Ex 20, 1-17; Sal 18, 8. 9. 10. 11; 1Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25
“No hagan de la casa de
mi Padre un mercado”
Jn 2, 16
¿No saben que su cuerpo
es templo del Espíritu Santo, que recibieron de Dios y reside en ustedes? De
modo que no les pertenece.
1Cor 6, 19
Nos
hayamos frente a una actuación muy significativa. Se podría decir que vemos a
Jesús transfigurado, pero
transfigurado de la ira, preso de una Ira Santa: «Voltear Mesas y echar a los
vendedores, era el gesto de un profeta que anunciaba el paso de un sistema
viejo a una forma nueva. Jesús era el último de una larga línea de profetas que
habían denunciado el culto vacío, de prácticas exteriores, nada más. Él
insistía que ‘Dios es Espíritu, y los
que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad. (Jn 4, 20-24).»[1] Este gesto de purificación
del templo alude a otra de las fiestas judías «la fiesta de la dedicación
(Janucá o Fiesta de los Macabeos) …Esta fiesta celebraba la purificación y la
consagración del templo después de las profanaciones que sufrió en tiempos de
Antíoco Epifanes»[2]
Así
hemos asistido en estos tres domingos de Cuaresma a tres alusiones de fiestas
judías. Primero nos hemos encontrado con Jesús tentado en el desierto «Revivir
el desierto era revivir los beneficios de Dios a su pueblo, aquel Dios que
había formado, protegido, alimentado y dado de beber en el desierto a los
israelitas. El beneficio que más se celebraba, junto con el del maná, era el
don del pozo en la roca que acompañó al pueblo a lo largo de todo su camino y
que, en medio de la aridez y de la sequía, les distribuía el agua viva.»[3] El Malo pretende
transfigurar a Jesús para sus sucias pretensiones, lo que en realidad quiere es
desfigurarlo para vaciarlo de su
fidelidad de ser imagen perfecta de Dios. En vano le tiende su zancadilla.
El
pasado, el 2do de Cuaresma, como hemos comentado, se aludía a «la fiesta de las
tiendas (o de los tabernáculos)… esta fiesta recordaba la estadía de los
hebreos en el desierto viviendo bajo chozas, hechas de ramaje. …en el desierto
los israelitas habían recibido el agua que les permitió vivir. En la fiesta de
las tiendas venían a pedir el agua que fecundase sus cosechas… La Mishna
(codificación judía del siglo II de nuestra era) indicaba que, durante esta
fiesta, se iba a sacar agua a la fuente de Siloé, se subía en procesión al
templo cantando con palmas;»[4]
Así,
retomamos la cita hecha en el blog anterior, «…los grandes acontecimientos de
la vida de Jesús guardan una relación intrínseca con el calendario de fiestas
judías; son, por así decirlo acontecimientos litúrgicos en los que la liturgia,
con su conmemoración y su esperanza, se hace realidad, se hace vida que a su
vez lleva a la liturgia y que, desde ella, quisiera volver a convertirse en
vida»[5] Este entronque de la vida
de Jesús con las fiestas tradicionales parece ratificar que Jesús no representa
una ruptura, una nueva religión, sino una continuidad potenciada, llevada a su
perfección. (Cfr. Mt 5,17) Bastaría revisar algunas perícopas del Primer
Testamento: Is 1, 11-17; Jr 7, 1-11; Am 5, 21-24 Mi 6; 6-8 para constatar que
lo que propone Jesús sobre la justicia, el perdón, la misericordia como
ofrendas verdaderamente agradables al Señor y no los holocaustos de animales,
ni la ofrenda de frutos de la tierra, son los que Lo satisfacen verdaderamente.
De
una manera muy contundente Dios recuerda que Él es el propietario de bosques,
serranías y selvas y de todos los animales que allí habitan y que –llegado el
caso que a Él le diera hambre- nada tendría que pedirnos porque Él mismo se
auto-abastecería (Cfr. el Sal 50 (49) 8-14).
Queda
contestada la pregunta obvia que brota al escuchar que a Él se le adora en
espíritu y verdad: ¿Cómo es la adoración en espíritu y verdad? Es el ejercicio
de la Caridad, la Misericordia, el Perdón, la fraternidad, la solidaridad y la
justicia toda. Como leemos en Isaías otro tipo de sacrificios le repugnan
porque esconden el atropello, la explotación y el dolor de los más débiles,
entre los cuales se mencionan los niños, las viudas, los enfermos, los
ancianos, los asalariados, entre otros. Son todos aquellos a los que se alude dentro
del rubro de los Anawin. Pero todos - llegada las circunstancias- podemos ser
Anawin y cuando ese momento o esa situación llega, cada uno es transparencia
del Padre-Celestial, y…lo que hicieron con cada uno de estos “más humildes”
conmigo lo hicieron o lo dejaron de hacer. (Mt 25, 40)
Allí leemos “signo” (en griego) y lo
traduciremos como prodigio: “No se
les dará otro prodigio que el del profeta Jonás” (Mt 12, 38) dice Jesús,
negándoles a los que le reclamaban un prodigio para demostrar que Él era
verdaderamente el Mesías. En la perícopa que leemos hoy, tomada del Evangelio
según San Juan, los judíos (no son todos los judíos; de hecho, Él mismo era
judío y lo eran también sus discípulos, y el propio Jesús, declaró haber “sido
enviado a las ovejas descarriadas de la casa de Israel” (Mt 15, 24), es decir,
al pueblo judío; esta es una manera de hablar de San Juan en su Evangelio)
piden a Jesús sus cartas de presentación para justificar el derecho que le
asistía para desalojar a los vendedores y a los cambistas del templo. Estamos
ante otra alusión hecha al mismo “signo” [semeion] prueba: permanecer muerto
durante tres días y luego levantarse de entre los muertos. Es a este prodigio al
que se refiere Jesús al decir “Destruyan este templo y en tres días lo
reconstruiré” (Jn 2, 19) (subrayamos que la expresión que traducimos por
“reconstruir” es otra vez el verbo ἐγερῶ, es decir “levantar” el mismo que
hemos venido encontrando donde los evangelios aluden a la “resurrección”, además,
se refiere al templo con la palabra ναὸν [ναός, οῦ, ὁ] , es decir, la parte del
templo donde habita el propio Dios, sus Aposentos Personales, su Recamara, el
Sancta Sanctorum). «El texto dice que los discípulos no captaron el significado
de todo esto hasta después de la Resurrección (2, 22). Y en realidad muchos
años después de la muerte de Jesús, los discípulos siguieron asistiendo al
viejo Templo (Hch 2, 46). Sólo a base de años de reflexión en la comunidad,
llegaron a comprender que la Iglesia como cuerpo de Cristo debe ser el nuevo
templo donde el Espíritu de Dios habita (1 Co 12, 12 ss). Que los cristianos
mismos deben ser como piedras vivas en la construcción de ese templo espiritual
destinado al culto perfecto»[6]
San
Pablo trata el asunto «el centro de su enseñanza es el mensaje de que todos los
sacrificios se llevan a cumplimiento en la cruz de Cristo; en Él se ha
realizado lo que intentaban todos los sacrificios –la expiación- y, así, Jesús
mismo se ha puesto en lugar del templo: el Nuevo Templo es Él. Baste una breve
indicación. El texto más importante se encuentra en la Carta a los Romanos 3,
23ss: “Todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo
Jesús, a quien constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su
sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su
tolerancia los pecados del pasado”. La palabra traducida aquí como “sacrificio
de propiciación” en griego se dice “hilastērion” -“kapporet” en hebreo. Así se
llamaba la cubierta del Arca de la Alianza. En el Día de la Expiación –Yom
Hakkipurim (Cf Lv 16)- este lugar es rociado con la sangre del novillo inmolado
como víctima de expiación, “cuya vida se ofrece a Dios en lugar de los hombres
pecadores merecedores de la muerte” (Wilckens, II, 1, p. 235)… Si Pablo aplica
la palabra hilastērion a Jesús,
designándolo de la misma manera que la cubierta del Arca de la Alianza, y por
tanto como el lugar de la presencia del Dios vivo, entonces toda la teología
veterotestamentaria del culto (y con ella las teologías del culto de toda la
historia de las religiones) queda “abolida” Jesús mismo es la presencia del
Dios vivo. En Él, Dios y el hombre, Dios y el mundo, están en contacto…. En la
entrega de sí mismo en la cruz, Jesús deposita- por decirlo así- todo el pecado
del mundo en el amor de Dios, y en Él lo limpia… Para Pablo, el templo, con su
culto, ha sido “demolido” en la crucifixión de Cristo; en su lugar está ahora
el Arca de la Alianza viva de Cristo crucificado y resucitado.»[7]
Los
discípulos se acordaron entonces que está escrito: “El celo de tu casa me
consumirá”; estamos habituados a entenderlo como: “Estoy lleno de celo por tu
casa”, hoy, al repasar la traducción observamos que el verbo κατεσθίω está en futuro, lo que nos lleva a
traducirlo como “por este celo seré consumido”, subrayando que el verbo κατεσθίω significa “ser comido hasta que no
quede nada”, ser devorado, agotado, exhaustiado palabra que fabricamos ahora,
para tomar el sentido de la palabra latina exhaurire, “no dejar nada”, “quemarse
enteramente”, “holocausto” que es el sustantivo correspondiente conformado por
raíces griegas. Será consumido, ¡sí!, ofrecido en holocausto, hasta su última
Gota de Sangre, hasta que no quede nada de Él. Es el afán que tenían de
borrarlo de la historia, y sabemos que el Padre le hizo Justicia y, al
resucitarlo, lo hizo Señor de la historia.
Dice
José Bortolini que «En esta expresión misteriosa está presente la denuncia de
que el poder religioso será responsable de la destrucción del cuerpo de Jesús
(muerte)»[8] Así nos encontramos frente
a una disyuntiva: o la opción mercantilista donde todo se hace girar en torno a
las ventas para maximizar las ganancias o la opción por el Reino, o sea, poner
por encima de los negocios, la vida, el respeto al ser humano: por eso, Jesús
llega a plantear otro templo porque el templo se ha convertido en un centro
mercantil, Jesús nos propone su propio Cuerpo como sitio de culto, culto en
Espíritu y verdad.
Tanto
la primera Lectura como el Salmo, nos remiten a la Ley de Dios, no tanto a los
mandamientos, como a la esencia de la Ley de Dios, el Mandamiento del Amor.
Nosotros hemos llegado a una sociedad donde toda ley es rechazada, todo orden se
hace aparecer como impositivo, esclavizante y se ha construido una
ideología-legal que rechaza toda ley; podríamos inclusive hablar de una cultura
nomo-alérgica, no a-nómica, sino reacia a toda ley. Si observamos- resulta
interesante que se inventen, que se creen nuevos códigos que propugnan la
defensa de los intereses del Malo. Además, habitamos en un contexto que todo lo
tiñe con la consigna “hágase la ley y busquémosle el recodo para infringirla”
Se trata pues de pintarrajearla con legalismos pero burlarnos de todo código y
de toda ética. Algunos hablan en este tópico del “acomodamiento de la ley” lo
que significa la reinterpretación –inclusive forzada- de cualquier norma para
ponerla al servicio de la perdición es –para decirlo en una sola palabra: la
perversión. Así las cosas, y mientras existan planos de complicidad
subyacentes, “la ley será para los de ruana” es decir, que siempre estará de la
parte de los poderosos y de espaldas a los humildes. Y esto es lo que va
totalmente en contrahílo con la fe de Jesucristo. Las enseñanzas del Maestro de
Nazaret giraban en torno a la Ley del Amor –insistimos- el amor al cual se
refería Jesús es un amor ágape, es decir desinteresado, generoso, desprendido,
caracterizado por la gratuidad, comprometido con el perdón hasta reducir a cero
los rencores, además, un amor oblativo, o sea, capaz de llegar hasta el
sacrificio: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15,13
Este amor es capaz de renunciar a todo para lograr el bienestar del ser amado.
En
la base del amor que predica Jesús, ese ideal que Él nos propone para ser sus
discípulos, subyace una lógica radicalmente diversa del código comercial, la
del mercado. Por eso entendemos que resulte tan dificultoso en un contexto donde
toda nuestra vida se ha hecho girar en torno a nuestro éxito y ese éxito
egoísta bebe sus jugos en las leyes del mercado, de la ganancia, de la
explotación. Al evangelio del mercado no le importa un rábano por encima de
quien tenga que pasar: a ese evangelio mercantilista suele disfrazársele como
lógica de empresa. A nosotros mismo se nos invita con frecuencia a pensar
nuestras acciones con “lógica de empresa” y todo, hasta los más caros valores
cristianos se nos invita a dejarlos al margen, para respetar la consagrada por
ellos, la “lógica de empresa”.
Por
eso «Jesús hizo ese día gimnasia para un mes, demostrando que era fuerte y que
tenía mano dura, cuando quería y era necesario. Y la horda de vendedores
ambulantes sin permiso le gritaba, a su vez “¿Quién te dio bola en este entierro?
¿Te crees la Madre Teresa de Calcuta, que tratas de darnos lecciones de
santidad? ¿A quién perjudicamos? ¿Acaso los fieles devotos no tienen que
comprar el corderito para la Pascua? ¿O acaso estás contra las fiestas de
precepto? ¡Hereje…! ¡Mira que tenemos amigos en la Municipalidad, y los
impuestos están todos en regla! ¡Insensible! Bastante nos costó obtener la
concesión para los puestitos, que ahora nos tiras abajo la estantería… Los
mayoristas se van a aprovechar de nuestra desgracia y van a aumentar los
precios, y no podremos renovar el stock… Podríamos conseguir unos corderitos
congelados Swift, pero doña Rosa y las amas de casa los quieren fresquitos. ¡Rajá
loco, o la vas a pasar mal…!»[9] Que así nos cuenta este
episodio Héctor Muñoz, con un lenguaje actualizado, poniendo al día el debate
entre la lógica de Jesús y la lógica mercantilista.
Si
logramos renunciar a la lógica de la mercancía y la ganancia, a la lógica del
lucro con su rimbombante apodo de “éxito”, podremos dar sentido a esta ley
transitiva: Si el Templo ya no es el edificio sino Jesús mismo, ¿Quiénes somos
nosotros al Comulgar? ¿En qué nos convertimos al consumir el Cuerpo de Dios
cuando Jesús viene y hace su morada en nosotros? Reconocemos, eso sí, que –como
lo dice Bortolini, «la adhesión a Él es un proceso lento pero continuo; es un
proceso que lleva a superar prejuicios y barreras en relación con la acción de
Jesús. Él no es reformista. Exige un cambio profundo, con el fin de que la vida
se manifieste.»[10]
No
vayamos a caer en la trampa de negar la Presencia especial de Dios en la
Iglesia, no vayamos a seguir el juego a quienes argumentan que podemos
encontrar a Dios en todas partes; nosotros hemos argumentado aquí arriba que
Dios está especialmente en cada hermano, especialmente en los más débiles y
desprotegidos, pero no para negar que el espacio reservado a los templos
católicos son la verdadera casa de Dios, porque han sido consagrados a esa
finalidad especial, que Jesús se haga presente en las Formas Consagradas. «la
iglesia es “la casa de Dios” y es “sagrada” …a través de la celebración de la
conmemoración del Señor. En la celebración eucarística, Él mismo viene y se
hace presente de una manera que sólo es válida aquí, con su Amor Redentor, con
la personificación de su destino redentor, permanece en medio de la asamblea
reunida.»[11]
"Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro
Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto
con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y
gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy
amado en quien me complazco.» Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del
cielo, estando con Él en el monte santo." (2P 1, 16-18)
¿Cómo
nos podemos transfigurar en piedras Vivas del Nuevo Templo? A este tema nos
remite la Primera Lectura, donde se nos explicita que es por medio de la
Alianza –entre Dios y el hombre- y su cumplimiento. Los principios operativos y
funcionales de la Alianza son los Mandamientos, que permiten acceder a la
Misericordia del Señor.
Nos
gustaría añadir una frase tomada del artículo semanal del Padre Hermann
Rodríguez, sj.: "Pero ya no se trata de un templo de ladrillos que han convertido
en mercado... sino del templo vivo de la persona humillada y maltratada por una
sociedad de consumo que no se detiene ante ningún valor para alcanzar el lucro
y la ganancia. Hoy también Jesús volvería a hacer un látigo para expulsar a
todos los que hacen de su templo una cueva de bandidos."
[1] Seubert, Augusto COMO ENTENDER LOS
MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo 2da ed. 1999 p.34
[2] Jaubert, Annie EL EVANGELIO SEGÚN SAN
JUAN Cuadernos Bíblicos Editorial Verbo Divino Estella Navarra. 2000 p.30
[3] Ibid
[4] Ibid
[5] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. DESDE
EL BAUTISMO A LA TRANSFIGURACIÓN. Ed.
Planeta 2007. pp.357-358
[6] Seubert, Augusto Op. Cit p.35
[7] Benedicto XVI Op. Cit.
pp 53-55.
[8]
Bortolini, José
CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá –
Colombia 2002 p. 40
[9]
Muñoz, Héctor
CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS Ed. San Pablo Bs As. Argentina
2004 p.114
[10] Bortolini, José. Loc. Cit.
[11] Guardini, Romano. PREPAREMOS
LA EUCARISTÍA REFLEXIONES Ed. San Pablo 1ª Ed. 2009 Bogotá- Colombia p. 42
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