viernes, 31 de mayo de 2024

VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 


Sof 3,14-18

Sofonías es la españolización del nombre hebreo צְפַנְיָה֙ [Shafanyahu] “Yah lo esconde”, “Yah lo protege”, “Yah lo atesora”. Su profetismo corresponde a la década del 640-630 a.C., esto quiere decir, previo a la reforma Deuteronomista. Combate las costumbres extranjeras, los cultos paganos, no menciona al rey y critica a los ministros y a la corte. La perícopa se ha tomado de una sección del profeta que podríamos señalar como “promesas de salvación”. En medio de la “perversión importada”, el profeta convoca a los “humildes de la tierra” para guarecerse de la ira de Yahveh. ¡Cómo buscarlo? Apegándose a su Justicia, guardando la Ley, cumpliendo los Mandamientos.

 

Aparecen los עַנְוֵ֣י [anauv] “mansos”, “humildes”, “pobres” ya no vistos tanto como una categoría socio-económica, sino, más bien, como el sector social de “los que se acogen en Dios y se fían de Él para que sea su Defensor, para que Él los redima”. Ganan un nuevo significado, ya no son los “carenciados”, ahora son “los que creen”, “los que practican la justicia”, “los que son solidarios y comparten”, “los que tiene verdadera fe”. Connotan debilidad y pobreza y se convierten en los antagonistas de los “avaros”, “los opresores”, “los idolatras”.

 

La promesa de Salvación que contiene la perícopa consiste en anunciar que el Mesías vive junto a ellos, prácticamente como קֶ֫רֶב [quereb] un “vecino” que ha pasado desapercibido, “alguien mezclado entre la comunidad y muy cercano”, un “Salvador גִּבּוֹר [gibbor] Poderoso”. Es pues, una profecía mesiánica; entre tus vecinos comunes y corrientes está Él, el Mesías.

 

רָנִּי֙ בַּת־צִיֹּ֔ון [ranni bat siyon] “Alégrate hija de Sion”; es un real paralelismo respecto de la oración del Arcángel San Gabriel cuando saluda a María: Χαῖρε, κεχαριτωμένη, Κύριος μετὰ σοῦ. [Khayre, kejaritomene, o Kyrios meta sou], “Alégrate, llena de Gracia, el Señor es contigo”. En ambos casos el llamado a la Dicha, al Regocijo, proviene del Mesías que está allí, Presente.

 

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6

Según los Estudiosos, nos hallamos ante una adición post-exilica. Nuevamente nos encontramos con קֶ֫רֶב [quereb] “el vecino”, “el que vive al lado”, “el que está entreverado con los otros cercanos”, si quieren, para darle mayor significado, “el Hijo del artesano”, “un Fulano que no tiene nada de especial, se ha criado por aquí, con los otros niños, hijos de los vecinos”.

 

En la primera estrofa aparece la entrega, el poner toda la confianza, un atenerse enteramente. Y se nombra al Mesías con un título que lo muestra como un “Manantial”, como “Fuente inagotable”.

 

En la segunda estrofa se nos encomienda la misión, siempre hay que aportar algo (uno también tiene cinco peses para donar), uno tiene que demostrar que verdaderamente se confía en Él. Dos acciones se nos piden

1)    Dar gracias e invocar

2)    Contar sus prodigios, proclamar el Nombre del Mesías. Hay, aquí, un envío “profético”, una misión “kerigmática”.

 

Se llama Emmanuel, es Dios con nosotros, no es Dios lejano, es “Dios-vecino”, alguien que no hay que hacerle antesala ni pedirle cita en el Palacio; es Alguien con quien hemos cultivado la confianza, amigo y cercano de toda la vida; merece que le demos serenata con nuestros más ruidosos instrumentos, y que gritemos proclamándolo hasta quedar afónicos del griterío. Que los que nos oyen queden convencidos por el estrepito de nuestra algarabía.

 

Lc 1, 39-56



Si existe una persona que, nos van describiendo como es, y llegamos a enterarnos que vendrá, trayendo un cargamento de libertad, de sanación, de Salvación, es muy probable que empecemos a aguardarlo, ansiando su llegada. Por el contrario, si no tenemos noticia de su existencia, es casi imposible que anhelemos su venida y, muy, muy improbable que nuestra “fantasía” alcance a concebir un asomo de tan positivo “Personaje”. Este cuadro, nos da la oportunidad de valorar el Primer Testamento, porque no es simplemente un apéndice previo, algo que se había dicho y narrado anteriormente; sino, los primeros Mensajes que Dios nos envía para que podemos tener Esperanza.

 

Otro componente, importantísimo, es tener a la mano alguna “idea” de a Quien estamos esperando. ¿Cómo encaja en los antecedentes? Es vital que Dios nos anunció la Venida de Su Mesías. Los hagiógrafos comunicaron lo que ellos alcanzaban a vislumbrar, pero -entendamos que- es casi imposible, con los elementos que tenían a la mano hacerse a una “imagen” aproximada. Personajes como Moisés, Sansón, David, permitían una pálida idea, pero siempre basada sobre cierto plano de violencia y rodeada de nacionalismo Israelita. Solemos referirnos a Él como descendiente del linaje de David.

 

Mesías -lo decimos sin cansarnos- porque es esencial para la comprensión de la continuidad de la historia de nuestra fe- significa Ungido, y, Ungido significa Rey, también Sacerdote y, también, Sacerdote-y-Rey. El imaginario popular lo tiñó con un colorido de guerrero y caudillo, y de esta mistura fue brotando una expectativa.

 


Zacarías fue un profeta menor que profetizó en los tiempos de Darío I, que enlaza los anuncios del Primer Testamento, el judaísmo naciente y la Apocalíptica. Su nombre significa “Yah se acordó”. Aquí, en la perícopa aparece otro Zacarías, un Sacerdote, hombre justo, descendiente de Aarón, de la línea de Abías; era el esposo de אֱלִישָׁבַע, [Elisheva] “Dios ha prometido”. Estos dos personajes dan vida a San Juan el Bautista, יוֹחָנָן (Yoħanan) (el fiel de Dios), de quien solemos decir fue el “precursor del Mesías y quien enlaza el Primero con el Nuevo testamento. Tan pronto este bebé -estando aun en el vientre de su Madre- experimenta que el Mesías ha llegado, da un salto de alegría, como nos lo comunica la “prima Santa Isabel”. La prima de Nuestra Señora pronuncia un fragmento que hemos incorporado al Ave María: ¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu Vientre!

 

Acto seguido, María Santísima proclama el Magnificat, que podemos entenderlo en la tradición judía- como un Salmo de Acción de Gracias, un Salmo Eucarístico. Estrechamente ligado y con suficientes síncresis respecto del Cántico de Ana, la madre de Samuel (1Sam 2, 1-11). Los mansos, los humildes, los pobres vuelven a hacer su aparición como antagónicos con relación a los poderosos, los saciados, los ricos, aquellos que al final de cuentas serán despachados manivacíos. Hace ya 50 años que Arturo Paolí escribió: «…aquí y allá, se ven signos, pequeños brotes, de una Iglesia oculta que está en le Iglesia como un fruto de pulpa sabrosa y blanda dentro de una cascara demasiado grande. Estos brotes bastan para darme la esperanza e infundirme el coraje necesarios a fin de seguir luchando para que toda la Iglesia entre en la perspectiva de María.»

 

¡50 años son un nano-submúltiplo de las unidades de tiempo en el reloj de Dios! ¡No desesperéis! ¡Ya despuntan sus retoños!

jueves, 30 de mayo de 2024

Jueves de la Octava Semana del Tiempo Ordinario

 


1Pe 2, 2-5. 9-12

También ustedes como piedras vivas, entran en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.

1Pe 2, 5

 

Una cosa era el Culto que tributaba la comunidad doméstica y de vecinos cercanos que se abstenían de comerse solos, ellos, el cordero que habían asado, compartiéndolo fraternalmente e invitando también a Dios a venir a cenar con ellos. La Cena giraba en torno al Gran Invitado, y la mayor parte era para Él. Ellos “sacrificaban” en el sentido de matar uno de los animalitos que habían criado, y destinándolo al “convite” preparado con especial cariño y pía devoción para Acoger al “Amigo Celestial”. De alguna manera era una perdida, podrían revender su corderito, o guardarlo para otra comida, pero la “sacrificaban” ofrendándolo al Cielo y lo compartían con los vecinos más pobres, aun ahora ese es el criterio en las Cenas Pascuales Judías.

 

Paulatinamente la multiplicidad de Cenas se fue llevando a una convergencia donde sólo asistían los sacerdotes, y los animales, a sacrificar, eran entregados en sus manos. La función social del sacrificio se llevó en paulatina centralización y exclusividad que marginaba al pueblo raso, que presenciaban la muerte de los animales y su “asado” en el Altar. El efecto purificador se repartía por medio de la aspersión de la sangre que se salpicaba con hisopos sobre la multitud.

 


En esas comunidades -como ejemplo- las que hemos mencionado como destinatarias de la Carta, en Turquía, la marginalidad era total, pero la propuesta de los cristianos era distinta, era una propuesta de inclusión: Lo que nos encontramos hoy en la Carta de Pedro es la re-dignificación del pueblo. Lo que les dice es que Jesús es la Piedra Angular, y que Él ha rescatado para el pueblo de los bautizados, esa valía de Piedras en la Construcción del Nuevo Templo. Que les ha comunicado los atributos esenciales de los convocados al amparo bajo Su Luz Maravillosa, son los títulos sacerdotales del pueblo elegido, que fueron proclamados en Ex 19, 3-8: Is 43, 20-21; Ml 3,17. A saber:

a)    Raza elegida

b)    Sacerdocio real

c)    Nación santa.

d)    Pueblo adquirido por Dios

e)    Proclamadores de Sus Obras Maravillosas.

 

Quiere decir que la situación de estos “marginales” ha sido rotundamente cambiada por Jesucristo, la Piedra Angular, para hacer de ellos piedras vivas. Hay un antes y un después, acercándose a Jesús han sido trasformados de

1)    No-pueblo       →           Pueblo de Dios

2)    No-compadecidos      →           Objeto de compasión

 

A pesar del trato que les daban sus paisanos, no-cristianos, como marginales y de incluirlos en la lista de los malhechores, deben tener una buena conducta para que den Gloria a Dios. Tendrán que superar las calumnias con la fidelidad de su Testimonio. Esa fidelidad y pureza conductual, les dará honra y buen nombre, estima y valía.

 

La propuesta cristiana es dotarlos de toda la acogida y considerarlos, en la práctica, verdaderos hermanos.

 

Así hemos llegado al final de nuestro breve cursillo sobre la 1a Carta de San Pedro. El próximo lunes daremos inicio a un acercamiento a la Segunda Carta de San Pedro, también en cuatro sesiones.

 

Sal 100(99), 1b-2. 3. 4. 5

Él es la Piedra Angular, es el Esposo en esta Alianza, donde la Iglesia, “la comunidad de los convocados”, es le Esposa. Los Ministros en la Boda son los contrayentes, en este caso, Jesús y la Iglesia. Esta Alianza se ha establecido para ellos los Dos: y su familia se llama y habita, un solo Cuerpo: El cuerpo Místico de Cristo.

 

No cabe duda, este es un salmo del Ritual de la Alianza. En los votos que se han hecho el Uno al Otro se han dicho una frase digna de estar en la enseña de su Hogar: El Señor Dios nos hizo y somos suyos, su pueblo, ovejas de su rebaño.

 

Jesús no se limitó a suscribir una Alianza con nosotros, nos ¡Desposó! Notemos que la Alianza es sencillamente la formalización del mutuo Amor. Dice Dios, mirándonos enternecidos: “Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”.

 

De estas nupcias podemos saltar a una firme e irrebatible conclusión: Porque su Amor es Eterno y es Eterna su Misericordia. ¡Su fidelidad dura por todas las edades!

 

Mc 10, 46-52

Los recursos salvíficos propios son pobres

Mientras no nos reconozcamos sentados junto al camino, nuestra religión no será sino el engaño acostumbrado del hombre, es decir, el deseo de supremacía personal como único refugio de salvación.

Beck–Benedetti-Brambillesca-Clerici-Fausti

 



¿Cómo puede suceder que no podamos ver por más que nos lo muestren? ¿Qué es lo que nos impide ver lo evidente? ¿Cómo es posible que algo que está tan claro se nos escape? ¿Puede darse la situación que, para no ver, para no enfrentar la realidad, torzamos uno de los ojos, para inducir que el otro también queda incapacitado para desenredar la confusión de imágenes?

 

Aquí estamos hablando de no entender, bajo la analogía de la visión. Cuando uno se niega a entender incurre en la ceguera. No es una incapacidad fisiológica de los órganos oculares, es un bloqueo mental para aceptar que está ahí, que lo tenemos al alcance, que Dios -en Persona- nos tiende la mano.

 

Este es el último milagro, luego vendrá un contra-milagro: la maldición de la higuera. La maldición de la higuera es la continuidad de este milagro: el que acepta ver obtendrá el don de la verdadera fe, el que se niega a ver, será una higuera maldita en ninguna estación cargará fruto, porque sin fe estamos condenados a la esterilidad.

 

En cambio, el que tiene fe, tendrá raudales milagrosos, porque ha aceptado el Poder de Dios, la Autoridad que tiene el Señor para “levantarnos”, para alzarnos de nuestra postración.

 

El “hijo de Timeo” (Timeo significa “muy valioso”, “digno de honra”), es capaz de desprenderse de todo, su única posesión es el Manto y lo arroja, se desprende y se abalanza hacia el seguimiento, da un “salto” en dirección de Cristo. Estaba allí, “sentado junto al camino”, porque el Camino es Él. Y, su petición que era “ver”, se convierte en seguimiento.

 

Es una hermosa y poética panorámica de la inmersión a través de la cual, los discípulos llegaban a considerarse, verse y a caminar junto con Él, recorrer el Camino, como se le llamaba al discipulado de Jesucristo.

miércoles, 29 de mayo de 2024

Miércoles de la Octava Semana del Tiempo Ordinario

 


1Pe 1, 18-25

Convocados a vivir en santa hermandad

Aparece aquí la palabra ἐλυτρώθητε [elytrothete] “rescatados”, derivada de la palabra λυτρόω [lutroo] “rescatar”, “pagar completamente el monto exigido para liberar a una persona secuestrada, o, a un esclavo”, “devolverle algo a su legítimo dueño”. ¿Quién sería nuestro legítimo “dueño”? La Libertad, nos debemos a la Libertad con la que Dios al crearnos nos dotó. Nosotros hemos sido redimidos (rescatados) de nuestros comportamientos sin fundamento, irrazonables, carentes de un propósito firme y claro. O sea, que hemos sido liberados del “pecado”.

 

Entrando en la órbita del perdón de los pecados, entramos en una verdadera hermandad, en la fraternidad y la sinodalidad, dando pasos afianzados en el Amor que Dios nos ha tenido, transparentado y patente en Su Hijo, que nos convoca en el amor de los unos por los otros, pavimentando la ruta de ser hermanos en Jesús.

 

Se trata de una “regeneración”, hemos sido acrisolados, en el Fuego del Amor de Dios: Una llamarada de Espíritu Santo. Pasando por esta purificación, florecemos como Comunidad, en Cuerpo Místico. Ahí sí, quedan puestas las bases para que esa Comunión nos dé los planos para la edificación del Reino.

 

El Reino es la concreción de la Palabra, ya no será como la palabra humana -que es tan solo energía sonora que produce una modificación provisional del aire- será, por fin, Palabra Perdurable, Voz Creadora del Padre, que permanece por siempre. ¡Que hace todas las cosas nuevas!

 

Sal 147B, 12-13. 14-15. 19-20

Himno de alabanza para reconocer a Dios como el reconstructor de Jerusalén. En ese restablecimiento de la Ciudad que será ahora la Nueva Jerusalén, Dios coherente en sus cuidados, fundamenta esta Nueva Ciudad en dos soportes Divinos: Paz-y-Pan. Rodeada de un blindaje inexpugnable, Ella es sinónimo geográfico de Seguridad.

 

¿Qué traduce para Dios la palabra seguridad? La Alianza porque nuestra amistad, nuestras Nupcias con el Señor, materializan nuestra solidez permanente: El Esposo será siempre Nuestro Guardián y Nuestra Tibio Nido.

 

El Tibio Nidio, nos informa el salmo, ha sido reforzado blindando, el Cerrojo de sus Puertas acerado y dando Amparo y Protección a todos sus hijos.

 

Envía su “Mensaje” y este Don nos llega sin tardanza alguna, las esperas se disuelven en inmediatez. No habrá más aplazamientos.

 

Pero hay un elemento que modula la Libertad y ese es la Ley. Si Dios hubiera entregado la Libertad sin modulador habrían incurrido en una irresponsabilidad paternal (los niños pueden hacerse daño con sus juguetes). Le dio todas las pautas a su pueblo elegido, porque había sido designado para la descomunal tarea de llevar el Anuncio a las demás naciones. Por eso lo privilegió. ¡No para establecer una hegemonía a plomo y misil!

 

Mc 10, 32-45

¿Rescatados para sentarnos en su Gloria?

¿Pueden bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Mc 10, 38d



 



Miramos hacia Jerusalén como promesa, cuando nos referimos a la Nueva Jerusalén la que se nos presenta en el Apocalipsis; pero en este caso estamos hablando, por el contrario, de la Jerusalén donde fue a morir Jesús, estamos mirando hacia una sentencia de muerte segura. ¡Y Jesús les advierte!

 

El contexto general nos presenta a Jesús como un “amigo comprometido”; Él no usó a su Pueblo Elegido, fue por delante poniendo en juego su propio pecho y su propio corazón. Como se diría popularmente, jugándose su propio “´pellejo”. Él -personalmente- fue a la vanguardia, y se entregó, Él, el Primero.

 

Muchas veces pensamos que “instrumentaliza” a alguien para que sea su “marioneta”, a veces decimos “los usó como instrumento”; pero ¡nunca es así! todo el que se une al Proyecto del Reino y participa, se une voluntariamente; por eso ha tomado tanto tiempo este proceso: No somos muy veloces, que digamos, para tomar la opción procedente. Sin embargo, Él resplandece con Su Paciencia.

 

Cuando mostramos el cobre y sacamos a relucir el miedo, lejos de ocultar o aminorar el riesgo, nos lo deja ver a la cara y que procuremos superarlo. Hoy nos muestra el tercer Anuncio de su Pasión.

 

Pero lo que más nos bloquea no es el miedo, es la ambición, el ansia de poder, el deseo de acomodarnos en el Trono, ocupar las curules y luchar por perpetuarnos en los sitiales de gobierno. ¿Qué le piden Santiago y Juan? “Sentarse con Él en la Gloria”, esa Gloria a la que se refieren es el Trono del Reino Davídico.

 

Dos componentes (que desgranaremos en tres aspectos) se declaran aquí:

a)    La Trinidad Santa se ha repartido según algún criterio -que no es de nuestra competencia- lo que cada Uno ha de hacer; y, asignar los sitiales Celestiales es Función Paternal. El Hijo no se va a poner a repartir lo que su Autoridad no le asigna.

b)    Y en este literal, hay algo que nos compete a fondo, a nosotros nos toca, tratarnos fraternalmente, no y nunca someter a nadie, lo que nos toca es ¡Servir!

c)    ¡El que quiera ser primero que se haga el último!

Es todo lo contrario de lo que imaginábamos: Luchamos y pataleamos por hacernos al Trono y lo que nos corresponde es el delantal del διάκονος [diakonos] “Servidor”, el que se pone las pilas y hace todo con tanta presteza que levanta una nube de polvo a su paso”. “El que ataca el polvo a fondo”. (El sirviente que se las ve con el polvo está al último en la “jerarquía”).

 

Llegamos al paradigma, aquí Jesús se pone como modelo para saber cómo se llega a ser el “Primero”: Subiéndose a la Cruz. Todo lo resume con exactitud en el último versículo de la perícopa de hoy: “Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en λύτρον [lytron] ‘rescate’ por muchos”. Por muchos, es la manera hebrea de decir “para beneficiarlos a todos”. La verdadera grandeza radica en el servicio. Jesús ve su muerte como otro acto de servicio en su vida: como entendemos muy bien, con su muerte sufragó el precio, y lo pagó -como bien sabemos- con su propia sangre, con la entrega de Él mismo en favor de nuestra liberación de la esclavitud del pecado.

 

Cuando hablamos de una “conversión”, descubrimos que los valores del Reino están en contravía de los valores mundanos.  Ni Santiago ni Juan habían remontado la lógica común, la de la codicia. Lo que pretenden es la superposición de los valores mundanos a la Voluntad del Cielo.

 

Habrá que llevar estas aspiraciones al bautismo (muerte por inmersión) para llegar a ser los co-herederos del Hijo. A los otros discípulos, lo que les molesta no es que ellos estén pidiendo equivocadamente, sino que se les hallan colado en la fila de los que vienen a solicitar, poniéndose de primeras entre los peticionarios de los privilegios.

 

En nuestra sinodalidad, este dato se debe tener en cuenta, que también nosotros (los más cercanos en la Comunidad) podemos estar pidiendo mal y aspirando a las prerrogativas por las que Jesús no está “trabajando”.

 

Jesús deshecha los prestigios y las falsas aspiraciones, nos enseña que este tipo de objetivos de vida deben desecharse, y que seguirlo implica aprender a ponerse de ultimas en la fila. En realidad, el discipulado tiene que ver con la honra y el honor de hacerse servidor. Y no de engrosar las huestes de los que se agolpan para reñirse los puestos de opresores, de gerentes, de dueños, de monopolizadores: No apostarle al apego del poder y el mando, sino liberarse por medio de la entrega.

 

La perspectiva “mundana” es que todos me sirvan a mí, en cambio, el enfoque cristiano es hacerse servidor de todos los demás.

 

En que eje se mueve toda esta reflexión, en el eje de la verdadera autoridad. El discipulado es un poder constructivo que se recibe, no un aparato de constricción para oprimir y amoldar, sometiendo. Nadie tiene porque ser instrumentalizado, nadie tiene que servir de escabel para ascender. ¡Cada vez que aspiramos a las esferas gobernantes, Le pisamos Sus llagas de los Pies para -supuestamente- acercarnos a besarle el costado!

martes, 28 de mayo de 2024

Martes de la Octava Semana del Tiempo Ordinario


 

1Pe 1, 10-16

Llamados a heredar del Mesías la Santidad

El profeta recibe un “Mensaje” que no tiene claridad cómo llegará a cumplirse, no puede adivinar los recónditos laberintos que recorrerá la historia y sólo intuye la luminosa claridad que reviste el “Mensaje”. Los profetas antiguos supieron de la venida del Mesías, de Él tenían unos retazos que lo prefiguraban con líder, como “Salvador”, y -tomando de lo que tenían más a mano- los datos de Moisés y de David sabían de Su Valor, de su liderazgo, de su Poder -recibido de lo Alto- en fin, que colmaría todas las expectativas. Tenían que “anunciar” una Esperanza Magnifica, que, de todas maneras, inclusive para ellos, guardaba ribetes mistéricos. En todo caso y muy en concreto, sería el Salvador de las almas.

 

El “Mensaje” tan contundente que ya -por ejemplo, Isaías- visualizaba en el Siervo Sufriente, dejaba entrever una “Pasión” que Antecedería a la Glorificación, valga decir, una Cruz que precedía la Resurrección.

 

Uno de sus rasgos prominentes era que ese “Vaticinado”, no llevaría a cabo sus Proezas para magnificar su “Nombre”, sino que su Nombre sería magnificado en provecho nuestro. Era claro pero desbordante de Misterio, ¿Por qué iba dios a obrar tan Altos Beneficios poniendo su propio ser en nuestras “manos”? Tal vez, a imagen del egoísmo que tan esforzadamente hemos aprendido, no nos cabe en la mente que Dios mismo se jugara todo por nosotros.

 

¿Cómo podemos acercarnos a contemplar tan esplendorosa Zarza que Arde-sin-Quemarse? El propio Dios nos ha respondido, quitándonos las sandalias (valga decir purificándonos) y con reverente abandono, desprendiéndonos de las tradiciones que obnubilen nuestros sentidos impidiéndonos adentrarnos en la “Novedad” del Mensaje.

 

Esa purificación nos implica en ese proceso de perfeccionamiento que requiere la limpieza del alma, sin segundas intenciones, libres de intereses mezquinos, totalmente dados el ejercicio del Bien como Jesús que se sacudió de todo y se desprendió hasta de sus últimas gotas de sangre y agua en favor de quienes Ama, porque el amor se defina así, querer todo el bien para el amado. Y así se puede traducir, porque Jesús nos dio toda la gramática de su Mandamiento del Amor, y se abajó, y no se “aferró” a su Poder, sino que se abajó y se anonadó, arrancándose la piel, que no era la suya, sino la que se había tejido como Manto, con los hilos de nuestra pecaminosidad.

 

¿Cómo podía profeta alguno llegar el fondo de esta “tamaña densidad”? Y hubo uno que pudo, y fue Juan, el Precursor, que al verlo, descubrió que se trataba de “el Cordero de Dios”, que con su Sacrificio Vicario había venido a “a quitar el pecado del mundo”.

 

Sal 98(97), 1bcde. 2-3ab. 3c-4

Al agradecer (Eucaristía) todas las Maravillas obradas por el Señor a favor nuestro, requerimos ampliar nuestra camisa, y evidentemente ya no podemos seguir usando la que tuvimos de bebés.

 

No podemos figurarnos que ese “en favor de la Casa de Israel” consiste en un “cheque en blanco” para que podamos pisotear a nuestros semejantes y hacer del resto de la humanidad un cajón para alzar los pies y que ellos nos los sostengan mientras reposamos muellemente, algunos otros tendrán la misión de abanicarnos, mientras los demás nos tributen pleitesía, llenen nuestras copas y batan palmas para encomiarnos.

 

Bueno, y preguntaran algunos, si no es así: ¿cuál es, entonces, el “privilegio” que habremos de recibir en calidad de “pueblo escogido”? Y en el salmo se nos responde: dar a conocer su Salvación, difundir la Noticia, dar la Buena Noticia. “La justicia para todas las naciones”.

 

La corona de laureles, que ya ciñe nuestras sienes, es haber cumplido la tarea de lograr que en toda la tierra resuene Su Santo Nombre: proponerlo a toda la humanidad, para que todos, en glorioso coro y con Celestial armonía, aclamemos al Señor.

 

No se trata de una ovación multitudinaria, se trata de una vida que despliegue la fidelidad a sus Mandatos, una manera de vivir que signifique que hemos abierto nuestra existencia para vivir aquí, como se vive en el Cielo, la Voluntad Divina (como lo oramos en el Padre Nuestro).

 

No consiste en gritar y vitorear, en reflectores y parlantes y cámaras de humo y luces cambiantes y estroboscópicas; sino en aprender a vivir una vida, de tal manera que sea un “Cantico Nuevo”. Esa vida será el reconocimiento de que Su Reinado se ha llevado a término en nuestro corazón y hasta los confines de la tierra llegue “Todo Su Honor y Toda Su Gloria, y Toda Su Majestad”

 

 

Mc 10, 18-31



Está la imagen zen de la tasilla llena de té donde el maestro sigue sirviendo, a pesar de -ya estar llena- no puede contener más y lo que se sirva en ella, sólo se derramará. Siempre hay que soltar algo, para que podemos recibir algo más o algo nuevo. Para dar el siguiente paso, es necesario vaciarnos (kénosis) y así, darle cabida a “la nueva bebida”.

 

Hay dos modos de recibir: de inmediato, algo que sustituya lo anterior; pero, la otra manera, es recibir en el futuro, en el esjatón: hay que cambiar algo en nuestro hoy que nos abra a lo nuevo que recibiremos en la “edad futura”, a la que solemos llamar “Vida Eterna”, y con esa fórmula pasamos a un “concepto” esencial de nuestra fe: la muerte no es el fin, tras la muerte viene, por fin, el desplegarse de las alas de la “mariposa”: ¡Ah dulce metamorfosis que nos sobrevendrá!

 

¿Entraña acaso, eso, el descuido de la realidad por la que transitamos aquí? ¿Visualizamos esta vida como el patio donde Dios manda a jugar a sus “niños”, mientras Él acaba de hacer algún “oficio muy serio” para que no lo distraigamos, para que no lo perturbemos? Nosotros lo vemos distinto, en otra parte lo hemos dicho: estamos en el “Campo de Entrenamiento”. El espacio donde “el deportista” ensaya y cultiva sus potenciales para alcanzar su mayor realización a la hora del “torneo”.

 

¿Cómo podemos ganar la Vida eterna? ¿Qué relación hay entre la vida provisional que vivimos aquí y la que viviremos en las Moradas del Señor? Pero, hoy se nos entrega una verdadera paradoja: ¿cómo es posible que los primeros se vuelvan últimos y los últimos se hagan primeros? ¿No es esa una injusticia supremamente injusta?

 

Si verdaderamente a los que llegan a trabajar a las 5:00 de la tarde les pagarán igual que a los que madrugaron, sinceramente ¡prefiero no ir a trabajar a ninguna hora!

 

Claro que quienes lleguen muy temprano obtendrán la paga para suplir todos sus gastos personales y claro que Dios no se va a conformar con darles a los que llegaron tarde, sólo un mendrugo, (recordemos que ellos no salieron a trabajar tarde, no pudieron empezar antes porque se les había negado la oportunidad de tener trabajo en algún cultivo) (Cfr. Mt 20, 1-23).

 

Todos recibirán lo suficiente y lo necesario. Porque el Señor es Bueno y Generoso. Y aquellos que lo han abandonado todo para seguirLo, con el sólo hecho de haber estado con Él toda la Jornada ya han recibido el más anhelado jornal, una paga tan abundante, tan generosa, ¡una medida rebosante!: Aprender el Milagro de llevarles a otros el Verdadero Pan del Cielo, no el que nos dio Moisés, sino el que nos da el Padre.

 

Queremos recibir un tazón de oro lleno de las monedas más valiosas, y no vemos que gozamos la Amistad con el Rey de Reyes, el Señor de Señores. Aprendamos la lección de María (la hermana de Marta y de Lázaro) y embriaguémonos en las delicias de estar toda la jornada, sentados a sus pies, oyéndolo.

 

Solo valorando aquí, en los “campos de entrenamiento” el significado de la Amistad con Dios, podremos pasar al Banquete del Esjatón y reclinar en Su Pecho la cabeza, como lo hizo el Discípulo Amado.

lunes, 27 de mayo de 2024

Lunes de la Octava Semana del Tiempo Ordinario

 


1Pe 1, 3-9

Desde hoy y hasta el jueves estaremos estudiando la Primera Carta de San Pedro. Aparentemente se trata de una circular dirigida a Bitinia, Galacia, el Ponto, la provincia de Asia y Capadocia, en la actual Turquía. Algunos estudiosos no ven en ella la estructura de una “carta”, y más bien creen estar ante una “predicación” transcrita.

 

Lo primero que encontramos es el saludo, junto con una acción de gracias. Estas comunidades estaban formadas por algunos judíos de la diáspora y por paganos conversos al cristianismo, a quienes el hagiógrafo identifica como pertenecientes a la comunidad, sin discriminaciones.

 

En la “carta” los saluda como a renacidos por la fe para practicar una “esperanza viva” y vivir bajo la Luz de la herencia “incorruptible e intachable”, entregada bajo el auspicio Divino. De lo que pueden obtener alegría, a pesar de tener -por ahora- que enfrentar diversidad de pruebas. Estas pruebas acrisolan su fe; su fe, entonces, será premiada.

 

Amán a Jesucristo, pese a no haberlo conocido personalmente, eso los hace acreedores a gloria y honor. Y pese a que no se les ha manifestado todavía, creen, y su credo se refleja en una alegría inexpresable y contagiosa. Por eso, se descubre que han alcanzado la Salvación de sus almas.

 

Sal 111(110), 1b-2. 5-6. 9 y 10c

Este salmo nos lleva a enfocarnos en la “pena de causarle pena a YHWH”. Es un salmo de la alianza.

 

En realidad, de verdad, que triste es que hiramos el corazón del Amado. El Amado ha ido hilando la Amistad a través de la historia con un sinfín de tiernos detalles, nos ha alimentado con el Maná, el Pan del Cielo, nos ha liberado y sacado de la esclavitud, nos ha llevado allende la Pascua, conduciéndonos a la Tierra de promisión.

 

Este tipo de salmos estaba destinado a la ratificación de la Alianza. Periódicamente necesitamos recordar y tomar conciencia de un pasado deplorable, el de vivir en la esclavitud. Y, acto seguido, la enorme, la descomunal ventaja a la que Dios nos ha llevado: a una “Tierra Nueva”.

 

Pero la Tierra de Promisión, es una Tierra a la que hay que dejar fructificar.

 

Para reconocer los frutos es preciso el “estudio”.  Quienes aman al Señor han de aplicarse a este estudio.

 

No está oculto, se goza en “revelarse”. Sus obras manifiestan su “Poder”. Su poder cambia los títulos de propiedad y lo que anhelamos pasa a pertenecernos.

 

Su Misericordia tradujo de idioma extraño e incomprensible a beneficios flagrantes para que lo entendiéramos de inmediato. Todos sus gestos y sus ternezas nos llevaron a la Redención. Cómo podríamos, algún día, callar en nuestros labios su alabanza. Todas nuestras generaciones una tras otra se maravillarán de su prodigalidad y no cesarán jamás de alabarlo. ¡Por los siglos de los siglos!

 

Mc 10, 17-27

Mano ocupara, mano perdida


 

«Cuando ante el joven rico, Jesús se refiere a los Diez mandamientos, nombra exclusivamente -según los textos correspondientes de los tres Evangelio sinópticos (Mt 19, 17: Mc 10,19; Lc 18, 20)- mandamientos de la llamada “segunda tabla”. y evidentemente, lo hace no porque los restantes mandamientos no sean importantes, sino porque, para el hombre que le pregunta a Jesús cual es el Camino hacia la Vida Eterna, estos son precisamente los más importantes».

 

La reacción no se puede demorar, tenemos que salir a su encuentro, postrarnos ante él y preguntarle ¿cómo nos ganaremos esa “Vida Eterna”?

 

No le placen a Jesús las adulaciones demagógicas. A veces nuestro lenguaje está plagado de muletillas melosas, que se repiten maquinalmente, vacías de sincero contenido: decimos de algo o de alguien que es o, que está “bueno”, perdiendo de vista que toda Bondad Verdadera dimana y proviene de Él, porque el Señor, Nuestro Dios, es el Verdadero Bien y la Fuente de toda Bondad.

 

Jesús nos hace conscientes que los Mandamientos nos fueron entregados, claro está, para cumplirlos, pero que eso no es suficiente. Eso es lo que está a este lado de la Ley, pero la Ley es sólo una línea fronteriza. La Ley, para que alcance los anhelos de Dios, tiene que ser trascendida. ¡Uno queda boquiabierto! ¡Desconcertado!

 

¡Si! la Ley no es el todo, entonces, y ahí es cuando la pregunta se vuelve enteramente sincera: ¿Qué debemos hacer? Y Jesús nos ilumina con su Revelación: tenemos que traducir todo lo que somos, todo lo que poseemos en “Caridad”. Sólo cuando podemos renunciar a todo lo demás para llevarlos al lenguaje “Clemente”, al lenguaje que hace propio el dolor ajeno, a ese idioma que “da hasta que duela”, sólo allí reuniremos las fuerzas para seguirlo.

 

Muchas veces nuestro discipulado nunca empieza porque nunca “soltamos” aquello a lo que tan tesoneramente nos aferramos. La mano ocupada es la mano “lisiada”. Los títulos de propiedad son nuestros diplomas de invalidez.

 

Y aquí Jesús nos trae un ejemplo flagrante: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja”. Entonces nos ocupamos de establecer si era una puerta en una muralla o si verdaderamente se refería a la perforación por donde pasa el hilo en el instrumento de costura que se usa para unir las telas…

 


Así desviamos la atención para no fijarnos que la verdadera cuestión está en que el rico se aferra con apego y es esclavo de sus posesiones, no le afana nadie, no hay amor en su corazón, de nadie se conduele, para nada hay una hebra de compasión: primero su riqueza, segundo su riqueza y, si algo queda, que pase también directo a sus alforjas.

 

Si no se abren de par en par los órganos del entendimiento, también nosotros diremos -ingenuamente- que no hay nadie capaz de liberarse de este tipo de avaricia del “poseer”.  Basta ir a las páginas de la historia de nuestra fe, y leer la vida de los santos, para ver tantos y tantos de ellos que renunciaron, que lo dejaron todo, que se liberaron de todas las ataduras y cadenas, y se dieron a “seguir” al Señor y responderle Su Llamado. Y es que lo que para el ser humano es imposible para Dios no lo es, porque para Dios no hay imposibles.

 

Reflexionado esto, ahora sí, postrémonos y preguntémosle: “¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?”