piensa según la cultura griega, y que se ha de identificar lógicamente en el mismo evangelista Lucas. En esta redacción se pone de manifiesto, por un lado, que su autor no tenía un conocimiento preciso de la legislación veterotestamentaria y, por otro, que su interés no se centraba en los detalles, sino que se orientaba más bien el núcleo teológico del acontecimiento…”.

 

Sigamos de la mano de Benedicto XVI, que nos perfila a la profetiza Ana: “Puesto que vive en el Templo -en adoración-, está allí cuando llega Jesús. «Presentándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén» (Lc 2, 38). Su profecía consiste en su anuncio, en kla trasmisión de la esperanza de la que ella vive.”

 


El epilogo (formado por los dos versos finales de la perícopa) nos da dos detalles fundamentales:

1)    Se trata de cumplir todo lo que la Ley estipula

2)    Se resume y valen por los treinta años que precedieron a la vida pública de Jesús, periodo del cual no se dice nada en las Escrituras y que -por eso, precisamente- denominamos el tiempo de la “Vida Oculta”. Así dada la Revelación, tenemos que asumir que la infancia y la adolescencia de Jesús transcurrió en el marco de la vida corriente de un judío de la época.



El canon no ha querido pintar de extraordinario este periodo de su vida, y quizás podemos, en eso, reconocer por qué la Iglesia ha tildado -desde su autoridad- como apócrifos, todos los relatos pintorescos que se han querido adosar a esta etapa de su Vida.