Dt
4, 1. 5-9
Este
Libro, el quinto de la Torah, es fundamental en su enfoque teológico y en su
propuesta magnifica de fraternidad: Dios es llamado Padre (1, 31) y en
consecuencia todos los del pueblo de Dios son “hermanos”. Así que hemos sido convocados
a vivir fraternalmente y llamados a ser co-participes. Entonces el meollo del
Libro radica en que Israel será feliz y próspero si guarda su fidelidad con la
Alianza; así también será infeliz si la quebranta y entonces acarreará perder
la tierra que Dios le ha entregado. Esta Enseñanza se trasmite con base en
discursos, que Moisés les dirige.
El
Libro empieza repasando los viajes del pueblo en Éxodo, así que los capítulos 1-4
se toman como el Primer discurso de Moisés, allí Moisés analiza ese recorrido.
En
particular la perícopa de hoy es una exhortación que les hace su Líder. Moisés
no va a entrar a la Tierra de Promisión, entonces les da un conjunto de pautas
que dirijan su comportamiento para posesionarse de la tierra que el Señor les
dará.
Los
previene de no añadir ni suprimir nada al mandato. Les da como ejemplo de castigo
por la desobediencia y por irse detrás de ídolos, la destrucción que asoló a los Moabitas, que
fueron exterminados a causa de su idolatría hacia el ídolo de Fegor.
Moisés
les indica que él no les enseña por su cuenta, sino que sus discursos contienen
una Enseñanza venida del Cielo.
Si
hay fidelidad a la Ley Divina por parte de su pueblo, todas las naciones de la
tierra los respetarán y los admirarán por tener leyes tan prudentes y sabias. Se
darán cuenta que respetar la Ley es caminar con el Señor y bajo su amparo y
protección.
Hay
que estar muy alertas para que todas estas experiencias que ellos han vivido no
caigan en el olvido, que no se les vayan a borrar de la memoria (textualmente
dice que no se nos escapen del לֵבָב
[lebab] “corazón”), y para preservarlas tenemos que narrárselas a nuestros
hijos, nietos y a nuestro linaje entero. La memoria se preserva contándola.
Sal
146-147(147), 12-13. 15-16. 19-20
Jerusalén
es un elemento del imaginario de las culturas antiguas que -por oposición al
campo-, era símbolo de la seguridad por estar resguardadas por murallas, por
puertas, por cerrojos y dentro de su amurallada tutela, trasparentaban la
Gloria de Dios.
Con
la mejor harina amasaban su pan, otra vez Dios estaba presente en la calidad de
sus nutrimentos, no comían pan de harina ordinaria, ni de cereales mezclados.
Su pan era manjar del Cielo. Tenemos que entender que este pan es figura de
Dios, porque ellos vivían en un contexto donde la hambruna y escases los
acosaba. verdaderamente que la Ciudad Fortificada era imagen de Dios que velaba
por ellos.
Estamos,
pues, en presencia de un himno que agradece los privilegios otorgados por Dios.
Allí está cumplida la promesa, de abundancia, de pan de bendición si la alianza
era cumplida.
Y
en su generosidad, el Señor va más allá porque atiende sus corazones y los
sana. La sabiduría divina es Inconmensurable porque Dios les ha dado todavía un
regalo mayor: La Ley. Pera que puedan cultivar la fraternidad y caminar juntos
-inclusive atravesar desiertos- en sinodalidad, porque la Ley del Señor es
Eterna y su Bondad redunda en armonía de convivencia.
No
hay otro pueblo que haya recibido trato tan preferencial y legislación tan
perfecta.
El
verso responsorial es un llamado a sostener esta actitud hímnica, que sabe
valorar la munificencia salida de las Manos de YHWH. El Salmo inicia así: הַ֥לְלוּ יָ֨הּ [aleluya]
“Glorifica al Señor”.
Como podría el
corazón del creyente ignorar el flagelo fatal de las guerras y los pueblos que
hoy por hoy se ven azotados por ella, y no elevar nuestra humilde voz al Señor
para que sea Él -Único que puede en su Bondad sembrar Treguas Verdaderas- para
que sea Él quien derrame en esos territorios desangrados, el Tierno Rocío de la
Paz. Permítenos Señor, que nuestras sencillas gargantas, entonen el Aleluya,
porque Tú sembrarás allí el maná de Tu-Misericordia.
Mt
5, 17-19
Uno
se figuraría que, con tantas traiciones a la Ley Divina, el Señor estaría retirándose
y dándonos por ovejas definitivamente descarriadas. Pero así es la paternidad: -el hijo más díscolo, el más desorientado-, es siempre el más tutelado por el
Padre. ¡Cuanto más daño nos causamos, más Amor nos derrama el Señor!
Todo
descarriado se rebela contra le Ley. Para el que vive el extravío, la Ley no es
una brújula, sino la causal de su mal comportamiento. Para ese, si no hubiera
Ley, lo que él obra sería lo virtuoso.
Los
fariseos veían en Jesús a un culpable, y su culpabilidad estaría en eso, en ser
un Dios tan Comprensivo, tan Lento a la Cólera, y Tan Rico en Clemencia. Hoy en
día también muchos pregonan y claman para que el Señor apriete su Mano en torno
a nuestro cuello, hasta hacernos sacar la lengua, incapaces de respirar. No
hemos logrado entender Su Palabra, y Él ya la ha pronunciado y no la retirará.
Jesús
ha puesto un Mandamiento de Amor, y Él es coherente con su Ley. Lo que Él ha
legislado se obedecerá primero en su corazón aun cuando nosotros seamos testarudos
y no queramos acatar.
Él
le da firmeza a su enseñanza. No andemos rogándole que se arme de un garrote y
nos apalee. “En verdad les digo que antes pasará el Cielo y la tierra que deje
de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley”.
Vivimos
en la cultura de lo precipitado y queremos que Dios contraiga ese virus. Tal vez el logotipo de esa cultura sea la “comida
rápida”. Pero Dios no se atraganta, Él come lentamente, degustando, paladeando,
saboreando.
¡Bendito
sea Dios que se toma Su Tiempo! ¡Que no tiene premura, que nos tiene paciencia!
¡Enséñanos a amar el ritmo que tu llevas en Tu Corazón!
¡Enséñanos
Señor a tener en cuenta hasta las letras más pequeñas de cada palabra que Tu
Pronuncies! ¡Guíanos para no pasar por alto ni la más mínima puntuación, ni el
matiz más leve, ni el susurro más discreto!”
Y
sobre todo, Tú que eres el Dios Todopoderoso, Dios-de-Toda-Fuerza, concédenos la
fuerza de corazón para ser dóciles a tu guía, para “dejarnos llevar la mano”, danos
la agudeza de oído para escucharte -aun cuando tu Ternura es un Susurro-, y dános la
Voluntad para aplicarnos a cumplirlo con amor, con pasión, con disciplina, con
resistencia de empeño para no menguar en el propósito. Que nosotros, mientras
estemos aquí, en la tierra, logremos que se haga tu Voluntad como reflejo
exacto de tu Voluntad cumplida en el Cielo.
Amén.
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